EL Rincón de Yanka: SER POETA Y PARA QUE SIRVE: DAVID LEOVIGILDO GARCÍA, EL POETA CONCURSANTE TELEVISIVO BUSCADOR DE PALABRAS

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martes, 11 de octubre de 2016

SER POETA Y PARA QUE SIRVE: DAVID LEOVIGILDO GARCÍA, EL POETA CONCURSANTE TELEVISIVO BUSCADOR DE PALABRAS

¿Para qué sirve la poesía?
Ser poeta es una manera de observar, de darse cuenta de las cosas, de verlas de otra manera. Un buen poema mira de cerca al mundo; logra ese raro milagro que es verlo por primera vez.
La mayoría de las respuestas aluden invariablemente al sentimiento: para profundizar en él; para iluminar ambos sentidos de la palabra; para activar una oleada de emoción en forma de música; para comprometerse con la realidad; para aislarse de ella; para cantar en voz alta; para despertar a la sociedad; para que esta duerma; para informar y deleitar; para iluminar el mundo. Casi todos los encuestados ven la poesía como medio de expresión de las emociones. Y, sin embargo, ¿para qué sirve? ¿Para quién se escribe? ¿Tiene todavía futuro? 

Los poetas y críticos literarios Juan Carlos Reche y Abraham Gragera, directores de "Años diez" Revista de Poesía, nos informan desde la primera línea de combate, en su tercer número, de primavera de 2016.

Ser poeta es una manera de observar, de darse cuenta de las cosas, de verlas de otra manera. Un buen poema mira de cerca al mundo; logra ese raro milagro que es verlo por primera vez. Todos los demás placeres (la carga emocional, el deleite lírico, el placer intelectual) son añadidos. El poeta, traductor y crítico literario Juan Andrés García Román (Granada, 1979) sugiere algo parecido en su ensayo “Neorromantizar: una poética de la necesidad”, cuando sostiene que los poemas tratan de captar una realidad que está más allá del lenguaje, lo que él denomina “un rezo, una súplica, un ay”.

Lo extraño de estas dos manos mías sobre el teclado, esta silla, esta mesa. La poesía quiere y debe dar fe de ello. Los lectores pasan las páginas de una novela para saber qué pasa, pero nadie lee un soneto para averiguar qué sucede en el último verso. Se lee por la propia experiencia de la lectura. Lo único que sucede en una silva es su estilo. O, como dice el autor de La adoración (2011), “L’ecriture, autista, no conecta con nada que la exceda, nos lleva por un pasillo deslumbrante a morir con el arte, a morir todas las veces que el artista muere en sus poemas isla. Remite siempre al individuo como excepción del lenguaje”.

Sostiene Emily Dickinson que “un poema es un hogar que ha de ser perseguido”. Un poema no debería entregar todos sus secretos a la vez; hay que demostrar empeño. El escritor es un ciudadano de a pie, no uno de segunda; García Román concluye que la escritura “tiene que volver a ser, quizás hasta por desmonte, una función, una koiné. Todo poema tiene que querer pertenecer a una (gran) poesía”. Hoy que las lecturas son eventos de Facebook, el interlocutor obtiene la respuesta de su público al momento. Se ha instaurado la antítesis del artefacto perfecto, ensimismado, de la composición como un ente pulido. El mensaje lo justifica todo. El poema es sólo un vehículo para la comunicación. Y no es poco.

La respuesta de "Cuadernos del Vigía" y "Años Diez" al papel público de la literatura es ofrecernos una serie de ensayos sobre el tema junto a composiciones sobre la guerra, el escándalo financiero, la crisis bancaria, el cambio climático. 

Pero ¿puede la poesía cambiar el mundo? 

Los poetas Juan Andrés García Román, Carlos Pardo, Martín-López Vega, Guillermo López Gallego, Fruela Fernández y Unai Velasco, Luis Muñoz y Ana Gorría, Álvaro García y David Leo García y la selección de poemas inéditos de Mariano Peyrou, Luis Melgarejo, Juan Antonio Bernier, Alberto Acerete, Martha Asunción Alonso, Alberto Carpio y María do Cebreriro (traducida por Ismael Ramos), son la demostración de que puede y debe.
David Leo García, Málaga, 1988. Urbi et orbi (2006, Premio Hiperión), dos cuadernos (2006 y 2007) y un libro de poemas en preparación, cuyo título provisional es Diálogo. Filología Hispánica. Fundación Antonio Gala 2007/2008. Consejo de redacción de “Robador de Europa”. Codirección de “Puerta del mar”, colección de poesía de la Diputación de Málaga. Algún congreso, algún festival, alguna antología. Vale.

La poesía es el género más difícil, porque es el único que se ve obligado a asumir que el hombre está desnudo ante el vacío. La carga referencial de la novela o del ensayo se disipa; por eso, en principio, en un poema cabe de todo. Cabe un todo. Luego ese todo se estructura como una suma y resta de tensiones, que no representan necesariamente un orden, pero que tienen que ofrecer, qué menos, una imagen clara, vívida, del caos.

Llegué a la poesía a los catorce años, y encontré en ella una salvación del dolor por medio de la plenitud creadora. Desde entonces creo que he conseguido dos libros, Urbi et orbi, que tuvo la suerte de ganar el Premio Hiperión en 2006, y otro que permanece inédito, sin título definitivo. El yo contra la sociedad. El yo contra un tú que es su interlocutor y su organismo y su razón de ser.

Sexo y lenguaje. Un proyecto ambicioso (quizá demasiado para mi capacidad): no he querido contar un amor, sino todos a la vez. Un cancionero escrito por todos los sujetos, dedicado a todos los objetos de deseo. Como algunas películas de Truffaut (la simultaneidad deL'amour en fuite, la dispersión de L'homme qui aimait les femmes). No he querido resumir la historia de la creación, sino ver la cultura occidental a través de dos mentes que dudan y se encogen y lo rechazan todo. Como en el documental Sans soleil de Chris Marker, todo sucede a la vez, hay unos niños paseando por Islandia que simbolizan la felicidad y hay un templo en Tokio dedicado a los gatos.

Pues eso, lo que veis, la vida es ilimitada, el lenguaje es ilimitado y sin embargo escribir es frontera.

Mi única aspiración en ese sentido sería la de escribir un límite que no desmerezca mucho de todo lo ilimitado.

D. L. G.

Signo, del libro Dime qué 

(completamente descatalogado 
después del cierre de la editorial que lo publicó), 
que dice así:

“Cuando vence en dos cuerpos la tormenta
su destreza con sal, no la coraza,
y la corriente de ser uno abraza
los apellidos y la vestimenta;
cuando la luna se encamina, lenta,
sin saber de sí misma, hacia una raza
de cazadores presas en la caza
y cruza por la noche y la reinventa;
cuando dos nos besamos, lo más digno
es la vida, que deja de ser signo 
para ser vida. 
Queda en cien verdades
lo aún no pronunciado por la boca,
la luna es luna y luce y llena edades,
la mano es mano y ama lo que toca”.


SÍ, ¿NO?

Somos seres sagrados, y ridículos,
signos de admiración
escritos con raíces,
saltar o desatarse o confiar.

No el peso de los dioses, el esfuerzo 
de levantar humanamente catedrales
con sus problemas de iluminación,

o la cabeza de entender el cuerpo
o el cuerpo de intentar cruzar el mundo.

Y solo nos explica la caricia
que un recortable le produce a otro,
o fabricar la boca de dos máscaras –un solo golpe,
perforaciones que son besos,
o un abrazo total bajo las plataneras,

nada nada, 
entendemos
con mentes verticales
esta misión tan repulsiva y noble,

inventar un idioma para titubear,
andar sobre los mares, cojeando.


BANDERÍN 74 - DAVID LEO GARCÍA