"Soy Serigne Mbaye, inmigrante africano, de Senegal, casado y con 3 hijos, que ha cruzado la Frontera Sur:
Viajé en cayuco el 22 de mayo de 2006. Nunca dejo de olvidarme de esa fecha. Vine para llegar a una tierra de esperanza y paz, que era lo que pensaba que era Europa. El viaje, son días de riesgo, días en que hemos apostado nuestra vida, nuestros sueños por un mundo mejor. Es un viaje sin apenas comida y agua, no sabíamos si los motores eran suficientes, si la gasolina era suficiente. Tuvimos que irnos a alta mar para salvar la vigilancia, primero de los guardias de Senegal y de Marruecos y luego la guardia civil española. Al ir a alta mar aumenta el riesgo. Teníamos un susto de muerte. Frecuentemente uno gritaba, había pánico, muchos tenían miedo porque era difícil de soportar la dureza del viaje.
Cuando llegamos aquí a España nos cogió la Guardia Civil y estuvimos 3 días en la comisaría para poder expulsarnos. Pasamos a un Centro de Internamiento de Extranjeros para esperar 40 días a ver qué pasaba con nosotros. A unos los han expulsado, otros como yo hemos tenido más suerte. A mí, desde Tenerife me enviaron a Madrid.
Los que quedamos en libertad en Madrid empezamos a buscarnos la vida y entonces nos dimos cuenta de que España no era lo que pensábamos. Nosotros creíamos que íbamos a tener trabajo desde el primer día.
Te buscas la vida como sea, salí a sitios como Atocha, plaza Elíptica a buscar trabajo y hay personas que se aprovechan de nosotros, te dicen,“mañana te pago y mañana no viene, probé la top-manta y el primer día me pilló la Policía. Tenemos que estar 3 años para los papeles y entonces poder trabajar. Cuando nos pillan en el top manta te pasas 72 horas en comisaría.
Ahora, la cosa se ha intensificado, salen a darnos caza, nos tratan como delincuentes, nos mandan a comisaría, vienen de paisano. Hay controles selectivos: si hay un negro, se va primero a por él. Vienen a buscarnos hasta las puertas de los colegios de nuestros hijos.
Hay días muy duros, pero también vivimos con esperanza y queremos que nos traten igual, como la gente, para tener un mundo mejor, el mundo que soñábamos antes de venir a España".
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En Noviembre de 2006 un grupo de 72 indios llega a Ceuta. Tras 18 meses "aparcados" en el centro de estancia temporal de inmigrantes (C.E.T.I) de Ceuta, el Delegado de Gobierno anuncia que el grupo de 72 hindúes volverá a su país. A modo de protesta y para evitar ser deportados, estas 72 personas, el 7 de abril de 2008 huyen al monte. Salieron de su país en Agosto de 2004 y llevan más de 4 años sin ver a su familia.
Consideramos que es una injusticia y que atenta contra su integridad el llevar más de dos años en una situación de limbo como es la permanencia en el C.E.T.I. de Ceuta sin trabajo, sin saber qué va a pasar con sus vidas, con la incertidumbre de que cada madrugada llegue la repatriación. Actualmente, la situación de convivencia en el campamento clandestino en el que viven en el bosque es inhumana: frío, hambre, lluvias y nulas condiciones de higiene y sanidad, ya hay algunos enfermos por el frío, con depresiones y crisis de ansiedad.
Ellos mismos hablan:
Me llamo Gurpreet y represento a un grupo de 72 hindúes que actualmente residen en Ceuta. Tengo veinticuatro años y vengo de Punjab, ciudad de la India, capital de la religión Sikh. Es un lugar pobre, dependiente de la agricultura y es muy difícil encontrar trabajo. Tras terminar mis estudios y haber buscado durante un año y medio un lugar donde trabajar decidí abandonarla buscando un futuro mejor, en un lugar llamado Europa, donde nos decían que había trabajo. Ésta es nuestra historia.
Abandonamos la India hace cuatro años, con el poco dinero que habíamos reunido de nuestra familia, amigos, banco, etc. Unos quince mil euros cada uno, con la intención de buscar un lugar mejor donde vivir, resultando que en vez de desembarcar en Europa, nos dejaron en Burkina Faso.
La primera parada de nuestro viaje nos tomó cuatro meses hasta que pasamos a Mali. En Koulikoro esperamos cinco meses más. Allí la mafia nos robó nuestro dinero, pasaportes, ropa y nos dejaron sin nada. Llegamos entonces a la última ciudad de Mali, Gao, que es la puerta de entrada al Sahara. Allí nos fue muy difícil conseguir agua y comida. Tras un mes, finalmente entramos en el desierto, hacinados en una furgoneta con otras treinta personas. Ocho meses tuvimos que esperar para atravesar las arenas del desierto. Dejamos a muchas personas atrás por la falta de agua y medicamentos. Vimos muchos muertos.
En el desierto tuvimos que pagar dos mil euros para pasar a Argelia, exactamente en Gardaya. Al habernos quedado ya sin dinero, tenemos que ponernos en contacto con nuestras familias para que, como sea, busquen el dinero que nos piden y nos lo envíen para poder continuar nuestro viaje. Atravesamos Argelia, y en la ciudad de Argel la policía nos detuvo y nos condujo de nuevo a la frontera con Mali. Volvimos a ser detenidos cuatro veces más, pagando de nuevo por cada nuevo intento de pasar la frontera. Tomamos entonces un camión que nos llevó hasta Maghnia. Allí vivimos en la montaña, en un improvisado campamento. No había ningún trabajo ni forma de subsistencia. Teníamos que pedir comida y ropa para sobrevivir. Nueve meses más tarde dejamos Maghnia , con dirección Marruecos.
Después estuvimos de ciudad en ciudad, Rabat, Tánger…hasta llegar a Castillejos, donde la policía nos detuvo de nuevo. Ésto nos llegó a suceder hasta cinco veces más. La policía nos detenía y volvíamos al punto de partida.
Finalmente, en Castillejos, conseguimos pasar, unos escondidos en coches, otros en barcas. De los grupos que vinieron en barca, en uno de ellos murieron dos personas y los otros tres consiguieron alcanzar la costa.
Hemos pasado más de dos años en manos de la mafia para llegar aquí. Muchos de los nuestros han muerto de sed, por falta de comida, o atravesando el desierto. Nos han encarcelado, pegado y torturado.
Llegamos a Ceuta sabiendo que es una ciudad de España, de Europa, y nos sorprendimos al conocer que treinta y cinco minutos más allá, en barco, está Algeciras.
Llevamos en Ceuta 26 meses, y en este tiempo hemos visto como deportaban a muchos compañeros. Tras 18 meses en el CETI, el Delegado del Gobierno da a conocer que nosotros, los 72 hindúes volveremos a nuestro país de origen. Al conocer la noticia y a modo de protesta, nos fuimos a vivir al monte , para así intentar evitar nuestra deportación y buscar un buen final para nuestra historia. Aquí, en el campamento, la vida es dura, hace mucho frío, lluvias, picaduras y enfermedades. Además sentimos mucha tensión ante esta situación.
Hace un año, 32 personas de Bangladesh consiguieron que se les enviara a la Península tras permanecer tres meses en el monte. Los aceptaron a raíz de los terremotos e inundaciones que ocurrieron en su país, como acto de solidaridad. ¿Hace falta que mueran personas en la India para que se nos acepte a nosotros? Llevamos más de cuatro años sin ver a nuestras familias. Si somos deportados, no seremos nadie, no tenemos nada, estaremos muertos.
Rogamos, por favor, que se estudie de nuevo nuestra situación. Se considere la pobreza y dificultades del país de donde venimos y se entiendan las penurias pasadas por solo buscar un futuro mejor para nosotros.
Atentamente:
El grupo de 72 hindúes.
Abandonamos la India hace cuatro años, con el poco dinero que habíamos reunido de nuestra familia, amigos, banco, etc. Unos quince mil euros cada uno, con la intención de buscar un lugar mejor donde vivir, resultando que en vez de desembarcar en Europa, nos dejaron en Burkina Faso.
La primera parada de nuestro viaje nos tomó cuatro meses hasta que pasamos a Mali. En Koulikoro esperamos cinco meses más. Allí la mafia nos robó nuestro dinero, pasaportes, ropa y nos dejaron sin nada. Llegamos entonces a la última ciudad de Mali, Gao, que es la puerta de entrada al Sahara. Allí nos fue muy difícil conseguir agua y comida. Tras un mes, finalmente entramos en el desierto, hacinados en una furgoneta con otras treinta personas. Ocho meses tuvimos que esperar para atravesar las arenas del desierto. Dejamos a muchas personas atrás por la falta de agua y medicamentos. Vimos muchos muertos.
En el desierto tuvimos que pagar dos mil euros para pasar a Argelia, exactamente en Gardaya. Al habernos quedado ya sin dinero, tenemos que ponernos en contacto con nuestras familias para que, como sea, busquen el dinero que nos piden y nos lo envíen para poder continuar nuestro viaje. Atravesamos Argelia, y en la ciudad de Argel la policía nos detuvo y nos condujo de nuevo a la frontera con Mali. Volvimos a ser detenidos cuatro veces más, pagando de nuevo por cada nuevo intento de pasar la frontera. Tomamos entonces un camión que nos llevó hasta Maghnia. Allí vivimos en la montaña, en un improvisado campamento. No había ningún trabajo ni forma de subsistencia. Teníamos que pedir comida y ropa para sobrevivir. Nueve meses más tarde dejamos Maghnia , con dirección Marruecos.
Después estuvimos de ciudad en ciudad, Rabat, Tánger…hasta llegar a Castillejos, donde la policía nos detuvo de nuevo. Ésto nos llegó a suceder hasta cinco veces más. La policía nos detenía y volvíamos al punto de partida.
Finalmente, en Castillejos, conseguimos pasar, unos escondidos en coches, otros en barcas. De los grupos que vinieron en barca, en uno de ellos murieron dos personas y los otros tres consiguieron alcanzar la costa.
Hemos pasado más de dos años en manos de la mafia para llegar aquí. Muchos de los nuestros han muerto de sed, por falta de comida, o atravesando el desierto. Nos han encarcelado, pegado y torturado.
Llegamos a Ceuta sabiendo que es una ciudad de España, de Europa, y nos sorprendimos al conocer que treinta y cinco minutos más allá, en barco, está Algeciras.
Llevamos en Ceuta 26 meses, y en este tiempo hemos visto como deportaban a muchos compañeros. Tras 18 meses en el CETI, el Delegado del Gobierno da a conocer que nosotros, los 72 hindúes volveremos a nuestro país de origen. Al conocer la noticia y a modo de protesta, nos fuimos a vivir al monte , para así intentar evitar nuestra deportación y buscar un buen final para nuestra historia. Aquí, en el campamento, la vida es dura, hace mucho frío, lluvias, picaduras y enfermedades. Además sentimos mucha tensión ante esta situación.
Hace un año, 32 personas de Bangladesh consiguieron que se les enviara a la Península tras permanecer tres meses en el monte. Los aceptaron a raíz de los terremotos e inundaciones que ocurrieron en su país, como acto de solidaridad. ¿Hace falta que mueran personas en la India para que se nos acepte a nosotros? Llevamos más de cuatro años sin ver a nuestras familias. Si somos deportados, no seremos nadie, no tenemos nada, estaremos muertos.
Rogamos, por favor, que se estudie de nuevo nuestra situación. Se considere la pobreza y dificultades del país de donde venimos y se entiendan las penurias pasadas por solo buscar un futuro mejor para nosotros.
Atentamente:
El grupo de 72 hindúes.
Adhesión a la Campaña para la Suspensión de la Orden de Expulsión dictada por el Gobierno de Ceuta al grupo de 72 indios y su traslado a la Península por razones humanitarias:
http://www.asociacionelin.com/frm_adhesion_indios.asp
+ información:
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