Cómo la Iglesia construyó
la civilización occidental
La civilización occidental nos ha dado el milagro de la ciencia moderna, la riqueza del libre mercado, la seguridad del imperio de la ley, un sentido único de los derechos humanos y de la libertad, la caridad como virtud, un espléndido arte y música, una filosofía fundada en la razón y otros innumerables regalos que la hacen la civilización más rica y poderosa de la historia.
Pero, ¿cuál es la fuente última de todos esos regalos? El autor de varios best-sellers y profesor universitario Thomas E. Woods nos brinda la por demasiado tiempo pospuesta respuesta: la Iglesia católica.
- Por qué la ciencia moderna surgió de la Iglesia.
- Cómo los sacerdotes católicos desarrollaron la idea de economía libre quinientos años antes que Adam Smith.
- Cómo la Iglesia católica inventó la universidad.
- Porqué todo lo que usted ha oído sobre el affaire Galileo es falso.
- Cómo la Iglesia humanizó Occidente insistiendo en la sacralidad de toda vida humana.
Woods intenta zanjar el problema de la teología, de la pastoral y de la Iglesia en la épóca moderna: devolver la razón a su propio lugar. A la razón, que se concibe dotada de autonomía, había que hacerla consciente de sus límites. A esto se dedicaron los grandes espíritus de la época moderna (Blondel, Maréchal y su escuela, Balthasar, De Lubac, Newman, y tantos otros).
El autor no está de acuerdo con el postulado de que durante los siglos XVI y XVII, el racionalismo es casi tan herético, en términos políticos, como la herejía religiosa representada por Pascal y el jansenismo. "La ciencia moderna surgió de la Iglesia", sentencia Woods. El Derecho en Occidente es en gran medida una aportación eclesiástica como lo demuestra el derecho canónico, de donde proviene la noción de "derechos fundamentales". El derecho canónico de la Iglesia Católica "introduce una serie de procedimientos judiciales de corte racional, además de complicados conceptos legales que acaban con ordalías arraigadas en la superstición".
Ninguna institución ha hecho más para dar forma a la civilización occidental que la Iglesia católica, y en modos que muchos de nosotros hemos olvidado o nunca sabido. "Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental" una lectura esencial para redescubrir esta relegada verdad. De un modo sencillo y muy atractivo.
Aunque mucha gente sabe que los monjes de San Benito fueron los responsables de preservar la literatura del mundo antiguo, es en ese dato que termina lo que saben de ellos. Sin embargo, mientras más familiarizados estemos con la tradición monástica y sus contribuciones esenciales y poco conocidas para Occidente, más fácil será que entendamos por qué San Benito fue visto por Carlo Magno como el Padre de Europa.
Le debemos la restauración de la agricultura de gran parte de Europa a los monjes", señala un experto. "Adonde sea que llegaran", añade otro, "convertían lo silvestre en campos de cultivo, se dedicaban a la ganadería y la agricultura; trabajaban con sus propias manos, drenaban pantanos y limpiaban bosques lejanos. Gracias a ellos Alemania se convirtió en un país fértil. Algunos registros muestran además que "cada monasterio benedictino era una escuela de agricultura para toda la región en la que estaba localizado.
Incluso un experto que no simpatiza con los monjes escribió sobre ellos: "no solo establecieron las escuelas y fueron los maestros en ellas, sino que establecieron los cimientos de las universidades. Fueron los pensadores y los filósofos de entonces y dieron forma al pensamiento político y religioso. A ellos, colectiva e individualmente, se debe la continuidad del pensamiento y la civilización del mundo antiguo con el tramo final de la Edad Media y con el periodo moderno".
La Iglesia produjo una verdadera revolución en el transcurso de los años. No sólo creó las primeras Universidades, centros de conocimiento y pensamiento, que razonaron acerca de lo más importante, Dios, a través de la Teología, sino que también fue pionera en los avances en otras ciencias, tales como Astronomía, Física, Sismología, Derecho Internacional, Derecho Canónico, entre otras áreas. Del mismo modo, el libro sorprende mostrando a algunos teólogos españoles del siglo XV y XVI como los fundadores de la economía moderna, donde plantearon temas sobre el valor del dinero mucho antes que Adam Smith escribiese “La Riqueza de las Naciones”. Asimismo, Woods hace referencia a la participación de la Iglesia en el desarrolló del Derecho y en el concepto de Dignidad Humana.
Tras la muerte de CarloMagno en el siglo IX, la Iglesia Católica tomó la iniciativa de difundir el conocimiento que se había generado hasta ese momento, promoviendo la expansión de la educación. Los monjes de toda Europa se preocuparon que la luz que se había generado con el conocimiento adquirido en la antigüedad no se apagase, a pesar que un sinnúmero de hordas invasoras saquearan los monasterios, donde se custodiaba gran parte de estos conocimientos.
La contribución de los monasterios no sólo se encapsuló en la actividad cultural o intelectual. Es así como los Monjes Benedictinos se preocuparon de fomentar la Agricultura y su recuperación en gran parte de Europa. También abordaron la cría de ganado, técnicas de fermentación de cerveza, la apicultura y el cultivo de frutas. Es difícil encontrar otro grupo humano, cuya contribución haya sido tan variada, significativa e indispensable, como lo fue la de los monjes católicos de Occidente.
Éstos también trabajaron los metales, enseñaron las técnicas de la metalúrgica, lograron implementar una buena transferencia tecnológica, trabajaron el hierro y estuvieron a punto de lograr una revolución industrial. Aparte de su abnegado trabajo en la conservación de libros, agricultura y metalurgia, todas ellas de suma importancia para nuestra civilización, los monjes tuvieron una tarea de enorme relieve, como fue la preservación de las Sagradas Escrituras. Como se mencionó anteriormente, en el siglo XII se crean las primeras Universidades en las ciudades más prósperas de Europa. La Iglesia Católica ayudó a que los hombres que tenían cierta educación crearan las Universidades capaces de llegar a la verdad con sólidos argumentos.
Una de las ciencias donde la Iglesia más aportó fue a la Astronomía, donde muchos miembros de ella fueron grandes conocedores de esta disciplina, apoyando a Galileo en su presentación y confirmación de la teoría de Copérnico, con la cual cambió la teoría de un universo en torno a la tierra, a otra en donde se presenta un universo heliocéntrico. Posteriormente, los Jesuitas demostraron la teoría de Kepler , en la cual la órbita de los cuerpos celestes es elíptica. Por otra parte, otros miembros clericales trabajaron a través de los años, mejorando los instrumentos de observación.
La Iglesia Católica efectuó un aporte al estudio de la Astronomía como ninguna otra institución lo hizo, pero éste va más allá de esta ciencia: se sentaron las bases de la Ciencia Moderna y se desarrollaron las Matemáticas, la Geometría, la Biología, la Geología, incluyendo la Arquitectura, donde se creó el Arte Gótico, el cual se puede apreciar hoy en día en las ciudades más antiguas de Europa. Por otro lado, en el siglo XVI se produjo una reflexión filosófica por parte de los teólogos españoles, la que desembocó en el nacimiento del Derecho Internacional moderno, producto de los tratos que daban las coronas europeas a sus respectivas colonias. En este período se decretaron los inicios de la igualdad ante la ley, ya sean estos católicos, paganos o indígenas. Esto lo resume el siguiente párrafo del texto que se ha analizado: “quienes están en la gracia de Dios, no son mejores que el pecador o el pagano, en lo que concierne a sus Derechos Naturales”.
Por otro lado, Francisco de Vitoria indicaba que “cualquier gobierno, aunque fuera pagano, era igual de legítimo que uno católico. Cada Estado tiene los mismos derechos que cualquier otro y está obligado a respetar los derechos de los demás” . Estos teólogos decretaron que los indígenas estaban en posesión del “Derecho Natural”, lo que resultó en la conclusión que la dignidad humana fue la que separó al hombre del resto de los animales. Este concepto es común a todos los seres humanos y sólo ellos lo poseen. Esto condujo a la creencia que los indígenas, al igual que cualquier otro pueblo pagano, tenían sus propios Derechos Naturales y éstos no podían ser arrebatados por ningún otro pueblo o religión.
En cuanto a la economía, los pensadores de los siglos XVII y XVIII no sólo comprendieron y desarrollaron los principios económicos fundamentales, sino que defendieron la libertad económica y el libre mercado. Éstos se anticiparon al pensamiento económico que surgió en siglos posteriores con Adams Smith, en cuanto a precios, salarios, dinero y teoría del valor. Uno de los aportes más sustantivos fue la “Caridad Católica” en cuanto a cantidad y diversidad del trabajo realizado y el alivio del sufrimiento y de la miseria humana. Fue la Iglesia Católica quien inventó la caridad tal como la conocemos hoy en día.
Previo al catolicismo existió la caridad, pero los donantes actuaban movidos por el afán de notoriedad y alabanza o a la intención de obtener algún tipo de beneficio a cambio de ella. Su generosidad no respondía a actos de servir con el corazón alegre hacia los necesitados, sin esperar recompensa o reciprocidad. A modo de ejemplo se puede mencionar que en el siglo IV, la Iglesia comenzó a patrocinar la creación de hospitales a gran escala, de modo que toda gran ciudad poseía un centro sanitario.
Así mismo, se puede mencionar que en la época de las cruzadas se crearon las Órdenes Militares, quienes administraban los hospitales de Europa, como los Caballeros de San Juan (conocidos como los Hospitalarios), cuyo ejemplo se convertiría más tarde en la Cruz de Malta.
La Iglesia Católica revolucionó la práctica de la caridad, tanto en el espíritu como en su aplicación, aumentando las acciones caritativas de los cuidados de las viudas, huérfanos, pobres y enfermos. Otro de los aportes importantes fue el sentido y la relación entre el Estado y la Iglesia. Antiguamente el rey ocupaba una posición excepcional dentro de ésta, donde la figura real era considerada sagrada, dotada de derechos y poderes religiosos.
La reforma gregoriana delimitó las fronteras que debían separar al Estado y la Iglesia, a fin que ambos gozasen de la libertad necesaria para desempeñar sus funciones. Posteriormente el Derecho Canónico enseñó a Occidente a elaborar un orden legal coherente, sólido y estructurado, a partir de la costumbre, norma tipificada y otras fuentes dispersas. En este proceso de unificación de los sistemas legales en los Estados emergentes en Occidente, los juristas del siglo XII tomaron como modelo el Derecho Canónico.
Así también se utilizó su contenido para impulsar el derecho occidental en aspectos como el matrimonio, la pobreza y la herencia. La Iglesia Católica estableció también ciertos parámetros morales, ya que en Occidente la mayor parte de los principales valores tuvieron sus orígenes en la concepción católica que la vida humana es sagrada, estableciendo que cada persona poseía un alma inmortal. Antes que se estableciera este concepto, tanto los enfermos, los pobres como los débiles eran tratados en forma despectiva o simplemente abandonados a su suerte.
Otro ejemplo de la influencia de la Iglesia Católica lo hallamos en los conceptos morales de hoy día respecto de la guerra justa. Al respecto, la guerra sólo se justifica si el agresor comete una injusticia y esa injusticia la comete a un hombre bueno, por lo tanto es una injusticia humana. Al finalizar este ensayo, se puede mencionar que la Iglesia Católica hizo un aporte sustancial al engrandecimiento de la Cultura de Occidente, donde no solo impulsó las ciencias, sino que le dio una nueva visión al hombre en cuanto a su espiritualidad y relación con sus pares, que se establecieron y se consideran hasta nuestros días.
En su biografía de Santo Tomás de Aquino, G, K. Chesterton señala que desde que el mundo moderno comenzó en el Siglo XVI, ningún sistema filosófico se ha correspondido con exactitud al sentido de la realidad de todos, a lo que los hombres ordinarios llaman sentido común, Cada filósofo (Hobbes, Kant, Hegel...) partía de un punto de vista peculiar que requería el sacrificio de lo que llamaríamos el punto de vista sensato, Con fino humor, Chesterton nos cuenta que para un hegeliano un huevo es realmente una gallina porque es parte de un proceso interminable de venir a ser, o que un pragmático podrá creer que conseguimos lo mejor de los huevos si olvidamos que alguna vez fueron huevos y sólo recordamos la tortilla. En cambio, el tomista cree que los huevos no son ni gallinas, ni meras presunciones prácticas, ni siquiera un sueño, sino cosas atestiguadas por los sentidos que proceden de Dios.
Esta anécdota vino a mi cabeza tras leer el excelente libro de Thomas E. Woods que tengo el gusto de prologar, A lo largo de las páginas de "Cómo la Iglesia construyó la Civilización occidental" la amena erudición del profesor Woods nos ilustra esta verdad filosófica con multitud de ejemplos históricos: la fe cristiana apoya a la razón, la ilumina y nunca la desorienta. En cierto modo, hasta podríamos decir que el cristianismo irrumpe en la historia como la religión de la Razón. Una Razón, si bien es cierto, que trasciende infinitamente los modos humanos del pensar, pero que en modo alguno los anula.
Como bien se ha encargado de recordarnos el Santo Padre Benedicto XVI en su discurso de Ratisbona (discurso que sólo por malinterpretado ha podido resultar polémico) en el núcleo mismo de la revelatio cristiana, en el mismo prólogo del Evangelio de San Juan, la razón, el Logos, aparece Intrínsecamente unido a la naturaleza divina. Es más; la utilización del término Logos demuestra que la Inculturización de la revelación en los modos de pensar griegos no pudo ser fruto del azar, puesto que se da una natural afinidad entre el Dios VIVO de Abraham, Isaac y Jacob y aquella filosofía que descubrió en la razón humana el Instrumento para alcanzar la verdad. Este nexo se nos desvela definitivamente en la encarnación de Jesucristo, totalmente Dios y totalmente hombre, totalmente griego, podríamos decir en el caso que nos ocupa.
Los frutos que esta unión ha dado en la historia de Europa los rastrea el profesor Woods con gran acierto. Y ante la enumeración de tantos logros obtenidos en los campos del arte, la ciencia, la filosofía, el derecho, la técnica... se confirma la sospecha de que en Occidente, frente a las otras grandes civilizaciones, hemos Jugado con ventaja. Nuestro «as en la manga» ha sido la fe cristiana que, lejos de operar como un retroceso a lo irracional, tensa a la razón misma y la espolea hacia sus más altas cumbres. La fe católica nos remite en primer lugar a lo divino, a lo que por su propia infinitud nunca podremos acceder con nuestros modos de cognición finitos, pero al mismo tiempo Implica la afirmación de la racionalidad del hombre y del Ser. ¡Curiosa la fe de la Iglesia, que invita a los hombres a creer en el poder de su propia razón! Es esta la fe que, con su salvaguarda de los textos clásicos, elevó a Europa por encima de la barbarie posterior a la caída del Imperio romano, la misma fe que permitió soñar a Carlomargo con la construcción de una nueva Atenas. Y Si durante el Renacimiento carolingio se pudo asumir y comenzar a perfeccionar la herencia greco-romana, no se debió a que cualquier creencia religiosa permita, apoye, o al menos tolere, el desarrollo de la investigación filosófica y científica. Lo excepcional de la revelación cristiana consiste precisamente en que diciendo hablar desde un plano radicalmente superior al natural, sea capaz de asumir una cultura previa cuyo fundamento es la razón, y que no pretenda obviarla o abolirla (el profesor Woods nos ilustra con abundantes casos contrarios en la historia de las civilizaciones). En segundo lugar, no sólo mantiene la distancia con respecto a la razón, reconociéndole su legítima autonomía, sino que estos dos polos Inician un delicado y creativo equilibro por el que la fe asume el lenguaje de la razón para explicarse a los hombres y a su vez la razón, guiada por la fe, lejos de entumecerse, alcanza Inéditos y brillantes resultados en los más variados órdenes, tanto teóricos como prácticos. Todo es prueba fehaciente de que esta fe no es mala consejera.
Hoy podemos ver cómo el bello edificio de la civilización occidental, acosado por enemigos Internos y externos, se tambalea. En nombre de una malentendida libertad se pretende erradicar toda influencia de la Iglesia católica, no ya de la Vida pública, Sino de la esfera familiar e individual de la personas. Un posmoderno relativismo señala cualquier afirmación cristiana como una construcción histórico-cultural falsa y represiva que coarta los derechos y la felicidad de las personas. Al mismo tiempo, niega la posibilidad de que la razón pueda descubrir una verdad objetiva y, por lo tanto, un orden y una Jerarquía moral en la realidad.
El problema es aún más inquietante, puesto que muchas de las realidades del orden natural (por lo tanto accesibles a la sola razón humana e Imprescindibles para el correcto funcionamiento de cualquier sociedad) al haberse instituido durante el decurso de la civilización occidental, han tomado un barniz cristiano, siendo auspiciadas por la Iglesia, pero no «Inventadas» por ella. Sin embargo, ahora la Iglesia parece ser casi la única encargada de defender el orden natural que, como bien común, pertenece a todas las personas, sean católicas o no. Mientras tanto, sus seculares enemigos proceden, en una negación radical, al Intento de derrumbar todo orden, sea éste de raíz sobrenatural o natural.
Curiosamente, bien pensado no tanto, estos mismos enemigos del catolicismo que dicen oponerse a la Iglesia por los dogmas irracionales que ésta sostiene no prestan Igual resistencia a la hora de relacionarse con otros credos religiosos que, a parte de ser ajenos a nuestra tradición histórica, mantienen la creencia en un dios cuya naturaleza divina no establece vínculos con la razón. Aquí podemos ver cómo la fe en la razón permanece vinculada a la fe en Cristo y cómo la sinrazón no tiene por qué ser necesariamente materialista, sino que también facilita la creencia en cualquier principio religioso poco sensato. En cambio, el cristianismo siempre ha sostenido la gran cadena del Ser, mantenida por el Logos divino que precisamente dota de ser, de sentido, a toda la creación. A propósito de esto, Thomas E. Woods nos recuerda que ya el papa León XIII advertía que toda ley tiene un fundamento divino, tanto el que nos revelan las Sagradas Escrituras como el que se conoce a la luz de la razón, puesto que, en última instancia, es Dios mismo, como Logos, el fundamento de todo orden.
En las páginas de "Cómo la Iglesia construyó la civilización occidental" el profesor Woods comenta cómo las universidades, el compromiso con la razón, la argumentación racional y el espíritu de investigación que caracterizan a la vida intelectual de Europa debe tanto a la Iglesia católica, y cómo este hecho «acaso conserve siempre el estatus del secreto mejor guardado de la civilización occidental que ha merecido en los últimos cuatro siglos». Ojala que la publicación de su magnífico libro por fin desvele aquel oculto misterio. Así lo deseamos.
* El profesor Thomas E. Woods Jr. es el autor del best-seller The Politically Incorrect Guide to American History, así como de The Church Confronts Modernity: Catholic Intellectuals and the Progressive Era y The Church and the Market: A Catholic Defense of the Free Economy. Es licenciado y doctor por varias de las más prestigiosas universidades norteamericanas, incluidas Harvard y Columbia. Actualmente vive con su familia en Coram, Nueva York.
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