El autor de Náufragos de antaño
reavivó la memoria de este naufragio
reavivó la memoria de este naufragio
CUANDO LA COSTA DE LA MUERTE
SE GANÓ SU NOMBRE
SE GANÓ SU NOMBRE
El 'Serpent' encalló el 10 de noviembre de 1890, sólo se salvaron 3 marineros.Los fallecidos fueron enterrados allí mismo en el 'Cementerio de los ingleses'.Parte de la proa del barco se conserva en una vivienda particular de Camariña.
Eran las 10 y media de la noche de hace 123 años y un día. El HMS Serpent se acercó más de lo que debía al cabo Vilán, y la Costa da Morte no se lo perdonó. Entre más de 170 tripulantes, solo tres salvaron la vida. La memoria de aquellos náufragos se guarda en el Cemiterio dos Ingleses, al lado de la playa de Trece, en Camariñas. Hace ya más de dos décadas, Juan Campos Calvo-Sotelo, autor del libro Náufragos de antaño, se acercó allí, el mismo día, a la misma hora, para un solitario homenaje al que cada año se han ido sumando más adeptos.
-¿Cómo comenzó este tributo?
-Surgió a raíz de escribir el libro. Me metí mucho en la vida, y sobre todo en la muerte, de los pasajeros de estos barcos. Se me ocurrió bajar el 10 de noviembre, a la hora exacta del naufragio, a A Punta do Boi. Al año siguiente, se lo comenté a varias personas y así hasta ahora, que se ha convertido prácticamente en una tradición.
-¿Fue usted solo al lugar?
-Sí, sí. Puede que la memoria me traicione, pero fue así. Bajé solo hasta el cementerio y me encantó la experiencia. Escuchar el ruido del mar, el viento y la lluvia en medio de la noche es algo incomparable.
-Además, en pleno noviembre y a esa hora de la noche, el homenaje es aún más romántico si cabe, ¿no?
-Esa es la idea. Honrar la memoria de las muchas personas que han perdido la vida frente a esta costa. No solo a los del Serpent, sino a los muchos otros accidentes que han ocurrido aquí. Lo que lo hace especial es el cementerio, el único de Galicia para las víctimas de un naufragio, y por ello es el lugar apropiado. Además, es un enclave especial, lleno de belleza, en el que aún no se ha construido nada.
-¿Cuál es la historia del buque HMS Serpent?
-Era un crucero de tercera clase de la Marina Británica. Había salido de Plymouth y se dirigía a Sierra Leona. Su casco estaba pintado de blanco, a diferencia del resto de los buques, que eran negros, para combatir el calor de África. A la altura del cabo Vilán, unas corrientes lo arrastraron demasiado a las rocas y allí se quedó. Es el tercer naufragio en número de víctimas.
«Serpent», una tragedia de leyenda
Se han cumplido 125 años del naufragio
del torpedero en la Punta do Boi de Camariñas,
del torpedero en la Punta do Boi de Camariñas,
donde perecieron 173 hombres de la Royal Navy
«Aquí ha sucedido una catástrofe inmensa que llamará la atención de Europa y del mundo entero». Así describía hace 125 años La Voz de Galicia la tragedia del HMS Serpent, el torpedero de la Royal Navy que a las 22.30 horas del 10 de noviembre de 1890 cabalgó a ciegas sobre el cuerno de la Punta do Boi de Camariñas y dejó el mar sembrado de muertos. Fueron 173 los hombres tragados por el Atlántico. Solo 142 pudieron recibir sepultura. Los demás ni aparecieron.
Mañana se cumplirá el 125 aniversario de aquel naufragio y tanto en la localidad camariñana como en A Coruña se celebrarán diversos actos. El Concello camariñán y la Real Liga Naval Española han programado por este otro 10 de noviembre a las 21.30 horas una representación teatral, discursos, una actuación musical y una ofrenda floral en el Cemiterio dos Ingleses, donde fueron enterradas las víctimas del suceso. Estará presente Paul Lemkes, agregado de defensa de la Embajada británica. Hoy, la Asociación de Amigos del Museo Militar de A Coruña y la entidad The Royal Green Jackets tiene una conferencia, a cargo de Juan Campos Calvo-Sotelo, autor del libro Naufragos de Antaño, y mañana se inaugurará una exposición sobre el HMS Serpent,
La tragedia del crucero británico es, como dice Juan Campos, el «símbolo de los naufragios» de la Costa da Morte, una tragedia de leyenda que marcó el alma colectiva de toda una comarca. El Serpent había zarpado de Playmouth a la una y media de la tarde del 8 de noviembre con destino a la costa occidental africana. Llevaba 176 hombres. Iba a sustituir a su gemelo Archer en el patrullaje de las costas sudafricanas. Era un torpedero de acero reforzado en la línea de flotación, de 68,58 metros de eslora y 10,97 de manga, que al añadirle seis cañones su proa cabeceaba en exceso.
Eran días de temporal y la tripulación ya no tenía muchas ganas de zarpar. El estado del mar iba empeorando y el buque avanzaba a una velocidad de nueve nudos y con el rumbo errado hacia su más que segura desgracia. A las diez y media de la noche del día 10 las campanas del crucero daban sus últimos tañidos. En ese instante dio contra un bajo sumergido a unos metros de la Punta do Boi. El comandante Ross ordenó a la desesperada dar máquinas atrás. «El Serpent retembló con el esfuerzo, pero no logró desasirse del garfio del Boi», escribe Juan Campos. Inmediatamente hubo orden de arriar el bote salvavidas, pero un «formidable cáncamo de mar levantó la popa del crucero y la aplastó contra la roca», sigue el autor. Bramaron los hierros en la oscuridad y el barco abrió en canal después de un espantoso golpe del acero contra la piedra. Llovía y el mar estaba tan enfurecido que intentaba tragarse todo cuanto hallaba. La nave del imperio británico ya era un juguete roto que se movía a capricho de las olas, que empezaron a engullir a los hombres, que luchaban desesperados contra una muerte segura. Se salvaron tres: Frederik Gould, Edwin Burton y Onesiphorus Luxon, que se habían puesto los chalecos de corcho. Estos supervivientes tuvieron que identificar los 142 cuerpos sin vida y mutilados de sus compañeros que fueron apareciendo en los 45 días siguientes.
A menos de 12 metros de profundidad aún quedan diversas municiones
Los restos del Serpent, que fue objeto de varias campañas de desguace, están a unos doce metros de profundidad, a seis en marea baja. Miguel San Claudio Sanmartín, arqueólogo subacuático, hizo una campaña de inspección para Patrimonio y detectó que el precio fue objeto de expolio por una banda organizada. Vio agujeros y cortes en lo que queda del torpedero y apreció la ausencia de varias piezas. Describe que del casco queda poco, pero sí «quedan muchos objetos dispersos». Sobre todo municiones de artillería y de armas ligeras y material diverso, todo ello a disposición de quienes bajen a recogerlo y llevárselo sin ningún tipo de impedimento.
Esta situación no es distinta a la de centenares de restos de embarcaciones de todos los tiempos que yacen en los fondos marinos de la Costa da Morte, frente a la que durante siglos navegó media humanidad. «Están así mientras no seamos capaces de proteger, estudiar y poner en valor este legado cultural», señala San Claudio, quien cree que este abandono provoca que «estemos siendo el hazmerreír del mundo».
Cementerio único
Juan Campos, que además de escribir Náufragos de antaño es un apasionado de la investigación de todo cuanto rodea y ha rodeado al Serpent, señala que el Cemiterio dos Ingleses, donde están enterradas 142 de las 173 víctimas de la tragedia de Punta do Boi, es la única necrópolis del mundo dedicada de forma específica a los muertos de un solo barco. Aunque cuando se estableció el camposanto junto al arenal de Trece ha había por allí enterrados algunos de los 37 fallecidos en el hundimiento del Iris Hull, en 1883. «En toda Europa no hay un cementerio como el de los ingleses de Camariñas. No me consta que haya otros», sostiene Campos, que ha cedido su colección de fotografías, grabados, cuadros y otros muchos objetos relacionados con el Serpent que a partir de mañana estarán expuestos en el Museo Histórico Militar de A Coruña. La inauguración será a las 20.30 horas. El mismo día, media hora más tarde, habrá una ofrenda floral en el jardín de San Carlos, donde hay una placa que recuerda la tragedia de Camariñas.
Aún se conservan muchos de los objetos relacionados con el buque. El mascarón de proa, que representaba a un encantador de serpientes, quedó dividido en varias partes, que han sido objeto de subastas. Una de ellas se conserva en una vivienda de Muxía.
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