EL Rincón de Yanka: UN CUENTO QUE NO ES CUENTO...

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miércoles, 7 de mayo de 2008

UN CUENTO QUE NO ES CUENTO...

"Sólo habremos vivido el tiempo en que hemos amado".
Wilhelm Busch
"Pueden amar los soberbios, los locos y hasta los falsos,
pero no las personas ocupadas". John Donhe

Cuentan que una noche, cuando en la casa todos dormían, el pequeño Ernesto de 5 años se levantó de su cama y fue al cuarto de sus padres. Se paró junto a la cama del lado de su papá y tirando de las cobijas lo despertó:

- ¿Cuánto ganas, papá? – le preguntó- Ehhh… ¿cómo? – preguntó el padre entre sueños.

- Que cuánto ganas en el trabajo.
- Hijo, son las doce de la noche, venga a dormir.
- Si papi, ya me voy, pero tú ¿cuánto ganas en el trabajo?
El padre se incorporó en la cama y en grito ahogado le ordenó:
- ¡Te vas a la cama inmediatamente, esos no son temas para que tú preguntes!
¡¡y menos a la medianoche!! – y extendió su dedo señalando la puerta.
Ernesto bajó la cabeza y se fue a su cuarto.


A la mañana siguiente el padre pensó que había sido demasiado severo con Ernesto y que su curiosidad no merecía tanto reproche. En un intento de reparar, en la cena el padre decidió contestarle al hijo:
- Respecto de la pregunta de anoche, Ernesto, yo tengo un sueldo de 2.800 pesos pero con los descuentos me quedan unos 2.200.
- ¡Uhh!… cuánto que ganás, papi – contestó Ernesto.
- No tanto hijo, hay muchos gastos.
- Ahh… y trabajas muchas horas.
- Si hijo, muchas horas.
- ¿Cuántas papi?
- Todo el día, hijo, todo el día.
- Ahh – asintió el chico, y siguió – entonces tienes mucha plata ¿no?.
- Basta de preguntas, eres muy chiquito para estar hablando de plata.


Un silencio invadió la sala y callados todos se fueron a dormir. Esa noche, una nueva visita de Ernesto interrumpió el sueño de sus padres. Esta vez traía un papel con números garabateados en la mano:
- Papi ¿me puedes prestar cinco pesos?
- Ernesto… ¡¡son las dos de la mañana!! – se quejó el papá.
- Si pero ¿me puedes… El padre no le permitió terminar la frase.
- Así que este era el tema por el cual estás preguntando tanto de la plata, mocoso impertinente.
Venga, inmediatamente a la cama antes de que te agarre con la pantufla… Fuera de aquí… A su cama. Vamos.
Una vez más, esta vuelta puchereando, Ernesto arrastró los pies hacia la puerta.


Media hora después, quizás por la conciencia del exceso, quizás por la mediación de la madre o simplemente porque la culpa no lo dejaba dormir, el padre fue al cuarto de su hijo. Desde la puerta escucho lloriquear casi en silencio. Se sentó en su cama y le habló:
- Perdoname si te grité, Ernesto, pero son las dos de la madrugada, toda la gente está durmiendo, no hay ningún negocio abierto, ¿no puedes esperar hasta mañana?.
- Si papá – contestó el chico entre mocos.
El padre metió la mano en su bolsillo y sacó su billetera donde extrajo un billete de cinco pesos. Lo dejó en la mesita de luz y le dijo:
- Ahí tenés la plata que me pediste.


El chico se enjuagó las lágrimas con la sábana y saltó hasta su ropero, de allí sacó una lata y de la lata unas monedas y unos pocos billetes. Agregó los cinco pesos al lado del resto y contó con los dedos cuánto dinero tenía. Después agarró la plata entre las manos y la puso en la cama frente a su padre que lo miraba sonriendo.
- Ahora si – dijo Ernesto – llego justo, nueve pesos con cincuenta centavos.
- Muy bien hijo, ¿y que vas a hacer con esa plata?
- ¿Me vendes una hora de tu tiempo, papi?.