SAN JOSÉ,
EL MÁS SANTO DE LOS SANTOS
Y EL BENDITO ENTRE TODOS LOS HOMBRES
«Me complazco en la idea de que la mesa en la que Jesús consagró el pan y el vino habría sido hecha por José, porque allí habría quedado impresa la huella de la mano de un carpintero anónimo que se ganaba la vida con el sudor de su rostro y, precisamente por ello, permitía que los milagros se manifestaran». En el prólogo, Paulo Coelho, del libro "San José, padre de Jesús en una sociedad sin padre"
El papa Francisco ha declarado el año 2021 como el año dedicado a la figura de san José con motivo del 150 aniversario de su proclamación como patrono de la Iglesia Universal, con la publicación de la Carta Apostólica ‘Patris Corde (CON CORAZÓN DE PADRE)’
"San José tiene todas las características
para ser la personificación del Padre en la Trinidad".
Leonardo Boff
En la Iglesia prácticamente hasta los años 800 poco se menciona a san José. Como no dejó ninguna palabra, ha tenido solamente sueños, no sabían qué hacer con él. Solamente en 1870 fue proclamado patrono de la Iglesia universal, no directamente por el Papa Pio IX, sino por un decreto de la Congregación de los Ritos. El Papa Juan XXIII era un gran devoto del santo y le confió el Concilio Vaticano II. Hizo más: introdujo “san José, esposo de María” en el canon de la Misa. La Exhortación Apostólica Patris Amore del papa Francisco y la proclamación de un año josefino le confirió más relevancia, particularmente por las siete virtudes que analizó en un sentido espiritual y pastoral. Pero hay que reconocer que la Santa Sede fue la última en ser conquistada por la devoción a san José. El pueblo siempre ha tenido una gran devoción por él, basta ver que el nombre José es dado a muchísimas personas, a escuelas, a calles etc. De hecho san José es más bien el patrón de la Iglesia doméstica que de la Iglesia-gran-institución.
El silencio de san José no es sin sentido. En nuestra interpretación es el modo en el que asume el misterio del Padre eterno, fuente y origen de toda la divinidad, lo que lo hace el sujeto adecuado para recibir el Padre en su autocomunicación. Pero tiene también un sentido espiritual y existencial. En la Iglesia oficial son los papas, los obispos y sacerdotes los que hablan. El pueblo de Dios vive, generalmente un profundo silencio. Hay un poderoso cristianismo popular, cotidiano y anónimo del que pocos se dan cuenta. Em esta situación de silencio viven gran parte de los cristianos, nuestros abuelos y abuelas, nuestros padres y los demás cristianos que toman em serio el evangelio y siguen el camino de Jesús. San José, por su silencio y anonimato, se inscribe dentro de este tipo de mundo.
Es el representante de los humildes, “gente de bien”, sepultados en su cotidianeidad de cenizas, ganando su vida con el trabajo generalmente mal pagado y llevando honradamente sus familias por el camino de Jesús, del amor, de la solidaridad, de la piedad familiar. Verdaderamente san José es el patrón de esta iglesia popular, anónima de los que Jesús llamó de “mis hermanos y hermanas menores” del capítulo 25 del Evangelio de San Mateo. De este silencio podemos sacar actitudes poco presentes en este mundo, lleno de palabras, de sonidos y de todas las formas de comunicación. El ser humano necesita de silencio, primero para escuchar el otro y después, auscultar su propio corazón, su interioridad que nadie puede penetrar sino Dios mismo. En este ambiente vivió San José y el mismo Jesús por 30 años antes de iniciar el anuncio del Evangelio.
San José fue un esposo, un padre, un artesano y un educador que inició a su hijo Jesús en la piedad y en las tradiciones religiosas de su pueblo. Las virtudes citadas por el Papa Francisco en su Patris amore son las virtudes naturales de quien vive una vida como la vivió san José: el ser un padre amable, tierno, obediente, acogedor, de un coraje creativo, trabajador y vivir en la sombra, es decir, en el anonimato común de la mayoría de las personas. Son valores transculturales. San José lo vivió en su cultura hebraica, nosotros, en otro tiempo, damos a estas virtudes fundamentales las características de nuestra época. Cambian los tiempos, pero no cambian las actitudes fundamentales. Por eso san José puede se presentado como referencia de un padre y de una familia bien integrada. El gran poeta Paul Claudel tenia una especial admiración por el silencio de san José. En una carta de 1934 a un amigo escribió: ”El silencio es el padre de la Palabra. Allí en Nazaret hay solamente tres personas muy pobres que sencillamente se aman. Son aquellos que van a cambiar el rostro de la Tierra”.
El Corazón Purísimo de San José
San José el Gran Monarca y su Cetro Florido
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protector de las familias
Glorioso San José, protector, modelo y guía
de las familias cristianas:
Te ruego protejas a la mía.
Haz reinar en ella el espíritu de fe y de
religión, la fidelidad a los mandamientos de
Dios y de la Iglesia, la paz y la unión de los
hijos, el desprendimiento de los bienes
temporales y el amor a los asuntos del cielo.
Dígnate velar sobre todos nuestros intereses.
Ruega al Señor que bendiga nuestra casa.
Otorga la paz a la familia, acierto a los hijos
en la elección de estado.
Concede a todos los miembros de nuestra
familia y de todas las familias de la tierra, la
gracia de vivir y morir en el amor de Jesús y de María.
Amén.
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Oh san José, cuya protección es tan grande,
tan fuerte y tan inmediata ante el trono de Dios,
a ti confío todas mis intenciones y deseos.
Ayúdame, san José, con tu poderosa intercesión,
a obtener todas las bendiciones espirituales
por intercesión de tu Hijo adoptivo,
Jesucristo Nuestro Señor, de modo que, al confiarme,
aquí en la tierra, a tu poder celestial,
Te tribute mi agradecimiento y homenaje.
Oh san José, yo nunca me canso de contemplarte
con Jesús adormecido en tus brazos.
No me atrevo a acercarme cuando Él descansa junto a tu corazón.
Abrázale en mi nombre, besa por mí su delicado rostro
y pídele que me devuelva ese beso cuando
yo exhale mi último suspiro.
¡San José, patrono de las almas que parten, ruega por mi!
Amén.
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Eres, José, esposo enamorado,
y el mismo amor de Dios te sonreía
a través de los ojos de María,
en su luz y pureza aprisionado.
Eres, José, el santo más amado,
porque te haces presencia y cercanía
en el hombre que vive, día a día,
su trabajo y su amor ilusionado.
Tu trabajo empezaba con el día,
a tu lado jugaba el Niño tierno,
tu taller era encanto de María,
y centro de delicias del Eterno.
Fue una historia de amor, nunca truncada,
porque era un casto amor que compartías
sinque el Espíritu robase nada
del amor que a María tú tenías;
siguió siendo tu esposa bienamada
al tiempo que al Espíritu servías.
¿A quién el Hacedor sublimó tanto?
A nadie, nadie como a ti, ¡José glorioso!
De la madre del Verbo casto esposo,
y padre de Jesús mil veces santo.
Sé nuestro protector, sé tierno amigo,
del que guarda en su alma tu memoria,
y haz que podamos disfrutar contigo,
de la vista de Dios y de su gloria.
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Poesía de José Luis Blanco Vega s.j.
como himno para la fiesta de san José:
Porque fue varón justo lo amó el Señor
y dio el ciento por uno su labor.
El alba mensajera
del sol de alegre brillo
conoce ese martillo
que suena en la madera.
La mano carpintera
madruga a su quehacer
y hay gracia antes que sol en el taller.
Cabeza de tu casa,
del que el Señor se fía,
por la carpintería
la gloria entera pasa.
Tu mano se acompasa
con Dios en la labor
y alargas tú la mano del Señor.
Humilde magisterio
bajo el que Dios aprende:
¡que diga, si lo entiende,
quien sepa de misterio!.
Si Dios en cautiverio
se queda en aprendiz,
¡aprende aquí la casa de David!
Sencillo, sin historia,
de espalda a los laureles,
escalas los niveles
más altos de la gloria.
¡Qué asombro, hacer memoria
y hallarte en tu ascensión,
tu hogar, tu oficio y Dios como razón!
Y pues que el mundo entero
te mira y se pregunta,
di tú como se junta
ser santo y carpintero,
la gloria y el madero,
la gracia y el afán,
tener propicio a Dios y escaso el pan.
Porque fue varón justo lo amó el Señor
y dio el ciento por uno su labor.
HIMNO A SAN JOSÉ
Manos en el taller,
que trabajan sembrando
un Nuevo Reino.
Manos Fuertes
que saben defender,
familia en Nazaret,
hogar de carpintero.
Manos para enseñar,
que a Jesús se llega
por dos maderos.
Manos limpias
que saben perdonar
y a una madre cuidar:
manos de un hombre bueno.
Danos, tú, San José,
tu valor y tu esfuerzo,
manos llenas de fe
para hacer de Dios el Reino:
para hacer un Mundo Nuevo.
Manos para soñar,
escuchando al Señor
en nuestros sueños.
Manos fuertes
que saben aguantar:
desiertos, sequedad,
en un pueblo extranjero.
Manos de San José,
que a Jesús le enseñan
a ser maestro.
Manos limpias,
en manos de María,
familia y alegría,
que hacen vivir
ya el Cielo.
Danos, tú, San José,
tu valor y tu esfuerzo,
manos llenas de fe
para hacer de Dios el Reino:
para hacer un Mundo Nuevo.
DEL LIBRO DE P. JOSÉ DE JESÚS AGUILAR VALDÉS
Con los ojos curiosos propios de un niño, el niño Jesús entró por primera vez al taller de su padre; no estaba José pero el hijo de Dios admiro su taller porque sabía que de ahí surgían los bienes con los que su padre terreno lo vestía y alimentaba.
En silencio descubrió el orden de aquel sitio, ahí aprendió la importancia del orden en el trabajo, observó cada una de las herramientas y sus características, concluyendo que ninguna herramienta era igual, así, aprendió que en la vida como las herramientas, cada oportunidad, cada momento y cada persona es distinta, única e irrepetible.
El niño se acercó a la madera y observó sus vetas, acariciándola con la mano distinguió las partes burdas y comprendió la importancia que es lijar las astillas y asperezas; ahí, aprendió que como en la madera, cualquier situación, problema o relación difícil se puede limar y mejorar con cuidado y tesón.
Caminando por el taller paterno descubrió los muebles fabricados por José, estaban formados por tantas piezas distintas, pequeñas o grandes pero todas importantes; ahí descubrió la importancia de la unión y la organización, aprendiendo que no se puede excluir a nadie por humilde que sea; mientras admiraba todo con la atención entre su padre el pequeño observó que el trabajo de la jornada había coronado la frente de José con perlas de sudor, entonces el carpintero le preguntó a su distinguido visitante:
- ¿te gusta mi taller?, (el niño con una sonrisa y el movimiento de la cabeza asintió); luego el papá comentó:
- es muy pequeño en tamaño pero, yo lo hago grande con mi trabajo y mi servicio, aquí, las cosas siempre se hacen bien porque se hacen con amor. Soy feliz porque con el trabajo puedo alimentar y sostener a mi familia y, además la madera es tan noble que soluciona muchos problemas.
El hijo de Dios guardó en su corazón aquellas palabras y corrió a los padres de José quien lo recibió con un fuerte abrazo. Aquel niño nunca olvidó el taller, aquellos brazos fuertes y el aroma de la noble madera.
Pasaron muchos años, José murió pero Jesús nunca lo olvidó. En el momento en que fue condenado a muerte y recibió la pesada cruz que llevaría al calvario, recordó el taller de Nazaret y las palabras de su padre terreno: "la madera es tan noble que soluciona muchos problemas".
Así cargó la cruz con entusiasmo, pensando que en su Pasión y con aquella pesada madera traería al el perdón y solucionaría muchos problemas; mientras lo crucificaran observo las herramientas que utilizaban su padre para ensamblar las piezas; entonces agradeció al humilde martillo y a los clavos que la unieran a la cruz porque así Él también sería un instrumento que uniría el cielo con la tierra.
Poco antes de morir, el aroma a madera de la cruz, lo hizo sentirse en el taller paterno, de tal forma que cuando sus fuerzas desfallecían, sintió que José lo sostenía con sus fuertes brazos. Jesús, comprendió que con su trabajo por la salvación, había convertido el mundo en un taller con el que alimentaba y, sostenía la humanidad y, por el esfuerzo en realizarlo, llevaba en su frente las perlas de sudor que había visto en su padre. En sus últimos momentos recordó al padre terreno, amoroso y, con ese recuerdo, entregó su espíritu al Padre Eterno.
VER+:
LOS SIETE DOMINGOS DE SAN JOSÉ
La Iglesia, siguiendo una antigua costumbre, prepara la fiesta de san José dedicando al Santo Patriarca los siete domingos anteriores al día 19 de marzo, en recuerdo de los principales gozos y dolores de su vida.
SAN JOSÉ, TERROR DE LOS DEMONIOS
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