EL Rincón de Yanka: SENTIDO DE CULPA Y SENTIDO DEL PECADO

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miércoles, 17 de septiembre de 2014

SENTIDO DE CULPA Y SENTIDO DEL PECADO

EL TÉRMINO JURÍDICO "CULPA", "CULPABILIDAD", "CULPABILIZAR" Y AFINES DEBERÍAN SER ELIMINADOS DE NUESTRO DICCIONARIO PSICOSOCIAL

Sentido del pecado y sentido de culpa son dos realidades claramente distintas, en el sentido de que el uno deriva de una vida de fe y el otro proviene del contexto psicosocial del sujeto.


El sentido del pecado se puede definir como un acto de comprensión por haber realizado (o querer realizar) una falsa absolutización de aspectos propios creaturales, apartándose de Dios como único fin verdadero en sentido absoluto. Este sentido del pecado no se reduce a un simple acto racional, sino que constituye un "sentir" efectivo, filtrado del entero sujeto viviente, de fallar en la propia orientación de fondo. En todo caso, este sentimiento será genuino en la medida en que tenga su origen y sea alimentado por la conciencia teológica, es decir, por la vida auténticamente orientada según la fe. Se puede hablar del sentido del pecado en la medida en que entran en juego motivos fundados en la revelación de Dios al hombre: lo demás es extraño al ámbito de la fe y, por tanto, se diagnostica y se cura mediante la obra organizadora del hombre.


Es de advertir que una característica fundamental de la revelación cristiana del pecado es la del amor de Dios y su perdón. Todo sentimiento de desesperación y de miedo después del pecado no estará dictado consecuentemente por la fe y deberá ser curado mediante otras terapias.

El sentido de culpabilidad aparece como una realidad ambivalente; es un elemento negativo cuando asume formas patológicas que llevan al sujeto a enclaustrarse en sí mismo en una actitud de angustia, de resignación y de pasividad. Pero se convierte en algo positivo cuando el dolor experimentado estimula al sujeto a salir de su situación, partiendo de motivaciones dictadas por el conocimiento de la razón e inscritas en el contexto del desarrollo global de toda la persona.

El sentimiento de culpa es una de las emociones más inmovilizantes y destructivas que podemos experimentar, que suele aparecer en algún que otro momento de nuestras vidas. Hay personas que tienen una especie de vocación por la culpa ya que no sólo se sienten mal por lo que han hecho sino incluso por lo que podrían llegar a hacer. Obviamente, éste no es un sentimiento agradable y haríamos cualquier cosa por desembarazarnos del mismo.

Las raíces de la culpa pueden rastrearse hasta la infancia; sobre todo si la persona tuvo que lidiar con padres o profesores que les hacían sentir culpables por cualquier cosa que hiciese mal. La frase: “deberías avergonzarte lo que acabas de hacer”, probablemente le suene familiar a más de uno.

Obviamente, todos cometemos errores de los cuales no estamos particularmente orgullosos pero mirar al pasado constantemente recriminándose por los mismos supone un gasto de energía innecesario que no nos reporta nada positivo. El sentimiento de culpa simplemente nos encierra en un círculo masoquista que se hace cada vez más estrecho.

En muchas ocasiones el sentimiento de culpa llega a ser tan fuerte que provoca signos físicos como la sensación de presión en el pecho, el dolor de estómago, un fuerte dolor de cabeza y sensación de peso en los hombros. A esto se le suman los pensamientos recurrentes de auto reproche, agresividad hacia uno mismo y un fuerte desasosiego.

En la base del sentimiento de culpa se entrelazan disímiles formas de relacionarse con el yo. Por ejemplo, la mayoría de las personas que experimentan constantemente el sentimiento de culpa tienen una baja autoestima y no se creen merecedores del amor o de las gratificaciones que le brinda la vida por lo que aprovechan el más mínimo error para auto castigarse. En el otro extremo, se encuentran las personas perfeccionistas para las cuales cualquier error es una buena excusa para auto reprocharse y criticarse constantemente.

Estas personas tienen en común un pensamiento rígido y polarizado. Es decir, aprecian el mundo en blanco y negro: las cosas o son buenas o son malas, o están bien o están mal. No saben apreciar la infinidad de tonalidades que existen entre estos dos colores porque su forma de pensar es demasiado estricta y estereotipada. Por ende, son prácticamente incapaces de analizar los aspectos positivos y negativos de una situación ya que tienden a mover la balanza en un solo sentido.

Otro aspecto esencial para comprender la culpa es la ruptura que ésta representa en nuestro sistema de valores. En otras palabras, experimentamos sentimientos de culpa cuando hacemos algo que se aleja de los valores que hemos asumido como justos y positivos. Sentimos culpa cuando nuestro comportamiento no cumple con nuestros cánones y, por ende, nos recriminamos.

No obstante, debe puntualizarse que la culpa se manifiesta de diversas formas:

- Quienes se sienten culpables de todo lo ocurrido, incluso si no es su responsabilidad.

- Quienes culpabilizan a los demás de todo lo ocurrido para liberarse de la cuota de responsabilidad individual.

- Quienes ponen la responsabilidad en las circunstancias pensando que nadie tiene la culpa de nada sino que son las situaciones del medio las que determinan los comportamientos.

Evidentemente, cualquiera de estas expresiones de la culpa son igualmente negativas y dañinas para la persona ya que las responsabilidades se difuminan y seremos incapaces de tomar las riendas de nuestra vida.

Obviamente, en muchas ocasiones (sobre todo cuando éstas desbordan nuestros recursos psicológicos), nos vemos sumergidos en la culpa. El problema en sí no radica en no sentir la culpa (porque sobre esto no podemos accionar) sino en manejar estos sentimientos y afrontarlos desde una perspectiva positiva. Para lograrlo es esencial que asumamos algunos pasos:

1. Abandonar el pensamiento polarizado y asumir una postura más flexible. Para esto el mejor ejercicio es pensar en los aspectos positivos y negativos que encierra cada situación a la cual nos enfrentamos cotidianamente. Apreciando las diversas facetas de las situaciones y comportamientos podremos percatarnos que la vida no es en blanco y negro sino llena de matices.


2. Hallar las causas de los sentimientos de culpa desarrollando un diálogo interior. Este diálogo interior (siempre que sea sincero) nos develará algunas ideas irracionales de causa y efecto. Por ejemplo, la madre experimenta sentimientos de culpa porque estaba en el trabajo mientras el hijo sufría un accidente doméstico bajo la supervisión de la cuidadora. La lógica nos indica que ella no tenía forma de presuponer o evitar el accidente y que necesita trabajar para poder mantener la familia, por ende los sentimientos de culpa son totalmente infundados. En muchas ocasiones la clave para eliminar la culpa radica en saber repartir las responsabilidades asumiendo aquella cuota que nos corresponde, pero no más allá.

3. Planificar el futuro. Aún si asumimos nuestra responsabilidad en una situación y cometimos un error, lo más productivo es mirar al futuro y pensar en cómo podemos subsanar el daño. La culpa nunca es la solución porque nos encierra en la trampa del inmovilismo y el sufrimiento.

Finalmente, quisiera terminar las reflexiones con una frase de la sabiduría popular que hace referencia directa a la preocupación y que podría aplicarse a los sentimientos de culpa. Obviamente es extrema, pero ejemplifica el sentir con el cual en algunas ocasiones deberíamos asumir los hechos que se escapan de nuestro control:

¿Tiene solución? Entonces, por qué te preocupas…
¿No tiene solución? Entonces, por qué te preocupas…


EL SENTIDO DE CULPA NO ES DE DIOS

Esta reflexión de tipo psicológico nos proporciona el enlace y el pase lógico al plano moral, no en el sentido de una ruptura, sino en el de una continuidad; lo mismo que el plano moral, realmente totalizante en el nivel que le es propio, será un momento que debe integrarse en la visión de la fe, que para un cristiano es el único que puede resultar totalizante de manera última y definitiva.


Pecar es faltar al amor para con Dios o con el prójimo Además de ser una injusticia, el pecado es la antítesis de una fe coherente. Más aun, la incoherencia puede romper total o parcialmente las relaciones de amistad con Dios. Admirable el criterio del Catecismo de la Iglesia. A la hora de concretar lo que es el pecado, pone énfasis en el amor: «el pecado es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso (desordenado) a ciertos bienes» (CEC 1849). «El pecado es una ofensa a Dios: “contra ti, contra ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí” (Sal 51,6). El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de El nuestros corazones» (CEC 1850; cf. 1871).



Cristo nos revela el sentido de nuestra existencia y la respuesta al anhelo de nuestro corazón. La Iglesia, al darnos a Cristo, nos da lo que más deseamos y en última instancia lo único capaz de satisfacernos. 

En este «valle de lágrimas» habrá inevitablemente desilusiones, tragedias y sufrimientos, y todo el tiempo la Iglesia nos orienta más allá de este horizonte, hacia el seno de la Trinidad, donde Cristo está preparado una morada para nosotros. Cristo nos muestra por lo tanto el sentido redentor del sufrimiento. A través de los sacramentos de la Iglesia, encontramos a Cristo y nos renovamos y transformamos continuamente, en la medida en que crece nuestra unión con Él. 

En cualquier caso, la Iglesia necesita tener en cuenta la específica función que la ciencia psicológica pueden desempeñar, especialmente si está en manos de terapeutas bien formados y equilibrados que comprendan la enseñanza de la Iglesia sobre la libertad y la dignidad humana. 

La colaboración mutua de la ciencia humana y el trabajo pastoral es de suma importancia, y si se realiza en armonía, puede llevar almas a Cristo y promover el establecimiento del Reino de Dios en esta tierra.


Para tener el sentido del pecado según Benedicto XVI: “Por este motivo, el sentido del pecado --que es algo diferente al "sentido de culpa", como lo entiende la psicología--, se alcanza redescubriendo el sentido de Dios. Lo expresa el Salmo Miserere, atribuido al rey David con motivo de su doble pecado de adulterio y de homicidio: "Contra ti --dice David dirigiéndose a Dios--, contra ti sólo he pecado" (Salmo 51,6) (En el Ángelus del 13 marzo, 2011).

Aprenda a identificar las emociones
A continuación daré un listado de emociones más comunes dónde podrá aprender más acerca de cada una de ellas y cómo superarlas.


Compasión
Confusión
Desesperación
Desconfianza
Esperanza
Fastidio
Hastío
Hostilidad
Indiferencia
Insatisfación
Irritación
Negación
Odio
Paciencia
Pánico
Pesismismo
Rebeldía
Rechazo
Rencor
Resignación
Satisfacción
Serenidad
Esperanza
Tranquilidad
Ternura
Timidez
Tristeza
Valentía