«Sólo hay dos cosas más hermosas que un arma…»
¿Cuáles son, don Eduardo? Se lo digo porque es el título de uno de sus libros.
Los relojes suizos y las mujeres, si hay que hacer caso al diálogo de Howard Hawks en Río Rojo… Yo no soy muy partidario de las armas, dicho sea de paso. Y no es una declaración retórica. Me gustan en las películas, pero no soy partidario de ese derecho constitucional norteamericano que les permite disponer de ellas, me temo que para usarlas. Las armas están bien como elemento literario, en el cine negro –género en el que usted es especialista– o en el western. Pero se trata de objetos que deben ser cuidadosamente apartados de la sociedad.
Además, esa frase la dice en la película un malvado, Cherry Valance, interpretado por John Ireland. Es un fuera de la ley.
Sí, es un pistolero.
Cuánto nos enseña el western sobre la épica, sobre la vida y sobre la psicología humana, ¿no cree?
No quiero ponerme muy trascendente, porque a veces, cuando te pones muy trascendente al hablar de una pasión –y para mí, el cine es una pasión–, olvidas lo más importante que hay en el arte, que es el entretenimiento.
Nunca he llegado a comprender esa distinción entre cine comercial y cine artístico, o entre cine serio y cine de evasión… Creo, y lo digo sinceramente, que existen el cine bueno y el cine malo. Y el cine bueno siempre tiene que ver con el entretenimiento.
El entretenimiento ayuda a muchas cosas. Ayuda a evadirte de problemas de la vida que, pese al dictum marxista, me parece que es algo realmente importante. A veces, te permite enfrentarte con humor a circunstancias trágicas y rebaja muchas tensiones.
No conozco ninguna obra de arte que no sea entretenida, y esto es aplicable en literatura, en música… Mozart era un artista popular. Y Cervantes tampoco era un autor elitista, ni muchísimo menos.
A veces, hemos convertido el arte, y en concreto el cine, en un objeto exquisito de disquisición.
El western nos ha enseñado, como decía André Bazin, la historia de Norteamérica. Nos ha enseñado muchos principios y valores, aparte de entretenernos: la dignidad, el coraje, la resistencia, el sacrificio, la formación de una familia, el valor del individualismo, la ley, el orden…
También el honor.
Cierto. Son películas muy morales.
Para terminar, díganos una frase cinematográfica que le emocione de una manera especial.
En realidad, hay muchas que me han emocionado, pero voy a quedarme con una que procede de un western, ya que me bautizan como fanático del género. La pronuncia McIntosh, el viejo explorador encarnado por Burt Lancaster en La venganza de Ulzana, de Robert Aldrich.
McIntosh acompaña a su teniente, Harry Garnett, en una peligrosísima incursión en territorio apache. El joven teniente se equivoca continuamente. Al final de la película, el explorador, que yace moribundo, pide un cigarrillo y le dirige un comentario a Garnett, cuando éste le pide perdón. [«No se atormente amigo. Tomó una decisión. Asúmala. Demonios, teniente, ninguno de nosotros es perfecto». «Supongo que liar un cigarillo no se le dará bien», añade. «Lo siento», contesta el teniente. Y McIntosh le dice: «No se preocupe. Aprenderá»]. Me parece una buena reflexión. Estamos continuamente aprendiendo de la experiencia la vida.
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