Jesús es observador, se fija en los pequeños detalles de la vida.
Por ejemplo, se da cuenta de la viuda que da 2 monedas en el templo, que es todo lo que tiene.
Los demás sólo prestan atención a los ricos que echan en el cepillo de lo que les sobra.
Nos fijamos en lo espectacular, en lo llamativo y no caemos en la cuenta de lo sencillo, de lo humilde, de lo cotidiano.
Jesús se fija en esa viuda a la que nadie mira, la observa con cariño, con compasión.
Seguramente la viuda iba casi con vergüenza e intentando pasar desapercibida; sólo tenía esas dos moneditas para echar...
Pero Jesús está ahí, lo contempla y lo valora como algo muy grande.
Hay muchos más ejemplos en el evangelio de escenas de este tipo:
la levadura en la masa, el grano de trigo que muere, la importancia de los niños, la semilla de mostaza, etc.
El Reino de Dios se construye de esta manera, con pequeños detalles, con trabajos humildes, empezando por lo sencillo, grano a grano.
Decía Confucio: "Transporta un puñado de tierra todos los días y harás una montaña."
o Lao Tsé: "La más larga caminata comienza con un paso".
Nosotros queremos hacer grandes cosas, planificar importantes trabajos, contar con los mejores recursos, llegar a masas, especializarnos en pastorales, etc.
En definitiva, utilizar la metodología de este mundo pragmático y tecnológico, que todo lo mide y lo cuantifica.
Andamos inquietos y ansiosos por muchas cosas, cuando en realidad una sola es importante:
sentir a Dios en nuestro interior con toda el alma y el corazón, y sentir al otro como parte de ese Reino que vamos construyendo.
Ryoda
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