domingo, 17 de julio de 2022

PELÍCULA "EL ESTADO DE LA UNIÓN (STATE OF THE UNION)" 1948 por FRANK CAPRA


FRANK CAPRA

“El sueño americano no es el dinero sino la felicidad y la libertad”

Banqueros insaciables, políticos que gobiernan de espaldas a sus votantes, fríos especuladores inmobiliarios, manipulación en los grandes medios de comunicación… y gente corriente que se levanta contra ellos. Mañana se cumplen 20 años de la muerte de Frank Capra, uno de los grandes directores de la edad dorada de Hollywood, pero parece que sus películas están rodadas hace 20 minutos.
Frank Capra (1897-1991) fue la única persona de su familia que aprendió a leer. Pese a ser el primer director-estrella de la historia de Hollywood, jamás olvidó cómo se ve el mundo desde abajo. Y así lo reflejó en siete películas rodadas entre 1932 y 1948 (es decir, entre el crack del 29 y la posguerra) en las que levanta el dedo para acusar a políticos, banqueros, empresarios y especuladores de amargar la vida de la gente corriente. De los Juan Nadie.
El dedo acusador de Capra es el de James Stewart desde un escaño del Senado, el de Gary Cooper a punto de saltar desde una azotea o el de Lionel Barrymore resistiendo en su vieja casa frente la codicia de un especulador. Puede que hayan pasado 70 años pero las ideas que defiende en sus películas coinciden de forma sorprendente con las que se escuchan desde hace varios meses en las calles y las plazas de toda España.

"¡Que no, que no, que no nos representan!"


Un senador muere en el momento menos oportuno: la votación para dar luz verde a una presa construida sobre terrenos adquiridos con malas artes por un cacique. La consigna es clara: designar un sustituto que actúe a la voz de su amo.
Finalmente el elegido es un líder juvenil (James Stewart) enamorado de los principios rectores de la patria (la igualdad, la justicia, la libertad...), fan de Lincoln y capaz de recitar de memoria pasajes de la Constitución. Pero descubre que al abrigo de la fulgente cúpula del Senado, los políticos actúan no en beneficio de los ciudadanos sino a favor de intereses espurios.
Cuando intenta denunciarlo sus compañeros tratan de expulsarlo del Senado y él lo impide practicando el filibusterismo, una regla según la cual el orador puede mantener el turno de palabra sin límite mientras aguante en pie. Y vaya si se levanta:

"¡PSOE, PP, la misma mierda es!"


Pese a que rodó la mayor parte de sus películas políticas antes de la Segunda Guerra Mundial, todavía hizo dos largometrajes más terminada la contienda. En el último de todos ellos, una ambiciosa magnate de la comunicación (Angela Lansbury) manipula a un empresario de éxito (Spencer Tracy) para que sea el candidato republicano a la Presidencia de EEUU, por más que éste tenga un concepto nada elevado de los políticos.
Ustedes los políticos en lugar de tratar de mantener al país unido, están tratando de separarlo sólo para conseguir votos. A los trabajadores les prometen sueldos más altos y precios más bajos; a los empresarios, precios más altos y sueldos más bajos; a los ricos, recorte de impuestos; a los pobres, desplumar al rico; a los veteranos, casas más baratas; a los constructores, precios descontrolados. No es que yo sea un genio, señor Conover, pero todo eso me aparta de la política.
Lanzada la carrera electoral, llega también este escalofriante diálogo entre la magnate y un secuaz: "Empieza a preguntarse si hay alguna diferencia entre el Partido Demócrata y el Partido Republicano", advierte ella. "Vaya, esa es una buena pregunta para que la haga un candidato a la presidencia", responde él. "Hay toda la diferencia del mundo. ¡Entran ellos y salimos nosotros!".


"El estado de la Unión"

Los años posteriores a la II Guerra Mundial fueron los más críticos para la carrera de Capra. Tras el horror del conflicto bélico, el público ya no podía congeniar tanto con su cine populista, y por otro lado su búsqueda de la independencia le dio más problemas de los que tenía cuando estaba bajo contrato en Columbia. Además, el Capra de aquellos años no se contentaba sólo con realizar películas exitosas sino en hacer que el mensaje que pretendía transmitir fuera cada vez más claro. Eso fue lo que le llevó a hacer una obra maestra como "Qué Bello Es Vivir" (1946) y, a continuación, "El Estado de la Unión".

La película estaba basada en una exitosa y polémica obra de teatro ganadora del premio Pulitzer sobre un ficticio candidato republicano. El contenido político de la obra no solo no detuvo a Capra, sino más bien al contrario. Su única obra hasta entonces vinculada con la política, "Caballero sin Espada" (1939), había sido un enorme éxito y el director no solo esperaba resarcirse así del fracaso de "Qué Bello Es Vivir", sino mantener su idea de crear películas con mensaje.

El protagonista es un magnate del mundo de la aviación, Grant Matthews, el clásico americano hecho a sí mismo, al que su amante, Kay Thorndike, decide lanzar como candidato republicano para que pueda presentarse a las elecciones para presidente de los Estados Unidos. Para ello Kay se sirve del poder e influencia del periódico que ella posee con la ayuda del veterano consejero político Jim Conover y del redactor de discursos Spike McManus. Sin embargo no les va a ser fácil porque de entrada a Matthews no le atrae la idea de convertirse en político. Y si eso no fuera suficiente, Matthews y su mujer Mary hace tiempo que han dejado de entenderse por culpa del romance de éste con Kay, pero de cara a unas elecciones necesitan dar la imagen del candidato como un buen esposo y padre de familia. Para ello, Mary viajará junto a su marido por todo el país mientras éste presenta su candidatura para el partido republicano. Sus problemas como pareja y los dilemas morales de Grant harán dificultosa la campaña.

Realmente el argumento de El Estado de la Unión no aporta nada especialmente nuevo en el universo Capra: un hombre honesto (rico, pero honesto al fin y al cabo) tentado por el mundo de la política que duda entre seguir sus valores o dejarse corromper. Ya no es solo que no sea nuevo sino que parece otra revisión de Caballero Sin Espada o Juan Nadie (1941). Pero afortunadamente este film posee unos rasgos propios que lo distinguen completamente de esas obras anteriores y que le dotan de interés. El más interesante y definitorio de todos es el tratamiento de la historia de amor entre Grant y Mary, y la forma como ésta se integra en la trama. Si en otras películas de Capra con argumentos similares el romance era un complemento de la trama, aquí se convierte en el núcleo de la misma. De hecho lo que mantiene el interés al espectador en todo momento es lo que le sucede al matrimonio protagonista. Ya no se trata simplemente de la típica historia de hombre honrado que es utilizado con fines corruptos sino cómo eso define su relación.

De entrada resulta muy interesante partir del punto de un matrimonio ya en crisis que en esta campaña se pondrá a prueba para bien o para mal. Cuando al principio Grant, alentado por Mary, se deja llevar dando discursos honestos y antipolíticos, su relación prospera. Ella siente un nuevo respeto hacia él, esa faena que empezó a regañadientes para favorecer su imagen política le permite volver a darse cuenta de que ama a ese hombre, y él se siente impulsado por ella a hacer lo que le dice su instinto, y no lo que le dictan el resto de personas.

Más adelante, Grant cambia su discurso y pasa a dejarse llevar por la corriente bajo la premisa de que solo así puede ser elegido como candidato y aspirar a gobernar por el bien del país. Muy significativamente, este cambio de rumbo es planificado en una entrevista que mantiene con su amante Kay. No solo traiciona así sus ideales sino también a su mujer: ser fiel a sí mismo implica ser fiel a su mujer y viceversa. Por ello el clímax final es doble: lo que se juega en esa gran retransmisión no es solo conservar su integridad, sino también su matrimonio.

Otro elemento a destacar es el cinismo que impregna la película y que sin duda proviene de la obra de teatro original. Es cierto que no faltaba ese cinismo en obras anteriores de Capra como las que citamos, pero en el caso de El Estado de la Unión es más amargo y desencantado. El film está repleto de frases lapidarias que ponen de manifiesto lo corrupto que es el sistema y lo podrida que está toda la clase política (un detalle a destacar, aunque el protagonista se presenta como republicano el film no pretende ser una crítica a ese partido sino al sistema político en general, de hecho Frank Capra era un republicano convencido). Uno de los momentos más destacables es cuando Grant presume de haber recibido telegramas de mucha gente apoyándole, a lo que Jim Conover replica que eso no sirve de nada, porque son “solo gente”, lo que necesitan es el apoyo de los peces gordos.

De nuevo no deberemos dejarnos engañar por ese final feliz a lo Capra, porque aunque es un desenlace que pretende ser esperanzador, no por ello niega nada de todo lo que ha mostrado la película hasta entonces: el sistema sigue y seguirá siendo corrupto, continuará siendo impensable que un político llegue a la Casa Blanca basándose solo en su honestidad y de hecho, aunque pretenda dar a entender lo contrario, tras lo que hemos visto en esas dos horas de película resulta obvio que la carrera política de Grant está acabada. Es quizás el film de Capra más desesperanzador, sigue presente su humanismo pero está eclipsado continuamente por los chanchullos que se suceden para llevar a ese hombre a la cima precisamente basándose en su don de gentes, pero con la finalidad de luego utilizarlo para beneficio de los poderosos.

Afortunadamente, aunque Capra se estaba volviendo cada vez más serio, siguió confiando en su instinto que seguramente le advertiría de que no debía olvidarse de entretener al público. Pese a la gravedad del tema y a que El Estado de la Unión no es ni pretende ser una comedia, Capra sigue aportando su toque ligero y entrañable que hace que el film no se convierta en un melodrama plomizo.

Podemos encontrar a lo largo de la película varios ejemplos de los típicos detalles aparentemente pequeños pero que tanto le gustaban a Capra para crear situaciones cómicas. Por ejemplo Jim intentando en vano beber un vaso de vino constantemente interrumpido por la charlatana Mary o, uno de mis favoritos, Grant intentando repasar su discurso antes de la retransmisión incapaz de concentrarse por la presencia de un técnico que no deja de mirarle de una forma bastante incómoda mientras mastica chicle. Por mucho que Grant se mueva de un lugar a otro, ese hombre no deja de mirarle fijamente casi con desprecio y la situación es tan cómica que Capra no duda en alargar un buen rato esos planos aún encontrándose en el clímax dramático final.

El personaje de Spike (muy bien interpretado por Van Johnson) claramente fue creado para aliviar la tensión y servir de contrapunto cómico. Este personaje típicamente capriano sigue la tradición que se inicia en "El Secreto de Vivir" (1936) de guardaespaldas o ayudantes cínicos que siempre tienen una réplica divertida a punto, pero que al final acaban demostrando tener buen corazón.

Sin embargo la mayor parte del peso recae en la maravillosa pareja protagonista que es ni más ni menos que Katherine Hepburn y Spencer Tracy. Aunque inicialmente el papel de Mary iba a interpretarlo Claudette Colbert fue toda una suerte que Capra decidiera despedirla y sustituirla por Hepburn. No es porque tenga nada contra Colbert, sino porque ella difícilmente podría haber aportado una interpretación tan divertida y emotiva como la de Hepburn y, sobre todo, la película habría perdido muchísimo sin la química que hay entre Hepburn y Tracy. Hay multitud de momentos típicos pero entrañables y eficaces, como una furiosa Mary preparando una cama en el suelo tras una discusión con su marido y Grant increpándole que no la dejará dormir en el suelo porque se sentiría culpable para luego descubrir que esa improvisada cama es para él; o Grant haciendo piruetas con una avioneta mientras Mary sigue haciendo calceta indiferente, contrastando con un Spike mareado y muerto de miedo.

Por supuesto tampoco debemos olvidar papeles secundarios tan fundamentales como un Jim Colvoner interpretado por Adolphe Menjou o la aborrecible Kay interpretada por Angela Lansbury.

Pese al discurso final algo manido y naif, el tema de El Estado de la Unión sigue siendo tan vigente hoy en día como su tratamiento. Así como la exagerada inocencia de Mr Smith o Juan Nadie puede provocar que algunos espectadores contemporáneos vean esos films como algo desfasados, Grant Matthews, el último héroe político de Capra, resulta aún perfectamente creíble, siendo además manipulado sistemáticamente según las intenciones de cada persona.

Desgraciadamente, pese a que con esta película Capra demostró que aún podía seguir en forma como director, su carrera cayó en picado. Tras este film se rindió y acabó haciendo dos obras menores y mediocrísimas al servicio de Bing Crosby tras las cuales estaría ocho años retirado del cine. A finales de los 50 volvería para rodar sus dos últimos largometrajes, y pese a que el último de ellos (un remake de su éxito de los 30 Dama por un Día) fue un trabajo más que digno, seguía estando lejos de la brillantez de sus obras pasadas.

El Estado de la Unión sería no sólo la última gran obra de Capra, sino la película más olvidada e infravalorada de su filmografía. No la dejen escapar.




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