ACTUAR SEGÚN LA PROPIA CONCIENCIA
La comunidad cristiana de Corinto se contaminó con un espíritu de crítica y murmuración, motivado por las viandas inmoladas a los ídolos que eran vendidas en los mercados. Quienes no consentían en comprar esta carne, criticaban a quienes sí lo hacían, porque tenían contacto con una ofrenda sacrificada a los demonios. Por su parte, quienes sí la comían, porque era más barata, se sentían superiores a quienes temían consumirla, porque afirmaban que éstos no lograban entender que los ídolos no eran nada (Rom 14, 1- 21).
San Pablo resuelve el laberinto con sabiduría:
Acojan bien al que es débil en la fe, sin discutir opiniones. Uno cree poder comer de todo, mientras el débil no come sino verduras.
El que come, no desprecie al que no come; y el que no come, tampoco juzgue al que come...
Luego concluye con una frase maravillosa:
¡Aténgase cada cual a su conciencia!: Rom 14, 1-4.
MATRIMONIO Y BURRO
Había un matrimonio con un hijo de doce años, que tenía un burro.
Decidieron viajar para conocer mundo, tanto los lugares como las culturas y las personas. Así, un domingo muy temprano, salieron de Guadalajara.
Al pasar por el primer pueblo, los circunstantes comentaban moviendo la cabeza:
- Mira ese chico mal educado; él arriba del burro y los pobres padres, ya grandes, caminando y caminado.
Para evitar los reproches negativos en contra de su hijo, lo bajaron del asno y se subió el esposo.
Al llegar al segundo poblado, la gente murmuraba:
- Ah qué tipo tan sinvergüenza; deja que la criatura y la pobre mujer tiren del burro, mientras él va muy cómodo encima del asno.
Tomaron la decisión de que ella subiera al burro, mientras padre e hijo jalaban la soga.
Al pasar por la tercera aldea, la gente decía con sarcasmo:
- Pobre hombre, después de trabajar todo el día, debe llevar a la mujer sobre el burro. Pobre hijo; ¿qué le espera con esa madre sin alma?
Se pusieron de acuerdo y decidieron subir los tres al burro, para continuar su peregrinaje. Al llegar al pueblo siguiente, escucharon que los pobladores reclamaban:
- Son unas bestias, más bestias que el burro que los lleva; ¡van a partirle la columna al animal!
Resolvieron bajarse los tres y caminar junto al animal. Pero al pasar por el pueblo vecino no podían creer el unánime comentario:
- Mira a esos tres idiotas. Caminan cuando tienen un burro que podría llevarlos...
Entonces la mujer preguntó con ironía:
- ¿Ustedes creen que si ahora nosotros cargamos al burro, nos dejarán de criticar?
Siempre que hagamos algo, sea bueno o sea malo, vamos a ser criticados por los demás, especialmente por quienes sufren complejo de inferioridad o tienen baja autoestima.
Por eso, tratándose de salvaguardar la esencia del Evangelio, San Pablo no cedía delante de los súper apóstoles, y llegó a declarar, que si procurara agradar a los hombres, ya no sería de Cristo Jesús (Gal 1, 10).
Pero así como no hay que ceder ante las críticas de los envidiosos, tampoco conviene dejarse seducir por las adulaciones de los mentirosos, que nos halagan con alabanzas, desde el pináculo del templo.
El punto de equilibrio radica en actuar de acuerdo a la conciencia formada por los criterios y valores del Evangelio, según el atrevido reto del Apóstol: Que cada uno se atenga a su propia conciencia. Sí, que cada uno se atenga a su propia conciencia.
Quienes se afanan en complacer a los demás, nunca lo van a lograr. El camino comienza con agradarse a sí mismo, sabiendo que se está haciendo lo bueno y lo mejor que es posible. La estrategia radica en actuar conforme a la propia conciencia, teniendo en mente que la conciencia de otros podría ser diferente a la nuestra.
Si estamos en paz con nuestra conciencia, no tenemos quién nos acuse, ni menos, quién nos condene.
ORACIÓN
Señor Jesús, Tú no hacías acepción de personas porque vivías la verdad que nos hace libres (Jn 8, 32).
No Te rendiste ante los poderosos ni cediste ante el arrogante Herodes
que estaba ansioso por presenciar un milagro.
Enséñame a vivir, sin ceder, ante los caprichos u opiniones de los demás.
Quiero, Señor, sólo estar bien con mi propia conciencia.
Así como Tú no claudicaste cuando escribas y fariseos te criticaban,
que yo tampoco me detenga ante las opiniones de los demás,
sino que, consciente de mis motivaciones,
no me deje tambalear por quienes sólo miran las apariencias.
Que no dependa de lo que los demás piensen o hablen de mí,
ni menos de lo que yo suponga que ellos piensan, para seguir adelante en el viaje de la vida.
Enséñame a aceptar que no soy monedita de oro para agradar a todos;
y que asumir las críticas y calumnias me ayudará a no perder piso;
que no dependa, Señor, de las críticas y murmuraciones,
pero tampoco busque los halagos ni me crea de los aduladores.
Amén.
"Sólo trata de quedar bien con tu propia conciencia"
José H. Prado Flores
Director Internacional Escuela
de Evangelización San Andrés
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