IGLESIA EN EL DESIERTO
SERÁ LA VERDADERA IGLESIA, LA QUE SERÁ PERSEGUIDA
POR LA ANTI-IGLESIA
Y la mujer huyó al desierto,
donde tiene un lugar preparado por Dios
para ser allí alimentada 1.260 días.
Ap 12,6
Según la interpretación más probable esta mujer no es otra que la Iglesia del N. T., la cual, lo mismo que el pueblo de la A. Alianza, se ve sometida, antes de entrar en la patria definitiva, a un periodo de prueba, durante el cual es asistida por una especial providencia. Esta interpretación de Apc 12 se ve confirmada por Heb 3-4, donde los cristianos en camino hacia la felicidad escatológica son comparados a los israelitas en marcha hacia la tierra prometida. San Pablo se coloca en la misma perspectiva cuando habla del alcance y sentido paradigmático de la marcha a través del d.: «Todas estas cosas les sucedieron a ellos en figura y fueron escritas para amonestarnos a nosotros, para quienes ha llegado la plenitud de los tiempos» (1 Cor 10,11).
Ya hemos recorrido un largo trayecto en nuestro itinerario cuaresmal y ahora estamos casi a las puertas de la Semana Santa.
Durante los últimos cinco días habíamos tratado el serio tema del Anticristo, que ha de venir al Final de los Tiempos, pero cuyo espíritu ya se manifiesta de antemano bajo diversas apariencias. Aquí nos encontramos con el abismo de la iniquidad, una oscura personificación del alejamiento del Dios vivo. Pero al final, como describe la Revelación de San Juan, la Bestia (que suele interpretarse como una imagen del Anticristo) y el Falso Profeta serán arrojados al lago de fuego (cf. Ap 20,9-10).
Este tema no debe asustarnos; sino ponernos en vela. No podemos pasar por alto la realidad del mal en este mundo; y, por el otro lado, tampoco debemos darle demasiada importancia. Nuestra mirada debe estar siempre enfocada en el Señor. Recordemos cómo Jesús concluye en el evangelio de Lucas su discurso sobre el Fin de los Tiempos… Después de haber hablado sobre las tribulaciones que sobrevendrán a la humanidad al Final de los Tiempos, hace alusión a su Retorno glorioso: “Entonces verán al Hijo del Hombre que viene sobre una nube con gran poder y gloria. Cuando comiencen a suceder estas cosas, erguíos y levantad la cabeza porque se aproxima vuestra redención” (Lc 21,27-28).
He aquí la gran perspectiva escatológica: el Señor volverá y nosotros hemos de prepararnos para recibirlo. Él mismo nos da claras instrucciones: “Que vuestros corazones no estén ofuscados por el libertinaje, la embriaguez y los afanes de esta vida. Vigilad orando en todo tiempo” (Lc 21,34a.36).
Así, pues, día a día nos aproximamos al Retorno del Señor; o, mejor dicho, su Retorno se acerca cada vez más. Nadie sino el Padre del cielo conoce el día ni la hora (Mt 24,36); sin embargo, Jesús nos da pistas para que podamos identificar cuándo el tiempo está cerca (Lc 21,31).
El oscuro y perverso dominio del Anticristo será aniquilado por el Señor “con el soplo de su boca” y destruido “con su venida majestuosa” (2Tes 2,8). Por tanto, debemos aguardar la Parusía de Nuestro Señor y soportar la tribulación del dominio anticristiano, ofreciéndole resistencia con las armas apropiadas en el ejército del Cordero.
¡Es un tiempo de gran prueba! La Iglesia, perseguida desde dentro y desde fuera por el Dragón, tendrá que ir un tiempo al desierto, como dice el Apocalipsis: “Se le dieron a la mujer las dos alas del águila grande para que volara al desierto, a su lugar, donde es alimentada durante un tiempo, dos tiempos y medio tiempo, lejos de la serpiente” (Ap 12,14). El desierto no tiene que entenderse como un lugar físico –aunque tampoco se lo pueda descartar–, sino más bien como una realidad espiritual.
Si llega la gran apostasía de la que habla San Pablo (2Tes 2,3), e incluso una gran parte de la jerarquía eclesiástica se ve involucrada en ella, entonces los fieles quedan desamparados a nivel exterior. Los maravillosos templos e iglesias podrían entonces caer en manos de aquella iglesia que se ha alejado del Señor, tal como lo estamos viviendo actualmente en Alemania. Entonces los fieles tendrán que encontrar sitios donde puedan vivir a plenitud su fe. Los que se aferran a la fe tradicional sin hacer concesiones al espíritu del mundo, ya ahora están siendo marginados. Estos tales tendrán que acudir a la “ecclesia in deserto” (Iglesia en el desierto), para encontrar allí el alimento que fortalece su alma: la santa Palabra de Dios, custodiada sin adulteraciones, y los santos sacramentos dignamente celebrados. En lo que respecta a la santa comunión, no puede ser administrada a todos, independientemente de su fe y estado de gracia.
Tales tiempos, aunque no necesariamente tengamos que anhelarlos, constituyen un reto especial para nuestro camino de seguimiento de Cristo. Son tiempos propicios para consolidar nuestra fe y profesarla. Los tiempos de persecución suelen ser tiempos en que el evangelio se difunde. Son tiempos de los que el Señor se vale para que nos despojemos de toda tibieza y nos convirtamos en verdaderos testigos de su Retorno.
Así, estos tiempos, con sus tribulaciones externas e internas, nos ayudan a avanzar en nuestro camino espiritual. Cuando de repente todas nuestras seguridades empiezan a tambalear, cuando ya no podemos cimentarnos en lo que siempre había sido nuestro apoyo, entonces el Señor nos lleva a que sólo Él sea nuestro refugio y puerto seguro. Aquí se dinamizan e intensifican los procesos de purificación de los que hemos hablado en nuestro itinerario cuaresmal, ya sean a nivel de los sentidos o del espíritu, ya sean activos o pasivos. Nuestra oración se vuelve más sencilla, invocamos el Nombre del Señor y nos aferramos a Él cuando todo a nuestro alrededor parece tambalearse. Así, el proceso de transformación interior avanza…
La Iglesia en el desierto, aunque sea materialmente pobre, será rica, pues custodiará los tesoros de la Iglesia. A ella pueden aplicarse las palabras que el Señor dirige al ángel de la iglesia de Esmirna: “Conozco tu tribulación, tu pobreza -aunque eres rico- y la calumnia de parte de los que se dicen judíos y que no son más que una sinagoga de Satanás” (Ap 2,9).
NOTA: Este escrito será más comprensible habiendo leído mis previas publicaciones sobre este tema[1]. Quiero recalcar una vez más que aquí expongo mi punto de vista personal. Aunque sé que hay personas que comparten esta opinión, soy sólo yo el responsable del texto que sigue a continuación.
Introducción
¡Con cuánta alegría entré a la Iglesia Católica en la Fiesta de la Asunción de la Virgen en el año 1980! Tres años después de mi conversión, había encontrado el camino a la Iglesia Católica, reconociéndola como la verdadera Iglesia de Cristo. La necesidad del ministerio petrino me resultaba muy comprensible. Me complacía mucho en los pronunciamientos de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, y tenía gran confianza en ellos.
Aunque hubo varios puntos cuestionables en sus Pontificados[2] –sobre todo viéndolos en retrospectiva–, y aunque a nivel general tenía la impresión de que el diálogo con las otras religiones estaba siendo llevado con demasiada apertura; estos dos papas representaban la preservación de la ortodoxia.
Sin embargo, no se puede pasar por alto el hecho de que ya en ese entonces existía en la Iglesia una fuerte tendencia, que –quizá con cierta imprecisión– podría denominarse bajo el concepto de “modernismo”. Los representantes de esta corriente esperaban que, al adaptarse más a la forma de pensar y actuar del mundo, la Iglesia obtendría un mayor dinamismo. Pero los dos papas mencionados anteriormente frenaron el desarrollo de esta tendencia.
El Pontificado de Francisco
Esta situación cambió cuando el "Papa" Francisco fue elegido Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. En lugar de que el ministerio petrino siguiera siendo una roca firme contra el peligroso avance del modernismo, se abrieron las puertas a su influencia.
Aunque en los primeros años yo siempre había defendido al Papa actual, empecé a notar que, poco a poco, algo estaba cambiando en la amada Iglesia del Señor, y cada vez más percibía que estos cambios traían un oscurecimiento. Cuando se publicó la exhortación postsinodal “Amoris Laetitia” y el "Papa" se sustrajo de responder a las “Dubia” de los cuatro cardenales, me quedó claro que había emprendido un rumbo equivocado. Como escribí en otra publicación[3], “Amoris Laetitia” planteó una encrucijada: uno debía decidir si seguía los pronunciamientos doctrinales previos o el nuevo camino tomado en este Pontificado.
Pronunciamientos confusos del Vaticano
Puesto que este proceso de oscurecimiento va en aumento, he decidido advertir claramente sobre los desarrollos del Pontificado actual, porque provocan gran daño a los fieles y a la misión de la Iglesia. Como católico, que ama y respeta el ministerio petrino, esto no me resulta fácil. Pero hay circunstancias (y lamentablemente se han dado) en las cuales el silencio o incluso una crítica demasiado tímida e indirecta, favorece a los poderes de las tinieblas, que han adquirido una influencia masiva sobre la jerarquía de la Iglesia.
Un episcopado mudo o cómplice enceguece cada vez más
Resulta alarmante ver cuán pocos pastores de la jerarquía de la Iglesia alzan su voz y cómo la inmensa mayoría de los obispos y cardenales simplemente dejan que el "Papa" continúe en su rumbo o incluso le siguen. De esta manera, se vuelven cada vez más ciegos espiritualmente, de modo que difícilmente podrán percibir cuando los gobernantes anticristianos o el mismo Anticristo predicho en la Escritura se aprovechen de la Iglesia para llevar a cabo sus oscuros planes. En este contexto, recomendaría leer mi escrito titulado “El gran engaño”[4].
El hecho de que no se haya rechazado la declaración de Abu Dhabi[5], que se haya guardado silencio o incluso defendido el culto público a la Pachamama en los Jardines Vaticanos[6], que no se haya ofrecido resistencia al ataque a la Misa Tradicional[7], que no se haya denunciado como contrarias a la doctrina de la Iglesia las declaraciones recientes del "Papa" sobre la comunión de los santos[8]… Todo ello muestra que la ceguera está bastante avanzada.
Peligros del actual Pontificado
Yo veo un peligro grande que emana del Pontificado de Francisco. Las personas están siendo confundidas y cada vez saben distinguir menos lo que es católico de lo que no lo es. La ambivalencia en el ejercicio de su ministerio es una situación dolorosa, que para muchos fieles se ha vuelto difícil de soportar y para algunos incluso intolerable.
En cierto sentido, se está poniendo de cabeza el ministerio que Dios ha encomendado al Papa. Él, que está llamado a ser una roca (Mt 16,18) y a confirmar a sus hermanos en la fe (Lc 22,32), se está dejando involucrar al servicio de las fuerzas de la destrucción. Desde un punto de vista espiritual, esto significa que en cuestiones esenciales la cabeza de la Iglesia está sometida a la influencia de Lucifer, el cual ha entrado en una malsana “simbiosis” con el pensamiento humano. Precisamente porque el "Papa" utiliza un lenguaje religioso, a los fieles les resulta aún más difícil discernir las cosas. No obstante, es necesario hacerlo, si uno no quiere ser arrastrado por la vorágine del error y de las verdades a medias, o incluso dejarse atrapar en una especie de fascinación negativa. Quien justifique todo lo que diga el "Papa", sin ponerlo en la balanza de la verdad, contribuye a la confusión de los fieles.
No se puede acatar un error, ni prestar obediencia a una autoridad que induzca a error, sea quien sea. Con dolor, nos vemos confrontados al hecho de que la catolicidad y universalidad de la Iglesia están siendo aprovechadas para difundir errores devastadores, que socavan la auténtica fe.
Por tanto, hace falta una resistencia adecuada.
El primer medio al que hemos de recurrir es la oración y el camino de la santidad, con una adhesión inquebrantable a la verdad, tal como ha sido enseñada y transmitida por la Iglesia a lo largo de los siglos. Quien emprenda este camino está siendo un apoyo para la Iglesia.
Al mismo tiempo, estamos llamados a orar por aquellos que, con sus errores, ponen en peligro su propia alma y la de otros. ¡Pero no podemos seguirles! Quien se vea llamado a alzar su voz, que cobre ánimo y advierta.
¡El Señor velará por los suyos! Si los fieles tuviesen que huir por un tiempo al desierto (cf. Ap 12,6), porque la Cátedra de Pedro está bajo la ocupación de otros poderes, entonces estarán bajo la protección especial de la Virgen María.
Pero no sólo se trata de protegerse a sí mismo de este “falso espíritu”; sino también de desenmascararlo y combatirlo de manera correcta.
En todo caso, no se puede seguir a ningún “ciego y guía de ciegos” (Mt 15,14).
___________________
[1] Todos mis escritos sobre la situación actual de la Iglesia están publicados en el blog de Balta-Lelija
[2] Por ejemplo, el encuentro interreligioso en Asís convocado por el Papa Juan Pablo II en 1986.
[3] “Amoris Laetitia: pregunta delicada pero determinante” (Parte I)
“Amoris Laetitia: pregunta delicada pero determinante” (Parte II)
[4] El gran engaño
[5] El “Documento sobre la Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común” firmado conjuntamente por el "Papa" Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb contiene un enunciado particularmente crítico, que representa un golpe mortal a la misión de la Iglesia: “El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos.”
[6] En el marco del Sínodo de la Amazonía, en octubre de 2019, tuvo lugar una ceremonia religiosa en los Jardines del Vaticano, en presencia del "Papa" Francisco y de varios obispos y cardenales, en la que se veneró una representación de la Pachamama. La misma fue llevada en procesión por dos obispos al Salón del Sínodo y también fue colocada frente a la Tumba de San Pedro.
[7] El 16 de julio de 2021 el "Papa" Francisco publicó el Motu Proprio “Traditionis Custodes”, restringiendo estrictamente la celebración de la Misa Tradicional, que durante siglos fue el alimento espiritual de los fieles católicos y de tantos santos.
[8] En la audiencia general del 2 de febrero de 2022, el Papa Francisco hizo la siguiente declaración, que contradice claramente a la doctrina de la Iglesia: “’Padre, pensemos en aquellos que han renegado de la fe, que son apóstatas, que son los perseguidores de la Iglesia, que han renegado su bautismo: ¿también estos están en casa?’. Sí, también estos, también los blasfemos, todos. Somos hermanos: esta es la comunión de los santos”.
VER+:
NOTA: Este escrito será más comprensible habiendo leído mis previas publicaciones sobre este tema[1]. Quiero recalcar una vez más que aquí expongo mi punto de vista personal. Aunque sé que hay personas que comparten esta opinión, soy sólo yo el responsable del texto que sigue a continuación.
Introducción
¡Con cuánta alegría entré a la Iglesia Católica en la Fiesta de la Asunción de la Virgen en el año 1980! Tres años después de mi conversión, había encontrado el camino a la Iglesia Católica, reconociéndola como la verdadera Iglesia de Cristo. La necesidad del ministerio petrino me resultaba muy comprensible. Me complacía mucho en los pronunciamientos de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, y tenía gran confianza en ellos.
Aunque hubo varios puntos cuestionables en sus Pontificados[2] –sobre todo viéndolos en retrospectiva–, y aunque a nivel general tenía la impresión de que el diálogo con las otras religiones estaba siendo llevado con demasiada apertura; estos dos papas representaban la preservación de la ortodoxia.
Sin embargo, no se puede pasar por alto el hecho de que ya en ese entonces existía en la Iglesia una fuerte tendencia, que –quizá con cierta imprecisión– podría denominarse bajo el concepto de “modernismo”. Los representantes de esta corriente esperaban que, al adaptarse más a la forma de pensar y actuar del mundo, la Iglesia obtendría un mayor dinamismo. Pero los dos papas mencionados anteriormente frenaron el desarrollo de esta tendencia.
El Pontificado de Francisco
Esta situación cambió cuando el Papa Francisco fue elegido Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. En lugar de que el ministerio petrino siguiera siendo una roca firme contra el peligroso avance del modernismo, se abrieron las puertas a su influencia.
Aunque en los primeros años yo siempre había defendido al Papa actual, empecé a notar que, poco a poco, algo estaba cambiando en la amada Iglesia del Señor, y cada vez más percibía que estos cambios traían un oscurecimiento. Cuando se publicó la exhortación postsinodal “Amoris Laetitia” y el Papa se sustrajo de responder a las “Dubia” de los cuatro cardenales, me quedó claro que había emprendido un rumbo equivocado. Como escribí en otra publicación[3], “Amoris Laetitia” planteó una encrucijada: uno debía decidir si seguía los pronunciamientos doctrinales previos o el nuevo camino tomado en este Pontificado.
Pronunciamientos confusos del Vaticano
Puesto que este proceso de oscurecimiento va en aumento, he decidido advertir claramente sobre los desarrollos del Pontificado actual, porque provocan gran daño a los fieles y a la misión de la Iglesia. Como católico, que ama y respeta el ministerio petrino, esto no me resulta fácil. Pero hay circunstancias (y lamentablemente se han dado) en las cuales el silencio o incluso una crítica demasiado tímida e indirecta, favorece a los poderes de las tinieblas, que han adquirido una influencia masiva sobre la jerarquía de la Iglesia.
Un episcopado mudo o cómplice enceguece cada vez más
Resulta alarmante ver cuán pocos pastores de la jerarquía de la Iglesia alzan su voz y cómo la inmensa mayoría de los obispos y cardenales simplemente dejan que el Papa continúe en su rumbo o incluso le siguen. De esta manera, se vuelven cada vez más ciegos espiritualmente, de modo que difícilmente podrán percibir cuando los gobernantes anticristianos o el mismo Anticristo predicho en la Escritura se aprovechen de la Iglesia para llevar a cabo sus oscuros planes. En este contexto, recomendaría leer mi escrito titulado “El gran engaño”[4].
El hecho de que no se haya rechazado la declaración de Abu Dhabi[5], que se haya guardado silencio o incluso defendido el culto público a la Pachamama en los Jardines Vaticanos[6], que no se haya ofrecido resistencia al ataque a la Misa Tradicional[7], que no se haya denunciado como contrarias a la doctrina de la Iglesia las declaraciones recientes del Papa sobre la comunión de los santos[8]… Todo ello muestra que la ceguera está bastante avanzada.
Peligros del actual Pontificado
Yo veo un peligro grande que emana del Pontificado de Francisco. Las personas están siendo confundidas y cada vez saben distinguir menos lo que es católico de lo que no lo es. La ambivalencia en el ejercicio de su ministerio es una situación dolorosa, que para muchos fieles se ha vuelto difícil de soportar y para algunos incluso intolerable.
En cierto sentido, se está poniendo de cabeza el ministerio que Dios ha encomendado al Papa. Él, que está llamado a ser una roca (Mt 16,18) y a confirmar a sus hermanos en la fe (Lc 22,32), se está dejando involucrar al servicio de las fuerzas de la destrucción. Desde un punto de vista espiritual, esto significa que en cuestiones esenciales la cabeza de la Iglesia está sometida a la influencia de Lucifer, el cual ha entrado en una malsana “simbiosis” con el pensamiento humano. Precisamente porque el Papa utiliza un lenguaje religioso, a los fieles les resulta aún más difícil discernir las cosas. No obstante, es necesario hacerlo, si uno no quiere ser arrastrado por la vorágine del error y de las verdades a medias, o incluso dejarse atrapar en una especie de fascinación negativa. Quien justifique todo lo que diga el Papa, sin ponerlo en la balanza de la verdad, contribuye a la confusión de los fieles.
No se puede acatar un error, ni prestar obediencia a una autoridad que induzca a error, sea quien sea. Con dolor, nos vemos confrontados al hecho de que la catolicidad y universalidad de la Iglesia están siendo aprovechadas para difundir errores devastadores, que socavan la auténtica fe.
Por tanto, hace falta una resistencia adecuada.
El primer medio al que hemos de recurrir es la oración y el camino de la santidad, con una adhesión inquebrantable a la verdad, tal como ha sido enseñada y transmitida por la Iglesia a lo largo de los siglos. Quien emprenda este camino está siendo un apoyo para la Iglesia.
Al mismo tiempo, estamos llamados a orar por aquellos que, con sus errores, ponen en peligro su propia alma y la de otros. ¡Pero no podemos seguirles! Quien se vea llamado a alzar su voz, que cobre ánimo y advierta.
¡El Señor velará por los suyos! Si los fieles tuviesen que huir por un tiempo al desierto (cf. Ap 12,6), porque la Cátedra de Pedro está bajo la ocupación de otros poderes, entonces estarán bajo la protección especial de la Virgen María.
Pero no sólo se trata de protegerse a sí mismo de este “falso espíritu”; sino también de desenmascararlo y combatirlo de manera correcta.
En todo caso, no se puede seguir a ningún “ciego y guía de ciegos” (Mt 15,14).
[1] Todos mis escritos sobre la situación actual de la Iglesia están publicados en el blog de Balta-Lelija
[2] Por ejemplo, el encuentro interreligioso en Asís convocado por el Papa Juan Pablo II en 1986.
[3] “Amoris Laetitia: pregunta delicada pero determinante” (Parte I)
“Amoris Laetitia: pregunta delicada pero determinante”
“Amoris Laetitia: pregunta delicada pero determinante” (Parte III)
[5] El “Documento sobre la Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común” firmado conjuntamente por el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb contiene un enunciado particularmente crítico, que representa un golpe mortal a la misión de la Iglesia: “El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos.”
[6] En el marco del Sínodo de la Amazonía, en octubre de 2019, tuvo lugar una ceremonia religiosa en los Jardines del Vaticano, en presencia del Papa Francisco y de varios obispos y cardenales, en la que se veneró una representación de la Pachamama. La misma fue llevada en procesión por dos obispos al Salón del Sínodo y también fue colocada frente a la Tumba de San Pedro.
[7] El 16 de julio de 2021 el Papa Francisco publicó el Motu Proprio “Traditionis Custodes”, restringiendo estrictamente la celebración de la Misa Tradicional, que durante siglos fue el alimento espiritual de los fieles católicos y de tantos santos.
[8] En la audiencia general del 2 de febrero de 2022, el Papa Francisco hizo la siguiente declaración, que contradice claramente a la doctrina de la Iglesia: “’Padre, pensemos en aquellos que han renegado de la fe, que son apóstatas, que son los perseguidores de la Iglesia, que han renegado su bautismo: ¿también estos están en casa?’. Sí, también estos, también los blasfemos, todos. Somos hermanos: esta es la comunión de los santos”.
Desde hace bastante tiempo estoy en la intemperie eclesial. Estoy cansado de tantos enlabios, de tanta incoherencia, de tanto triunfalismo eclesiástico, de tanto modelo eclesial individualista y clerocéntrica. Voy por el desierto sin nada y con todo... en JesuCristo.
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