EL Rincón de Yanka: JESÚS GONZÁLEZ MAESTRO: PREGÚNTATE TRAIDOR POR QUÉ ERES TOLERANTE CON QUIEN TE NIEGA LA LIBERTAD 👥

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martes, 12 de mayo de 2020

JESÚS GONZÁLEZ MAESTRO: PREGÚNTATE TRAIDOR POR QUÉ ERES TOLERANTE CON QUIEN TE NIEGA LA LIBERTAD 👥

Pregúntate por qué eres tolerante 
con quien te niega la libertad



Está escrito en la correspondencia del nazi Joseph Goebbels con uno de los oficiales alemanes de las SS que en los comienzos del totalitarismo alemán se encargaba de la construcción y diseño de los campos de concentración y exterminio, un breve diálogo cuyo contexto y contenido reproduzco muy sintéticamente:

El oficial nazi remitía a Goebbels información sobre los campos relativa a su estructura, configuración y funcionalidades. Le advertía que uno de estos campos podría recluir hasta unos diez mil prisioneros. Y preguntaba a su jefe, cuántos guardias estimaba oportuno, asignar para su custodia. Goebbels respondió escuetamente que cincuenta. El oficial de las SS le advirtió que controlar un campo de diez mil prisioneros con tan solo cincuenta hombres era imposible pues, no había proporción. Goebbels respondió si cabe aún más escuetamente, y advirtió, de cada mil personas solo una es capaz de rebelarse. Es labor de los guardias identificarla y destruirla. Solo se les resistirán a uds. diez prisioneros; los demás, obedecerán a todos sin la menor resistencia y muy complaciéntemente a cambio de sobrevivir. Le sobran a ud. cuarenta hombres. Hasta aquí la síntesis de Goebbel. 
Y ahora, pregúntate por qué eres tolerante con quien te niega la libertad, pero, hazlo antes de volver a aplaudir un día más a los carceleros.  
N.B.: Es posible que a los valientes le pierda su valor pero, es seguro que a los cobardes, la inteligencia no le sirve más que para obedecer y callar, incluso mejor que aquellos ignorantes a los que con frecuencia minusvaloran, simplemente porque no leen libros, no visitan museos, no entran en bibliotecas públicas en tiempos de libertad. 


"El hombre que no es capaz de luchar por la libertad, 
no es un hombre, es un siervo".
Friedrich Hegel



La mayor traición de la democracia es negociar 
la negación de la libertad de los demócratas

POR JESÚS GONZÁLEZ MAESTRO


Para vivir sin libertad no necesitamos una democracia. La prolongación políticamente injustificable del estado de alarma en España, más allá de la fecha del 11 de mayo de 2020, no solo revela que el gobierno de la nación española no tiene ningún interés en desplegar alternativas preventivas y protectoras de la salud pública, al margen de esta imposición negadora de nuestras libertades, sino que prefiere sin duda y sin reservas mantener el actual statu quo y ejercer el poder de espaldas a las exigencias y posibilidades democráticas. 

La democracia bajo los imperativos y formatos ideológicos de la posmodernidad sigue su curso hacia un callejón sin salida y, sin alternativas inteligentes ni practicables. La democracia negadora de sus propias posibilidades políticas se convierte en un régimen administrativo cada vez más decepcionante y desposeído de recursos porque, insisto, para vivir sin libertad no necesitamos una democracia. Sabemos que las ideologías son placebos que las élites gestionan para el pueblo y, sabemos que tales placebos son los motores desde los que se propulsan los partidos políticos, los cuales, en lugar de unir a la población, la separan y dividen irracionalmente. Mientras se nos dice de la forma más cursi posible que el virus "lo paramos unidos", se nos separa cada vez más. Nótese como los hechos exigen un camino que es frontalmente opuesto y contrario al lenguaje a través del cual, esos mismos hechos se comunican a la población. 
Acaso lo más desafortunado de este sistema ideológico es que si algo ha conseguido la democracia posmoderna es formar individuos que no saben lo que es la libertad, ni les importa, ni la quieren. 

La libertad no se mide por lo que se nos permite hacer sino, por lo que podemos conseguir; de hecho, más allá de lo que se nos permite hacer, de derecho.
La libertad exige una implicación personal, una voluntad individual y colectiva y, una sociedad organizada políticamente, capaz de administrar el poder del yo y del nosotros más allá de lo comúnmente perceptible y legislado. La libertad, de verdad, la que exigen los hechos, no está en las leyes; a veces, ni siquiera está prevista en las mejores leyes posibles. Para los ilustrados, esos terribles enemigos afrancesados, germanizantes y en suma europeístas de la libertad humana y política, la libertad era lo que las leyes permitían hacer, así pensaban Rousseau y Montesquieu; así pensaba Kant desde su quietismo de raíces luteranas. Esa es la idea protestante de libertad, la libertad como una ilusión, la libertad como un hecho de conciencia, la libertad como una construcción imaginaria, la libertad sin realidad o, incluso contra la realidad, la libertad de los aplausos a las ocho de la tarde para celebrar el confinamiento, la libertad de quien "grita vivan las cadenas", la libertad del corral, la libertad de un tercer mundo semántico. 
Los hechos actuales revelan algo importante y, es que la mayor parte de la gente no quiere vivir en libertad, y esto es lo más patético que una persona inteligente puede constatar. Se prefieren formas alternativas de vida imaginaria, de vida protestantizada como la felicidad por ejemplo, que es en cualquiera de sus más ocurrentes espejismos y deficiencias emocionales, el modo más cretino de vivir en Babia. 
¿Para qué quiere la libertad alguien que sirve a un partido político disciplinada y acríticamente?; ¿para qué quiere la libertad alguien que necesita integrarse en una secta como sucedáneo de la sociedad, respecto a la cual es incompatible?; ¿para qué quiere la libertad la mayor parte de la gente que no usa la libertad para nada?; ¿para qué quiere la libertad quien no tiene objetivos ni voliciones en su vida?; ¿para qué quiere la libertad alguien que es "feliz" en su celda?; ¿para qué quiere la libertad el discípulo que no discute con su maestro?; ¿para qué quiere libertad el funcionario, o el operario, o el obrero?; ¿para qué quiere la libertad quien no sabe ser original?; ¿para qué quiere la libertad quien no es capaz de emparejarse, seducir a otra persona, formar una familia o, enfrentarse con energía a los desafíos de un mercado laboral?; ¿para qué quiere la libertad alguien que no quiere ni sabe trabajar?; ¿para qué quiere la libertad alguien que vive de espaldas a la realidad común y que niega con todas sus consecuencias, la mayor parte de las realidades comunes dadas en una sociedad política como es la realidad del estado?; ¿para qué quiere la democracia alguien que no quiere la libertad?

¿Qué hay de común, de comunitario, de comunismo incluso, en un grupo humano que políticamente niega lo más común a todos los seres humanos, a todos nosotros, que es el estado, nuestro estado? ¿Qué hay de democracia en una democracia que niega la libertad? Solo hay una experiencia incompatible con cualquier futuro políticamente pacífico:  la traición de la libertad. 

Usar la salud pública como pretexto para negar la libertad es la forma más perversa y aberrante de gobernar que yo, personalmente,  he conocido en cualquier forma de ejercer el poder político. La seducción es una forma de prorrogar el fracaso; pero, el aborrecimiento, la repugnancia, la execración, entre otros modos de acritud cada vez más intensos y crecientes son formas de precipitar latebrosamente un desenlace que nos empujará a todos más allá del fracaso colectivo, a todos sí, pero a unos más que a otros, porque la mayor traición de la democracia es negociar la negación de la libertad de los demócratas, de esta forma, es decir, a traición, la democracia posmoderna ha pactado con sus enemigos, su supervivencia, no la nuestra.