R de Resistencia
Ante la amenaza globalitaria se publica
un manual de resistencia para hacer frente a los poderosos
Por el autor de “El proyecto Soros y la alianza entre la izquierda y el gran capital” y “Bill Gates Reset!”
Tras el éxito de ventas y crítica del libro “El proyecto Soros y la alianza entre la izquierda y el gran capital” y “Bill Gates Reset!”, los dos publicados en LibrosLibres, Carlos Astiz vuelve a la carga con otro ensayo titulado “R de resistencia”, que tiene como finalidad convertirse en un manual contra la amenaza globalitaria.
Alegres y combativos porque nos quieten tristes y derrotados. Quieren marionetas deprimidas que se dejen manejar, en una marea de ficciones y tonterías, de miedos y dudas, pero somos los que desnudamos sus mentiras y descubrimos las verdades de la vida y de la libertad, frente a los engaños del odio y el temor. A pesar de sus fortunas, de sus ingentes recursos, los grandes magnates y sus marionetas políticas y mediáticas, van a fracasar porque solo nos ofrecen oscuridad, miseria y tiranía. Hoy, como siemp re, la humanidad está en pie, contra quienes quieren reducirla hasta la práctica destrucción. Son muy poderosos pero no son omnipotentes. Unidos, hemos vencido muchas veces y volveremos a vencer, cada vez que se nos plantee el desafío.
Astiz señala que los globalitarios nos quieren “tristes y derrotados, quieren marionetas deprimidas que se dejen manejar, en una marea de ficciones y tonterías, de miedos y dudas, pero somos los que desnudamos sus mentiras y descubrimos las verdades de la vida y de la libertad, frente a los engaños del odio y el temor”.
“La duda es revolucionaria y cuando los potentados y los dictadores solo nos ofrecen certezas sin discusión y afirmaciones obligatorias, deformando y ocultando la realidad, para que no veas el panorama completo, y logran de la difusión del pánico hacer su discurso, también provocan una reacción de cada vez más gente que se da cuenta del engaño, de las amenazas y se pone en pie para responder, en todos los terrenos y a todos los niveles”.
“R de resistencia” (LibrosLibres) nace con la vocación de convertirse en una manual que encauce ese malestar en los ámbitos más libres de la sociedad “para pasar a la movilización y a la necesidad de la organización, de un cambio que será político, económico y social... En defensa de la Libertad, de la Patria, de la Familia, de la Vida misma”.
Carlos Astiz afirma que “a pesar de sus fortunas, de sus ingentes recursos, los grandes magnates y sus marionetas políticas y mediáticas, van a fracasar porque solo nos ofrecen oscuridad, miseria y tiranía. Hoy, como siempre, la Humanidad está en pie, contra quienes quieren reducirla hasta la práctica destrucción”.
“Son muy poderosos pero no son omnipotentes. Unidos, hemos vencido muchas veces y volveremos a vencer, cada vez que se nos plantee el desafío”.
Explica Astiz que esta amenaza puede llegar a tener nombres y apellidos, tan conocidos «como los Rockefeller, los Ford, Soros, Rothschild, Gates... Esos grandes magnates que controlan partes sustanciales de la economía mundial y que quieren controlar nuestras vidas». Asegura que tienen entre manos un proyecto «que pretende convertirnos en siervos a nivel global», y que también se refleja en cada país. «Esa amenaza la vemos en España, donde el gobierno de Pedro Sánchez se empeña en recortar derechos y libertades, en conducirnos a la liquidación de nuestro campo y nuestra industria, de hacernos dependientes de otros», explica. Una serie de actuaciones que, unidas a la renuncia individual a pensar o reflexionar, no tendrían otra consecuencia que «nos vengamos a menos, que se produzca un ciclo de destrucción de individuos, parejas, familias, sociedades y naciones».
En «R de Resistencia», Astiz habla de un curioso concepto: el «filantrocapitalismo»: «Hace tiempo que los billonarios se dieron cuenta de que la gente aceptaba mejor lo que les decía una ONG o un departamento universitario que una empresa o un departamento estatal». Se trata, por tanto, de apelar a los sentimientos, a los buenos deseos y a las bonitas palabras, «para que aceptemos un proyecto de liquidación imponiendo el aborto o la eutanasia como derechos humanos, a través de esa izquierda sexualista que ya no tiene una propuesta de sociedad alternativa al capitalismo», zanja Astiz.
El miedo
Una obra que funciona de manual de resistencia y para la que Astiz no quiere «creyentes, sino lectores que duen, que se informen por sí mismos. Pretendo ayudar a encontrar diversas fuentes de comunicación y ponerlas al alcance para crear interés por averiguar la verdad de lo que está sucediendo». Para ello, toma como ejemplo una crisis tan reciente y conocida como la del Covid que, asegura el periodista, «ha servido para despertar a mucha gente, yo incluido. No era tanto una cuestión de salud como una política que iba de control, de represión, de terror. Todas las dictaduras han usado la herramienta del miedo y lo van a seguir usando mientras puedan». Y concluye: «son muy poderosos, pero no son omnipotentes y ya han sido derrotados en numerosas ocasiones. Pronto lo volverán a ser y, esta vez, de forma definitiva».
¿Por qué un nuevo libro contra la amenaza totalitaria?
Porque esa amenaza se ha hecho más concreta y extensa. Porque están intentando acelerar el proceso de transformación radical de nuestro mundo, eliminando sociedades completas, intentando fragmentar naciones, especialmente en América, induciéndonos a una crisis económica generalizada que está consiguiendo ya empobrecer amplias masas de la población mientras crece la desesperación, como lo demuestra el incremento brutal de suicidios.
Además han sucedido muchas cosas en este último año: la implantación de pases covid, intentando forzar a la gente a la vacunación obligatoria con dosis sucesivas e interminables, con explicaciones confusas y contradictorias, con contratos opacos y multimillonarios, con expertos que no existían o no eran tales, con una censura como nunca se había visto, con los grandes medios y las grandes tecnológicas censurando incluso tus comentarios más personales para imponer el discurso único y obligatorio…Todo ello ha desencadenado la resistencia en millones de personas y graves efectos adversos de esos productos inoculados en sectores amplios de la población que sufren una auténtica epidemia de problemas cardiovasculares o neurológicos, de los que nadie parece saber ni querer investigar.
Cabe además señalar que el paso del tiempo va descubriendo nuevos detalles que ponen en cuestión todo el discurso oficial y dejan mucho más al aire, mucho más claro, el intento globalitario de plasmar sus planes de destrucción en la realidad. Un ejemplo llamativo, reciente, ha sido la comparecencia de una alta directiva de los laboratorios Pfizer que reconocía, en el Parlamento Europeo, que no se habían probado esas “vacunas” antes de lanzarlas al mercado, lo cual significa- evidentemente- que la población a la que se han inoculado esas sustancias han sido, de hecho, las cobayas humanas del producto.
Además esta vez quiere convertirse en una especie de manual.
Es importante no solo señalar al enemigo, descubrir cuáles son sus planes y cómo actúa sino también inducir, a los que se quiere destruir, a que se organicen y resistan. Porque en esta batalla, en esta guerra, no solamente estamos defendiendo nuestra salud y nuestra libertad. Estamos luchando por conservar nuestra vida, la de nuestros hijos y la de nuestros nietos, sus expectativas de futuro, la posibilidad incluso de tener un futuro y que ese futuro sea más libre, más próspero y más generoso con los seres humanos de lo que nos ofrecen los globalitarios.
Sus medios de comunicación controlados nos amenazan día tras día con desgracias sin cuento. Desde las múltiples olas, pandemias y contagios (que son ensalzados o silenciados, según les convenga) hasta apocalipsis como el climático, usando herramientas de manipulación groseras (como pintar los mapas del tiempo de rojo quemado para indicar que en Córdoba han llegado a 42 grados), con estimaciones y previsiones de fin del mundo (que solo se cumplen en los estudios que financian…Todo ello para que el temor nos haga desconectar nuestra parte racional. Pero la duda crece. Y la duda es revolucionaria, lo ha sido siempre y lo es ahora porque pone en cuestión el discurso que el poder no quiere que se discuta. Todas las dictaduras han usado el miedo para controlar a la gente. Y esta no es una excepción.
Cada vez hay más gente que se hace preguntas sobre una situación que se nos quiere dar como la única posible. Cada vez hay más gente que pone en duda los planes de los globalitarios, más gente que descubre que esto forma parte de ese plan y que quiere oponerse a ese ciclo de destrucción de los individuos, de las familias, de las naciones, para construir, precisamente, una alternativa que ofrezca libertad, desarrollo de la patria y bienestar en las familias y las personas. Esos millones de personas, a los que se van uniendo cada día millones de personas más, despertando de la ensoñación de que tenemos un gobierno que nos va a proporcionar todo lo necesario, a cambio de nuestra libertad, es el mayor estímulo que cualquiera puede tener en estos momentos de turbulencia y frente a la opresión.
Una de las ideas en la que insiste es en la necesidad de mostrarse alegres y combativos ante un Sistema que nos quiere tristes y derrotados. ¿Basta solo esto o es solo una premisa indispensable para batallar?
El ciclo de la destrucción que nos ofrecen como plan, envuelto en las bonitas palabras de sus discursos o de la agenda 2030, es un plan para destruirnos. Es un plan para reducirnos a la nada, para que seamos menos (porque quieren reducir drásticamente la población mundial, como ellos mismos han confesado, en multitud de ocasiones), quieren que seamos más pobres (el famoso “no tendrás nada y serás feliz” del Foro de Davos) y quieren, además que todo lo aceptemos resignadamente, lo cual nos empuja a la depresión y al suicidio que es ya una auténtica plaga.
Están impulsando por eso la legalización del aborto como si fuera un derecho humano y la eutanasia para reducir la población por el procedimiento de que los padres maten a los hijos y los hijos maten a los padres. Pero, frente a ese horizonte negro, pesimista, sin futuro real, sólo cabe la construcción de los individuos y de las sociedades para hacerles frente.
Por eso hablo de la necesaria solidez del combatiente, de cómo armarse interiormente para enfrentar los desafíos, los obstáculos que se nos presentan. El hacer deporte, el estudiar, el formarse, el rezar, el meditar… son todos aspectos que contribuyen a fortalecernos internamente. La alegría es, precisamente, esa sensación de que podemos enfrentar esos obstáculos, que además no estamos solos mientras ellos, el modelo que están intentando difundir es un modelo apocalíptico, en el que los individuos están aislados solos tristes y en última instancia derrotados. Una distopía que quieren presentarnos como certeza. Por eso, estamos alegres y combativos. Porque cada vez somos más, estamos mejor informados, mejor organizados y vamos consiguiendo, cada vez, victorias más aplastantes.
También es un llamamiento a la organización y a la movilización…¿Por qué nos ha faltado esa capacidad ante las ideologías disolventes?
Este es un proyecto que dura ya muchos años- demasiados- y que ha encontrado adeptos por el hecho de contar con muchísimos recursos económicos y todo un proceso mafioso de captación en el que si te resistías no subías pero si aceptabas lo que ellos te decían, lo que estos amos globalitarios te dicen, vas a medrar, vas a llegar a ser “alguien». También porque es más fácil ceder que resistir frente a una maquinaria poderosa que además ha sido enorme durante mucho tiempo.
En este sentido cabe destacar la apatía y la dejación de funciones y responsabilidades que han tenido instituciones y entidades muy importantes, que han renunciado a dar esa batalla ideológica, que se han plegado a la corriente dominante, dejando a los que pertenecían a esas organizaciones (iglesias, partidos, sindicatos, asociaciones, universidades, entidades de la sociedad civil…) inermes y desamparados, con lo cual, durante mucho tiempo, han tenido el práctico monopolio de esa lucha ideológica, imponiéndola en nuestro aparato educativo, en nuestros medios de comunicación y en nuestra vida social…
Todo eso tiene que encontrar una respuesta, la está encontrando ya en el trabajo de miles y miles de personas que denuncian y desmantelan sus planteamientos, que explican y abren en canal los verdaderos objetivos de esos planes que siempre están adornados de bellísimas palabras y bonitos deseos y, en consecuencia, están dando ya- por millones- esa batalla ideológica imprescindible.
¿Por qué sostiene que a pesar de sus grandes medios y recursos nuestro espíritu de resistencia es superior?
Yo creo que la vida, la realidad, la naturaleza… terminan imponiéndose sobre los dislates, sobre las ansias de poder y la corrupción de los grupos humanos. Todo ese proceso, ese ciclo de destrucción al que nos conducen sus premisas se encuentra con que a la realidad y a la naturaleza, a la vida en esencia, le importan un bledo todas esas entelequias, esas falsificaciones con que nos bombardean. Pueden decirte que puedes elegir entre 140 géneros, supuestamente existentes, pero la realidad termina imponiéndose y cuando estás en un hospital solo puedes elegir entre urología y ginecología. Es ese chiste, en el que un médico se dirige a un paciente y le dice: “señor Pérez…” el paciente le interrumpe, se pone de pie y tiene un aspecto de mujer: “Perdón, doctor, es señorita Pérez». El médico asiente y le dice: “señorita Pérez, tiene usted cáncer de próstata».
Apostar, como hacen los globalitarios, contra la Naturaleza, contra la Vida, contra la Realidad es una mala jugada que les va a llevar a perder. Ya hay países completos, poblaciones enteras que se resisten a desaparecer, a obedecer. Y eso crece cada día, mientras mengua la obediencia y la sumisión.
¿Por qué resume los puntos principales a defender en Libertad, Patria, Familia y Vida?
Cada vez la contradicción clásica, entre las supuestas izquierdas y derechas, tiene menos sentido porque corresponde menos a la realidad. Hoy nos parece, a poco que analicemos, que la diferencia básica, que la contradicción principal está entre la libertad y la servidumbre; entre naciones libres y soberanas que pueden colaborar entre sí y que deben hacerlo incluso, frente a estamentos supranacionales que bajo el control de los globalitarios intentan imponernos a todos unas condiciones de vida, de trabajo, de existencia que van en contra de los intereses de la mayoría de la población de nuestros países.
El proceso de concentración monopolista en el que nos encontramos, con tres grandes fondos de inversión controlan más del 70% de todas las empresas más importantes del mundo occidental, en todos los sectores (desde la agricultura al cine, a la televisión; desde la industria manufacturera a los laboratorios farmacéuticos o los alimentos…) Todo ese proceso que los denominados izquierdistas ya no quieren analizar, es el elemento clave para entender qué es lo que está pasando a nivel económico y político en general.
Ese ciclo de destrucción, al que nos empujan, tiene un objetivo que es implantar esa dictadura totalitaria a nivel global, por eso los llamo globalitarios. Una dictadura como el modelo chino, en el que las libertades van a ser palabras vacías, en el que se pretende acabar con la solidez de los individuos eliminando todos sus referentes éticos y religiosos, sus valores y raíces familiares, sus lazos nacionales o lingüísticos… para sustituirlos por una amalgama de dudas, contradicciones y estupideces que los hacen mucho más débiles y vulnerables.
Quieren reducir la población y para ello nada mejor que las parejas tengan serias dificultades para formarse (intentan sembrar la desconfianza entre hombres y mujeres) porque eso va a impedir que formen familias, que tengan hijos… va a contribuir a reducir la población mundial que es uno de esos objetivos centrales.
Todo ello, enmarcado en un proceso de recorte de derechos y libertades que se está profundizando día a día, aprovechando cualquier excusa. Lo hemos visto con la pandemia, en el que varios gobiernos, incluyendo el de España, han eliminado las libertades de los ciudadanos, han silenciado los parlamentos, han comprado los medios de comunicación y controlado a los jueces, hasta el extremo de hacernos sentir que vivimos en una dictadura. Frente a ese proceso surge, precisamente, la cultura de la afirmación: yo soy un hombre, o una mujer; tengo una familia, con la que me siento enraizado en una nación que es una comunidad históricamente formada, de la que soy un elemento más, tan importante como cualquiera, en un régimen que cada vez debe ir hacia una mayor concreción de derechos y libertades, en el que todos estemos cada vez más unidos y no enfrentados como ellos quieren.
¿Por qué, según usted, la presión a los que no quieran cumplir las consignas globalistas tienen un límite?
Porque cuanta más represión ejerzan más resistencia surge, como ha demostrado siempre la historia de la Humanidad.
Cuando, además, el discurso, las excusas que te ponen para intentar imponer esos recortes de derechos y libertades; para imponerte criterios absurdos; para limitar tus movimientos o la eliminación del dinero físico… para obligarte a hacer lo que ellos quieran, surge cada vez más resistencia porque hay cada vez más gente que despierta, ante las bofetadas que suponen esos ataques.
Está llegando la situación al límite de ebullición, en el que ya es tal la cantidad de personas que ponen en duda el discurso oficial, que ponen en duda su representatividad, que ponen en duda lo que nos cuentan los medios de comunicación oficiales (que son casi todos) que ya es muy difícil hacerles entrar por el aro a esas multitudes.
Surgen, además, nuevas fuerzas políticas y sociales que denuncian este proceso; que denuncian, y tienen claro, que esto es un plan de liquidación de la mayoría de nosotros y que, además, se están organizando cada vez con mayor eficacia y en mayor número para hacerles frente.
Por eso creo que estamos llegando al punto límite. Lo vimos con los estados de alarma, en que no pudieron imponer un tercero, como ellos pretendían porque todavía algunos de los resortes sociales y de nuestro estado de derecho funcionaron, para impedir que se cercenase por completo la libertad de los ciudadanos.
Ese proceso es imparable. Por eso los gobiernos que impusieron restricciones más violentas fueron los más débiles.
Estamos asistiendo a un cambio de ciclo, también político en el que aún por mucho que les coloquen etiquetas ofensivas y anatemas, avanzan los patriotas, avanzan los que defienden los derechos y libertades de los pueblos, frente a ese intento de imponer, contra la voluntad popular, unas castas burocráticas que nadie más que los globalistas han elegido. Por todo esto, sin miedo, triunfaremos.
La Santa Guerra Cultural
contra el socialismo globalista y progresista
Esta guerra es por la salvación de los hombres, de la cristiandad, de la familia, de la libertad, del patriotismo, de los derechos humanos. Es por la salvación de Occidente
"Yo les he dado Tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como Yo no soy del mundo. No Te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como Yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: Tu Palabra es verdad. Como Tú me has enviado al mundo, Yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad". I Jn 17. 14-19
LA VERDADERA IGLESIA NO ES DEL MUNDO (DEL GLOBALISMO)
El ataque es contra la vida, la familia natural, los heterosexuales, la libertad de expresión y de religión, los católicos, los cristianos, la raza blanca, la hispanidad, las mujeres no feministas, la propiedad privada y el capitalismo. Si esa es la naturaleza de las agresiones, la respuesta debe saber aglutinar a todos los aludidos, que debemos cerrar filas y enfrentar unidos al socialismo globalista y progresista.
Ellos se hacen las víctimas siempre, de la Conquista, de los españoles, del patriarcado, de la Iglesia, de la familia, del patriotismo, del capitalismo, y hasta del lenguaje.
Y en ese carácter promueven violentamente políticas públicas que los gobiernos de izquierda nos quieren imponer, y además, que las paguemos con nuestros impuestos.
Los izquierdistas quieren legalizar el aborto en toda América, y que sea pagado por nuestros bolsillos cada vez que alguien vaya a practicarse uno, despreciando la vida de sus propios hijos, sin sentido maternal o paternal alguno. E ignorando el más elemental de los derechos humanos, el sagrado derecho a la vida.
El aborto es un arma geopolítica que destruye los valores fundacionales de Occidente. Produce en quienes se lo practican un sentido psico-social de pérdida irreparable, no sólo del bebé en gestación, que ya es más que demasiado, sino de los valores judeo-cristianos en los que todos hemos sido formados, y con ello, una desintegración de la personalidad.
Sienten que una vez hecho eso, todo está perdido, y que no hay regreso a los caminos de Dios. Pero sí lo hay, ya que Dios es misericordia absoluta para todos quienes se arrepienten.
Para Marx, no existen las “familias” en el proletariado, sólo en la burguesía, y se reducen a relaciones monetarias.
Los socialistas quieren destruir a la familia natural, y sustituirla por un par de docenas de otras “familias”, que no están integradas por un hombre y una mujer, como marca la naturaleza, la biología, pero también la religión en la cristiandad.
Por eso es que intentan también derruir a la Iglesia y queman sus templos, en América y en Europa. Odian todo aquello que perciben como un obstáculo a su ultra-individualismo, eso sí, financiado por su padre el Estado, quien reemplaza a su familia sanguínea y los adoctrina y financia.
Son hijos del extremo liberalismo moral, del “Haz tu voluntad: será toda la ley”, de Aleister Crowley, el ocultista inglés, pero no pueden vivir sino del cheque de subsidio que les da mensualmente el gobierno.
Son hijos de Ayn Rand —filósofa rusa atea que promovía el ultra individualismo—, para quien el embrión no era un ser humano y se podía abortar sin sentir culpa, porque era un estorbo para la vida de la mujer.
Son hijas de Simone de Beauvoir, buen ejemplo de una “socialista y progresista”, que propuso “abolir la familia”.
En una serie de conversaciones que sostuvo con la periodista alemana Alice Schwartzer, del Movimiento de Liberación de la Mujer, la filósofa feminista dijo que comprobó que la lucha de clases no conduce a la emancipación de la mujer.
Por lo tanto, “abolir el capitalismo no significa la abolición de la tradición patriarcal mientras se conserve la familla”. No sólo se debe abolir el capitalismo y cambiar los medios de producción. “Insisto en que hay que abolir la familia y reemplazarla por formas nuevas”, propuso.
Los socialistas y progresistas se estancaron en la “muerte de Dios” anunciada por el Zaratustra de Friedrich Nietzsche, ignorando que esa advertencia prevenía sobre el sentimiento de culpa que impregna la cultura occidental al dejar de lado la dimensión sagrada de la vida.
Pero sobre todo, que el filósofo alemán, al final, discernía que no habría cómo llenar tan enorme ausencia.
Y así es: los socialistas son ateos, pero todo humano tiene una esencia religiosa (homo religiosus, diría Mircea Eliade) por lo que necesitan a Dios. Y fracasan al intentar sustituirlo por el hombre mismo. O bien, por el Estado, o por alguna de sus “causas”, donde el hedonismo —las drogas, el sexo sin límites—, o bien su raza, el paganismo, la ecología, se convierten en deidades y religiones chatarra.
No se puede ser feliz ni llegar a la plenitud espiritual y cultural sin Dios, coincidimos con el papa Benedicto XVI.
“Al final, el hombre se encuentra más sólo y la sociedad está más dividida y confusa», señaló el domingo 5 de octubre de 2008, el entonces pontífice en funciones, durante el sínodo general de obispos celebrado en Roma.
Cuando el hombre decide “que Dios ha muerto y se declara Dios a sí mismo, considerándose el único artífice de su propio destino y el propietario absoluto del mundo», crece «el arbitrio del poder, los intereses egoístas, la injusticia y la explotación», así como «la violencia en todas sus expresiones», apuntó el papa.
Los socialistas-progresistas añoran actuar bajo la concluyente frase anunciada por Fiodor Dostoievski, a saber: “Si Dios ha muerto, todo está permitido”. Por ello se esmeran en anular la religión, para así sentirse justificados para traficar con la vida y la dignidad humana, sin remordimientos.
Bajo la óptica libertina e irresponsable de los socialistas, son detestables quienes no aprueban que los niños se hagan transexuales. Mas un menor no tiene la madurez para decidir sobre su orientación sexual y mucho menos como para transformar su cuerpo de forma irreversible.
A la llegada de los españoles a América la perciben como una “invasión” contra el mundo indígena, e injustamente desprecian y abominan los valores, la religión, los templos, escuelas, gastronomía, flora, fauna, que acompañaron ese encuentro.
Dicho sea de paso, la “Conquista” en realidad la hicieron decenas de miles de indígenas que pelearon a muerte contra el sangriento imperio azteca, que mantenía sojuzgados a decenas de pueblos circundantes de Tenochtitlán.
Imposible que unos pocos cientos de españoles hubieran vencido solos a los sacerdotes-gobernantes que sacrificaban a sus adversarios sacándoles el corazón en los altares públicos y que tenían un vasto ejército a sus órdenes.
Con el socialismo y su hermano mayor —y más maldito—, el comunismo, está en alto riesgo la propiedad privada, que peligra en aras de una supuesta “igualdad”, en la que nadie tiene nada y todo es administrado por un Estado todopoderoso, que alimenta a sus parásitos con migajas asistenciales que da a quienes se venden como eternas “víctimas” de la historia, y que son su base social y electorera.
El papa León XIII, en su Rerum Novarum (1891), se opone al socialismo como “solución” a la desigualdad social, por contraproducente, y defiende la propiedad privada, argumentando la injusticia que significaría despojar a los legítimos propietarios de sus bienes, para intentar distribuirlos y construir la igualdad.
Los socialistas —escribe— “atizando el odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y administrados” por el gobierno.
“Creen que con este traslado de los bienes de los particulares a la comunidad, distribuyendo por igual las riquezas y el bienestar entre todos los ciudadanos, se podría curar el mal presente. Pero esta medida es tan inadecuada para resolver la contienda, que incluso llega a perjudicar a las propias clases obreras; y es, además, sumamente injusta, pues ejerce violencia contra los legítimos poseedores, altera la misión de la república y agita fundamentalmente a las naciones”, reconoce.
En todos los casos, dentro de los valores de Occidente atacados por el marxismo posmoderno, hay un común denominador subyacente: el cristianismo, ya que defiende la vida desde la concepción, a la familia natural, la niñez, la llegada del Evangelio a América, la propiedad privada, la libertad de expresión, los derechos humanos, y por supuesto, la libertad religiosa.
El problema es que la “guerra cultural” que emprende la derecha en la actualidad, el conservadurismo, en la mayoría de los casos se realiza desprovista de un carácter religioso. Y así, sin la religión, la guerra cultural está destinada al fracaso.
¿Por qué? Porque deja fuera de las batallas el cimiento ontológico y ético que supone la religión, madre de la cultura y de la civilización.
Sin la religión, las batallas culturales “laicas”, se inscriben en los limbos de la modernidad ilustrada. Sin la invocación a Dios, y la esencia religiosa, las batallas culturales no reciben la bendición del “In hoc signo vinces”, es decir, “con este signo vencerás”.
El papa Juan Pablo II, quien desde muy joven conoció las atrocidades soviéticas con la invasión a su natal Polonia en 1939, fue el artífice de la caída del comunismo en Europa.
Karol Wojtyla nació en 1920, justo el mismo año en que el gobierno ruso decretó la legalización del aborto por primera vez en la historia. Ahí tuvo su origen ese problema. El joven religioso polaco tendría 19 años cuando los soldados del comunismo adentraron sus tanques en su tierra.
Juan Pablo II entendía como prioridad asumir a la cultura por encima de la política y de la economía, como motor del cambio histórico. Y el “corazón de la cultura” es la religión, señalaba.
La guerra cultural debe integrar una naturaleza religiosa. Los guerreros culturales deben transformarse en “Soldados de Dios”, si algún día aspiran a tener a los regímenes socialistas bajo sus espadas.
No se debe apostar solamente a argumentos filosóficos, legales o científicos, como harían los iluministas, porque esto sólo puede conducir a resultados donde el ser humano es instrumentalizado por la racionalidad moderna. No hay triunfo final sin la religión.
Si nuestra guerra cultural voluntariamente deja fuera a la religiosidad, el enemigo se ve favorecido, ya que justo lo que quiere es despojarnos de nuestra dimensión trascendental y empobrecernos, al alejarnos de la opción de poder ofrendar nuestro trabajo a Dios, en lugar de sólo perseguir metas mundanas.
En la cristiandad, la guerra cultural debe estar orientada por nuestra religión, que es la de nuestros padres y todos nuestros ancestros, desde el inicio de la historia de Occidente.
El cristianismo no puede quedar fuera de nuestras batallas, porque es fundamento ético, teológico, y filosófico, de nuestra civilización. Necesitamos su profundidad, su sabiduría, su coherencia, su amor, a la hora que defendemos a la religión en sí misma, como a la vida, la familia, la libertad, la propiedad privada y los derechos humanos.
El guerrero transformado en Soldado de Dios, mitad monje y mitad guerrero, debe pelear sus batallas culturales sin jamás apartarse de la religión y sus valores: no debe buscar protagonismos, ni desear enriquecerse; debe ser humilde y austero, perseverante, orar todo el tiempo, ser astuto como las serpientes e inocente como las palomas. No lucha por sí mismo sino para la Gloria de Dios.
Esta guerra cultural es por la salvación de los hombres, de la cristiandad, de la familia, de la libertad, del patriotismo, de los derechos humanos. Es por la salvación de Occidente.
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