ESPAÑOL
LA PRIMERA POTENCIA GLOBAL DE OCCIDENTE
Del Descubrimiento al primer imperio global: la verdadera historia de España en América, una epopeya de conquista, evangelización y legado cultural que transformó el mundo.
Mientras en Tenochtitlán se sacrificaban miles de personas para inaugurar un templo, y los caribes criaban niños como un manjar exquisito, una nación forjada en ocho siglos de Reconquista emprendía la mayor exploración jamás realizada. España, que en apenas cincuenta años descubrió y cartografió más de la mitad del planeta, no llegó a América para esclavizar, sino para liberar.
¿Sabías que fue Isabel la Católica quien, contra toda opinión experta, financió la expedición que cambiaría el mundo? ¿O que los propios dominicos españoles, como Antonio de Montesinos, fueron los primeros en denunciar los abusos contra los indígenas, provocando la creación de las revolucionarias Leyes de Burgos en 1512?
Durante siglos, la historia de España ha sido secuestrada por los ene-migos de la verdad. Bajo el disfraz de la Leyenda Negra, se ha construido una narrativa falsificada que ha oscurecido uno de los capítulos más grandiosos de la civilización occidental: la gesta hispánica que forjó el primer imperio global de la historia.
UNA OBRA QUE DESMONTA MITOS
Y REIVINDICA EL LEGADO HISPÁNICO
Marcos López Herrador, acomete una tarea urgente y valiente: desmontar, con rigor y pasión, los mitos impuestos por la propaganda británica, el marxismo cultural y la oligarquía globalista. Con un estilo preciso y documentado, el autor reivindica la epopeya de España en América como una empresa civilizadora sin parangón, heredera de Jerusalén, Atenas y Roma, basada en valores que el mundo actual desprecia: el humanismo católico, la solidaridad, la fe, la justicia y la grandeza de espíritu.Prologado por Marcelo Gullo, este libro es un arma cultural poderosa contra la autocensura, el relativismo y la desmemoria. Una llamada a redescubrir la Hispanidad como modelo histórico alternativo frente a la globalización deshumanizante. Una obra imprescindible para quienes no aceptan que se pida perdón por lo que fue, sencillamente, grandioso.
PRÓLOGO
por MARCELO GULLO OMODEO
Historiador y politólogo.
Autor de "Madre Patria", "Nada por lo que pedir perdón"
y "Lo que América le debe a España".
Cuando Marcos López Herrador me pidió que escribiese el prólogo de este magnífico libro, La forja del Imperio español. La primera potencia global de Occidente —que, por cierto, no había leído aún—, le contesté inmediatamente que sí.
Aun cuando no sabía si iba a estar de acuerdo con el 50 %, el 60 % o el 80 % de su contenido, no dudé siquiera un segundo en darle una respuesta positiva. Y es que Marcos López Herrador viene batallando, hace ya años, contra la falsificación de la historia de España que comenzó con la tergiversación de la conquista española de América. Y es contra esa «Leyenda Negra» que, en esta obra que tengo el honor de prologar, arremete brillantemente Marcos López Herrador.
Leyenda Negra que tuvo su origen en Italia —se trataba en ese caso, casi de una cuestión de familia: unos primos celosos de lo que España estaba realizando, y ellos no podían realizar— pero que tomó cuerpo en Alemania y en los Países Bajos para, finalmente, convertirse en una «Política de Estado», en Inglaterra.
Por eso podemos decir que la Leyenda Negra —que no es otra cosa que «la falsa historia de España escrita por los enemigos de España»—, es la obra más «genial» del marketing político británico.
Con la difusión de la Leyenda Negra, Gran Bretaña no solo buscaba desprestigiar a España en el concierto de las naciones y derrotarla políticamente en el plano de la propaganda —porque nunca había podido vencerla militarmente— sino que, además, y quizás principalmente, buscaba destruir la cultura de España, una cultura que había heredado lo mejor de Jerusalén, Atenas y Roma. Gran Bretaña buscaba aquello que le garantizara la aniquilación del «Humanismo Católico Español». Y es que la «Pérfida Albión» sabía bien que, a partir de esa filosofía de la vida, verdaderamente cristiana, profundamente católica, podía nacer un modelo económico alternativo, un modelo que no estuviese basado en el egoísmo que Inglaterra había «santificado» como el saludable motor de la historia y del crecimiento económico. El motor del «crecimiento económico de Inglaterra» y de la alta burguesía inglesa, claro está.
Más adelante en el tiempo serían los Estados Unidos de Norteamérica, quienes tomarían la «posta» en aquello de predicar la Leyenda Negra para convencer, fundamentalmente a su propio pueblo, que España era un monstruo. Es que así, ese pueblo que nunca fue un pueblo imperialista, estaría dispuesto a marchar a la guerra para que Estados Unidos le arrebatara a la Hispanidad, Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Hoy, los llamados «marxistas culturales», exigen que España pida —una y mil veces—, perdón por haber realizado la conquista de América. Esos marxistas culturales, manejan —metafóricamente hablando— un «taxi» cuyo «combustible» lo paga la oligarquía financiera internacional.
Quiero advertirle, además, estimado lector, que aquellos que exigen que España pida «perdón», como los señores Gabriel Boric, Evo Morales, López Obrador o la señora Claudia Sheinbaum, son simples empleados de la oligarquía financiera internacional que se ha transformado en el gran actor de la política internacional como he explicado en mi libro Relaciones Internacionales: Una teoría crítica desde la periferia sudamericana. A los hombres de la oligarquía financiera no les interesa el pasado, sino el futuro. Saben que —como sostenía George Orwell en su famosa obra 1984— quien controla el pasado, controla el presente y que, quien controla el presente, controla el futuro. No les interesa la verdad histórica, sino la construcción de un «Nuevo Orden Mundial» basado en el egoísmo, como supuesto «saludable» motor de la historia, «condimentado» de utilitarismo, relativismo, hedonismo y multiculturalismo.
Y es que saben que, para la construcción de ese «Nuevo Orden Mundial» que ellos desean y que ya están construyendo —con la excusa de que no existe otra alternativa—, la Hispanidad es un mal precedente y un pésimo ejemplo. Saben que España protagonizó la primera globalización, a partir de valores que ellos detestan. Saben que esa primera globalización, fue exitosa. Para ellos, es bueno solo lo que es útil y es útil, solo lo que hace ganar dinero. Para ellos, ni la belleza ni la bondad, ni la solidaridad ni la amistad, tienen valor alguno.
Ellos, son «predicadores seriales» de la Leyenda Negra porque saben que si —desmontando la Leyenda Negra—, los pueblos hispanos redescubriesen La Hispanidad, encontrarían en ella, un modelo histórico alternativo a la globalización deshumanizante y desnacionalizante que proponen hoy, los amos del mundo, como única alternativa posible.
Ellos, son «predicadores seriales» de la Leyenda Negra porque tienen que «borrar» de la conciencia de los pueblos que se jalonan desde Tejas y California hasta la Tierra del Fuego y desde los Pirineos a las playas del Pacífico, la idea y el sentimiento de que conforman una nación inconclusa.
Para ellos no existe —ni debe existir—, la nación hispanoamericana, así como tampoco existe —ni debe existir— España y, mucho menos, la Hispanidad.
Para ellos, España es un «mito» y la Hispanidad, una quimera.
Toda esta temática es desarrollada, con precisión y maestría, por López Herrador en este libro que usted tiene en sus manos y que, por ello, se convierte en un valioso instrumento para contrarrestar las calumnias que, durante siglos, se han lanzado contra España.
Quiero destacar también, un enorme acierto de Marcos López Herrador en esta obra: el haber expuesto con claridad meridana el epíteto o eslogan denigratorio que, los enemigos internos de España, han creado para que los patriotas españoles no puedan escribir una historia objetiva de España. Una historia objetiva que, por la magnitud de los hechos que el pueblo español protagonizó, será siempre una historia épica y heroica. Ese sambenito, que se cuelga a todos aquellos que se atreven a relatar de forma objetiva la gloriosa historia del pueblo español, es el de estar construyendo una «Leyenda Rosa» de la historia de España.
«El epíteto de “leyenda rosa” —afirma Marcos López Herrador— supone un lastre para el escritor que, al no querer que se le aplique, hará cuanto esté en su mano para desterrar de su narración toda muestra de entusiasmo ante las hazañas de nuestros héroes. Se sentirá obligado además a mostrar un extremado celo en asumir cualquier tipo de culpas, de modo que aquel que no odie lo que fuimos parezca forzado a cubrirse el pelo de ceniza y esté obligado a hacerse perdonar antes de escribir una sola palabra… Estoy convencido de que la existencia de esa presión sobre los españoles produce toda una serie de efectos perniciosos, no siendo el menor el de la autocensura y la contención pusilánime, con lo que parece que debemos estar obligados a moderar los juicios que se expresan. El resultado último es que muchos de los hechos que España ha protagonizado no acaban de adquirir su verdadera dimensión, al imponérsenos un absurdo criterio que nos obliga a ser modestos a la hora de proclamar lo que sencillamente fue grandioso».
Para suerte de España, hubo muchos hispanoamericanos que no fueron pusilánimes y reivindicaron la gloriosa conquista española de América. Entre hombres que no tuvieron miedo en defender a España destacan grandes líderes políticos: desde el nicaragüense Augusto César Sandino (1895-1934) hasta el argentino Juan Domingo Perón (1895-1974), pasando por el uruguayo Luis Alberto de Herrera (1873-1959), el argentino Hipólito Yrigoyen (1852-1933), el peruano Víctor Andrés Belaunde (1883-1966) o el puertorriqueño Pedro Albizu Campos (1893-1965).
Todos ellos comprendieron, algunos más temprano, otros más tarde, que hay una historia completamente falsificada de la conquista española de América y que esa falsificación fue la obra más genial del marketing político británico. Todos ellos sostuvieron que España es nuestra Madre Patria y que Hispanoamérica le debe a España su Ser.
Por eso, el general nicaragüense, Augusto César Sandino, de madre india y conocido por luchar, pistola en mano, incansablemente contra la dominación estadounidense de su país afirmó:
«Yo veía antes, hace tiempo, con protesta la obra colonizadora de España; pero hoy la veo con profunda admiración. España nos dio su lengua, su civilización y su sangre. Nosotros más bien nos consideramos como españoles indios de América». Mientras que, el tres veces presidente constitucional de la República Argentina, el general Juan Domingo Perón, de madre india tehuelche, sostuvo:
«Su obra civilizadora cumplida en tierras de América no tiene parangón en la Historia. Es única en el mundo (…) Su empresa tuvo el sino de una auténtica misión… Llegaba para que fuera cumplida y hermosa realidad el mandato póstumo de la reina Isabel de atraer a los pueblos de Indias y convertirlos al servicio de Dios (…) No aspiraban a destruir al indio sino a ganarlo para la fe y dignificarlo como ser humano… Como no podía ocurrir de otra manera, su empresa fue desprestigiada por sus enemigos, y su epopeya objeto de escarnio, pasto de la intriga y blanco de la calumnia, juzgándose con criterio de mercaderes lo que había sido una empresa de héroes. Todas las armas fueron probadas: se recurrió a la mentira, se tergiversó cuanto se había hecho, se tejió en torno suyo una leyenda plagada de infundios y se la propaló a los cuatro vientos… España, nuevo Prometeo, fue así amarrada durante siglos a la roca de la Historia. Pero lo que no se pudo hacer fue silenciar su obra, ni disminuir la magnitud de su empresa que ha quedado como magnífico aporte a la cultura occidental. Allí están, como prueba fehaciente, las cúpulas de las iglesias asomando en las ciudades fundadas por ella; allí sus leyes de Indias, modelo de ecuanimidad, sabiduría y justicia…».
Por su parte, Hipólito Yrigoyen el primer presidente argentino en hacer frente a la Leyenda Negra y decretar el 12 de octubre como feriado nacional sostuvo: «España descubridora y conquistadora volcó sobre el continente enigmático el magnífico valor de sus guerreros, el ardor de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, la labor de sus menestrales, y derramó sus virtudes sobre la inmensa heredad que integra la nación americana».
En este escueto resumen del pensamiento de grandes líderes hispanoamericanos que defendieron fervorosamente la obra de España en América importa destacar la figura del líder independentista portorriqueño Pedro Albizu Campos, de madre mulata descendiente de esclavos africanos, quien afirma:
«Aquel que no es orgulloso de su origen no vale nada nunca, porque empieza a despreciarse a sí mismo. Por eso nosotros veneramos el nombre de España, porque significa la ciencia del Derecho, las ciencias positivas, la ciencia moral y la tradición cristiana de nuestro pueblo».
Por su parte el insigne orador y político peruano Víctor Andrés Belaunde asevera: «Yo sé que materialmente nos divide el Océano, pero que por encima de él existe, indivisible y grande, una sola Patria espiritual: Nuestra madre España».
Para finalizar, estimado lector quiero decirle que, prologar un libro, no es decir que se está de acuerdo en un todo con lo que el autor sostiene. Por eso, me permito disentir con mi amigo Marcos López Herrador en su interpretación sobre lo acontecido en América después de 1810. Disenso que en nada desmerece su obra, pero que, por honestidad intelectual, no puedo dejar de plantear.
No creo que haya que buscar la razón profunda de la dolorosa separación de América de España fuera de España, aunque ese buscar la razón primera dentro de España, sea un acto doloroso.
Claro que la «Pérfida Albión» aprovechó las circunstancias, y claro que hubo hombres que trabajaron para Inglaterra y las logias —en España y en América—, pero dentro de esos hombres no pueden incluirse nombres como el de Manuel Belgrano, el de José Gervasio Artigas y el de José de San Martín como he explicado en mi libro Madre Patria.
Distinto es el caso de Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Bernardino Rivadavia o Carlos María de Alvear. La brevedad de un prólogo me impide seguir explayándome al respecto.
Quiero, sin embargo, finalizar estas líneas con el pensamiento del mártir de la Hispanidad don Ramiro de Maeztu.
Reflexionando sobre la separación de América de España nos dice don Ramiro de Maeztu, de cuyo patriotismo y amor por España solo un loco podría dudar, lo siguiente:
«Quince años duró aquella guerra de Sucesión, guerra terrible durante la cual pasaron ejércitos franceses e ingleses por toda la península, y al cabo de ellos solo quedaba en pie la corona. Y, sin embargo, durante aquellos quince años en que no hubiéramos podido enviar a América un solo soldado, no hubo en todo el continente americano nadie que se moviera. ¿Por qué? ¿Por qué el continente americano no se movió entonces contra España?, ¿y por qué, si en cambio, se movió cuando España estaba invadida por las tropas de Napoleón? No se movió de 1700 a 1715, en los años de la guerra de Sucesión, porque España era entonces en América una nación misionera…
En cambio, se levantó en armas en 1808, porque en el curso del siglo XVII perdimos la conciencia de nuestra misión histórica. Ello aconteció —si me permitís fijaros una fecha— en 1750.
Perdimos América, y la perdimos por el tránsito de la monarquía católica a la monarquía territorial, que ocurrió en tiempos de Fernando VI y de Carlos III, y aconteció insensiblemente, porque las cosas, en su forma, pareció que seguían siendo las mismas, pero los reyes dejaron de preocuparse de aquella misión religiosa, providencial…, y empezaron a considerar América como un campo de posible explotación; pusieron la mira, que los Austrias no habían puesto, en obtener de América el mayor rendimiento; echaron a un lado a la aristocracia criolla que precedía de los encomenderos, de los primeros pobladores de América, y dieron preferencia a la peninsular, haciendo que los honores de América recayeran en los peninsulares y no en americanos.
El resultado fue que una parte de la aristocracia criolla se agrió por este proceder, y que su descontento culminó en el levantamiento…»
Rosario, Argentina,
6 septiembre de 2024
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