miércoles, 6 de enero de 2021

ORACIÓN DE SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT PARA LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS 💔💔💔


ORACION ARDIENTE DE 
SAN LUIS MARIA GRIGNION DE MONTFORT 
PARA PEDIR APOSTOLES DE LOS ULTIMOS TIEMPOS

San Luis Grignion y los actuales ataques a la Iglesia
(EL TALÓN DE MARÍA 
SON LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS -144.000-)

La actual saña del ataque laicista contra la Iglesia, nos lleva a preguntarnos el por qué de tanto odio. Es evidente no se busca solucionar el problema de la pedofilia practicada por algunos sacerdotes católicos. En realidad se trata, en la gran mayoría de los casos, de efebofilia, es decir, de relación con jóvenes. En otras palabras, de homosexualidad.

Se reconocieron las faltas, no basta. Se pidió perdón, pero no basta. Se castiga a los culpables, tampoco basta: la campaña continúa. ¿Quién no ve que es una persecución que se intenta lanzar contra la Iglesia para eliminar su influencia en el mundo de hoy?

San Luis María Grignion de Montfort, cuya fiesta se celebra el 28 de Abril, en su célebre "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen", nos da una explicación, válida para todos los tiempos. El santo comenta la maldición que Dios pronunció contra el demonio, cuando Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso, en los siguientes términos:

“De estas últimas y crueles persecuciones del diablo, que irán aumentando de día en día hasta que venga el reinado del Anticristo, es de las que principalmente se ha de entender aquella primera y célebre predicción y maldición de Dios, fulminada en el paraíso terrenal contra la serpiente. Aprovecharemos la oportunidad de explicarla aquí, para gloria de María, salvación de sus hijos y confusión de los demonios.

“Inimicitias ponam inter te et mulierem, et semen tuum et semen illius: ipsa conteret caput tuum, et tu insidiaberis calcaneo eius. (Gen. 3. 15): «Pondré enemistades entre ti y la mujer y entre tu descendencia y la suya; ella misma te aplastará la cabeza, y tú pondrás asechanzas contra su talón».

“Dios no ha hecho ni formado nunca más que una sola enemistad, mas ésta irreconciliable, que durará y aumentará incluso hasta el fin, y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer, de suerte que el más terrible de los enemigos que Dios ha creado contra el demonio es María, a quien dio desde el Paraíso Terrestre, a pesar de que Ella sólo existía entonces en la mente divina, tal odio contra el maldito enemigo de Dios, tanta industria para descubrir la malicia de aquella antigua serpiente, tanta fuerza para vencer, aterrar y aplastar a ese orgulloso impío, que él la teme, no sólo más que a todos los ángeles y hombres, sino hasta en cierto sentido más que al mismo Dios: y esto no porque la ira, el odio y el poder de Dios no sean infinitamente mayores que los de la Santísima Virgen, cuyas perfecciones son limitadas, sino, primero, porque Satanás, a causa de su orgullo, padece infinitamente más al ser vencido y castigado de una pequeña y humilde esclava de Dios,
y la humildad de Ésta lo humilla más que el poder divino; segundo, porque Dios ha otorgado a María un poder tan grande contra los diablos, que más temen ellos, según muchas veces han declarado a su pesar por la boca de los posesos, uno solo de los suspiros de María en favor de algún alma, que las oraciones de todos los santos, y una sola amenaza suya contra ellos, más que todos los otros tormentos.

“Lo que Lucifer perdió por orgullo, ganólo María por humildad; lo que Eva condenó y perdió por desobediencia, salvólo María por su obediencia. Eva, obedeciendo la voz de la serpiente, perdió consigo a todos sus hijos y los entregó al poder de Satanás. María, conservándose perfectamente fiel a Dios, ha salvado con Ella a todos sus hijos y servidores y los ha consagrado a la Majestad divina.

“Dios no sólo ha creado una enemistad, sino enemistades y no sólo entre María y el demonio, sino entre la descendencia de la Santísima Virgen y la del diablo; es decir, que Dios ha levantado enemistades, antipatías y odios secretos entre los verdaderos hijos y servidores de su Madre y los hijos y esclavos del demonio; por eso no se aman mutuamente ni tienen correspondencia interior unos con otros. Los hijos de Belial, los esclavos de Satanás, los amigos del mundo (pues estos distintos nombres significan una misma cosa), han perseguido incesantemente hasta aquí y perseguirán todavía más que nunca a aquellos y aquellas que pertenezcan a la Santísima Virgen, así como en otro tiempo Caín persiguió a su hermano Abel, y Esaú a su hermano Jacob, que son figuras de los réprobos y de los predestinados. Pero la humildad de María triunfará siempre del orgulloso demonio; y la victoria será tan grande, que llegará hasta aplastarle la cabeza, en donde reside su orgullo. Ella descubrirá siempre su malicia de serpiente, hará manifiestas sus tramas infernales, disipará sus consejos diabólicos y a sus fieles servidores los librará hasta el fin de los tiempos de sus crueles garras.

“Pero el poder de María sobre todos los diablos brillará particularmente en los últimos tiempos, en que Satanás pondrá asechanzas a su talón, es decir, a sus humildes esclavos y a sus pobres hijos, que Ella suscitará para hacerle la guerra. Serán pequeños y pobres, según el mundo, y rebajados ante los otros como el talón, hollados y oprimidos como el talón lo es respecto de los demás miembros del cuerpo; mas, en cambio, serán ricos de las gracias de Dios, que María les distribuirá abundantemente, grandes y exaltados en santidad delante de Dios, superiores a toda criatura por su celo inflamado y tan fuertemente apoyados en el socorro divino, que con la humildad de su talón, en unión de María, aplastarán la cabeza del diablo y harán triunfar a Jesucristo”. 


Los Apóstoles de los Últimos Tiempos

Los 144.000 Sellados

 
Los Dos Testigos del Apocalipsis

Mons. Johannes Straubinger en sus notas exegéticas a la Biblia Platense, también conocida como Biblia Comentada, anotó: Los intérpretes antiguos ven en los dos testigos a Elías y a Henoc, que habrían de venir para predicar el arrepentimiento. Hoy se piensa más bien en Moisés y Elías, los dos testigos de la Transfiguración, que representan la Ley y los Profetas; y es evidente la semejanza que por sus actos tienen con aquéllos estos dos testigos del Apocalipsis, siendo de notar que Moisés, según una leyenda judía, habría sido arrebatado en una nube en el monte de Abar. Por otra parte, y sin perjuicio de lo anterior, otros ven en los dos testigos la autoridad religiosa y la civil y en tal sentido es también evidente la relación que ellos tienen con los dos olivos de Zacarías, que son el príncipe Zorobabel y el sacerdote Jesús ben Josedec. Ello podría coincidir con los muchos vaticinios particulares sobre el Gran Monarca que lucharía contra el Anticristo de consuno con la autoridad espiritual, ya que también las dos Bestias del Apocalipsis presentan ambos aspectos: el político en la Bestia del mar y el religioso en el Falso Profeta que se pondrá a su servicio.

Los dos testigos

¿Quiénes son los dos representantes de Dios en el tiempo del fin profetizados en Apocalipsis? ¿Qué harán ellos? ¿Por qué hay dos testigos?
Zacarías vio dos olivos en su sueño, lo cual Dios explicó que “son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra” (Zacarías 4:14).
En el libro de Apocalipsis, Dios dice: “Y daré a mis dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio” (Apocalipsis 11:3).
Hay mucha especulación acerca de quiénes serán estos dos representantes de Dios y su ministerio de 3½ años. Veamos lo que la Biblia—la única fuente verdadera de información sobre el tema—dice acerca de estos individuos especiales.

Conexión con Zacarías

El pasaje en Apocalipsis continua explicando: “Estos testigos son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del Dios de la tierra” (v. 4).
Esta declaración parece ser una continuación de una profecía que Dios dio al profeta Zacarías para mostrar que Dios lleva a cabo las cosas por medio del poder de su Espíritu (Zacarías 4:2-10). El aceite de oliva simboliza el Espíritu Santo de Dios, y Dios animó a Zorobabel—quien condujo la reconstrucción del templo—a recordar que las cosas espirituales serían llevadas a cabo por medio del Espíritu de Dios y no por su propia fuerza (v. 6).
Después de explicar este principio importante acerca de cómo se lleva a cabo su obra, Dios regresó a la visión de los olivos que Zacarías había visto: “Estos son los dos ungidos que están delante del Señor de toda la tierra” (Zacarías 4:14, énfasis agregado en todo). En el libro de Apocalipsis Dios revela que estos dos individuos, quienes estarán llenos del Espíritu Santo de Dios para hacer su obra, surgirán antes del regreso de Cristo para cumplir su ministerio como una luz al mundo. Así como Dios llevó a cabo las cosas a través del poder de su Santo Espíritu durante el tiempo de Zorobabel, Él hará lo mismo a través de sus dos testigos durante los tiempos del fin.

¿Por qué dos testigos?

A través de la Biblia, hallamos que Dios a menudo trabaja con dos individuos. Durante el tiempo en que Zacarías escribió, Zorobabel sirvió como gobernador y un hombre llamado Josué sirvió como el sumo sacerdote (Zacarías 3:1). Anteriormente, Dios había usado a Moisés como el líder de los antiguos israelitas y a su hermano Aarón como el sumo sacerdote.
En el Nuevo Testamento, Cristo envió a sus discípulos “de dos en dos” (Marcos 6:7). Aunque ocasionalmente llevaron a otros para que viajaran con ellos, Pablo y Bernabé trabajaron juntos para llevar el evangelio a los gentiles.
Cuando dos personas trabajan juntas, a menudo pueden ser más productivas que cuando trabajan solas. Reconociendo este principio, Eclesiastés 4:9-10 declara: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá Segundo que lo levante”.
Otra razón por la que Dios tendrá dos testigos es debido a la importancia de tener por lo menos dos personas que testifiquen en asuntos judiciales. Como Deuteronomio 19:15 declara: “No se tomará en cuenta a un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier pecado, en relación con cualquiera ofensa cometida. Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación” (también ver Deuteronomio 17:6).
Al tener dos testigos, Dios está siguiendo su propia ley a medida que por medio de ellos , les advierte a las personas que se arrepientan de sus pecados antes de castigarlas por no prestar atención a su instrucción.

La labor de los dos testigos

El relato en el libro de Apocalipsis nos da claves acerca del trabajo de los dos testigos: “Si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma manera. Ellos tienen poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran” (Apocalipsis 11:5-6).
A medida que estos representantes de Dios den testimonio al mundo de que toda la gente necesita arrepentirse de sus pecados, ellos tendrán acceso al Espíritu Santo de Dios para hacer milagros que nos recuerdan otros profetas de Dios. Como Elías, ellos tendrán el poder para detener la lluvia (1 Reyes 17:1) y matar a cualquiera que trate de dañarlos (2 Reyes 1:9-12). Como Moisés, ellos tendrán el poder de convertir el agua en sangre (Éxodo 7:17) y golpear la tierra con plagas (Éxodo 7:14 hasta 12:30).
Pero hacer que la gente sufra no es su misión principal. En lugar de eso, al igual que Elías, su meta será instar a la gente a volver sus corazones a Dios (1 Reyes 18:37). Elías sirvió durante un tiempo cuando el antiguo Israel se había corrompido excesivamente bajo el rey malvado Acab y su esposa idólatra, Jezabel. Las profecías bíblicas muestran que la tierra entera se corromperá antes del regreso de Cristo (2 Timoteo 3:13), y éste será el ambiente en el cual llevaran a cabo su ministerio los dos testigos.

Prototipos bíblicos

A través de los años, se han propuesto muchas explicaciones para los dos testigos. A menudo se ha citado a profetas anteriores como tipos bíblicos de lo que harán los dos testigos. El Comentario Bíblico del Expositor dice, “Las identificaciones van desde dos personajes históricos levantados a la vida, hasta dos grupos, hasta dos principios, tales como la ley y los profetas. Tertuliano (d. 220) identificó a los dos con Enoc y Elías” (comentarios sobre Apocalipsis 11:3).
Ya hemos visto que los poderes de Elías para detener la lluvia y matar a los que intentaron dañarlo fueron precursores de los poderes que tendrán los dos testigos, pero hay que tener en cuenta todavía otra referencia a Elías.
Hablando del ministerio de Juan el Bautista, Lucas 1:16-17 dice, “Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”. Este pasaje muestra que Dios puede enviar representantes adicionales, tal como Juan el Bautista, con un ministerio y poderes similares a los del profeta Elías.
Mientras que Juan el Bautista fue un cumplimiento de la profecía en Lucas 1, indicando que Juan el Bautista haría una obra como la de Elías (Mateo 17:11-13), Malaquías 4:5-6 indica aun otro cumplimiento de una obra como la de Elías en el tiempo del fin. “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día del Eterno, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Malaquías 4:5-6).
Algunas veces las profecías pueden tener múltiples cumplimientos, y esta profecía respecto a la obra de Elías parece ser una que cae dentro de esta categoría. Juan el Bautista fue claramente un tipo de Elías, y el relato en Malaquías 4 indica que el pueblo de Dios también hará una obra en el espíritu y poder de Elías al final de esta era. Finalmente, los dos testigos completarán su ministerio con poderes como los de Elías.
La explicación de los dos testigos que parece adecuarse mejor a las Escrituras es que ellos serán dos seres humanos que profetizarán en el espíritu y el poder de Elías durante la Gran Tribulación y el Día del Señor. Ellos vendrán para advertir al mundo que se arrepienta de quebrantar las leyes de Dios y enviarán plagas como castigo por la desobediencia durante los 3 ½ años de su predicación.

Falsificaciones de los dos testigos

En el libro de Apocalipsis, Dios revela una profecía con respecto a dos individuos llamados “la bestia” y “el falso profeta”, quienes se opondrán a la obra de los dos testigos. La bestia será el líder civil a quien toda la gente de la tierra, excepto los fieles a Dios, seguirá (Apocalipsis 13:3, 8). El falso profeta es la cabeza del sistema religioso que apoyará a la bestia.
Una herramienta para entender la profecía es el principio de tipo-antitipo. El relato en Éxodo 7:10-12 nos da una muestra de las cosas que sucederán en el tiempo de los dos testigos. Comienza con el primer encuentro entre Moisés y Faraón. Bajo la dirección de Moisés, Aarón tiró la vara y ésta se convirtió en una serpiente. Los magos (Janes y Jambres) también hicieron lo mismo con sus varas (Éxodo 7:11-12). El agua se convirtió en sangre, y los magos hicieron la misma cosa (v. 22). Estos milagros fueron hechos en la presencia de Faraón.
Durante la Gran Tribulación, el falso profeta también hará milagros. “Inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos” (2 Tesalonicenses 2:9).

Hablando de esta misma persona, Apocalipsis 13:11, 13-14 dice, “Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón… También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia”.
Satanás usará a la bestia y al falso profeta como falsificaciones de los dos testigos. Como resultado, Satanás continuará engañando al mundo entero por medio de “señales y prodigios mentirosos” (2 Tesalonicenses 2:9) y la falsa religión (ver también Mateo 24:24; Apocalipsis 12:9).

¿Por qué se regocijará la gente por su muerte?

Después de que los dos testigos completen su ministerio de 3 ½ años de predicar el evangelio al mundo entero, ellos perderán su protección divina y serán muertos.
“Cuando hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado. Y los moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra” (Apocalipsis 11:7-10).
¿Por qué se regocijarán por su muerte? A la gran mayoría de las personas en el mundo no les gustará su mensaje de arrepentimiento. A la gente no le gusta que le digan que lo que están haciendo es malo, que están pecando y necesitan cambiar. Ellos estarán enojados por las plagas traídas sobre ellos como castigo por su falta de arrepentimiento por sus pecados, y culparán a los dos testigos por el tormento que tantos sufrirán.
El regocijo por sus muertes no durará mucho. Después de 3½ días, Dios los resucitará de los muertos, y sus enemigos los verán ascender al cielo (Apocalipsis 11:7-12).

La Espléndida Bienaventuranza del Apocalipsis (Cielo Nuevo) 

Si bien es cierto que en los apóstoles de los últimos tiempos siempre estará el remanente del Pueblo de Dios, aún así hay que lidiar con la mayor crisis de fe de toda la historia de la Iglesia, gravemente maleada por el humo de Satanás. De ahí que, la evangelización debe comenzar al interior de la familia, matriz humana y religiosa del Cuerpo Místico de Cristo.
Calando que estamos incesantemente en un camino de conversión, esto es, un morir a sí mismo para darle todo el señorío a Jesús Sacramentado.
Porque ser linaje de la Mujer vestida del Sol es ser testigo del Reinado Eucarístico, sin miedo del Gran Dragón por atestiguar la vida sobrenatural ante los que la han ignorado o no la conocen. Enfrentados a un mal mayor que la Torre de Babel, una civilización que pretende alcanzarlo todo por medios seculares independientes del Divino Querer, somos como el pequeño David con la piedra angular, Jesucristo, armados espiritualmente para derrotar al Goliat Infernal.
El combate es contra los ángeles caídos en relación con la salvación eterna de todo prójimo; de otra manera, uno es como un soldado sonámbulo en medio de la batalla y perecerá durante su modorra. La atención continua a las mociones del Espíritu Paráclito y la vida en obediencia al Señor es condición vital para ganar al Maligno.
El linaje de la Mujer vestida del Sol está comprometido en las preocupaciones inmediatas de este mundo, pero sin hacer de ellas unos idolillos; ya que, la apariencia de este mundo se termina con la Gran Tribulación. Los apóstoles de los últimos tiempos están presentes en todas las actividades humanas, pero siempre sabiendo que el tiempo es breve, pues a la Hora de Dios tendrá lugar el Juicio a las Naciones.

Obviamente, tener conciencia de estar en los umbrales de la Nueva Jerusalén conlleva el evitar el espíritu comercial y mercantil de la Gran Babilonia, manteniendo un desapego activo y fructífero, a todo cuanto abarca lo mundano y secular de una civilización sin Dios. Aquel que vive en la perspectiva de un Cielo Nuevo y una Tierra Nueva, aquel que se ha situado en el Reinado del Corazón Eucarístico del Señor, no tiene por qué aferrarse o complacerse en ningún bien o valor de este mundo que pasa.
Claro está, que una primicia de la Nueva Civilización del Amor no se encoge de hombros ante las necesidades materiales y vitales del prójimo, sino que, por caridad al Reino de Dios, procura servir, con fuerza y fidelidad al progreso humano, correctamente entendido. De un modo u otro, la nueva concepción del tiempo nacida de la venida en el tiempo del Dios hecho hombre, y por ende el contexto de provisionalidad que tiene todo lo profano de cara a lo fundamental, que es la salvación eterna, pero también el venidero Reinado Social del Corazón del Emmanuel, debería relativizar todo acontecimiento mundano, triste o feliz, adoptando un talante libre respecto a lo momentáneo y perecedero

Sobre el particular, San Agustín escribió:

Poned la mirada en el último día, en el de la venida del Hijo del Hombre, porque ha de encontrar viviendo mal a los que ahora están seguros, aunque con una falsa seguridad; se hallan seguros en los placeres del mundo, cuando deberían estarlo por haberlos sometido.

El que pone todo su gozo y toda su felicidad en comer, en beber, en estar casado, en comprar, en vender, en disfrutar de este mundo, está ciertamente sin preocupaciones, pero se halla fuera del arca. ¡Ay de él cuando llegue el diluvio! Por el contrario, el que come y bebe o hace otra cosa, y la ejecuta para gloria de Dios; y, si tiene que soportar algún desconsuelo debido a las cosas humanas, llora de tal modo que interiormente se goza con la esperanza; y, si le sobreviene algún alborozo originado por las cosas terrenas, de tal modo se goza que teme espiritualmente en su interior, y, por lo tanto, no se entrega de lleno a la dicha para no ser trastornado, ni a la adversidad para no quedar quebrantado, lo cual es llorar como si no llorase y gozarse como si no se gozase; el que, teniendo esposa, compadeciéndose de la flaqueza de ella, da pero no exige el débito; o si por su propia debilidad se casa, pero más bien se lamenta por no poder pasar sin la mujer que se goza por haberse casado; el que vende lo que sabe que, si lo retuviese, no le haría feliz; el que conoce que pasa todo lo que compra, y, por lo tanto, no presume de los bienes en que abunda y le rodean, y emplea lo que tiene en obras de misericordia con quien nada tiene, para recibir también él mismo lo que tiene de manos de quien tiene todas las cosas; todos estos esperan confiados el último día, porque no están fuera del arca.

De un modo u otro, la misión de todo apostolado es la primacía de Dios: procurar la gloria del Señor por el advenimiento de su Reino y la vida sobrenatural de todos los hombres de buena voluntad, de modo que se conozca al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo.
Cabe decir que, la Antigua Serpiente tiene la parte más fácil, ya que todo habla contra Dios en un mundo en el que existe el mal y el dolor: ¿quién escogerá la vía estrecha del Evangelio y el camino angosto del Mártir del Gólgota? En el abrumador desafío de la Gran Tribulación, ¿cómo se comportará la generación de los tiempos del fin?; ¿maldecirá o recurrirá a Dios? Precisamente, el meollo de la historia de Job radica en entender que una situación de angustia puede ser vivida en la fe y, por lo tanto, en la oración, a partir del sufrimiento.
Porque en el Día del Señor, habrá que confiar y tomar como defensor a Aquel que nos someterá a juicio, el Juicio de las Naciones, y bajo el ciclón de las copas de la Ira confesar nuestro amor en Aquel, que nos podará y purificará, con el fin de corroborar la conjetura de Dios, el cual considera que somos capaces de un amor desinteresado y consiguientemente proceder gratuitamente por amor, aun cuando las gratificaciones brillen por su ausencia. Si emulamos el talante de Job con un espíritu tan noble, es porque para nosotros Dios tiene mayor importancia que la feria de las vanidades del mundo.

Las vicisitudes profetizadas por el Libro del Apocalipsis se plasmarán: ¿Cómo reaccionaremos nosotros?; ¿sabremos aceptar como de la mano de Dios lo que nos pueda pasar?; ¿o nos dejaremos trastornar por cualquier contrariedad? No será fácil calar la Gran Tribulación desde la perspectiva de Job. Probablemente nunca llegaríamos a contemplarla así si no fuera por la docta luz de la Palabra de Dios, que es una verdadera lámpara para nuestros pasos en todas las encrucijadas de los últimos tiempos.
De un modo u otro, uno no es apóstol de los últimos tiempos a media jornada ni a medio corazón. Por consiguiente, un apóstol de los tiempos postreros tiene el valor de permanecer junto al carro de fuego; puesto que el fuego con el que el Señor quiere encender la faz de la tierra es la fuerza del Espíritu Santo: un Nuevo Pentecostés. En el Fiat a la Voluntad de Dios se incluye el valor de dejarse abrasar por el fuego de la pasión de Jesucristo, que es también, al mismo tiempo, el fuego salvador del Espíritu Paráclito.
Sólo si nos dejamos incendiar, para tener ascuas en el corazón, podremos también nosotros encender Su fuego en la generación de los tiempos del fin, el fuego de un Cielo nuevo y una Tierra nueva, el fuego de la Nueva Civilización del Amor. Éste es en el fondo el núcleo del discipulado: debemos estar preparados para dejarnos abrasar, para dejarnos incendiar por el Dador de Dones, dejarnos transformar en antorchas de Aquel cuyo sello es la Luz de los corazones. Si somos tibios y negligentes, no podremos aportar ninguna fuerza de transfiguración a la humanidad.

Los apóstoles de los últimos tiempos saben que la plenitud terrena del Reino de Dios está cerca, aunque ignoran el momento, por lo que tienen que estar preparados, apresurando su realización, por la generosidad de su cooperación. De hecho, cuanto más unamos nuestro corazón con el Divino Corazón tanto más se realizará en nosotros el fin que movió al Rey de Amor a instituir la Eucaristía.
Fehacientemente, la ideología secular entiende la historia de la humanidad como un proceso necesario e inmanente que tendrá como resultado final una nueva humanidad, un hombre nuevo que habrá desarrollado todas sus facultades, su racionalidad, su moralidad, etc., de modo que será capaz de construir un mundo nuevo de felicidad y desarrollo humano. Este progreso se hará realidad gracias a la acción educativa, política y cultural dirigida por la Organización de las Naciones Unidas.
Palpablemente, el proyecto del Nuevo Orden Mundial de instaurar un pseudo mundo feliz justifica los holocaustos y violencia que exigirá lograr sus revolucionarias intenciones.

De ahí que, se ha propagado un pesimismo, un futuro plagado de negros presagios. Ahora bien, el apóstol de los últimos tiempos tiene la esperanza del triunfo del Reino de Cristo en la historia, que será consecuencia, no de un progreso necesario ni de una acción revolucionaria, sino de la acción de la gracia divina en los corazones de los hombres, que por un Nuevo Pentecostés se derramará sobre la faz de la tierra de un modo más intenso y universal, lo que dará lugar al Reinado Eucarístico. Reino de la Divina Voluntad que prepara e intensificará la esperanza en el Reino de Dios definitivamente consumado en la vida eterna. A tenor del designio divino, San Juan Crisóstomo declaró:
“Señor, si dices que vigilemos y estemos preparados, es porque a la hora que menos lo pensemos, te presentaras tú. Así quieres que estemos siempre dispuestos al combate y que en todo momento practiquemos la virtud”.
En cualquier caso, el Evangelio exige fidelidad y prudencia, vigilancia y firmeza. Frente al desánimo y pesimismo tan difundido en nuestro mundo que conlleva a una adaptación resignada al espíritu del mundo, nosotros ponemos toda nuestra confianza en el Dedo de Dios capaz de realizar el Reinado del Corazón Eucarístico de Jesús. Una realidad espiritual, que trasciende las realidades de este mundo, que se implanta y crece de una manera mansa y misteriosa, sin espectacularidad, hasta dar fruto abundante.
Sin embargo, aún no se ha manifestado la plenitud terrena del Reino de la justicia, el amor y la paz, puesto que todavía no ha tenido lugar la Segunda Venida del Señor. Motivo por el que el apóstol de los últimos tiempos debe vivir irreprensible esperando la Parusía; siempre alerta, dispuesto en cada circunstancia a dar testimonio del Rey de reyes y a demostrar su compromiso a favor del Reino de la santidad y la gracia.

El apóstol de los últimos tiempos, movido por la fe, por la cual cree que es guiado por el Espíritu Santo, que llena el orbe de la tierra, procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos que comparte con sus coetáneos, cuáles son los signos de los tiempos o el plan divino sobre la humanidad, y por ello discierne que tiempos de prueba se acercan, con lo que espera lograr estar preparado para el próximo Retorno del Señor.
Nunca antes las señales del final de los últimos tiempos fueron tan claras; no obstante, al igual que en la Primera Venida del Señor, pocos fueron y actualmente pocos son los que perciben la inminencia de la Parusía.

Mucho tiene que ver en esta miopía la labor sutil del Humo de Satanás, quien desde hace algún tiempo ha desprestigiado la noción de la Segunda Venida del Señor. Sin embargo, Jesús recuerda al Pueblo de Dios el deber permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz de la Sagrada Escritura, de forma que pueda responder al interrogante de si esta generación es la generación predicha por el Apocalipsis que ha de vivir el Juicio a las Naciones, la derrota del Anticristo, y por ende la llegada de un tiempo de plenitud del Reino de Dios sobre la tierra, que sirve de transición y de preparación a la plenitud celestial y a ella se ordena.
En cualquier caso, la exhortación del Señor a todas las generaciones es nutrir un espíritu de vigilancia, para tener abierta la mente a la verdadera dirección profética del periodo histórico actual. Al respecto, Jesús le comentó a la mística María Valtorta:
“Al atardecer examináis el cielo, y si, en llegando el ocaso, está rojizo, sentenciáis en virtud de un viejo proverbio: ‘Mañana hará buen tiempo, porque el ocaso pone rojo el cielo’. Lo mismo al alba, cuando en el aire pesado de niebla y vaho el sol no se anuncia áureo, sino que parece esparcir sangre por el firmamento, decís: ‘No pasará este día sin que haya tormenta’. Sabéis, pues, leer el futuro del día a partir de los signos inestables del cielo y de los aún más volubles de los vientos. ¿Y no alcanzáis a distinguir los signos de los tiempos? Esto no honra ni vuestra mente ni vuestra ciencia, y completamente deshonra vuestro espíritu y vuestra presunta sabiduría. Sois de una generación malvada y adúltera, nacida en Israel de la unión de quien fornicó con el Mal. Vosotros sois sus herederos, y aumentáis vuestra maldad y vuestro adulterio repitiendo el pecado de los padres de este desmán”.
De la Primera Venida de Cristo pocos tuvieron inteligencia. Pasó inadvertida para muchos del Pueblo Elegido. Aunque los profetas habían anunciado el advenimiento del Mesías, hasta el día de hoy Israel ha persistido en su incredulidad. Jesús murió y resucitó sin que el Pueblo del Antiguo Testamento reconociera en Él al Hijo del Altísimo.

A Jesús sólo lo vieron los limpios de corazón; porque solamente un corazón puro ve a Dios.
Un corazón maleado donde se cobijan los siete pecados capitales no es sabedor de los signos de los tiempos que notifican la Venida del Señor. Afectados por situaciones tan complejas, muchos de nuestros contemporáneos no pueden discernir bien los valores perennes y, al mismo tiempo, compaginarlos adecuadamente con la índole dramática que sufre el mundo secular; de ahí que, agitados entre la esperanza y la angustia, les atormente la inquietud, interrogándose sobre el rumbo actual de la humanidad y qué puede esperar de tantas y tan numerosas contrariedades.
De todos modos, en el Evangelio, Jesús compara el olfato meteorológico de la gente, capaz de predecir el tiempo que va a hacer, analizando los datos del tiempo presente, con el nulo olfato religioso para discernir la importancia del tiempo presente, analizando los fenómenos que se están dando, como cierta expectación mesiánica para el gran acontecimiento de la historia universal, a saber, la Parusía. En este contexto, el Concilio Vaticano II enseña:
“El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se hizo carne de modo que, siendo Hombre perfecto, salvara a todos y recapitulara todas las cosas. El Señor es el fin de la historia humana, el punto en el que convergen los deseos de la historia y de la civilización, centro del género humano, gozo de todos los corazones y plenitud de sus aspiraciones. El es Aquel a quien el Padre resucitó de entre los muertos, exaltó y colocó a su derecha, constituyéndolo juez de vivos y muertos. Vivificados y reunidos en su Espíritu, peregrinamos hacia la consumación de la historia humana, que coincide plenamente con el designio de su amor: Restaurar en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra”.
De un modo u otro, el Evangelio plantea la siguiente cuestión: ¿Estás descifrando los signos de los tiempos de manera adecuada?; y el corolario de la pregunta sería: ¿Estas espiritualmente preparado si está generación es la generación de la Gran Tribulación? Porque escrutar los signos de los tiempos, comprenderlos, implica perseverar en la fe a medida que se intensifican las pruebas, o sea guardar los mandamientos de Dios y mantener el testimonio de Jesús en medio de una apostasía general y de una sociedad desacralizada, en la hora perversa de las tinieblas, es decir, cuando la Iglesia misma sea crucificada en el mundo entero.
Ahora bien, juzgar correctamente los signos de los tiempos entraña recordar que el Misterio de la Iniquidad ha sido vencido y, consiguientemente, es su última hora. Así pues, saber discernir los signos de los tiempos involucra tener confianza total en la futura victoria de la Mujer vestida del Sol, que ha recibido de Dios el poder y la misión de aplastar la cabeza del Gran Dragón.
Un apóstol de los últimos tiempos tiene presente que Luzbel fue expulsado de la eternidad del Reino de los Cielos y arrojado a la tierra temporal, y con gran furor, sabiendo que sólo dispone de poco tiempo, no tiene más intención que perseguir al linaje de la Mujer vestida del Sol.

El Gran Dragón en su furia contra la Reina de los Ángeles hace la guerra a los hijos y servidores de María Santísima, que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. Nuestro adversario el Maligno anda como león rugiente buscando a quién devorar. Por ende, diariamente, hay que vestirse con la armadura de Dios, para poder resistir las celadas del Diablo: la verdad, la justicia, la paz, la fe, la mansedumbre, la Sagrada Escritura y la oración.
No estamos indefensos; en la lucha encarnizada entre la Luz y las Tinieblas, el apóstol de los últimos tiempos tiene que luchar, con las armas de Dios, contra los demonios. Por lo tanto, no tenemos por delante tranquilidad y seguridad, sino lucha, y para ella hay que estar armados. Pero la armadura tiene que venir de Dios, para que todo tenga un final feliz, “principalmente, en estas últimas edades; porque sabiendo Satanás que le queda poco tiempo, y menos que nunca, para perder almas, redoblará diariamente sus esfuerzos y sus combates; suscitará inmediatamente nuevas persecuciones, y tenderá terribles emboscadas”, tal como profetizó San Luis María Grignion de Montfort.

Pase lo que pase, la armadura de Dios está preparada, pero hay que ponérsela, y esto es cosa de cada uno.
Por eso San Pablo exhorta a tomar la coraza, el escudo, el casco y la espada para que podamos resistir en el fin de los tiempos, en los que hay que contar con un recrudecimiento del bramido de los ángeles caídos, esto es, las potencias infernales.

Son potencias demoniacas que actúan realmente; su manera de luchar se distingue por la astucia y por la insidia; y no hay nada que más les guste que pasar inadvertidos. Con todo, vano es su esfuerzo, ya que arremeten contra aquel que los ha dominado de una vez para siempre; puesto que, en último término, Cristo mismo es la armadura de Dios. De ahí que, la victoria es, en definitiva, del Señor, y Él vencerá una vez más con aquellos que no estén adscritos a la Gran Babilonia.
Si las almas eucarísticas llegan a ser poderosas, ello se debe a que hacen que ese poder les venga del Rey de reyes, y por cierto de forma que Él mismo es ese poder suyo. Si el Señor de señores es su poder, entonces ellas se hallan investidas con la fuerza de su poder, ya que se han confiado a la fortaleza del Rey del Universo, que es muy superior a Lucifer. Sin duda que, el poder del Rey de la Gloria obra en los que creen, o sea adoran al Santísimo Sacramento del Altar. A decir verdad, Dios los sigue fortaleciendo, más y más, por medio del Espíritu Paráclito.
De facto, los adheridos a Jesús Sacramentado, portan verdad, justicia, paz, confianza, humildad, sabiduría y libertad, que los capacita para ofrecer resistencia al Humo de Satanás, a saber, las huestes del Misterio de Iniquidad. Los enemigos de los apóstoles de los últimos tiempos no son éste o aquél, sino los espíritus de la maldad.

Es un enfrentamiento contra infinidad de demonios que atacan incansablemente, a los que no es fácil identificar, que no tienen nombres propios, sólo denominaciones colectivas; ellos son además, desde un principio, superiores a los hombres, por su posición angélica, y superiores también porque su posición es invisible e inatacable. Sea como fuere, ellos son el despliegue de la potencia hostil a Dios, por consiguiente, es una lucha sobrehumana. Esta lucha en la que está implicada el Pueblo de la Alianza Nueva y Eterna augura una prueba especial en el día malo. En ese día hay que vencer, para poder mantenerse erguido ante Dios.
De un modo u otro, San Pablo vislumbra la hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo para tentar a los habitantes de la tierra, la impostura religiosa del Anticristo antes de la Parusía. Sobre el particular, el Catecismo de la Iglesia Católica asevera que “antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el Misterio de Iniquidad bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne”.

Obviamente, dicha lucha en el día malo se desarrolla ya en el presente. Y esto no está en contradicción con el hecho de que el tiempo que corre hacia esa hora de la prueba, ha comenzado ya. No obstante, la llegada de ese día malo no se puede fijar mediante cálculos. Es la hora que abarca la Pasión de la Iglesia, la Gran Tribulación, y también el Juicio a las Naciones, la caída de Babilonia la Grande. Es el tiempo en que los hijos de la luz y la suerte de las tinieblas lucharán entre sí para demostrar la fuerza heroica de Dios.
En el día y la hora determinados por el Altísimo no sólo hay que resistir, sino también vencerlo todo con la ayuda de la armadura de Dios. De momento, el apóstol de los últimos tiempos se halla en la lucha con las legiones de las tinieblas y la maldad, el combate que conduce ya a la lucha final.

El día malo, aunque todavía no ha amanecido, se encuentra ya al alcance de la vista.
En esa batalla espiritual no hay posibilidad alguna de ofrecer resistencia, y mucho menos de vencer, si el linaje de la Mujer vestida del Sol no se pone la armadura de Dios; todos los demás pertrechos fallan en la lucha escatológica.
La enseñanza fundamental del Espíritu Santo es la afirmación del señorío único de Cristo. Y la promesa que Él mismo nos ha hecho, si permanecemos unidos a su Corazón Eucarístico como los sarmientos a la vid, es la bienaventuranza eterna. Estamos en la última hora, en la que viene un Anticristo, el Hombre de la Iniquidad, que existe ya, que está incluso en funciones, pero que no puede manifestarse en plenitud porque el Katejon se lo impide. Sobre el particular, en la Salette, en 1846, Nuestra Señora le reveló a la pastorcita Melania Calvat:
“Temblad, tierra, y vosotros, que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que interiormente os adoráis a vosotros mismos, temblad; pues Dios va a entregaros a su enemigo, porque los lugares santos están corrompidos; muchos conventos no son ya casas de Dios sino pastizales de Asmodeo y de los suyos. Durante este tiempo nacerá el Anticristo, de una religiosa hebrea, de una falsa virgen, que tendrá comunicación con la Antigua Serpiente, maestra de impureza. Su padre será obispo. En su nacimiento vomitará blasfemias, tendrá dientes; en una palabra, será una encarnación del demonio; lanzará gritos espantosos, hará prodigios y no se alimentará sino de impureza”.
Obviamente, si el discípulo amado llama a la cautela, a saber, a permanecer en el Amor de los Amores frente a la llegada del Anticristo, es porque afirmar que el advenimiento del Hombre Impío es inminente conlleva sustentar también que la remoción del Katejon está próxima. O sea, la autoridad del Obispo de Roma será depuesta del Vaticano, para que aflore el Hombre de la Mentira.
Al respecto, el Cardenal Henry Edward Manning exponía en el libro "EL PODER TEMPORAL DEL VICARIO DE JESUCRISTO" que el Misterio de Iniquidad ya opera; sólo que el que ahora sujeta, es decir, se interpone en el camino de la manifestación del Hombre de Pecado, lo frena hasta el momento en que sea quitado del camino. El impedimento al Inicuo existirá hasta que el Vicario de Cristo sea removido por permisión de la Sabiduría Divina en el tiempo prestablecido, a fin de permitir la Hora de las Tinieblas. De facto, Nuestra Señora de la Salette profetizó:
“Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo”.
Precisamente, una vez desvestido el Vaticano de la blanca sotana del ministerio petrino, ahí no estará la profesión de fe de los apóstoles.
No ha habido nadie mejor que San Ambrosio de Milán para resumir en pocas palabras la verdad y la riqueza del primado de Pedro:
“Donde está Pedro, está la Iglesia; donde está la Iglesia, allí no hay muerte alguna sino vida eterna”.
Consiguientemente, el Antagonista del Señor, una vez apartado públicamente el obstáculo que exorciza el Humo de Satanás, tomará posesión de la sede de Roma, en el umbral de la era mesiánica, proclamándose a sí mismo Dios; y hallará oídos en los que abrazan el error. Es sabido que, el Monstruo venidero o el Impostor hará apostatar a los creyentes, e impedirá, a los que no han aceptado aún la fe, que den ese paso; esparciendo falsas doctrinas, induciendo a los hombres a ser infieles al Señor, asesinando a los que no lo siguen. Justamente, precursores del Anticristo, jornaleros del Opresor, son todos aquellos que tratan de enroscar y asfixiar la autoridad de la tiara papal, murmurando, despellejando, vituperando, increpando, maldiciendo, procesando al Sucesor de Pedro a través de las redes sociales.
Estos inquisidores del Pontífice de la Iglesia Católica son los pródromos de que el momento de que el Pastor Supremo y Universal sea infamemente echado de la Silla Gestatoria está cercano, y por ende de que la hora del reinado del Anticristo no es lejana. Los innumerables ataques contra el Papa que observamos en nuestros días, concentrando agravios, denigraciones y mendacidades sobre Él, hacen presagiar el estrago del Katejon, lo que retiene la plena manifestación de la Bestia del Apocalipsis.

Pase lo que pase, la entronización del Hijo de la Perdición será compatible con la promesa del Rey del Universo de que el poder del Infierno no triunfará. Mismamente, la Madre de la Iglesia auguró Sor Lucía dos Santos:
“Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas. En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe. Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará y será concedido al mundo un tiempo de paz”.
Mismamente, la Reina de los Profetas vaticina donde estará asentada la Cátedra de San Pedro, a saber, en el oeste de la península ibérica. Si Roma se convertirá en la sede del Anticristo, Portugal, en concreto Fátima, se convertirá en la nueva sede del Sucesor del Príncipe de los Apóstoles. Una mudanza que está patrocinada por la jauría que declara anatema al Papa, cómplices del ascenso del Impío.
Ciertamente, quien vive el mandamiento del amor, tal como alienta el discípulo amado, no arremete contra el Katejon. Porque aquel que procede con autenticidad, según el Gran Sacramento del Amor, la Eucaristía, no emplea un lenguaje desgarbado contra el Papa, no usa palabras desvinculadas del corazón, no habla desconectado del hondón del alma, no dice chismorreos desarraigados del amor, no está enjuiciando constantemente al Vicario de Cristo; puesto que, un alma eucarística no emula al Acusador Infernal, Satán.

Frente al empeño de algunos de calificar el Libro del Apocalipsis como sinónimo de cataclismo, un contrasentido que viene del hecho de no saber desvelar el mensaje profético del último libro de la Biblia, no obstante a los que leen y escuchan con fe la Revelación Divina entregada al discípulo amado, la Palabra de Dios los cataloga de bienaventurados.
La bienaventuranza hace referencia exclusiva a la singular alegría que surge en el corazón del creyente por su participación en la gracia inmerecida de cooperar en la batalla que se libra entre el Cordero de Dios y el Gran Dragón. La bienaventuranza consiste en la benevolencia divina, suscitada de alguna manera por una conducta ajustada a la Voluntad del Señor, y cuyo corolario es estar asociado al triunfo de Jesucristo sobre la Bestia. Si por un lado el Libro del Apocalipsis se inicia con una bienaventuranza, a saber, ‘bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y los que observan las cosas en ella escritas’, por otro lado también el último libro del N.T. se cierra con otra bienaventuranza: ‘Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro’. Ambas bienaventuranzas pretenden inculcar a los cristianos que deben situarse ante un oráculo, cuyo cumplimiento está a la puerta.

Por ende, a pesar de las dificultades en medio de las cuales viven los apóstoles de los últimos tiempos, de las persecuciones que están padeciendo, la profecía visualizada por San Juan ofrece la esperanzadora certeza de que tenemos un futuro y que el Misterio de Iniquidad no tiene la última palabra. Obviamente, el Vidente de Patmos no quiere entregar un acervo de acontecimientos futuros, sino que pretende ofrecer los parámetros sapienciales, que son necesarios interiorizar, para discernir los acontecimientos del final de los últimos tiempos y descubrir la acción y la presencia del Resucitado que domina y dirige la historia universal, a pesar de las contradicciones, de las amarguras y de la maldad que por doquier se perciben.

Para el linaje de la Mujer vestida del Sol la historia de la humanidad es la historia de la salvación, y, por ello, son irrenunciables las actitudes de apertura hacia la realidad social y eclesial, captando el devenir del designio divino que indefectiblemente se está realizando en esta hora hasta el cumplimiento del Triunfo del Corazón Inmaculado de María, o sea el Reinado de la Divina Voluntad.
El Libro del Apocalipsis enseña que el Rey de reyes está presente y combate en la historia contra las pujanzas infernales, y su Reino no es un acontecimiento orientado hacia un futuro inaccesible. Al contrario, el Reino de la justicia, el amor y la paz está cerca. De facto, las bienaventuranzas de la apertura y de la conclusión del Libro del Apocalipsis ponen de relieve que su profecía no está destinada al futuro, sino al presente de la historia que estamos viviendo.

Bienaventuranzas que animan y dan consuelo al Pueblo de la Alianza Nueva y Eterna y alientan su resistencia activa ante el Nuevo Orden Mundial. De ahí que, el Libro del Apocalipsis no pretende aterrorizar con calamidades, su finalidad es subrayar la vitalidad de los verdaderos hijos y servidores de la Santísima Virgen frente a la caducidad de la estirpe de Belial. En la vida eclesial y en las vicisitudes sociales habrá un crescendo continuo de un Gran Pentecostés de Amor y ello constituirá un desarrollo hacia la realización de la Nueva Jerusalén, esto es, el Reinado Eucarístico.
En consecuencia, cada apóstol de los últimos tiempos debe orientarse en el mundo en el que vive y hacer sus elecciones operativas en comunión con el plan de Dios. Sabiendo que, el Libro del Apocalipsis le ayudará a comprender y a evaluar los acontecimientos de una manera sobrenatural, es decir, los signos de los tiempos vistos desde la luz de la acción trascendente del Señor. Por eso, es un mensaje profético de esperanza, que preconiza la inevitable derrota de las fuerzas diabólicas. En cualquier caso, la bienaventuranza del Libro del Apocalipsis apunta a los custodios de la Revelación, que interiorizan el mensaje en fidelidad a lo que Jesús ha dicho y personalmente están viviendo, porque permeabiliza su vida de cristiano.

Bienaventurados son aquellos que meditan sobre el sentido que la Trascendencia quiere dar a los eventos históricos y lo asumen como una directriz en la óptica del Querer Divino. En cambio, tendrán un comportamiento errado en el final de los últimos tiempos todos aquellos que se alejen de la profecía anotada por el discípulo amado. Porque carecerán de la perspicacia sapiencial que ofrece el Libro del Apocalipsis, cayendo en la tela de araña de Satanás. Sea como fuere, la primera bienaventuranza se cierra con la expresión: ‘el tiempo está cerca’.

En efecto, la caída del emporio del Ángel del Abismo no está postergada a ultranza, pues es inminente el advenimiento de un Cielo Nuevo y una Tierra nueva. La proximidad del tiempo de Dios confiere prontitud a la acción del Pueblo de la Resurrección, para que se deje interpelar por el mensaje y lo hagan resplandecer en su obrar.
Los eventos del fin de los tiempos llegan rápidamente y el Cuerpo Místico de Cristo tiene el apremiante objetivo de preparar el mundo para que se convierta y se deje transfigurar por la Parusía.
Este es un estribillo martilleante del Libro del Apocalipsis, para que sea bienaventurado quien lea, escuche y guarde las palabras de esta profecía. Por lo tanto, el apóstol de los últimos tiempos se convierte en actor protagonista del profetismo del libro conclusivo de la Biblia, llevando a los otros su luminoso mensaje; convirtiéndolo en un anuncio vital y vitalizante cargado de valores que promueven el bien de quien se deja guiar por el mensaje divino; solamente después de este testimonio se puede aspirar a ver el propio nombre marcado en el Libro de la Vida.

De acuerdo con San Vicente Ferrer, apodado el Ángel del Apocalipsis, a la generación de la confrontación final entre Cristo y el Anticristo le será revelado el significado del Libro Sellado:
“Aquellos que se han de ver en la batalla, pertenece el saberlo, por simples que sean. Cuando sea cerca el tiempo del Anticristo, a muchos será declarado este misterio. Porque cuando será nacido es de mucha necesidad que sea sabido y declarado a las gentes simples y siervos de Dios. Y no será secreto porque sería gran confusión y gran peligro para los siervos de Dios, porque tengan tiempo de estar apercibidos y de armar sus corazones con la fortaleza de la Santa Fe Católica”.
De un modo u otro, en el período de la Gran Tribulación, toda la vida se jugará en una elección entre la Bestia y Jesús Sacramentado, entre Babilonia la Grande y la Cátedra de San Pedro. Es una alternativa brusca entre dos estilos de vida, dos visiones del mundo totalmente variadas, frente a las cuales no son posibles compromisos ni estrategias neutrales. Lo que marca la diferencia es, sobre todo, cómo vives en el tiempo del Juicio a las Naciones: si vives como formando parte del Cordero de Dios o si vives como formando parte del Gran Dragón. Obviamente, el Cordero Degollado vence por la fuerza de su martirio: es la estrategia de Dios, que opone la fuerza desarmada del testimonio a las armas de la ralea de Belial.

Sobre el particular, Jesús declaró a María Valtorta:

“Desde mi Cielo, Yo, Cabeza del Cuerpo Místico, integrado por la totalidad de los cristianos, derramo mis ondas vitales que, por medio de mi Iglesia, las derramo sobre el mundo, o mejor, las derramaría, puesto que el mundo levanta barreras y diques que me impiden derramarlas. Ahora bien, el mundo cerca a la Iglesia con estos diques para ahogarla y sepultarla y a Mí con ella. Es una lucha sin cuartel. Es ésta la verdadera Guerra de la que han derivado todas las guerras de la humanidad entera desde la era cristiana: la lucha contra Cristo. Sabedlo: no son precisas las grandes persecuciones o los grandes cismas para luchar contra Cristo. Bastan las pequeñas, individuales e íntimas luchas de cada uno de vosotros contra mi Ley; basta, incluso, la velada, artera y estatal lucha de una nación contra la voz de la Roma católica, contra la voz que habla en mi nombre por los labios de mi Vicario que llama a los hombres y, en especial, a sus jefes, a la ley de la honestidad, del deber y del amor. Ahora estáis tan hechos a los términos bélicos que me entendéis perfectamente al denominarlas así. Son las guerrillas. Tras ellas vienen los verdaderos asaltos propiamente dichos, los grandes avances, las imponentes maniobras y las matanzas crueles. Satanás es el capitán de este ejército que tuvo su inicio en Jerusalén en el seno del sanedrín con la casta de los fariseos, de los escribas y de los saduceos; que encontró su abanderado en Judas; que fue creciendo en número durante los siglos de las persecuciones cristianas; que, como un alud, se ha ido cargando siempre con nuevos elementos a través de los cismas, las doctrinas demagógicas, los partidos políticos y las nuevas formas de gobierno, culminando con el Anticristo, el cual, a mi torrente de Gracia, contrapondrá un torrente de ferocidad y de sangre en el que capotearéis y caeréis, siendo muy pocos los que caerán como víctimas santas invocando a Cristo. La mayoría caerán como bestias degolladas, ahítos y adiposos de vicios, desconcertados, envenenados y asatanados con doctrinas malditas, demonios en la palabra que blasfema, en la mente que niega y en el corazón que abjura”.

En cualquier caso, la fuerza que vencerá al Misterio de Iniquidad no será un combate directo, sino el sacrificio por amor, a imagen del Cordero Inmolado y Resucitado. Antes que intercambiar las persecuciones con el odio, los hijos y servidores de María ruegan por sus enemigos, para que se salven de la muerte segunda. Lo cierto es que, el meollo del Libro Sellado será manifiesto al Cuerpo Místico de Cristo al predecirle los últimos tiempos y ponerlo en guardia frente a los falsos profetas que surgirán para traer seducidos a los hombres a la impostura religiosa de la Gran Babilonia y hacer que se encuentren desprevenidos cuando llegue el momento tremendo del reinado de la Bestia.

Además, a tenor de la plegaria obsequiada en Ámsterdam, en 1951, la que la misma Reina elevada al Cielo denomina su oración, una oración grande e importante ante Dios, pues por medio de ella la Hora de las Tinieblas será transfigurada en una Era de Paz, es congruente e imperioso rezarla al finalizar el Cenáculo de Oración:

‘Señor Jesucristo, Hijo del Padre, 
manda ahora tu Espíritu sobre la tierra. 
Haz que el Espíritu Santo habite en el corazón 
de todos los pueblos, 
para que sean preservados de la corrupción, 
de las calamidades y de la guerra. 
Que la Señora de Todos los Pueblos, 
la Santísima Virgen María, sea nuestra Abogada. 
Amén’.

VER+:


La Mujer vestida de Sol

Katejon ¿qué o quién retiene al Anticristo?


VER+:
💔💔💔
El Triunfo del Inmaculado Corazón de María está señalado especialmente por la efusión del Espíritu Santo, para hacer amar a Jesús Sacramentado, trayendo una Era de Paz, que depurará el sacerdocio de las impurezas que lo han deshonrado y lo restaurará con el brillo de la santidad de Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote.

Reinado de Los Sacratísimos... by Yanka


Llamados de Amor- Todos by Garcia Inma


CENÁCULO DEL APOSTOLADO DE ... by Yanka


Tratado de La Verdadera Dev... by Pablo Díaz



En el pasado el demonio intentó evitar la difusión del “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen (VD)” de San Luis María Grignon de Montfort, que propone un método de consagración a Jesucristo por medio de la Virgen María que ha sido adoptado por grandes santos como San Juan Pablo II o San Pío X.
El Tratado, que estuvo extraviado 130 años, fue reconocido por su autenticidad y pureza doctrinal por el Papa Pío IX en un decreto del 12 de mayo de 1853, un año antes de promulgar el dogma de la Inmaculada Concepción.
En el mismo manuscrito Grignon de Montfort (por escritura hierática por el mismo Espíritu Santo en tan solo un día) vaticina la persecución de su obra, su casi desaparición y los padecimientos que él mismo viviría por revelar la doctrina que explica la función de la Santísima Virgen en el plan divino de la salvación y en la vida del cristiano.
“Preveo claramente que muchas bestias rugientes llegan furiosas a destrozar con sus diabólicos dientes este humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se ha servido para redactarlo o sepultar, al menos, estas líneas en las tinieblas o en el silencio de un cofre a fin de que no sea publicado” (VD 114).
Monfort sufrió un intento de asesinato y su Congregación de los Misioneros de la Compañía de María recibió diversos ataques en tiempos de herejías como el jansenismo o el iluminismo.
“Atacarán, incluso, a quienes lo lean y pongan en práctica. Pero, ¡qué importa! ¡Tanto mejor! Esta perspectiva me anima y hace esperar un gran éxito, es decir, la formación de un escuadrón de aguerridos y valientes soldados de Jesús y de María, de uno y otro sexo, que combatirán al mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida, en los tiempos, como nunca peligrosos, que van a llegar” (VD 114).
Por su contenido, el manuscrito compuesto cerca del 1712 siempre fue objeto del odio del demonio, sin embargo no pudo desaparecerlo. Fue sepultado “en las tinieblas y el silencio de un cofre” (VD 114) y ocultado en un la capilla de un campo francés; tiempo después pasaría a la biblioteca de la Compañía de María en la Casa Madre (Francia), donde sería descubierto por el P. Pedro Rautureau el 29 de abril de 1842.
La primera publicación del Tratado se hizo en 1843, desde entonces se ha convertido en uno de los libros más apreciados del catolicismo contemporáneo, y uno de los que más han contribuido a fomentar la piedad cristiana en el mundo entero.
El mismo San Luis María explica en su obra que esta devoción es el camino más “fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Dios, en la cual consiste la perfección cristiana” (VD 152).
“Por esta devoción entregas a Jesucristo, de la manera más perfecta –puesto que lo entregas por manos de María–, todo cuanto le puedes dar y mucho más que por las demás devociones, por las cuales le entregas solamente parte de tu tiempo, de tus buenas obras, satisfacciones y mortificaciones. Por esta consagración le entregas y consagras todo, hasta el derecho de disponer de tus bienes interiores y satisfacciones que cada día puedes ganar por tus buenas obras, lo cual no se hace ni siquiera en las órdenes o institutos religiosos”. (VD 123)
Para defender esta postura señala que “la Iglesia, con el Espíritu Santo, bendice primero a la Santísima Virgen y después a Jesucristo: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús (Lc. 1, 42). Y esto, no porque la Virgen María sea mayor que Jesucristo o igual a Él, lo cual sería intolerable herejía, sino porque para bendecir más perfectamente a Jesucristo hay que bendecir primero a María”. (VD 95)
El Beato Pío IX afirmó que la verdadera devoción propuesta por San Luis María es la mejor y más aceptable, mientras que el Papa San Pío X aprobó la fórmula de consagración del Santo.
San Juan Pablo II se reconoció deudor de Grignon de Montfort al adoptar como lema episcopal Totus tuus, fórmula de consagración a María del fundador francés y uno de sus lemas marianos.
Asimismo expresó en la encíclica Redemptoris Mater que le era grato recordar “la figura de San Luis María Grignion de Montfort, el cual proponía a los cristianos la consagración a Cristo por manos de María, como medio eficaz para vivir fielmente el compromiso del bautismo”.
Más adelante, al final de su vida, en una carta dirigida a la familia montfortiana en el año 2003, el Papa Wojtyla contó que en su juventud la lectura del “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen” le ayudó mucho porque allí encontró la respuesta a sus dudas sobre el temor del culto excesivo a María que podría dejar de lado la supremacía del culto a Cristo.
“Bajo la guía sabia de San Luis María comprendí que, si se vive el misterio de María en Cristo, ese peligro no existe. En efecto, el pensamiento mariológico de este santo ‘está basado en el misterio trinitario y en la verdad de la encarnación del Verbo de Dios’", señaló el Pontífice polaco.
También señaló: “la doctrina de este Santo ha ejercido una profunda influencia en la devoción mariana de muchos fieles y también en mi vida. Se trata de una doctrina vivida, de notable profundidad ascética y mística, expresada con un estilo vivo y ardiente, que utiliza a menudo imágenes y símbolos”.

En la actualidad congregaciones y grupos de la Iglesia como el Movimiento Lazos de Amor Mariano (LAM) preparan a miles de fieles en diversos países que desean consagrarse a la Madre de Dios a través del método de San Luis María.


"San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate 
contra las maldades e insidias del demonio. 
Se nuestra ayuda, te rogamos suplicantes. 
¡Que el Señor nos lo conceda! 
Y tú, príncipe de las milicias celestiales, con el poder 
que te viene de Dios arroja en el infierno a Satanás 
y a los otros espíritus malignos 
que ambulan por el mundo para la perdición de las almas".


ORACIÓN PARA LOS ÚLTIMOS TIEMPOS


“En tu Divina Voluntad, Señor, extiendo hoy la unción de San Miguel Arcángel sobre mi familia y el mundo entero  y con el Poder de Tu Sangre Preciosa, protégenos Señor, de todo mal y peligro, del alma y del cuerpo, e inúndanos con Tu Amor para ser transformados en Ti, mi Señor”


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