jueves, 9 de diciembre de 2021

¡AY DE LOS (ANTI) OBISPOS! Y TOD@S, TODAS, TODES por PADRE BONIFACIO 🐺


¡AY DE LOS OBISPOS!
Bergoglio recientemente «ilustró» a los Obispos italianos con unas «bienaventuranzas del Obispo» muy «particulares»[i]. Como junto a las bienaventuranzas en el Evangelio aparecen también los «ayes» (cf. Lc 6,24-26), quisiéramos humildemente ayudar a completar tal ilustración, por si en Italia o incluso en Roma algunos Obispos que por allí habitan necesitasen mayor inspiración. He aquí los «ayes» que proponemos… Como estamos en tiempos de «sinodalidad» nos sentimos más animados a compartirlos y creemos que los que hablan del diálogo y la escucha no podrán sino estar receptivos y agradecidos por esta pequeña contribución:
Ay de los Obispos que hablan de los pobres y la pobreza material, pero son ricos a sus propios ojos en su miserable corazón. A ellos les será quitado el reino de Dios y les será dado a otros que den los frutos que esperaba el Señor. Por su autosuficiencia, por no ser pobres en el espíritu, por no buscar ni compartir los bienes de lo alto, por no amontonar tesoros en el cielo y por negar a los demás el acceso a los tesoros de la salvación, ¡lo poco que ellos tengan, arrebatado les será!

Ay de los Obispos que aceptan los abrazos y consuelos humanos, pero ni reparan por el pecado, ni desagravian por los sacrilegios, ni conocen la verdadera consolación del Espíritu de Dios. Ellos mismos persiguen a Cristo al traer angustia a sus siervos más humildes, negándoles la justicia y la verdad. ¡Ya tienen su consuelo! No conocerán el consuelo eterno que Dios reserva a los que sufrieron con paciencia por su Reino.

Ay de los Obispos que banquetean y disfrutan de que les den los primeros lugares, de jubileos y fiestas, porque se apacientan a sí mismos, en vez de ofrecer sacrificios y desvelos por el pueblo que les fue encomendado. Puesto que ya se apacentaron en vida, no conocerán los pastos verdes y lugares de descanso reservados para los sufridos y que amaron a Dios y a los pequeños más que a sí mismos.

Ay de los Obispos pusilánimes que no denuncian el pecado ni avisan de los peligros para la fe y para la moral. Queriendo llevarse bien con todos, los mantienen en las tinieblas del error. ¡Con ellos las compartirán eternamente, si a tiempo no se arrepienten!

Ay de los Obispos humanistas, que pretenden manipular a Dios y torcer su santa Palabra para construir en la tierra un reino humano. Su sueño se convertirá en pesadilla, porque abandonaron a Dios, fuente de aguas vivas, para construirse cisternas agrietadas que no retienen el agua.

Ay de los Obispos que prohíben que el Señor sea recibido con la mayor dignidad y reverencia en la sagrada Comunión, incluso contra lo que manda la Iglesia. Enemigos de Dios y de los hombres, que no temen ni al Altísimo ni a sus súbditos, como jueces injustos serán juzgados con mayor severidad por el Juez de todos, si no reparan sus injusticias mientras están a tiempo.

Ay de los Obispos que hablan de la misericordia y el perdón, pero olvidan la santidad y el juicio. Impiden que los hombres se conviertan y así conozcan la verdadera misericordia y reciban el perdón en sus almas. Su temeridad, ¿de qué les servirá ante Dios, sino de vergüenza, pavor y confusión?

Ay de los Obispos que hablan de evitar la ambigüedad pero no hacen otra cosa que confundir con su lenguaje doble, de encontrar bienes en medio de los males y de buscar supuestamente a Dios en los charcos del mundo. Ay de ellos, pues son como serpientes de lengua bífida, y por sus palabras serán juzgados, no siendo admitidos en la bienaventuranza de la claridad sin ocaso ni sombra, no siendo recibidos en la luz de la verdad indeficiente donde no caben sus embustes y componendas. No amasteis ni defendisteis la verdad, tampoco ella os podrá guiar a su reino eterno, sino que seréis llevados por vuestro padre, el Mentiroso, a su inmundo lodazal.

Ay de los Obispos que se llenan la boca de hablar de paz y fraternidad, pero no la conocen ni la dan, porque niegan al Príncipe de la Paz por su amistad con el mundo y con todos los enemigos de Dios y del hombre. La guerra y el odio que llevan en sus corazones los convierten en hijos de su padre Satanás, el homicida desde el principio. Como ellos eran los que persiguieron y mataron a los profetas de Dios, como ellos los que instaban al pueblo a gritar que crucificaran al Bendito Hijo de Dios, escogiendo las falsas libertad, unidad y paz del hombre sin Dios. ¡Tampoco conocerán la paz en los tormentos de las tinieblas exteriores, preparadas para ellos!

Ay de los Obispos que llaman obstáculo a la verdad e incomprensiones a las justas reclamaciones de los siervos de Dios. Ellos son amables y condescendientes con los enemigos del bien, pero duros e intransigentes con los católicos que aman a Dios. Van contracorriente del camino estrecho de la salvación, creyendo que son héroes porque transgreden toda justicia y profanan todo lo santo, para hacerse aceptables al mundo. Ellos escucharán los lamentos y recibirán las quejas de los réprobos por toda la eternidad.

Ay de los Obispos que so capa de «pastoralidad» abandonan los mandamientos de Dios y las normas de la Iglesia, falsificando el evangelio y haciendo de la liturgia una farsa y una muestra de su soberbia y su vanidad. No dieron gloria al Dios del cielo y de la tierra, ¡al abismo caerán!

Ay de los Obispos que ni enseñan la palabra de Dios ni permiten que se enseñe, llenando sus seminarios y enseñanza religiosa de profesores sin fe ni piedad, que enseñan la herejía y doctrinas humanas o de demonios. Escogieron el camino del error, también su Juez verdadero los negará.

Ay de los Obispos que son falsos pastores, mercenarios, lobos rapaces para las ovejas. Devoraron a las que caían en sus manos, ¡por el fuego inextinguible ellos a su vez devorados serán!

Ay de los Obispos que no alertan de los enemigos espirituales, ni creen en su existencia. Su amistad con los enemigos es enemistad con Dios, su actuar como perros mudos los descalifica para cuidar del rebaño. Su falta de fe en el diablo y los demonios es falta de fe en el Evangelio y en su Señor. Su falta de lucha y su negligencia, dejando desamparados a quienes debían proteger, se convertirán en gran vergüenza y derrota para ellos, a manos de aquellos mismos de los que no quisieron hablar. No querían «ver al diablo en todas partes», ¡pues él será su compañía por la eternidad!

Ay de los Obispos que se hacen de humildes y de «sinodales», pero son tiranos infiltrados en la Iglesia. Se reúnen para conspirar contra Dios, contra su Vicario, contra sus siervos, contra la humanidad. Pretenden engañar a unos y oprimir a otros, pervertir a la Iglesia y demoler el Santo Sacrificio que nos trae la salvación. Promueven la agenda de los masones, de los «filántropos benefactores» que quieren reducir la población mundial y llevar a las almas a Satanás. ¡Con el soplo de su boca, el Rey de Reyes, en su Venida, ya próxima, los aniquilará y al infierno vivos descenderán!

¡Ay, Bergoglio…!


¡¡¡CONVIÉRTANSE, CONVIÉRTANSE DE CORAZON A DIOS SI NO QUIEREN PERECER ETERNAMENTE!!!

MUCHOS CARDENALES OBISPOS Y SACERDOTES VAN POR EL CAMINO DE LA PERDICIÓN Y ARRASTRAN TRAS DE SI A MUCHAS ALMAS. (Mensaje de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal)


TODOS, TODOS, TODOS


En la primitiva Iglesia, en las épocas de las luchas para defender la fe de las herejías, se instituyó el ministerio del ostiario, que permaneció hasta 1972 entre las llamadas órdenes menores, camino del sacerdocio. ¿Qué hacía el ostiario? Como su nombre en latín indica era una especie de portero, que se situaba en la entrada del templo católico para recibir a los fieles, pero muy especialmente para identificar a los desconocidos, como peregrinos y recién llegados. Éstos debían viajar con una carta de parte de su Obispo, y el ostiario tenía una lista de los Obispos católicos que conservaban la fe y no habían caído en herejía. Cuando el cristiano que quería acceder al templo y participar de los sacramentos estaba avalado por un Obispo hereje, que había caído por ejemplo en el arrianismo, el ostiario, tras comprobar en su lista que tal Obispo no era católico, impedía el acceso al templo al recién llegado, como un intruso que estando en comunión con un hereje se hacía hereje también.

Eran los tiempos en que la Iglesia Católica era realmente Católica, es decir, que acogía a todos, todos, todos los que obedecían a la verdad, y por eso era Una, con la unidad de la fe católica. No se excluía a nadie que se convertía. Al contrario, se exponía el error para ayudar a todos, todos, todos a aceptar la verdad y, así, que pudiesen entrar en el camino de la salvación los más posibles, sabiendo que «la fe no es de todos» (2 Tes 3,2) y para alcanzar la salvación es necesario esforzarse por entrar por el «camino estrecho», que es frecuentado por «pocos» (cf. Mt 7,14).

Pero desde aquellos tiempos ha llovido mucho. Tanto, que ya no hay ostiarios. Tanto que ahora en Roma no hay un Papa que pudiese estar en aquellas listas de Obispos católicos, sino un infiltrado peor que el mismo Arrio o el mismo Lutero (quien piense que esto es una mera exageración debe haber estado poco atento a los hechos sucedidos en la última década). Ni Arrio ni Lutero llegaron a la gravedad de las herejías de Bergoglio, pero ellos fueron expulsados de la Iglesia, y con ellos todos, todos, todos los que los seguían. Éste, sin embargo, se ha introducido subrepticiamente y quiere meter a todos, todos, todos los suyos: masones, comunistas, globalistas, herejes, homosexualistas, abortistas, y a todos, todos, todos los que no tienen fe católica ni caridad cristiana.

En ese todos, todos, todos no cabemos los católicos. Esto nos recuerda otro de los nuevos dogmas: que ya no hay dogmas ni verdades absolutas, todo, todo, todo se puede cuestionar. Pero para estos herejes y relativistas su nuevo dogma por el que todo es relativo sí es absoluto y dogmático y no se puede cuestionar. Ellos imponen esta demolición de la doctrina basados en una falacia que elevan a la categoría de verdad primordial, mientras los que seguimos creyendo en Jesucristo y siendo fieles a su Iglesia somos tachados de rígidos o radicales, para que no cuestionemos sus engaños «incuestionables».

Se puede hablar de un antes y un después desde la JMJ de Lisboa en relación a la redefinición del evangelio o, más exactamente, a la concreción del nuevo anti-evangelio bergogliano, que se propone hoy ya desde muchos púlpitos (que se hacen eco del «repitan conmigo»). Es el evangelio del todos, todos, todos. Ya sabemos, «en la Iglesia caben todos, todos, todos», verdad a medias de un entero falso maestro.

Hay que poner esas palabras en contexto: fueron dichas cual eslogan de embrujo supremo por Bergoglio en la primera JMJ que tuvo una delegación oficial LGTBI y donde se celebraron «misas LGTBI», una JMJ donde además la aplicación Gindr de contactos homosexuales echaba humo. Así que el «todos, todos, todos» bien se podía traducir en primer lugar por «todos, todas, todes», es decir, por promoción del pecado nefando de la sodomía y de la satánica ideología de género.

Pero no es sólo eso, sino que, como dijo el cardenal y Obispo auxiliar de Lisboa, encargado de la organización de esta JMJ, Mons. Américo Alves Aguiar, el objetivo de la JMJ no era evangelizar ni convertir a los jóvenes, sino estar juntos jóvenes católicos y de otras religiones, creyentes y agnósticos, y que eso sería el mejor fruto. El «todos, todos, todos» también significa indiferentismo religioso, respeto de las herejías y de los errores, confusión doctrinal, negación de la imperiosa necesidad del anuncio del evangelio y de la necesidad de la conversión a Cristo para alcanzar la vida eterna. Una traición a Cristo, único Señor y Salvador, y una traición al bien de las almas, en aras de una falsa fraternidad humana, abdicando de la vida eterna.

Pero el «todos, todos, todos» significa algo más. En esta JMJ se podía ver a jóvenes borrachos en las filas de la comunión, entre ellos algunos a los que tuvieron que evacuar los servicios sanitarios con comas etílicos. Junto a ello, la forma indigna y sacrílega de repartir la Sagrada Comunión nos hace pensar que este macro-sacrilegio (¡si tan sólo se hubiese quedado en macro-botellón!) organizado en la JMJ fue la plasmación de la doctrina Amoris Laetitia: Ahora todos pueden comulgar. El mismo Bergoglio se enorgullece de no haber negado nunca la comunión a nadie, aun sabiendo de algunas personas que vivían en situación de pecado público estando amancebadas. Ahora, «todos, todos, todos» pueden comulgar, ya no hay necesidad de estar en gracia de Dios, ni exigencia alguna en el camino cristiano, que ya no es una vocación a la santidad.

La «juventud de Bergoglio» es la del «postureo», como ellos mismos dicen, la que tiene como ideal ser «santos de mierda» o «santos de copas», según sus propios «libros de formación», la de la música tecno, o la de la aplicación Gindr. Todo cabe, todos caben, todo es posible en este falso evangelio del que ha sido expulsado Jesucristo y por el que su Novia está tan desfigurada que no es reconocible y que bien podría llegar a escuchar pronto aquella respuesta dada a las vírgenes necias: «En verdad os digo que no os conozco» (Mt 25,12). De este anti-evangelio ha desaparecido el Espíritu Santo y el celo por la palabra de Dios. Este hediondo falso evangelio huele a azufre y se reboza del mundo, este falso evangelio inmundo es doctrina de demonios, y lleva a los que lo siguen a las garras del Maligno. De este falso evangelio y de sus maestros nos advirtieron san Pedro y san Pablo:
«habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán herejías perniciosas y que, negando al Dueño que los adquirió, atraerán sobre sí una rápida destrucción. Muchos seguirán su libertinaje y, por causa de ellos, el Camino de la verdad será difamado» (2 Pe 2,1-2).
«Yo sé que, después de mi partida, se introducirán entre vosotros lobos crueles que no perdonarán al rebaño; y también que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas, para arrastrar a los discípulos detrás de sí» (Hch 20,29-30)

Desde la muerte de Benedicto XVI, y especialmente tras esta JMJ, la falsa iglesia que promueve este falso evangelio está ya desatada y toda la estrategia del infierno se ha acelerado. No se trata de una novedad, pues los cimientos ya estaban colocados con Amoris Laetitia, con la Declaración de Abu Dhabi, o con la sinodalidad dichosa. Pero ahora, como por arte de magia, como si se hubiese celebrado un gran sortilegio en Lisboa, el mensaje machacón del «todos, todos, todos» ha entrado cual mantra demoniaco que infinidad de sacerdotes y fieles repiten cual marionetas movidas al ritmo del padre D. J. mientras se les derriten las meninges, y demonios de toda clase se hacen cargo de la situación a la vez que otros cubren con una espesa capa de ceguera mentes y corazones no sea que abran los ojos y vean y se conviertan y vivan (cf. Mt 13,13-15). Muerte para «todos, todos, todos», ése es el lema.
VER+:


No se puede imponer la contradicción ni la incoherencia. La inobservancia de este tipo de normas no es desobediencia, y se convierte, según el autor, en un deber.
EL QUE OBEDECE A BERGOGLIO Y A SU AGENDA SATÁNICA 2030 DESOBEDECE A DIOS Y A LA IGLESIA.




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