DONDE SE QUIEBRA LA LUZ
POETA ANTE LA CRUZ
Penitencial de Cristo Yacente de la Misericordia
y de la Agonía Redentora
Heme aquí con la palabra desnuda y de rodillas para ponerle letra, Cristo, a tu silencio.
☀
AMÓS 8, 9
Y en aquel día acaecerá –oráculo de Adonay Yahveh–,
que haré ponerse el sol al mediodía
y entenebreceré en pleno día la tierra.
Fue en esas horas de la tarde
cuando los cielos vaciaron luces y linfas
en la piel del río
y las espigas maduras del ocaso
naufragaron en sus aguas.
Fue en esas horas de todos los silencios
cuando callaron las flautas de los pastores
y los caballos
hubieron de pacer el aire
que exhalaba el relincho turbado de sus belfos.
Fue en esas horas de los cárabos
cuando las encinas desfloraban en los campos
sus azafranes más amargos
y la noche esperaba en la rezaga
con un silencio inquieto
que espantaba las palabras.
que espantaba las palabras.
Acaso así viniste, Señor, tú, a buscarme.
Sin voz y en ininteligible refulgencia.
Desde más allá del tacto de la tierra
y los sentidos.
Desde más lejos de aquellos majadales
ardidos de penumbra
ardidos de penumbra
donde yo, tantas veces,
hundía el vientre en las cenizas
mientras escribía
—ciertamente no sé cómo—
con agujas los gritos de los rincones
y las memorias
agarrotadas de las sombras.
¡Ah, Señor!
¡Cómo se inflama la soledad en el hombre
cuando llega la noche!
¡Cómo duelen lo silencios, las distancias,
la crucifixión
(inexorable)
del sol!
JOEL 1, 20
Incluso las bestias del campo braman hacia ti,
porque se han secado los
raudales de agua
y el fuego ha devorado los pastizales del desierto.
Acaso no sea solo el viento
o esa soledad del aire
que en palidez
se levanta
sobre los huesos más fríos del invierno.
Acaso no sea solo el silencio
o ese canto que en oreo viene
en penitente aleteo con los pájaros.
Acaso no sea solo el misterio,
el más allá de la colina
o la corriente que aprisa
se lleva el agua
del manantial al río,
y del río a la sal.
Acaso el sudor de los caballos, acaso
el temblor de los aleros, acaso
el espinazo encorvado de los perros.
Aquí donde se quiebra la luz
la muerte deslinda sus sombras
y en el hastial de la niebla
deja su voz
y el desafío inquietante
de sus fronteras.
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