Reino de Cordelia edita por primera vez en España «El hombre tranquilo», el libro que dio origen a la genial película
John Ford siempre tuvo muy buen ojo. Es más, durante unos cuantos años solo tuvo uno, ya que el otro lo perdió rodando un documental patriótico en la Batalla de Midway, según cuenta la leyenda (otros hablan de cataratas), y tratándose de Ford, hablar de leyenda suele ser hablar de verdad, como bien nos enseñara Jimmy Stewart en «El hombre que mató a Liberty Valance», genial cinta del director de origen irlandés, a la sazón conocido en gaélico como Sean Aloysius Martin Feeny, hijo de una familia de la maravillosa zona de Galway, en la siempre verde Erin.
El sexto sentido de Ford
Sí, tuvo ojo el realizador, no solo fílmico, sino literario para saber siempre dónde se guardaba una buena historia. Y su intuición narrativa no falló en 1936 cuando dio con aquellas palabras: «Shawn Kelvin era un muchacho despreocupado de diecisiete años cuando marchó a Estados Unidos en busca de fortuna, como tantos otros de los suyos. Y quince años después regresó a a su condado de Kerry natal, serenada la despreocupación y consumida la juventud. Si había hecho fortuna o no... eso nadie lo sabía».
El buen ojo de John Ford ABC Portada del libro Aquel cuento lo firmaba un tal Maurice Walsh y se publicó el 11 de febrero de 1933 en la revista norteamericana The Saturday Evening. Walsh lo había titulado «El hombre tranquilo», se llevó dos mil dólares de la época que no eran moco de pavo y tres años después lo incluyó en una novela llamada «Green rushes», poblada de irlandeses de pura cepa como lo era el tal Walsh. Shawn cambió de nombre por Paddy Bawn Enright, pero el meollo del libro era el mismo. La vieja Irlanda habitada por rebeldes del IRA, leyendas ancestrales como las peleas entre clanes familiares, cerveza a raudales, cuentos de los celtas nacidos al calor de la lumbre y un trago de agua de los dioses, y la deliciosa explosión de la generosa Naturaleza, niebla y acantilados, vacas y bueyes de categoría, la lluvia casi a diario, y canciones centenarias cantadas en gaélico. El libro se convirtió en un best-seller en el mercado anglosajón, pero hasta hoy en día que lo recupera Reino de Cordelia, con prólogo de Javier Reverte, nunca se había publicado en castellano.
Apuestas y boxeo
Maurice Walsh se había criado en la casa de su padre, un hombre de campo pero leído e ilustrado, al que le gustaba considerarse un aristócrata rural. Y allí en Kerry, a finales del XIX, la vida se le iba a los paisanos en trasegar en la taberna, practicar el boxeo y apostar en las carreras de caballos. Las peleas todavía eran habituales, y se cuenta que hasta los trenes detenían su marcha cuando se topaban con dos hombres dándose trompadas para que los viajeros se jugaran unos cuantos chelines apostando por el vencedor en la lid. Sin embargo, en aquel Kerry de bebedizos y druidas, Maurice se encontró con un montón de libros donde sumergirse durante su infancia y su adolescencia. No los desaprovechó, y con los años se convirtió en un escritor de enorme éxito, y en un irlandés de pro, a cuyo funeral, en 1964, acudió el entonces presidente del país, Éamon de Valera, uno de los artífices de la independencia irlandesa.
Por un puñado (pequeño) de dólares
John Ford además de tener buen ojo no era de los de tirar la casa por la ventana, y en 1936 le pagó a Walsh apenas diez dólares para asegurarse una oportunidad de poder llevar la historia al cine. Tiempo después el director pagó otros 2.500 dólares y ya en 1951 en el que fue el contrato final se gastó 3.500 pavos, que diría un tipo de la Cocina del Infierno.
Un año después, en septiembre de 1952, hace sesenta años, después de que John Ford tuviera muchos problemas para poder financiarla, la película se estrenó en los Estados Unidos y se convirtió en todo un éxito de crítica y de taquilla. Consiguió dos Oscar (uno de ellos para Ford) y tuvo otras cinco candidaturas. En España llegó a la pantalla en noviembre de 1954.
Los nombres de los protagonistas, Paddy Bawn Enright y Ellen Roe O’Danaher cambiaron tras el guión del genial Frank S. Nugent (también guionista de «Centauros del desierto», «El último hurra» y «La taberna del irlandés») y el propio Ford para llamarse Sean Thornton y Mary Kate Danaher, que encarnaron magistral y emotivamente John Wayne y Maureen O'Hara.
Y Kelly se convirtió en la maravillosa Isla de Inisfree (imaginada por el poeta y premio Nobel Irlandés William B. Yeats), la misma que de cabo a rabo se recorrieron John Wayne y Victor McLaglen dándose mamporros y trompadas, y un trago por aquí y otro trago por allá.
La isla del lago de Innisfree
William Butler Yeats
Me levantaré y me pondré en marcha, y a Innisfree iré,y una choza haré allí, de arcilla y espinos:
nueve surcos de habas tendré allí, un panal para la miel,
y viviré solo en el arrullo de los zumbidos.
Y tendré algo de paz allí, porque la paz viene goteando con calma,goteando desde los velos de la mañana hasta allí donde canta el grillo;
allí la medianoche es una luz tenue, y el mediodía un brillo escarlata
y el atardecer pleno de alas de pardillo.
Me levantaré y me pondré en marcha, noche y día,oigo el agua del lago chapotear levemente contra la orilla;
mientras permanezco quieto en la carretera o en el asfalto gris
la oigo en lo más profundo del corazón.
El talento de Maurice Walsh y el buen ojo de John Ford convirtieron este libro y esta película inolvidables en uno de los paisajes donde más ha disfrutado y retozado nuestro corazón.
VER ESTA VERSIÓN
DE LA ÉPOCA DE ORO DEL CINE MEXICANO
CON LUIS AGUILAR:
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