José Luis Garci salta al ring
El cineasta publica Campo del gas,
un homenaje a los mejores días del boxeo,
una de sus mayores pasiones.
El cineasta publica Campo del gas,
un homenaje a los mejores días del boxeo,
una de sus mayores pasiones.
Es un viaje por una de esas pasiones de la infancia que no desfallecen; en su caso, el boxeo y la lucha libre, las veladas de los combates irrepetibles, el olor del cuadrilátero, la magia de las 12 cuerdas, "¡segundos, fuera!".
El Campo del Gas es hoy un parque con perros melancólicos, gentes que guardan una prudente distancia y pintadas de plaza dura a medio construir. Pero entre los años 50 y 70 del siglo pasado fue, al parecer, un templo del boxeo que en las noches de verano congregaba a miles de aficionados al 'noble arte'.
En la aparente sencillez de la evocación, la complejidad de Campo del Gas reside en su mezcla de nostalgia y mito, en su deseo apasionado de recordar sin filtros. La huida de la grandilocuencia es tal vez su seña de identidad.
Y quizá el mejor ejemplo de esa alergia a las grandes teorías, sea la tesis que el cineasta desliza en las páginas más sorprendentes del libro: las que reivindican la lucha libre como vanguardia del pop, como anticipo de lo que ocurriría en los 60. Quizá todo estaba allí: en la puesta en escena tan chillona, la representación de batallas irrepetibles libradas por personajes convencidos de su papel, las capas de colores imposibles, las máscaras y la cartelería del espectáculo único.
No había impostura, sostiene Garci, en aquellas veladas en otro templo, el Price, que terminaban con el último metro. Tan sólo emoción y nobleza, exceso compartido. Eso eran Chausson y Victorio Ochoa, abrazados después de un brutal combate. Eso significaba Stan Karolyi, de edad inconfesada, luciendo un cinturón que exhibía a los aficionados en un acto cuasi religioso.
En la España actual, publicar un libro a favor del boxeo no es nada habitual; si ese volumen, además, canta a la lucha libre, se sitúa ya en las antípodas de lo políticamente correcto. Eso es lo que acaba de hacer José Luis Garci, colaborador y amigo de esta casa, con su nuevo título, Campo del gas.
Como es habitual en sus libros, reúne Garci varios artículos previos. La unidad viene del lugar que le da título: el viejo recinto del boxeo madrileño, donde él presenció tantos combates. Y nace del enfoque: evocaciones de ambientes, lugares, personas... También, de una época, la de su tránsito de la adolescencia a la edad adulta. En estas páginas, todo está envuelto en el blanco y negro de la nostalgia.
¿Por qué le atrae a Garci el mundo de los boxeadores? Porque son "gente sencilla, que buscaba el éxito y la fortuna, y, con ella, la felicidad, que es esa alegría continuada" (p. 24). ¿Por qué le gusta el boxeo? Porque la lucha es "el drama más antiguo" (p. 26). Y, a la vez, "lo que más tenía que ver con eso de enfrentarse a la vida" (p. 218). Y ve a la denostadísima lucha libre , el catch, como un arte "pop", que enlaza con ese "tablado de la antigua farsa", cantado por Benavente en el prólogo a Los intereses creados.
Los aficionados a estos dos deportes encontrarán, aquí, evocaciones deJim Corbett y Gene Tunney, de Primo Carnera y Joe Louis, de Ray Sugar Robinson y el recientemente desaparecido Clay... También, de escritores como Manolo Alcántara, Fernando Vadillo y Manolo el Pollero.
Recrea Garci olores y sabores, marcas cuyo simple nombre evoca ya una época: el Orange Crush, el papel de fumar Abadie, la roja crema dental El Torero, los cigarrillos Buby, los del elefante... Todo eso le lleva a hablar de muchas películas, de muchos libros queridos, de muchos amigos. Y de su padre, que le llevaba al Campo del Gas, como a tantos sitios...
En una carta, sueña Hemingway con un cielo donde él tendrá una mansión llena de mujeres hermosas y un abono perpetuo a la barrera de una Plaza de toros. Para Garcí, el paraíso sería el lugar donde, saltándose la cronología, podría ver a Joe Louis peleando con Cassius Clay o a Jack Dempsey, con Rocky Marciano...
Al fondo, una creencia seria e importante, resumida en una frase que atribuye a su padre: "La mejor cultura es la que forma parte del entretenimiento" (p. 134).
Reivindica Garci algunas palabras que ya no están de moda, como si formaran parte del castellano antiguo: "Emoción... aventura... honestidad" (p. 34). En el boxeo, lo mismo que en la literatura y en la vida, busca Garci, ante todo, las emociones. Ya lo dijo don Antonio Machado: "Poesía, cosa cordial"; es decir, lo que nace del corazón.
Este Campo del Gas significa la "busca del tiempo aprendido" (p. 224) de José Luis Garci. Y de todos los que, leyéndole, somos sus amigos. A él se aplica el elogio que su padre – citado, una vez más – hizo de Manolo Alcántara: "Leerle es como recibir cartas de un amigo" (p. 173).
«Primero me tildan de derechista. Después de racista. Ahora de machista. Está de moda conseguir que la gente se sienta culpable por diferentes cosas. A mí me da igual, porque sé en qué puto lugar del planeta estoy y me importa un bledo». Clint Eastwood
En España, cada vez más, se está imponiendo alienadamente "lo políticamente correcto", sino te criminalizan por no ser un borrego más.VER+:
0 comments :
Publicar un comentario