Al asomarse a los balcones para ver en todo su esplendor los saltos de agua, miles de gotas de una lluvia dulce y chispeante caen sobre el cuerpo. El sonido de la caída del agua devuelve un estruendo ensordecedor, un rugido caudaloso que reverbera en sentido inverso. Pero el Parque Nacional de Iguazú no es sólo agua, una frondosa vegetación y una variada fauna pueblan uno de los rincones más fascinantes del mundo.En el idioma guaraní iguazú significa “agua grande” y nada puede ser más grande ni más lleno de agua que este Parque Nacional, que en 1986 fue declarado patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO.
Iguazú se encuentra en un trébol de fronteras pues sus márgenes coinciden con Paraguay, Brasil y Argentina, aunque son estos dos últimos los lugares desde dónde mejor se contemplan los saltos y los que disponen de mayor extensión en su territorio. Los tres países están unidos por dos puentes: el de la Amizada (Amistad), entre Brasil y Paraguay, y el Tancredo Neves, entre Argentina y Brasil. Fue en 1542 cuando el conquistador Alvar Núñez Cabeza de Vaca divisó las cataratas por primera vez, mientras realizaba un viaje desde el Atlántico hasta Asunción. Él fue quien le otorgó su primer nombre “Saltos de Santa María”, aunque con el tiempo recuperó su denominación guaraní.
Redescubrir el agua
La llegada de turismo en la zona comienza con el siglo XX. Se exploran terrenos hasta que el bosque los convierte en impenetrables. El río Iguazú es un afluente del Paraná, de 4.700 km. de longitud cuyo camino culmina en el Atlántico. A pesar de sus rápidos este río de 750 km. es navegable en amplios tramos. Sin embargo sus saltos de agua son conocidos en todo el mundo. Los saltos caen salvajes y rotundos sobre un desfiladero de 70 a 80 m. de profundidad. El ruido del agua al despeñarse se transforma en un rugido fiero y atronador que se escucha a varios kilómetros a la redonda. Durante la época de lluvias, cada hora, pasan por los saltos unos 140 millones de toneladas de agua, siete veces más que en las cataratas del Niágara.Cuando los rayos del sol se refractan en la espuma del agua, durante el día en la Garganta del Diablo, se forma un arco iris con una base de más de 120 m.
Cascadas y Saltos
El río serpentea a través de las altiplanicies de la meseta de Paraná y en ese recorrido va recibiendo el agua de los ríos que contribuyen a aumentar su caudal. Gradualmente encuentra su camino hacia el nivel del mar, cayendo a lo largo del borde del acantilado, y formando una medialuna de casi 3 km de largo, se encadenan 275 cascadas y saltos individuales separados por los islotes rocosos. Los saltos están rodeados de la belleza de la selva, y el paisaje se acompaña de los ruidos que nacen de su interior. Tucanes y loros de colores intensos pululan entre la espesura de un verde intenso casi imposible.Desde el Puerto de Iguazú parten diariamente numerosas embarcaciones que llevan hasta el interior del río a los visitantes.
Algo más que agua
El Parque es una de las mayores reservas forestales de América del Sur. Con una extensión de 185.000 hectáreas en Brasil y 55.000 en Argentina, el Iguazú protege en su territorio una amplia biodiversidad.Las altas temperaturas, la humedad y un régimen de precipitaciones de 2.000 milímetros al año permiten que Iguazú mantenga 2.000 especies de distintas plantas. Abunda el Lapacho negro, el Palo Rosa y el Palmito. Esta última especie es talada por traficantes que derriban ejemplares para comercializar su yema en forma clandestina.
No hay que olvidar que se trata de un paraje natural en el que los animales corretean a su antojo. Por las pasarelas colocadas para ver los saltos no es difícil ver a grupos de coatíes. Las mariposas son dueñas de los senderos con sus alas multicolores y las lagartijas trepan por las rocas y los troncos sin temerle a nada.
El yaguareté es una de las especies autóctonas, otra de las que abundan son el lagarto overo, el mono cai, los tucanes y los cuises. La hora de los vencejos es el atardecer, el momento en el que puede contemplarse para pasar en su nido la noche. Esta ave pequeña se protege con los huecos de las rocas, detrás de las cataratas, cruza el agua y desaparece.
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