LA CONJURA DE LOS IGNORANTES
Ricardo Moreno Castillo
Hace ya una década, Ricardo Moreno Castillo escribió un libro, el Panfleto Antipedagógico, en el que abogaba por aprender más cosas de memoria y criticaba «una enseñanza pretendídamente lúdica donde no se inculca el hábito de estudio». En La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza (Pasos Perdidos), este catedrático de Matemáticas de instituto, ya jubilado, sigue argumentando en defensa de una enseñanza «rigurosa», «exigente»y «disciplinada», pero incide también en que la pedagogía es «una jerga, y no una ciencia», llena de «patochadas», «estupideces» y «desvaríos».
- ¿Por qué dice que los pedagogos son «los que literalmente han acabado con la enseñanza pública en España»?
- La pedagogía es una jerga extravagante, y eso se ve a lo largo del libro, que es precisamente una antología de extravagancias pedagógicas. Y ese lenguaje vacío hace mucho daño porque ha vaciado la enseñanza hasta dejarla en los huesos. Le ha dado mucha importancia a las destrezas, las habilidades y la autoestima, pero no ha dado importancia ni a los contenidos ni al saber.
- ¿Los universitarios de ahora tienen peor nivel educativo que los de hace 30 años?
- Sin lugar a dudas. En primer curso de muchas ingenierías sería impensable poner problemas de Matemáticas que antaño resolvían estudiantes de 3º de BUP.
- ¿Qué opina del «aprender a aprender»?
- Es una insensatez. A aprender se aprende aprendiendo, igual que a nadar se aprende tirándose a la piscina. No hay algo así como un «aprender a aprender a nadar» que luego te permita aprender a nadar. Además, si para aprender es preciso «aprender a aprender», previamente habrá que «aprender a aprender a aprender», lo cual nos lleva a un retroceso al infinito de consecuencias metafísicas impredecibles.
- ¿Para qué sirven las facultades de Educación?
- Tal como están, para nada, y no hay más que ver el bajísimo nivel de quienes salen de ellas.
- Dígame cinco cosas que cambiaría para mejorar la educación en España.
Primero pondría un Bachillerato considerablemente más largo y riguroso. El PP había prometido un Bachillerato de tres años -un paso tímido, pero en la buena dirección-, pero no cumplió su palabra. Segundo, una FP más temprana para aquellos a quienes no les atraiga ese Bachillerato. Tercero, una reválida tras la enseñanza común y otra al finalizar el Bachillerato. Cuarto, enseñar cosas y contenidos: sin memoria no hay aprendizaje posible. Y quinto, el profesor ha de ser una autoridad y la disciplina, una exigencia irrenunciable.
- En la era Google, ¿es más importante que los docentes tengan una buena base de conocimientos concretos o que se centren en aprender a cómo transmitirlos de forma eficiente?
- Google no es más que una gran enciclopedia en la que se pueden consultar datos puntuales. Pero nadie aprende Gramática, Latín, Matemáticas o Historia navegando por internet. La figura del profesor que sabe mucho y ama el saber sigue siendo imprescindible.
- ¿Por qué es importante la autoridad?
- La autoridad es indispensable porque nadie quiere ser educado; por eso se habla de «enseñanza obligatoria». Y, cuando a los profesores se les despoja de la autoridad, el resultado no es una alegre camaradería entre los estudiantes, sino la tiranía de los más gamberros sobre los demás.
- ¿Se han convertido en tabúes el esfuerzo y la excelencia?
- Son tabúes porque quienes van de políticamente correctos sostienen que la culpa del fracaso escolar es del sistema, como si todos los niños fueran buenos y trabajadores. Lamentablemente no es así, un niño puede ser vago y mala persona y, si esto se disimula con el lenguaje políticamente correcto, nunca conseguiremos que deje de ser vago o mala persona.
- ¿Qué opina del cambio educativo que han hecho, por ejemplo, los jesuitas en Barcelona quitando libros de texto, asignaturas, horarios y exámenes, y de otras metodologías que están tan de moda últimamente, como la flipped classroom o aula invertida?
- Dicho así, parece un delirio impropio de una orden que ha dado tantos y tan buenos intelectuales. El estudio requiere organizar lo que se estudia (precisamente por medio de asignaturas), un estudio sistemático y ordenado (esto es: horarios) y unos controles (exámenes).
- ¿Qué piensa de la educación emocional?
- Uno se educa emocionalmente, sobre todo entre los amigos y la familia, y en la escuela se ha de aprender aquello que ni la familia ni los amigos pueden enseñar. Ahora bien, también enseñando contenidos se pueden inculcar criterios morales y crear un ambiente donde los alumnos puedan hacer amistades y ayudarse unos a otros.
- ¿Cómo les decimos a los jóvenes que lo que importa es esforzarse cuando en este mundo en el que vivimos el esfuerzo ya no garantiza nada?
- Si quien se esfuerza no tiene nada garantizado, quien no se esfuerza lo tiene mucho menos. Y no hay aprendizaje que no requiera esfuerzo, trabajo y constancia.
- ¿Qué se hace con los alumnos que no quieren aprender?
- A quienes no les interesa una enseñanza más académica hay que darles otras alternativas, como puede ser la FP, pero no se les puede tener encerrados para que no dejen aprender a quienes sí quieren.
- ¿Tienen los alumnos españoles demasiados deberes?
- A mi juicio, hacen muchas tareas inútiles. Los trabajos de recortar y pegar llevan mucho tiempo, no son nada instructivos y pringan a toda la familia. Una redacción de pocas líneas, una suma de fracciones o memorizar un poema o la lista de los reyes de la Casa de Austria son cosas más útiles y llevan menos tiempo.
...La autoridad, el mérito, la cuantificación, el sentimentalismo, la creatividad, la diversidad, el esfuerzo y el éxito son algunos de los temas que ordenan la letal antología. Pero, de un modo u otro, todos ellos acaban enroscándose en torno a la responsabilidad, que es la víctima fundamental de la nueva pedagogía. Cuando se habla de responsabilidad automáticamente se piensa en la del educando. Y no hay duda de que la nueva pedagogía facilita su destrucción. Sin embargo, mucho menos se subraya la irresponsabilidad que el plan pedagógico otorga al educador, y que tan fácil le hace la vida consciente. No he logrado nunca imaginarme a uno de esos funcionarios, expertos en la gestión de ludotecas, volviendo a casa como los viejos maestros; o, al menos, seamos justos, como yo imagino que volvían: agobiados por los problemas de los alumnos y rumiando su solución más allá de las paredes de la escuela. La nueva pedagogía propone una briosa superación del conflicto, sea el de la ignorancia o el de la conducta asocial, que es la de no reconocer la existencia del conflicto.
Al acabar la lectura de este libro, por lo demás tan divertido, tan malignamente divertido, como lo son los efectos de los resbalones o la actividad generalizada de los merluzos, se tiene la sensación de haber descubierto la piedra filosofal de algunas postraciones españolas, que se reflejan en la política y en la calidad del debate público. España es hoy un lugar (dios me libre de llamarle nación y aún menos Estado) atravesado de punta a cabo por el bullshit, esa palabra inglesa que puede significar muchas cosas dentro del ámbito de la chorrada, pero que a mí me gusta llamar «caca de la vaca», en la traducción afortunada del periodista Santiago González.
Este prólogo, en razón de su género escueto, debe abstenerse de desarrollar la fecunda relación entre las mentiras pedagógicas y las mentiras políticas. Pero no renunciará, en su empeñada invitación a los lectores, a que tengan en cuenta que a partir de la página siguiente van a tener el placer y el temblor de encararse con el bullshit originario.
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