jueves, 27 de julio de 2023

LIBRO "DE ETA A EH BILDU: LAS PIELES DE LA SERPIENTE por FERNANDO JOSÉ VAQUERO OROQUIETA 🐍💣💥💀



Vaquero Oroquieta: 

En este segundo volumen del proyecto El nacionalismo vasco y Navarra, que sigue a Biografía no autorizada del PNV, su autor estudia en apretada síntesis la poliédrica historia de la organización terrorista ETA: desde sus orígenes en la órbita del PNV a su protagonismo político hoy. De ahí que sea abordada tan asombrosa constelación de entidades de todo tipo, que viene organizando la autodenominada izquierda abertzale, con la férrea voluntad que le caracteriza, y siempre volcada en la consecución de la independencia y la implantación del socialismo en nombre del pueblo vasco.
ETA ya no mata, efectivamente, pero las secuelas individuales y sociales derivadas de varias décadas de terror perduran en muchos de sus más íntimos mecanismos sociales, marcando patológicamente la sociología actual del País Vasco y de Navarra.
Por otra parte, el creciente fenómeno de una izquierda abertzale disidente autodenominada proletaria, en evidente ruptura con sus mayores, exige un esfuerzo continuo de memoria y análisis que no pierda de vista la naturaleza y raíces de aquel fenómeno tendencialmente terrorista, así como sus mitos, sus principales características mantenidas a lo largo del tiempo, las complicidades que ganó, y sus derivas y expresiones colectivas. De ahí que se le dediquen espacios a la «Marcha de la libertad», su controvertida posición frente a las drogas, el denominado «feminismo abertzale», la instrumentalización del movimiento por la insumisión, los grupos terroristas que siguieron su ejemplo y otras expresiones colectivas de aquellas décadas de profundas convulsiones.
De tal modo, por estas apretadas páginas desfilan los principales fundadores de ETA y figuras posteriores: TxabiEtxebarrieta, Arnaldo Otegi, Iosu Abrisketa, Mikel Albisu, la tristemente célebre María Dolores González Catarain,Yoyes, Jesús María Zabarte Arregui, carnicero de Mondragón, Mikel Albisu, David Pla Martín y tantos otros.
También se recupera la memoria de algunos de los colectivos humanos particularmente golpeados por la banda terrorista, caso de los funcionarios de prisiones, la Ertzaintza, o los vascos tradicionalistas, de centro-derecha, y falangistas, asesinados a causa de su profesión o ideales.
Como marco para todo ello se parte de una cronología de ETA y la izquierda abertzale, especialmente en su expresión partidaria, con particular consideración de sus numerosas facciones, giros tácticos y su declive como banda armada, hasta la presentación de 44 de terroristas declarados en las listas electorales de EH Bildu en las elecciones municipales y autonómicas de 28 de mayo de 2023.
Este trabajo presenta, desde una visión integradora, global y con algunos apuntes autobiográficos, la continuidad humana y estratégica de una ETA metamorfoseada en Sortu y EH Bildu, sin reservas ni concesiones.

Fernando José Vaquero Oroquieta (Pamplona, 1961), funcionario de la Administración Central del Estado y prolífico articulista, es actualmente uno de los escritores más destacados del panorama intelectual español. Autor de varios libros, entre los que destacan De Navarra a Nafarroa y La Constelación Masónica, ambos editados por La Tribuna del País Vasco, donde mantiene desde hace una década la columna Disidente por obligación, Vaquero Oroquieta acaba de publicar ahora, de la mano de Ediciones Pompaelo, De ETA a EH Bildu. Las pieles de la serpiente. 

Se trata del segundo volumen del proyecto El nacionalismo vasco y Navarra, que sigue a su anterior ensayo Biografía no autorizada del PNV. En este reciente trabajo, Vaquero Oroquieta estudia en una apretada síntesis la poliédrica historia de la organización terrorista ETA: desde sus orígenes en la órbita del PNV a su protagonismo político. Tal y como se señala en la presentación del libro, "ETA ya no mata, efectivamente, pero las secuelas individuales y sociales derivadas de varias décadas de terror perduran en muchos de sus más íntimos mecanismos sociales, marcando patológicamente la sociología actual del País Vasco y de Navarra. Por otra parte, el creciente fenómeno de una izquierda abertzale disidente autodenominada proletaria, en evidente ruptura con sus mayores, exige un esfuerzo continuo de memoria y análisis que no pierda de vista la naturaleza y raíces de aquel fenómeno tendencialmente terrorista, así como sus mitos, sus principales características mantenidas a lo largo del tiempo, las complicidades que ganó, y sus derivas y expresiones colectivas".

En los últimos años se vienen publicando numerosos títulos especializados y muy consistentes en torno al terrorismo de ETA. ¿Qué aporta, en este panorama editorial, su nuevo ensayo?
Es cierto. Seguro que se refieres a los nuevos libros sobre la Guardia Civil y su lucha contra ETA, testimonios de víctimas, el papel de la Policía Nacional, experiencias en primera persona de políticos relevantes, los efectos económicos del terrorismo… En ese sentido, la existencia del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo de Vitoria ha impulsado, en buena medida, tan necesaria labor, minuciosa y científicamente. Por lo que respecta a mi trabajo tengo que señalarle dos aspectos. En primer lugar, este texto forma parte de un trabajo más amplio, que es el del impacto del nacionalismo vasco en la historia contemporánea de Navarra, de ahí que mi libro anterior estuviera centrado en Sabino Arana y el PNV (Biografía no autorizada del PNV, Pompaelo, 2022). Con el tercero y último de esta serie investigaremos, Dios mediante, su historia particular en mi tierra navarra. En segundo lugar, ante tamaña dispersión de fuentes, títulos, informes, documentales en diversas televisiones y plataformas, novelas y testimonios, mi ensayo proporciona una visión global, cronológica, estratégica incluso, de lo que supuso ETA, de sus raíces y de sus influencias en la actualidad. No en vano, el País Vasco y la Navarra de hoy no podrían explicarse sin la historia y la acción del terrorismo de ETA.

Mucho se ha escrito y publicado sobre la banda terrorista ETA. ¿Queda historia relevante por ser rescatada?
Sí, mucha y en diversas direcciones. Especialmente en lo que respecta a los crímenes sin resolver: 379 asesinatos, entre ellos. Pero también en relación a las conversaciones/negociaciones que han mantenido representantes de ETA con emisarios del Gobierno español en diversos periodos históricos recientes. Gracias a cálculos de Mikel Buesa, se considera que en ETA militaron unas 7.800 personas. La mayor parte de esas personas también lo hicieron, o siguen hoy, salvo fallecidos y gentes que la abandonaron, en diversas estructuras de la autodenominada izquierda abertzale, especialmente en Sortu, que es el partido nuclear y dirigente de la
coalición EH Bildu. Si en su momento las más altas autoridades judiciales determinaron que Ekin, Jarrai, Xaki, Herri Batasuna, Gestoras Pro-amnistía, Egin, etc., formaban parte de ETA, hoy es necesario, por exigencias elementales de transparencia democrática y de sentido de la realidad, desvelar las conexiones entre los últimos liderazgos de ETA y su interrelación con Sortu y esas otras estructuras actuales que no dejan de ser mero trasunto de las en su día ilegalizadas: Ernai, Sare, Naiz, etc. Pero existe una dificultad: en no pocas ocasiones, las filtraciones al respecto proceden de la izquierda abertzale, en función de sus cálculos. Ahora, EH Bildu está más interesada en rebasar electoralmente al PNV que en desprestigiar al Estado, pero esta circunstancia puede cambiar.

¿Ha existido algún tipo de relación privilegiada entre ETA y el euskera?
Para responder a esta pregunta tan relevante destaquemos un hecho: los cinco fundadores de Ekin/ETA estuvieron relacionados toda su vida con el desarrollo y la implantación del euskera. Por algo sería.
Julen Madariaga Aguirre, además de su larga trayectoria en partidos abertzales, también escribió numerosos libros en euskera. José María Benito del Valle Larrinaga abandonará ETA, pero impulsará la revista Branka, una cabecera mítica para el nacionalismo vasco.

Rafael Albisu Ezenarru, por su parte, fue padre de uno de los últimos dirigentes de ETA, Mikel Antza, un gran escritor y crítico literario en lengua vasca que mamó esa cultura desde la cuna y las experiencias vitales de su padre. José Luis Álvarez Enparanza, Txillardegi, además de dedicar buena parte de su vida a la enseñanza del euskera, publicaría en 1957 la primera novela moderna en este idioma: Leturiaren egunkari ezkutua. Iñaki Larramendi, por último, desvinculado de ETA a raíz de su V Asamblea, se dedicaría al euskera y al movimiento de las ikastolas hasta su fallecimiento. Y qué decir de otros intelectuales y dirigentes históricos de la organización, caso, por ejemplo, de Federico Krutwig, quien en un temprano 1943 ingresó en la Real Academia de la Lengua Vasca. Este impulso voluntarista responde a una calculada vinculación de un idioma con la “construcción nacional”. Algunos pretenden, por ejemplo, el gran político e intelectual navarro de UPN, Iñaki Iriarte, que el euskera no responda a motivación o fuerza que no sea la propia del gusto por un idioma que debiera servir para comunicar, sin otras connotaciones.

Me temo que la realidad no confirma tan deseables como altruistas deseos. En definitiva: los ideólogos nacionalistas diseñaron el escenario, el lenguaje, las normas internas, los tiempos y los papeles a representar; pretender jugar asépticamente en un campo tan predeterminado en sus causas y consecuencias me parece una falta de realismo.

Vascongadas, Navarra, ¿son sociedades plenamente democráticas?
No. No obstante, muchos tertulianos y políticos afirman que ETA ya no mata y que hablar de ETA es propio de partidos españolistas que no tienen un programa que ofrecer, o de oportunistas que se mueven por el espíritu de venganza. Lo cierto es que en Vascongadas y Navarra se produjo una verdadera “limpieza ideológica” que aceleró los planes hegemónicos de los nacionalismos vascos en su conjunto.

Así, mayormente, en los bares, calles y pueblos hablan los de siempre, y continúan ejerciendo modalidades de violencia de raíz política también los de siempre. E incluso, el fantasma de una presunta disidencia de ETA –ya sea ATA o el denominado Movimiento Socialista-, desde la que se han desplegado no pocos episodios de violencia, tales como actos de kale borroka o el asalto de la Universidad en Vitoria en marzo de 2022, que se saldó con 34 abertzales detenidos, contribuye a que esta sociedad no pueda
liberarse de los efectos perniciosos de tantas décadas de violencia, delaciones, maltratos y, aunque no guste recordarlo a muchos, de
terrorismo en suma. En definitiva, en el País Vasco y Navarra hay un enfermizo déficit de libertad pública, ideológica y mental.

En su libro anterior, deconstruía algunos episodios históricos del PNV, así como su imagen de presunta honorabilidad democrática. Ahora que EH Bildu puede llegar a desbancar electoralmente al PNV, ambas formaciones, ¿siguen compartiendo agenda política?
Ambas familias políticas comparten, efectivamente, una estrategia política análoga en lo que se refiere a fines últimos, caso de la independencia y la previa “construcción nacional”. Asumen igualmente una agenda social radical-progresista, que es probable porte en su lógica interna las causas de su futuro declive; me refiero al declive demográfico y a la progresiva sustitución poblacional. Una circunstancia, el del impacto de la emigración, sobre la que ya ha levantado una voz de alarma el intelectual orgánico de la izquierda abertzale José María Esparza, editor de Txalaparta. Pero existe una dialéctica de confrontación política y generacional y sobre todo, militante. Si desde ETA y sus directos colaboradores de la izquierda abertzale “movieron el árbol” durante décadas, ahora se niegan a que continúe siendo el PNV el que siga recogiendo cómodamente las nueces; no en vano, ellos pusieron los muertos, y las presos, y los exiliados…

Dedica uno de los treinta y tantos capítulos de su libro a la relación de ETA con la Iglesia católica… ¿ETA nació en un seminario?
No. Pero encontró en la iglesia vasca un terreno fértil y unos espacios de relativa libertad alimentados por la “opción preferencial por los pobres”, ciertas expresiones de la Teología de la Liberación y sobre todo, la dureza y frialdad moral de algunos de sus pastores, que le favoreció en su conjunto. En este sentido, la perversa figura de un José María Setién siempre estará contrarrestada con la de un paternal Fernando Sebastián, quien elaboró algunas de las condenas más contundentes e inteligentes del terrorismo desde la jerarquía católica. En todo caso, no puede resumirse esta historia tan compleja en una narración maniquea de malos malísimos e ingenuos bienintencionados.

ETA nunca fue una organización confesional, se despegó rápidamente de los medios católicos asumiendo el marxismo-leninismo y el ateísmo práctico por parte de la mayor parte de su militancia. No pocos católicos jugaron el papel de “tontos útiles”, es cierto. Pero no olvidemos que la inmensa mayoría de víctimas de ETA fueron católicas, al menos bautizadas como tales.
Otro hecho inquietante en esta brutal historia es que ningún clérigo católico fuera asesinado por la banda. Señalemos, por último, que Gesto por la Paz estuvo en gran medida impulsado por católicos sinceros que creían en la no-violencia como herramienta de cambio social.

Se habla mucho de la victoria de los demócratas y de la importancia del relato…
Sí, hasta el punto de que son auténticos mantras políticamente correctos y acríticamente reiterados desde los medios de comunicación mayoritarios y la inmensa mayoría de los políticos.
Pero hay que partir de una constatación: los medios de comunicación de masas y los políticos españoles son cortoplacistas, mientras que el nacionalismo vasco siempre ha trabajado con la voluntad y la mirada puestas en el futuro mediante el trabajo incansable de varias generaciones. De ahí que lo que fue una victoria incuestionable por parte de la policía y la sociedad española, se está convirtiendo en una derrota política. Y la elaboración del relato se haya relegado en aras de apremios políticos coyunturales. Por todo ello, el nacionalismo vasco en su conjunto, y la izquierda abertzale de ETA en particular, estén invirtiendo ambas perspectivas históricas en una oportunidad para sus propias ambiciones; siempre desde el odio a España y con la voluntad política de borrar todo lo español de su territorio y del imaginario común de los ciudadanos que habitamos estas tierras.

Para terminar, ¿EH Bildu es ETA?
Sin duda se trata de una pregunta muy justa y que atraviesa todo mi libro. Pero prefiero que el lector se forme su propio juicio a través de las fuentes e informaciones que le presento en mi ensayo. De ahí esa metáfora que reflejo ya en su título: la de una serpiente que, por cierto, ETA se encargó de que figurara en su logo, como símbolo de astucia, junto al hacha que expresa la fuerza. La serpiente muda de piel, tiene criaturas, pero sigue siendo ella misma, respondiendo a los imperativos de su naturaleza. En este caso es la consecución de la independencia y la implantación del socialismo, sirviéndose de cualquier medio, especialmente el victimismo, el cultivo del odio y la falsificación histórica ahora, tal y como fuera el terrorismo entonces.

De ahí que su rechazo actual del terrorismo únicamente sea táctico y no estratégico, oportunista en suma. ETA no fue únicamente una banda terrorista, un partido político, un movimiento social, o una maquinaria engrasada por dinero manchado de sangre. Fue todo aquello a la vez, con comportamientos colectivos propios de una secta destructiva, impulsados desde un liderazgo jamás cuestionado, y unas prácticas mafiosas fruto de su voluntad de alcanzar un control social total. Una organización totalitaria, por tanto, que se adapta a las cambiantes circunstancias de los sucesivos ciclos históricos.
PRÓLOGO

Dijo Antonio Maura que «Las naciones no mueren por débiles, sino por viles». Tremenda acusación que a cualquier persona, por desinteresada que esté del compromiso público y de la marcha de su patria, tiene que provocar siquiera un fugaz estremecimiento de responsabilidad: "¿Habré aportado  yo un grano a esa carga de bajeza?". 
La lectura de este libro desgarrador puede persuadir a algunos de que España merece desaparecer, porque la enorme cantidad vileza ya la está ahogando. Yo prefiero pensar que aún quedan honor y esperanza, porque Fernando José Vaquero Oroquieta se ha sentido con las fuerzas necesarias para escribirlo, y vaya sihay que tenerlas para penetrar en este palacio de horrores.

Desde el 11-M, los españoles vivimos dentro de un barril que no para de caer por la ladera de una montaña rocosa . A cada vuelta, cada vez estamos más magullados y el barril se desencuaderna un poco más. Muchos quieren detener ese barril y salir de él para palparse los huesos y regresar a casa a re­componerse. Sin embargo, algunos lo empujan para seguir rodando, porque o bien disfrutan con el do­lor ajeno o bien esperan que la gente esté tan aturdida que ellos puedan aprovecharse para dirigirla.
Mientras se había puesto en marcha, y no en «desiertos remotos ni en montañas lejanas», la de­ cisión de cometer el que sería el mayor atentado terrorista en Europa para cambiar el resultado de unas elecciones, la situación de España daba a muchos la ilusión de que el nuestro se convirtiera en un país de verdad homologable a aquellos que envidiábamos, aunque bien es cierto que unos pocos mascaban su contrariedad. 

El Gobierno presidido por José María Aznar estaba solucionando las principales carencias de la vida colectiva española que se padecían desde la instauración de la democracia. Frente a una ver­ gonzosa supeditación a París y su socio marroquí, se establecía una "relación especial" con Estados Unidos y con otras naciones europeas. El paro estructural, con salarios bajos y precariedad laboral, se redu­cía gracias a un enorme crecimiento del empleo. Después de unas vacilaciones en la política antiterrorista, el Gobierno había ilegalizado el brazo político de ETA y, con la colaboración de los servicios de inte­ ligencia de Estados Unidos, había detenido a la cúpula de la banda terrorista. A pesar de que los etarras seguían asesinando, en especial a concejales indefensos del partido del Gobierno, su reino de terror menguaba. Como consecuencia de todo lo anterior, el PP, representante entonces de la derecha española que había sido condenada en los pactos de la Transición a una condición de satélite del progresismo, como la italiana después de 1945, había conseguido una mayoría absoluta en las Cortes, con éxitos como ser el segundo partido más votado por los vascos, con senadores por las tres provincias, y el ter­ cero por los catalanes. Al pueblo, o al menos a parte de él, todavía le conmueve el heroísmo.

Aunque existían problemas que entonces sólo preocupaban a pocos porque quedaban disimula­dos por otros más acuciantes, y hoy son inocultables -la inmigración irregular, la caída de la natalidad, la persecución por parte del Estado a la vida humana, o las consecuencias de la sustitución de la peseta por el euro-, el porvenir parecía despejarse de nubes de tormenta. Se estaban solucionando los proble­mas más urgentes y se ponían los medios para resolver otros. Los atentados terroristas del 11-M y la reacción posterior, tanto en las calles como en las elecciones, quebraron esa línea ascendente. Si fue es­pantoso saber que unos poderosos planearon el asesinato de 192 personas para provocar un cambio po­lítico, no menos conmovió descubrir que para millones de compatriotas nuestros la condena y la repug­nancia de un atentado terrorista depende de quién sea el autor o de quién gobierne. No todos los presos que han vivido encarcelados durante años en una celda oscura corren hacia la puerta cuando ésta se les abre. A muchas personas les asquean las virtudes, la libertad, el honor... y hasta la felicidad ajena.

A partir de 2004, España se ha precipitado en un proceso de deconstrucción inacabable, en el que además se han destrozado principios básicos de una sociedad civilizada y que creíamos aceptados. Que otras naciones europeas y americanas nos acompañen en este proceso unos pasos por detrás no es con­ suelo. La vida humana cada vez vale menos, consecuencia de la religión ecologista que considera a las personas virus que manchan un planeta impoluto. En consecuencia se aprueban leyes que amplían el aborto, instauran la eutanasia y conceden a los niños que sueñan con ser astronauta o princesa la facul­tad de decidir si quieren amputarse sus órganos sexuales. 

Da idea de la decadencia del cristianismo y de la pérdida de vigor de la Iglesia católica que muchos cristianos, clérigos incluidos, aceptan estas normas y la antropología que las impulsa: el ser humano como un animal más, no creado por Dios, cuya pobla­ción pueden regular los expertos, y la autodeterminación individual de ser lo que uno quiera sin ningún límite físico ni moral. Los políticos reescriben la historia y castigan a quien critica o desmonta la versión oficial; aunque por fortuna cada vez son más los disidentes. Se promueve la inmigración, incluso la ile­gal, al país que tiene la mayor tasa de paro de la Unión Europea con el argumento esclavista de que "vie­nen a hacer los trabajos que los españoles no quieren" y "nos pagarán las pensiones ". 

Las bases de la eco­nomía y hasta de la prudencia que nos aconsejaban nuestras abuelas, como el ahorro, el sacrificio y la independencia, se han sustituido por el endeudamiento, el crédito y la limosna que se llama subsidio. De producir cosas, se pasa a ofrecer servicios; de astilleros y fábricas, a carriles bici y gastrobares. Y, como ruido para impedir una reacción o un pensamiento disidente, los principales canales de televi­sión, propiedad de empresas extranjeras, emitiendo unos programas embrutecedores y alienantes que en otros países causarían protestas; pero que, por el contrario, en España sólo provocan peleas entre la tribu de los tertulianos por acudir a ellos.

Todos los elementos de la ideología progresista elaborada por la izquierda a partir del derrumbe de la URSS, con la colaboración de las activas fundaciones alimentadas por multimillonarios dueños de una riqueza nunca vista en la historia, se exacerban en España. Por ejemplo, el antirracismo lo predican los mismos que reconocen odiar a otros españoles; y la proclamación del supuesto derecho de toda mi­noría a mostrarse y gozar de derechos conlleva la discriminación  de los varones o de -permítase usar esta palabra con mis lectores- los normales. Así, encontramos hombres feministas a los que no les mo­lesta pasar una noche en el calabozo por una denuncia falsa de su compañera por la causa de la igual­dad. Y también navarros que votan a nacionalistas vascos, y valencianos y baleares que votan a separa­tistas catalanes, aun sabiendo que en las utópicas nuevas repúblicas ellos serían una especie de colonizados.

Para el «progresismo radical políticamente correcto, que enfatiza el regreso a la polarización y la demonización de los oponentes», como lo describe Stanley Payne, la historia se reduce a «Un registro de víctimas y verdugos», más complejo que el clásico marxista de ricos contra pobres. Ahora se trata de blancos contra negros, varones contra mujeres, heterosexuales contra homosexuales, cristianos contra musulmanes, europeos contra africanos... En esta enloquecida batalla permanente que divide a las so­ciedades, Abraham Lincoln ya no es un libertador de esclavos, sino otro opresor, porque supeditó la abo­ lición de la esclavitud a la pervivencia de la Unión y la marcha de la guerra, a la vez que continuó la dis­criminación de las mujeres; en compensación buscada, el partido demócrata, contrario a la abolición y cuyos miembros en la posguerra fundaron el Ku Klux Klan y establecieron la discriminación racial en los estados sureños, es ahora el único merecedor del voto negro.

La aplicación en España de esta ideología bajo la bandera de memoria histórica lleva a la condena de todo lo vinculado con el franquismo; las razones de los españoles que se sublevaron en 1936 contra el Frente Popular ni se estudian ni se consideran; se desechan con asco. A fin de mantener movilizadas a las huestes de los guerreros d el bíen, las instituciones, la universidad y la propaganda deben asegurar que Franco sigue vivo, a la manera del «fascismo eterno», eslogan con el que Umberto Eco se aseguró un puesto de sempiterno centinela con aposento en el palacio de la opinión pública.

Y una de las consecuencias de construir un supervillano que atraviesa el tiempo y el espacio es que todos aquellos que lo combatieron pasan a situarse en el bando de los buenos, igual que las matan­zas y las violaciones se perdonan al Ejército Rojo porque avanzaba hacia Berlín. De esa redención se be­nefician ETA y el nacionalismo vasco que la engendró. Y puesto que el PSOE acabó con ETA, como afirma irascible Rodríguez Zapatero cuando se ponen en duda sus méritos, esas manchas de sangre han sido borradas y la gente puede volver a pasear despreocupada, como en ese bar en el que los parroquianos reanudaron su partida de mus horas después de que su compañero fuera asesinado mediante  una bomba. 

Así, los socialistas y todas las demás izquierdas pueden sentar a la mesa del reparto al partido que se jacta  de incluir en sus listas electorales a condenados por terrorismo, se llame ahora EH Bildu o dentro de unos años de otra manera. Y es que una de las lecciones del libro de Fernando, contra el có­modo tópico de que los etarras sólo eran pistoleros sin cerebro, consiste en señalar que los más salvajes enemigos de los españoles han elaborado un plan, el cual van cumpliendo etapa tras etapa, en unión de otros enemigos exteriores e interiores. Mientras tanto, los planes de muchos de los que deberían aspiran a frenar ese proceso de desconstruccíón y falsificación se limitan a su próximo ascenso, su próximo sexe­nio de funcionario, su próximo negocio... Porque «la economía es lo más importante», como recomendó uno de los peores políticos españoles desde Fernando VII.

La ley de memoria democrática, aprobada en 2022, se centra en las víctimas del franquismo y de la derecha, no menciona a las víctimas de las izquierdas ni de ETA -ni a las víctimas de los GAL, ese es­ cuadrón de la muerte que montó el Gobierno socialista de Felipe González y que, como ETA, mató a unos cuantos que tuvieron la desgracia de pasar por ahí, cuando sus sicarios detonaron las bombas o dispara­ron sus armas. Cabría pensar que para el legislador o no existieron o se merecieron su destino; en todo caso, son molestas y hay que hacerlas desaparecer. Para aumentar esa vileza de la que hablaba Maura, incluso dentro de las víctimas de ETA hay categorías de olvido. 

A los periodistas y los políticos que per­tenecían a las izquierdas les recuerdan las instituciones, con premios, bustos, calles y fundaciones. En el Congreso de los Diputados una sala lleva el nombre de Ernst Lluch, ministro que fue de un Gobierno so­cialista asesinado por ETA en San Sebastián; sus propios camaradas del PSOE se opusieron en 2021 a un homenaje a la víctima de otros terroristas de izquierdas, el presidente del Gobierno Eduardo Dato, con la excusa de que lo proponía VOX al cumplirse el primer centenario de su asesinato. 

Este es uno de los dra­mas de España: una izquierda inculta y violenta incapaz de reconocer sus crímenes y los de sus correli­gionarios porque pretende encarnar el bien supremo: o los niega o los justifica. Es, por tanto, un acierto del autor dedicar varias páginas en "De ETA a EH Bildu". Las pieles de la serpiente a muchas de estas vícti­mas a las que nadie recuerda, salvo sus familiares: falangistas, carlistas, miembros del Movimiento Nacional, taxistas, carteros, mecánicos, bibliotecarios, guardias municipales... Opresores, según la infa­mante lengua de trapo de ETA y de sus cómplices, fueran éstos clérigos indignos, peneuvistas recogedo­res de nueces o -para mí los peores- intelectuales desalmados, como ese José Bergamín que decía «aquí hace falta otra guerra civil y que esta vez la ganen los buenos».

Ante cualquier protesta por quienes aún conservar dignidad por el blanqueamiento de etarras y filoetarras, quienes se benefician del gobierno nacional de izquierdas gracias a los diputados de Bildu es­petan: 
"Lo importante es que ETA ya no mata. ¿O tú querrías que volvieran los atentados?". Son los mis­mos que saltan como perros amaestrados cuando oyen la palabra Franco. Y sí, es importante que ETA no asesine, como ha hecho en nombre de Euzkadi y de la revolución socialista, por cierto, no en nombre del  fascismo ni de la España, una, grande y libre. Pero tan importante es justicia: para recordar a las víctimas, consolar a los familiares, castigar a los malvados y fortalecer a la sociedad. 
Fernando Vaquero contribuye a hacerla y su acto quizás no encuentre premio en este mundo, pero sí en el otro.
Pedro Fernández Barbadillo

Introducción

El terrorismo de ETA y de sus simultáneas o sucesivas expresiones, implantaron un profundo miedo in­ dividual y colectivo, en amplios sectores sociales, que todavía hoy persiste y no parece disiparse, a pesar de los años transcurridos desde el cese de actividad y ulterior desaparición de ETA.
De hecho, el «Sociómetro Diversidad y Convivencia» del Gobierno Vasco de diciembre de 20221 señalaba que el 33º/o de los vascos prefiere «no remover el pasado», ni siquiera para honrar la memoria y dignidad de las víctimas, al objeto de preservar la convivencia. Otro 48% de la población vasca reconoce, aún hoy, que no se siente plenamente libre para hablar de política con todo el mundo. Entre ellos, un 11% afirmaba que no habla «con casi nadie» de política y el otro 37% que únicamente lo hace «con ciertas personas» de su confianza.

El citado estudio también extendía su consulta sobre la «violencia de motivación política»: cua­ tro de cada diez encuestados cree que en el futuro la violencia continuará, frente al 56% que ve posibili­dades para una paz definitiva. Especialmente preocupante es el dato que establece que, en el grupo de población entre los 18 y los 29 años, quienes consideran que el conflicto continuará alcanza el 63%.

La convivencia política en el País Vasco, conforme este estudio, señalaba un ligero retroceso. En este sentido, el Sociómetro de 2017 fijaba en un 6,2 sobre diez la nota media que otorgaba la ciudada nía a la convivencia entre personas de ideologías diferentes, mientras que en el informe de 2022 había caído a un 6 sobre 10.

Para comprender este tiempo presente, del que acabamos de presentar breves destellos, es nece­sario conocer un pasado inextricablemente entrelazado con nuestro mundo de hoy.
Desde una perspectiva organicista, ETA se ha manifestado a lo largo de la historia como una criatura social problemática. No es ninguna casualidad que sus activistas eligieran, como símbolo más paradigmático de su organización, la serpiente que representaría astucia o sigilo, y el hacha, golpear, la fuerza. Si recurrimos a la naturaleza y ciclos vitales de la serpiente, observamos que muda de piel, pero la criatura sigue siendo la misma, muda tras muda, con su misma vida, objetivos y respondiendo  a las exigencias de su naturaleza. Respecto a su reproducción, en su mayor parte son ovíparas. En otros casos, como el de la boa constrictor, pueden considerarse vivíparos. Así, las boas madres gestan a las crías por medio de una placenta a través de la que las alimentan. En el parto, las crías nacen ya desarrolladas y au­ tónomas. Encontramos, pues, muchas analogías entre ETA y las numerosas organizaciones que propi­ció, y la boa constrictor.
Por todo ello, es el momento de diseccionar que significó, y continúa haciéndolo hoy, ETA y su izquierda  abertzale.

El presente volumen, después de nuestro anterior texto "Bíografía no autorízada del PNV", consti­tuye el segundo de la que pretendemos sea una trilogía centrada en la perspectiva estratégica y el con­junto de tácticas desplegadas por el nacionalismo vasco en Navarra. En buena lógica, en el antes citado, estudiamos algunas de las dimensiones menos amables de aquel partido, más que centenario, que sigue presentándose ante el conjunto de los españoles como modélico, particularmente dotado de ancestrales virtudes y excelsas cualidades y, casi siempre, decisivo en la gobernabilidad del Estado español.

La materia propia de este libro no puede entenderse sin un conocimiento previo de la historia y vici­situdes del EAJ-PNV que resumiremos, a continuación, desde las conclusiones más decisivas de nuestra Biografía, a saber:
  1. El nacionalismo vasco es una ideología, de raíces románticas, devenida en una auténtica cosmovisión de pretensión totalitaria, antropológica, cultural e históricamente alejada del tradicionalismo hispánico y del fuerismo españolista, estructurada doctrinaria y existen­cialmente en el odio a España y a lo español.
  2. Su primera y principal organización, el EAJ-PNV, de incuestionables raíces católico-integris­tas en sus inicios, ha sabido adaptarse a las circunstancias de cada ciclo histórico, con la co­rrespondiente perspectiva nacional e internacional, merced a una excepcional mirada a largo plazo que le permite evolucionar tanto a nivel ideológico, cultural, orgánico y político.
  3. Esta camaleónica capacidad de adaptación, que aclara el episodio final de la vida política del fundador Sabino Arana de la «Liga de Vascos Españolistas», explica también su transmuta­ción de organización ultracatólica en partido posmoderno, de línea radical- progresista, adherido a los postulados de la Agenda 2030; pero también su rápidos movimientos tácticos en la Segunda República española.
  4. De tal modo, tras pactar inicialmente con tradicionalistas y derechistas fueristas, adoptaría después una línea «Centrista» y «equidistante» para adherirse, finalmente, a la mayoría del Frente Popular, circunstancia que le permitió arrancar la Autonomía Vasca de 1936 que, a su vez, pretendió constituir en núcleo de una futura República Vasca con su correspondiente ejército, o Euzko Gudarostea.
  5. La derrota militar y política subsiguiente al Pacto de Santoña, pergeñado con los fascistas italianos, únicamente permitió que el PNV mantuviera una estructura mínima y clandes­tina, en el interior de España, que no supuso riesgo alguno para el régimen franquista.
  6. Tan formidable «Cintura política», acreditada especialmente en la Segunda República, le po­sibilitó al PNV y al propio Gobierno Vasco en el exilio la celebración de sucesivas conversa­ciones a lo largo de toda la Segunda Guerra Mundial con las autoridades alemanas de ocu­pación de Francia -también con las SS-, a la vez que ponían al Servicio Vasco de Inteligencia al servicio de los Estados Unidos en su esfuerzo bélico contra las potencias del Eje.
  7. Fruto directo de su inmovilización social y política en el interior de España fue el naci­miento de una nueva generación nacionalista que, alimentada por la mística del supuesto heroísmo gudari y la experiencia de la Autonomía de 1936-1937, reformuló en los años si­ guientes el «nacionalismo burgués» heredado de sus padres en un «nacionalismo revolu­cionario» que se serviría del terrorismo como principal instrumento de transformación hasta bien entrado el siglo XXI.
  8. El PNV no votó la Constitución Española de 1978, lo que no le ha impedido beneficiarse al máximo de todo el potencial federalista de su texto, construyendo un «Estado de hecho» y desplegando una red clientelar que confunde administración pública con partido de go­bierno y sindicato de intereses.
  9. Esta política nacionalista, en su expresión lingüística, cultural y ética, pretende constituirse en mentalidad hegemónica en País Vasco y Navarra, a través del control de la Educación y de los medios de comunicación autóctonos, como fase paralela y decisiva a la edificación fi­nal de un Estado vasco independiente.
  10. El EAJ-PNV no ha olvidado, ni puede hacerlo, al formar parte de su genética nuclear, el obje­tivo final y decisivo por el que nació: la independencia de la nación vasca, perspectiva que inevitablemente contempla alguna forma de absorción de la actual Comunidad Foral de Navarra, previa ruptura o de manera simultánea de la nación española.
La historia del nacionalismo vasco no se congeló en 1937, tampoco en 1978. Su acción pública viene siendo marcada por la aparición, crecimiento y progresiva rivalidad de un nacionalismo radical con importantes elementos de ruptura generacional, cultural y mental, que optó decididamente por el terrorismo como vía privilegiada de su irrenunciable agenda política.

La alargada sombra de ETA, con Fernando José Vaquero - El pasado que no pasa 31

VER+:



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por Comunicarnos, por Compartir:

Gracias a ello, nos enriquecemos desde la pluralidad y desde la diversidad de puntos de vista dentro del respeto a la libre y peculiar forma de expresión.

La Comunicación más alta posee la gracia de despertar en otro lo que es y contribuir a que se reconozca.

Gracias amig@ de la palabra amiga.

"Nos co-municanos, luego, co-existimos".

Juan Carlos (Yanka)