REDES SOCIALES Y PEDERASTIA
¿SOMOS CONSCIENTES
DE LOS PELIGROS
DE LOS PELIGROS
Importa concienciar a las familias sobre los nuevos riesgos que acechan detrás de las nuevas tecnologías y que exigen nuestra atención y nuestra prevención.
“Mirad, yo os envío como ovejas entre lobos:
ser prudentes (astutos) como las serpientes,
sencillos como palomas”.
Mt, 10, 16
Creemos que esto de las redes de pederastia, los raptos y los abusos y violaciones son cosas que pasan ahí fuera, que les pasan a otros… No es así. Y las redes sociales, Internet, son la puerta de entrada. Pensamos que nuestros hijos son los más listos, los que más nos quieren, los que no caerían en una trampa, que están a salvo. No es así. Para quienes quieran convencerse, vean esta grabación sobre el experimento sociológico conocido como “Persin” y comprenderán que no siempre conocemos a nuestros hijos. Nunca hemos estado más conectados, nunca antes estuvimos más incomunicados que cuando compartimos una misma habitación con la mente sumergida en el ordenador, el ipad, el móvil o la tableta con la televisión encendida, cuando nos olvidamos de algo tan sencillo como hablar mirándonos a los ojos.
En Inteligencia natural.
Adolescencia (Toromítico, 2016) me ocupo de analizar cómo entran en la pubertad y la adolescencia. Si vuestro hijo ya ha cumplido los ocho años, os recomiendo encarecidamente que lo leáis. Es una etapa apasionada y apasionante en la que rompemos el cordón umbilical con la familia para abrirnos al entorno y sumergirnos en él. La rebeldía y la atracción por el riesgo, por la transgresión, por explorar otras posibilidades forman parte de la evolución natural. Acompañarlos desde la educación depende de nosotros, pero muy especialmente de la familia. No se trata de condenar lo que forma parte de la naturaleza, sino de prevenir desde antes de que llegue ese momento en que las hormonas intervienen para alterar la percepción de la realidad. Es un proceso tan difícil como necesario. Confío en que este libro os ayude.
Colaborad con la Escuela, promoved actividades formativas para el profesorado y los alumnos, la asistencia de Fuerzas de Seguridad que expliquen a los niños la necesidad de salvaguardar la privacidad en las redes sociales, que les expliquen los riesgos que se esconden detrás de un perfil que puede ser falso, que los adiestren para dar la voz de alarma sin sentirse mal por ello, que prevengan también el mal uso para el acoso. Y, si es posible, retrasad todo cuanto podáis el acceso libre a estas nuevas tecnologías, evitad que duerman con el teléfono, el iPad o la Tableta hasta que estéis absolutamente seguros de qué páginas visitan y que lo hacen con responsabilidad. Formaos en las técnicas de control para restringir accesos en Internet y rastrear entradas, y acompañad en su formación como cuando los acompañamos por la calle sosteniéndolos de la mano, o los sujetamos por el jersey cuando se suben al tobogán. Explicadles los riesgos, las técnicas de estos nuevos depredadores, el uso correcto de estas nuevas ventanas al mundo y sed pacientes.
No creo que podamos acabar con la pornografía ni con la pederastia, las cifras son demoledoras, pero sí creo que podemos prevenir y educar, salvaguardar a quienes nos rodean, nuestros hijos, nuestros alumnos, y colaborar cuanto nos sea posible en apoyar los movimientos y leyes, denuncias, que promuevan medidas para acabar con este peligro de ladrones de almas, ladrones de inocencia.
El bosque era una línea oscura entre el terror y la fantasía. En el lugar donde una doncella había sido violada brotaba un manantial.
El terror suele constituir el elemento esencial en los clásicos cuentos infantiles. En esos relatos los niños siempre corren el peligro de perderse, de ser raptados, maltratados o devorados por algún ogro. En las noches de invierno, alrededor de la chimenea, nos contaban unas historias en las que el bosque era el espacio más fértil para la imaginación. Allí habitaban enanitos risueños, gnomos y elfos que eran criaturas de gran belleza, duendes inmortales, pero el bosque también estaba lleno de lobos disfrazados de torvos leñadores que querían comerse a Caperucita. Allí solía haber una gruta inaccesible donde una princesa encantada se hallaba bajo el poder del dragón, aunque al final siempre llegaba a rescatarla un príncipe a caballo. El bosque era una línea oscura entre el terror y la fantasía. En el lugar donde una doncella había sido violada brotaba un manantial.
Ningún bosque medieval puede compararse a la intrincada selva de Internet. En ella está toda la magia de la inteligencia humana y también su más sucia perversión. El beso con que el príncipe despertaba a la Bella Durmiente ha derivado en el porno más duro. El bosque digital se ha convertido en un laberinto lúbrico, que rezuma sexo tórrido por todo el teclado. Caperucita ha decidido quedarse el sábado en casa y su abuelita está muy contenta porque la cree a salvo de los malos. La abuelita no sabe el peligro que corre su nieta adolescente en su cuarto si comienza a adentrarse en el bosque de Internet con la tableta. Puede que, de repente, a altas horas de la noche se vea con terror a sí misma posando de forma obscena en la pantalla.
¿Quién le robó esa foto? Bajo su imagen aparece un mensaje de amor que le manda un desconocido. Así comienza un lobo digital a comerse a Caperucita.
El terror suele constituir el elemento esencial en los clásicos cuentos infantiles. En esos relatos los niños siempre corren el peligro de perderse, de ser raptados, maltratados o devorados por algún ogro. En las noches de invierno, alrededor de la chimenea, nos contaban unas historias en las que el bosque era el espacio más fértil para la imaginación. Allí habitaban enanitos risueños, gnomos y elfos que eran criaturas de gran belleza, duendes inmortales, pero el bosque también estaba lleno de lobos disfrazados de torvos leñadores que querían comerse a Caperucita. Allí solía haber una gruta inaccesible donde una princesa encantada se hallaba bajo el poder del dragón, aunque al final siempre llegaba a rescatarla un príncipe a caballo. El bosque era una línea oscura entre el terror y la fantasía. En el lugar donde una doncella había sido violada brotaba un manantial.
Ningún bosque medieval puede compararse a la intrincada selva de Internet. En ella está toda la magia de la inteligencia humana y también su más sucia perversión. El beso con que el príncipe despertaba a la Bella Durmiente ha derivado en el porno más duro. El bosque digital se ha convertido en un laberinto lúbrico, que rezuma sexo tórrido por todo el teclado. Caperucita ha decidido quedarse el sábado en casa y su abuelita está muy contenta porque la cree a salvo de los malos. La abuelita no sabe el peligro que corre su nieta adolescente en su cuarto si comienza a adentrarse en el bosque de Internet con la tableta. Puede que, de repente, a altas horas de la noche se vea con terror a sí misma posando de forma obscena en la pantalla.
¿Quién le robó esa foto? Bajo su imagen aparece un mensaje de amor que le manda un desconocido. Así comienza un lobo digital a comerse a Caperucita.
Caperucita y el lobo machista
Hoy me he levantado con talante. Como después de haber publicado El pequeño hoplita -un cuento sobre un niño en las Termópilas, que tanto debe a su magnífico ilustrador, Fernando Vicente- le tomé el gusto a la narrativa infantil, he decidido echar un cable. Ayudar a que nuestra ministra de Igualdad y Paridad, Bibiana Aído, rubia joya de la corona, haga realidad su bonito proyecto de conseguir que los cuentos tradicionales para pequeños cabroncetes sean desterrados de escuelas y hogares, y dejen de ser un reducto machista, sexista y antifeminista. O que, expurgados y reconvertidos a lo social y políticamente correcto, contribuyan, ellos también, a la formación de futuras generaciones de ciudadanos y ciudadanas ejemplares y ejemplaras. Como está mandado.
Al principio pensaba hacerlo con el cuento de Blancanieves y las siete personas de crecimiento inadecuado; que, como sostiene Bibiana, requiere, título aparte, una remodelación general urgente. Pero ciertos indicios de intolerable violencia machista en la casita del bosque, como que sea una mujer quien cargue con todas las labores del hogar, o que no haya paridad de sexos en el número de individuos que trabajan en la mina -su número impar complica además el asunto-, me decidieron a dejarlo para más adelante. Lo intenté luego con La soldadita de plomo y ploma; y no es por echarme flores, pero lo tenía casi resuelto. Una soldadita de plomo de la ULFF -Unidad Legionaria Femenina Feroz-, terror de los talibanes afganos y de los piratas del Índico, impedida en su extremidad locomotriz por haber caído poco metal en el molde cuando la fundían. O sea, incompleta física de una pierna, para entendernos. O no. Lo que antes se decía, en jerga fascista, coja. Y que, desde su repisa en el cuarto de juegos de una niña, se enamora de un bailarín de ballet de papel maché que está enfrente, puesto tal que así, de puntillas, y que tiene una bonita lentejuela de plata en el prepucio. Se lo leí a mi hija por teléfono, a ver qué tal iba la cosa; pero al llegar a lo de la lentejuela me aconsejó dejarlo. Te van a malinterpretar, dijo. Así que al final me decidí por un clásico inobjetable: Caperucita Roja. Y está feo que lo diga, pero la verdad es que lo he bordado. Creo.
Al principio pensaba hacerlo con el cuento de Blancanieves y las siete personas de crecimiento inadecuado; que, como sostiene Bibiana, requiere, título aparte, una remodelación general urgente. Pero ciertos indicios de intolerable violencia machista en la casita del bosque, como que sea una mujer quien cargue con todas las labores del hogar, o que no haya paridad de sexos en el número de individuos que trabajan en la mina -su número impar complica además el asunto-, me decidieron a dejarlo para más adelante. Lo intenté luego con La soldadita de plomo y ploma; y no es por echarme flores, pero lo tenía casi resuelto. Una soldadita de plomo de la ULFF -Unidad Legionaria Femenina Feroz-, terror de los talibanes afganos y de los piratas del Índico, impedida en su extremidad locomotriz por haber caído poco metal en el molde cuando la fundían. O sea, incompleta física de una pierna, para entendernos. O no. Lo que antes se decía, en jerga fascista, coja. Y que, desde su repisa en el cuarto de juegos de una niña, se enamora de un bailarín de ballet de papel maché que está enfrente, puesto tal que así, de puntillas, y que tiene una bonita lentejuela de plata en el prepucio. Se lo leí a mi hija por teléfono, a ver qué tal iba la cosa; pero al llegar a lo de la lentejuela me aconsejó dejarlo. Te van a malinterpretar, dijo. Así que al final me decidí por un clásico inobjetable: Caperucita Roja. Y está feo que lo diga, pero la verdad es que lo he bordado. Creo.
Caperucita Roja camina por el bosque, como suele. Va muy contenta, dando saltitos con su cesta al brazo, porque, gracias a que está en paro y es mujer, emigrante rumana sin papeles, magrebí pero tirando a afroamericana de color, musulmana con hiyab, lesbiana y madre soltera, acaban de concederle plaza en un colegio a su hijo. Va a casa de su abuelita, que vive sola desde que su marido, el abuelito, le dio una colleja a Caperucita porque no se bebía el colacao, ésta lo denunció por maltrato infantil, y la Guardia Civil se llevó al viejo al penal de El Puerto de Santa María, donde en espera de juicio paga su culpa sodomizado en las duchas, un día sí y otro no, por robustos albanokosovares. Que también tienen sus necesidades y sus derechos, córcholis. El caso es que Caperucita va por el bosque, como digo, y en éstas aparece el lobo: hirsuto, sobrado, chulo, con una sonrisa machista que le descubre los colmillos superiores. Facha que te rilas: peinado hacia atrás con fijador reluciente y una pegatina de la bandera franquista, la de la gallina, en la correa del reloj. Y le pregunta: «¿Dónde vas, Caperucita?». A lo que ella responde, muy desenvuelta: «Donde me sale del mapa del clítoris», y sigue su camino, impasible. «Vaya corte», comenta el lobo, boquiabierto. Luego decide vengarse y corre a la casa de la abuelita, donde ejerce sobre la anciana una intolerable violencia doméstica de género y génera. O sea, que se la zampa, o deglute. Y encima se fuma un pitillo. El fascista. Cuando llega Caperucita se lo encuentra metido en la cama, con la cofia puesta. «Que sistema dental tan desproporcionado tienes, yaya», le dice. «Qué apéndice nasal tan fuera de lo común.» Etcétera. Entonces el lobo le da las suyas y las de un bombero: la deglute también, y se echa a dormir la siesta. Llegan en ésas un cazador y una cazadora, y cuando el cazador va a pegarle al lobo un plomazo de postas del doce, la cazadora contiene a su compañero. «No irás a ejercer la violencia -dice- contra un animal de la biosfera azul. Y además, con plomo contaminante y antiecológico. Es mejor afearle su conducta.» Se la afean, incluido lo de fumar. Malandrín, etcétera. Entonces el lobo, conmovido, ve la luz, se abre la cremallera que, como es sabido, todos los lobos llevan en la tripa, y libera a Caperucita y a su provecta. Todos ríen y se abrazan, felices. Incluido el lobo, que deja el tabaco, se hace antitaurino y funda la oenegé "Lobos y Lobas sin Fronteras", subvencionada por el Instituto de la Mujer. Fin.
TAN DEGENERADOS SON LOS PEDOFILOS COMO
LA BASURA DEL ORGULLO QUE TAMBIÉN SON PEDOFILOS
VER+:
Cuarto Milenio - Temporada 11- Programa 456
(A partir del minuto 49)
Muchos criminólogos y especialistas policiales aseguran que detrás de la pederastia se esconde una compleja y oscura red de personas muy poderosas sedientas de perversión. El tema se analizará en dos vertientes: como la peor conducta que puede tener el ser humano y como un gran negocio que esconde poderes ocultos y numerosos intereses (29/05/2016).
Cada vez son más las personas arrestadas por distribuir y compartir archivos de pornografía infantil de dureza extrema. Desaparecen más de 250.000 niños por año en Europa, de los cuales el 2,5% van a manos de mafias profesionales de explotación sexual. ¿Existen personajes influyentes por detrás de estas tramas? ¿Son cómplices del silencio?
¿Por qué no generan alarma social
El entramado de la pederastia
al descubierto, en 'Cuarto Milenio'
¿Por qué no generan alarma social
las tramas de pederastia?
Los datos son alarmantes
pero los medios no hablan de ello
Desaparecen más de 250.000 niños por año en Europa, de los cuales el 2,5% van a manos de mafias profesionales de explotación sexual. El 10% de las víctimas de pedofilia son menores de 2 años. 552 asociaciones reivindican los derechos de los pedófilos. Existen 750.000 pedófilos en EEUU. Con todos estos datos, la pregunta es, ¿por qué los medios no hablan de esto?
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