Lo más estúpido que hay es beber agua embotellada en Madrid o en La Coruña
Si alguna vez os habéis parado a mirar el lateral de los envases de detergente para la ropa, habréis visto que hay un mapa que indica la dureza del agua por regiones. Esa dureza, que no es más que la cantidad de compuestos minerales en el agua (en especial sales metálicas de magnesio y calcio), es, junto al cloro, uno de los factores más influyentes en el sabor del agua. Además de al sabor, estas sales también afectan a la sensación de “pesadez” del agua.
Todo esto viene a cuento de que el otro día, de viaje en Madrid, se nos acabó el agua que traía embotellada de casa y decidí beber agua del grifo, algo para lo que hay que estar muy sediento en mi ciudad. Ya estaba yo frunciendo el ceño a la espera de ese sabor desagradable en el paladar cuando un líquido ligero, insípido y hasta yo diría que fresco se deslizó por mi boca.
Incrédulo, me bebí otro vaso para comprobar que no había sido fruto de mi imaginación mientras pensaba para mis adentros que el agua embotellada es una tontería cuando el agua del grifo es de calidad.
Sí que es cierto que el agua mineral embotellada es recomendable para aquellos que necesiten aguas de mineralización muy débil, como personas con la tensión alta o cuyo sistema renal no excreta bien el calcio por poner un par de ejemplos. Pero salvo esos casos puntuales, el agua del grifo es tan saludable como la embotellada, así que solo nos queda el argumento del sabor.
En mi ciudad el sabor del agua corriente es realmente desagradable incluso dejándola reposar en la nevera o filtrándola con jarras mágicas (aunque algo hace). Lo único que funciona es instalar sistemas de ósmosis inversa, pero eso no es algo que podamos hacer todos. Para que os hagáis una idea, vivo en un cuarto sin ascensor, subo el agua que me bebo a pulso y no me planteo beber agua del grifo.
En cambio, cuando voy a ciudades como Madrid o París, por poner dos ejemplos, pido agua del grifo en los restaurantes, bebo de las fuentes… porque el agua está realmente buena. Me atrevería a afirmar que poca gente sabría distinguirla del agua embotellada en una cata a ciegas. Por eso, cada vez que voy a un lugar con un agua corriente de calidad, pienso en la tontería del agua embotellada en según que ciudades.
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