LA RIOJA
Un bar, un anciano, un sólo periódico y sentimientos encontrados son los ingredentes con los que se cocina esta carta al director publicada en Diario LA RIOJA, que se está convirtiendo en viral
Situación más que cotidiana. Media mañana en el bar donde habitualmente tomas el café. Sólo tienes cinco minutos y te gustaría echar un vistazo rápido a la sección de Deportes de tu diario favorito, o de Sociedad, o de Cultura. Quizás sólamente quieres ver rápidamente lo que ponen hoy en la tele. Pero tu gozo en un pozo y, como cada mañana, el abuelete de turno acapara el periódico. No lo suelta. Es su tesoro (léase con entonación 'El señor de los anillos').
Mosqueo, enfado, rabia, regocijo al perpetrar la pequeña venganza, remordimiento, empatía, compasión... todos estos sentimientos caben en esta carta al director escrita por Rubén Lapuente. Se titula 'El periódico del bar' y se publicó el pasado viernes Diario LA RIOJA. Un tuit en twitter la está convirtiendo en viral.
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El periódico del bar
RUBÉN LAPUENTE
Hay un anciano: caduco listillo le llamaba yo, que secuestra el periódico del bar, de mi bar, todas las mañanas. Y no lo suelta el muy jeta: las esquelas, el crucigrama, los siete errores… Lo desmenuza todo. Hasta debe buscar esas palabras ocultas, esas que se leen entre lí- neas, el muy jodido. Estuve por decirle que el periódico no es suyo. Que debería de tener un poquito más de educación. Que al bar se viene también a leer la prensa, claro que sí, pero, ¡joder, no a raptarla! Me contuve por respeto a sus arrugas, a su pila de años, a su senectud.
Pero, ayer, vengativo, me adelanté a su cita con la tinta impresa. Arrebatándosela. Quise darle un escarmiento, demorándome en cada página un pequeño siglo… El anciano me vino con su paso torpe, con el baluarte de su adelantado bastón. Lentísimo, como si cruzara el mismo Amazonas, me reía yo, de él, así, cruel, por lo bajinis… «Cuando termine, llévemelo allí, al fondo, por favor»– me dijo–. No le quitaba ojo. De soslayo, notaba yo, sobrevolándome, su impaciente espera…
Un gesto de dolor o de recuerdo de su mano buscando el lado izquierdo del pecho me hizo abandonar mi pequeña ruindad. Comprender su lejana mirada en cada hoja que yo vencía. Su desazón por ese retraso en su encuentro diario con el rocío del papel, con su perfume a aserradero, con las noticias como nuevos planetas girando en torno al sol de su cabeza…Que un periódico puede ser tu único hombro amigo:
centinela de esa sicaria soledad que contrata tu derribo…Y lo cerré de una tacada. No sé si media vida o la vida entera, aquí lo tiene –le dije–, le estaba quitando.
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