Cada vez que bendigo algo o alguien no estoy sino reconociendo y enfatizando una cualidad o rasgo positivo. Y al hacerlo aquello que es reconocido y exaltado se actualiza, se moviliza, se desarrolla, se despliega, se incrementa, perdura…
Cualquier rasgo, característica o condición puede ser bendecida de tal modo que, al bendecir, no hago sino enfocar mi pensamiento y mi emoción hacia cualidades positivas. En ese mismo instante yo me sintonizo con dichas cualidades, me lleno de esa misma energía: la energía siempre fluye hacia donde va la atención. Cada vez que bendigo soy bendecido, revestido con la misma energía amorosa que derramo sobre todo aquello en lo que vierto mi bendición.
Al referirme bien del bien de algo o alguien me estoy inundando de ese mismo bien que proclamo y afirmo.
Bendecir es rociar el mundo con palabras y gestos amables llenos de benevolencia, admiración, fuerza, ternura y misericordia; es proclamar, ensalzar y realzar la belleza y bondad de todo lo creado.
Bendigo todo lo que es bueno y lo que siento como amable, positivo y hermoso en todas las personas, en todos los seres, en todas las cosas.
Bendigo todo gesto, expresión o señal de felicidad y gozo que llego a ver, escuchar, sentir en mi ambiente cercano y toda la que puedo intuir incluso en los confines más lejanos del universo.
Bendigo toda obra bien hecha, toda acción realizada con amor y entrega.
Bendigo toda forma de prosperidad honesta y que no se asienta en la ambición, el abuso o la injusticia.
Bendigo todo éxito que no engorda al ego ni amordaza al alma sino que es manifestación humilde y sencilla de dedicación, de cumplimiento de una vocación, de realización de un destino, de desarrollo de la verdad personal, de simple añadidura de haber alcanzado el reino de la propia esencia.
Bendigo cada viaje, cada desplazamiento que propicia y hace posible el encuentro de los corazones humanos, el avistamiento de nuevas sendas, el descubrimiento de espacios desconocidos, la llegada a puertos que siempre invitan a reemprender una nueva travesía.
Bendigo todos los más mínimos indicios y las más altas y expresivas señales de atención y cuidado a los más pequeños, a los débiles, a los que más sufren, a los que más hacen sufrir. Porque sólo puede hacer sufrir a otro quien ha sido modelado a base de sufrimiento.
Bendigo toda amistad sincera y fiel que se vive como amor sin contrato, toda vinculación personal armoniosa y toda relación respetuosa y sagrada con cualquier elemento de la naturaleza.
Bendigo cada conversación humana que abre, acerca, une y nutre a quienes participan en ella y cada relación sexual en la que no se hace el amor sino que se deja que sea el amor quien haga a los amantes.
Bendigo toda manifestación de quietud y silencio, los movimientos ejecutados con conciencia, soltura y gracia, todos los colores, las canciones, todo sonido que suene a música, cada comida preparada con amor y tomada con respeto, calma y veneración.
Y bendigo, uniéndome a ellas, todas las bendiciones pasadas, presentes o futuras que vertidas en el mundo lo revisten de su manto más hermoso y sagrado.
José María Toro
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Tu bendición
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es creer en la noche que vendrá la mañana,
que habrá sol y esperanza al abrir la ventana.
Tu bendición es estar contento de pie,
cargado de caminos;
es saber que un polizonte siempre va contigo.
Tu bendición es la alegría de volver a casa y su bienvenida,
del fuego prendido y la mesa servida.
Tu bendición es vivir la misión de partir hacia el don,
de alumbrar con calor, gratis, como el sol.
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Juan Damián (Uruguay)
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