Hace XXVIII siglos que Isaías dijo que la “Paz” es un fruto que sólo sabe dar un árbol que se llama “Justicia” (Is 32,17). Justicia según Dios: según ese proyecto que el Dios bueno tiene sobre el mundo, en el que "su" tierra pueda llegar a cada familia según el número de sus miembros (Núm 33,53s). Implantar la Justicia según Dios es llegar a respetar a todo ser humano según la dignidad y los derechos que Dios mismo le dio.
Sólo entonces, y en la medida en que se construya este ideal, podemos hablar de Paz, la Paz según Dios, que ciertamente no es la paz de la que se suele hablar en este nuestro mundillo.
La Biblia lucha por hacernos entender y vivir estos valores. El Mesías, "el Príncipe de la Paz", vendría a establecer "el derecho y la Justicia" (Is 9,6s); a darnos su Paz, que no es la paz de este mundo (Jn 14,27). "Florecerá en sus días la Justicia y una Paz grande" (Sal 72,7).
Por ello los profetas criticaron con fuerza a los comunicadores de una falsa paz. Es tan importante vivir la paz, que se debe desenmascarar a todo el que intente dar al pueblo un ideal equivocado de paz.
Durante una época muy agitada de Judá, alrededor del siglo VII antes de Cristo, en la que un grupo de capitalinos viven en una prosperidad relativa, al costo de la miseria del pueblo, los profetas atacan con dureza a los que defienden aquel status quo, afirmando que viven en una era de paz. Decir que aquello era "paz" era pervertir la fe en Dios. Yavé no podía estar de acuerdo con el precio de miseria del pueblo con que se pagaba aquella aparente tranquilidad.
Ya el sufrido campesino Miqueas, expulsado de su tierra por la guerra, había sintonizado el problema: "Esto dice Yavé en contra de los profetas que engañan a mi pueblo; si pueden masticar a boca llena, anuncian la paz; pero si alguien no les llena la boca, le declaran la guerra santa" (Miq 3,5).
Pero es Jeremías el que, en medio de aquel torbellino internacional que se da en su época, lucha denodadamente por aclarar lo que supone la paz verdadera. El denuncia con dureza a los que llaman paz a lo que no es paz. "Desde el más chico al más grande todos andan buscando su propio provecho, y desde el sacerdote hasta el profeta, son todos unos mentirosos. Calman sólo a medias la aflicción de mi pueblo diciendo: 'paz, paz', siendo que no hay paz. Deberían avergonzarse de sus horrendas acciones, pero han perdido la vergüenza y ni siquiera se sonrojan…" (Jer 6,13-15; ver 8,11s y 23,16-18).
Ezequiel, en el mismo tiempo que Jeremías, pero desde Babilonia, remacha la misma idea: "Engañaron a mi pueblo dándole seguridad de paz, cuando no había paz; mi pueblo construye un muro y ellos lo cubren de lodo aguado. El muro caerá, porque vendrá un aguacero torrencial, con abundante granizo y viento huracanado. Cuando el muro se derrumbe, les preguntarán: ¿dónde está el barro con el que lo recubrieron?... ¿Dónde están los profetas de Israel que profetizaban sobre Jerusalén y anunciaban la paz, no habiéndola?" (Ez 13,10-12.16).
Ante situaciones de grandes acaparamientos de tierras (Is 5,8-10; Miq 2,1-5) y graves dependencias externas (Asiria y Babilonia), muy pesadas para el pueblo, no podía pretenderse ignorar la realidad, tapando las grietas del muro con barro aguado. La situación estaba dañada desde el cimiento, y cuanto más se taparan las grietas, más se agravaba el peligro de un derrumbe total. Querer ignorar una enfermedad grave, queriendo convencer al enfermo de que no pasa nada, es llevarlo directamente a la muerte… Por eso los profetas de Judá se esforzaban en concientizar al pueblo sobre su situación real, tan lejana del hermoso proyecto de Dios sobre ellos.
Hoy en día, ante los graves resquebrajamientos de los cimientos de nuestra sociedad, ciertos gobernantes y políticos pretenden taparlo todo con lodo aguado. Se sigue llamando "paz y progreso" a la impunidad del "progreso" acaparador de unos cuantos, a costa de la miseria de la mayoría. Pretenden que se les deje tranquilamente engordar a boca llena, sin que nadie les cree problemas, viviendo en “paz”, o sea, con impunidad... Su ideal es la paz de los cementerios, en los que todos sus habitantes están en perfecto orden y totalmente callados para siempre…
Todo esto no tiene nada que ver con la Paz de Dios... No. ¡Hoy no vivimos en Paz! Mientras unos pocos tengan bienes muy de sobra, y la mayoría del pueblo sufra hambre, esto no tiene nada que ver con la paz bíblica. No hay paz sin justicia
Necesitamos de la bendición bíblica: “La obra de la Justicia será la Paz y los frutos de la Justicia serán tranquilidad y seguridad para siempre” (Is 32,17).
¡Necesitamos que se abracen y se besen la justicia y la paz, pues no pueden vivir la una sin la otra! (Sal 85, 11).
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