“Por aquí todos bien,
gracias a Dios” 💔
gracias a Dios” 💔
La posguerra española empujó en Canarias a la emigración venezolana
La posguerra española, miseria, caciquismo, prisión, paro y hambre, empujó a la emigración; en Canarias, a la emigración venezolana. Los hombres buscaban la carta de llamada y se iban de madrugada, en patera o en barco, clandestinamente, o con esos papeles que se guardaban como el oro en las gavetas de las cómodas vacías. Delante, al final del viaje, había la quimera. A unos les fue bien, no volvieron; a otros les fue mal, los vi volver, como si los precediera un fracaso inesperado. Se quedaban las mujeres, los hijos. Aquellas mujeres, como de luto, venían a casa, me dictaban sus cartas para explicarles a los hombres qué pasaba aquí, qué había en su ausencia.
Ellas dictaban palabra a palabra, como un testamento; explicaban la tragedia de vivir. Todas las cartas empezaban con la misma fórmula: “Querido marido, me alegro de que al recibo de esta mi carta te encuentres bien de salud. Nosotros por aquí bien, gracias a Dios”. Los párrafos que seguían eran la crónica de la miseria. Las carencias, las enfermedades, las muertes. Aquel adolescente tomaba nota de ese estremecimiento doméstico; luego les leía el contenido, ellas quedaban conforme y debajo de mis letras hacían un garabato que garantizaba la autoría. Eso que se decía allí lo había escrito la mujer, pero con otras manos.
Era la España oscura marcada a fuego por la guerra que se vivió lejos, pero cuya metralla moral llegó a la isla, a los barrios de la isla, con la impronta salvaje que a unos los llevó a emigrar y a otras a contar desde aquí la memoria diaria de la escasez. Un día llegó a casa uno de aquellos emigrantes. Era mi tío Tomás, manejaba un camión de Leche Carabobo, en Colinas de Bello Monte, una de las direcciones que yo ponía en los sobres aéreos de aquellas cartas tristes. Miró adentro de la cocina, petróleo, oscuridad; al día siguiente hizo que llegara una cocina de gas, era una novedad tal en el barrio que había que aprender para darle fuego. A las otras casas empezó a serles Venezuela igual de propicia, y se alivió aquel tiempo de estupor y de estraperlo. En una casa de El Hierro vi, algunos años después, una casa alta y estrecha construida por emigrados; decía en el frontis, escrito para siempre: “Gracias, Venezuela”. Una mañana vino el cartero con el primer libro que hubo en casa, desde Caracas, con la dirección de Colegial Bolivariana, Puente Yanes a Tracabordo. Gustavito tenía un centavito. El dinero venía por otras vías; fue Venezuela la que aligeró la sensación apabullante y triste que producía la miseria de los barrios desde donde se escribían aquellas cartas. “Por aquí todos bien, gracias a Dios”.
Ahora las cartas son al revés. Venezuela es, entre otros, un dolor que padece España, y en este caso es imposible no sentir aquella tragedia como se vivió aquí la que se contaba en aquellas cartas. Enfermedad, medicina, miseria, muerte. La voz de mando político que aquí ordena que no se hable de Venezuela siempre me lleva a escuchar la voz de aquellas mujeres contando la tragedia más oscura de nuestro tiempo.
“Por aquí todos bien, gracias a Dios”. No, así no acababan las cartas. Y desde Venezuela tampoco pueden acabar ahora las cartas así. Aunque quieren silenciar Venezuela, como si no fuera nuestra, nadie nos podrá quitar el dolor de Venezuela, ni la solidaridad que desata su miseria ahora entre los que somos de allí al menos por carta.
Gracias a Dios y a tí, Juan Cruz
El emocionante discurso de
un alto cargo de Coalición Canaria
sobre la crisis de Venezuela
"Tuve que emigrar a Venezuela a 1975
y recuerdo siempre el cheque de Venezuela
que venía por Navidad", recordó Medina, que agregó:
"Los hermanos de la Octava Isla piden
que no les olvidemos y están clamando
libertad y justicia".
El viernes 28 de abril de 2017, el cabildo de Tenerife discutió una moción presentada por los grupos de Coalición Canaria y PSOE, donde insta a los gobiernos de Canarias y España a que adopten medidas urgentes de ayuda humanitaria para la ciudadanía española y canaria residente en Venezuela.
En el vídeo, vemos la intervención del consejero del cabildo de Tenerife Efrain Medina Hernandez, el cual defendió esta propuesta con estas emotivas palabras:
“En el año 1967, en mi pueblo natal Vallehermoso, cuando se acercaban las Navidades, mi abuela Serafina, que vivía ya con nosotros, (aunque ella siempre soñaba con su casa en Los Chapines) me mandaba al correo a ver si había llegado "carta certificada" de Venezuela. Manolo, el cartero, empezaba a decir los nombres en voz alta y recuerdo que todos los años que fui, como para desesperarme aún más, el nombre de mi abuela, Serafina León Suárez, era nombrado casi al final.
“Echa un garabato aquí pero con el nombre de Serafina”, me decía Manolo. Cuando tenía el sobre en mis manos, corría cuesta arriba y llegaba sin aliento a casa gritando: “Abuela, abuela, ¡llegó, llegó, llegó!
Llegaba el cheque de Venezuela, el cheque en Bolívares, el cheque con el que empezaban las Navidades en nuestra casa y en muchas casas de Vallehermoso gracias a Venezuela. Mucho antes del turismo y de otros sectores económicos, las remesas enviadas desde Venezuela dieron de comer a muchísimas personas y ayudaron al progreso de nuestra bendita tierra. Mi abuela se sentaba en un banco pequeñito que estaba en la antigua cocina y leía la carta con lágrimas calladas que le recorrían las mejillas. Todos mirábamos sin decir absolutamente nada. Una de mis hermanas la leía después en voz alta para todos. Abuela doblaba la carta y se la guardaba en un delantal y decía: “Tu tío y tus primos están bien, que tienen ganas de venir...”.
Acto seguido se vestía de negro y bajaba a la Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Santa Cruz de Tenerife para cobrar el cheque y separar lo que después nos dejarían los Reyes. Eso era en la tienda de don Mariano para mi hermano y para mí. A mis hermanas y a mis primas les daba a 25 pesetas a cada una. Se compraba algún turrón (nunca faltó el blando), licores de la marca María Brizard o Licor 43, “por si llegaba una visita por estas fechas", y el resto del dinero se guardaba, por si surgía "algún imprevisto", que surgían todo el año.
Mi abuela era mágica. Una vez me habló de La Guaira. Le pregunté porque hablaba de ese sitio si nunca había ido. Mi abuela me respondió que, de noche, cuando dormía, viajaba en sueños a La Guaira y mis tíos se acercaban a verla. Me dijo que habían muchos barcos en un puerto, que era más de mil veces el pescante de mi pueblo, y muchos niños negritos como su delantal. La primera vez que escuché en la barbería de Ramón, en una vieja radio, la canción de "Angelitos Negros" de Antonio Machín, corrí para decirle a mi abuela que a los niños de la Guaira le estaban cantando una canción que decía "angelitos negros"; mi abuela me miró y me dijo: ¿Ves? Yo nunca miento.
Mi abuela murió en el año 1979 sin conocer Venezuela. Yo me despedí de ella sin saber lo lejos que estaba La Guaira. Pensé que volvería pronto, pensé que era un "hasta luego", pensé que en sueños la tocaría.... Pero no la volví a ver más. Yo tuve que emigrar en el año 1975. Confieso que todas las Navidades pongo en un platito un trocito de turrón del blando, miro al cielo y se lo ofrezco.
"Abuela, mira, turrón blando con el cheque de Venezuela". Eso le digo y lo dejo en el patio de mi casa o donde esté.
Mi historia y mis vivencias con mi abuela no tienen nada de especial porque, en miles de casas de nuestras islas, existen historias que nunca se han escrito y que ha dejado la emigración. Historias de nostalgias, de recuerdos, de pensamientos profundos, de distancias insalvables o salvables, historias de gente que nunca más volvió, que se las llevó el Atlántico en la emigración clandestina; gente que ha muerto allá soñando con volver a ver el Roque de Taganana, o Los Tilos, o Arguamul, o el Pinar... Nunca más volvieron.
Hoy defenderé en el Pleno del Cabildo, una moción para pedir ayuda urgente a los canarios que están atravesando por la peor de las calamidades en Venezuela. Hoy pediré lo que me han pedido que pida, hoy suplicaré lo que me han pedido que suplique, hoy hablaré lo que me han pedido que hable. Hoy no es día para la demagogia, para el provecho político, para el oportunismo. Hoy es un día donde nuestros hermanos que viven en la ‘octava isla’ nos necesitan más que nunca. Nos piden que en estos momentos no los olvidemos. Nos piden porque ahora son ellos los que están necesitando ayuda.
Eso pediré: Pediré lo que me han pedido que pida.
Es hora de volver a Vallehermoso a visitar a mi abuela Serafina. También a ella le voy a pedir. Ella que me hacía soñar con la Guaira. Ella que me decía: "Tu tío vive en una Avenida" y yo le preguntaba a Don Ángel el maestro que me dijera lo que era una avenida para decírselo a mí abuela: “Abuela, me dijo Don Ángel que una avenida es como ir desde Triana hasta la iglesia pero como cincuenta veces". Entonces, mi abuela me miraba y se sonreía.
Tengo que decirle a mi abuela, que sé que me escucha porque siempre lo hace, que ayude a Venezuela, que mire de vez en cuando para los niños de la Guaira, aquellos de la canción que ahora tienen mi edad, cincuenta y cinco años, y que esas avenidas que me decía Don Ángel, donde hoy se está manifestando tanta gente pidiendo paz, diálogo y libertad, vuelvan a ser las avenidas donde vivieron mis tíos, donde viví yo casi 15 años y donde viven y donde aman donde mueren y se afanan tanta gente compatriota”.
36.000.000 de gracias, Efraín.
La diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas
noquea al castrochavista Pablo Iglesias:
“Gente como usted destrozó Venezuela,
el país más rico de América Latina”
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