martes, 7 de febrero de 2023

LIBRO "LA RED SECRETA: ETA-PABLO ESCOBAR-ANDORRA" por JOAQUÍN ABAD 🐍👿💣💥💀

Autor de la novela 


Abad acaba de publicar la novela "La red secreta ETA, Pablo Escobar, Andorra", donde mezcla realidad y ficción para alumbrar una historia que se lee con el interés de una gran novela policiaca. 
“Es una novela que parte de hechos reales, como son que los vascos de ETA fueron captados y enviados a Colombia, donde fabricaron artefactos explosivos que causaron cientos de muertos”. 

La banda terrorista ETA enseñó a los hombres del narcotraficante Pablo Escobar a fabricar coches bomba, ¿qué enseñó Pablo Escobar a ETA? 
Como Pablo Escobar traficaba con cocaína, que era muy cotizada, los terroristas de ETA se convirtieron también en traficantes. Con los beneficios obtenidos compraban armas y sufragaban los gastos de los miembros “dormidos” a la espera de que se les encargara una “misión”, un atentado. También había que pagar a los cientos de informantes, y eso era mucho dinero. 

Cuenta usted que la banda terrorista ETA blanqueaba en Andorra el dinero obtenido por sus negocios con la droga colombiana… 
La parte de Andorra es ficción, pero parte del hecho de que el narco gallego fue visto, personalmente, cuando llevaba a Andorra camiones que descargaban miles de millones de las antiguas pesetas en almacenes y que luego partían en furgonetas a los diferentes bancos andorranos. 

¿Fue Andorra otro refugio para los terroristas de ETA?
La presencia de etarras en Andorra fue muy limitada, y cuando se les ocurrió pedir el impuesto revolucionario a industriales locales, apareció la cabeza cortada de uno de ellos… Los de la banda terrorista ETA no imaginaban con quién se la estaban jugando… 

¿Cómo se explica que nunca se produjera ninguna detención de un miembro de ETA en el Principado? 
Sí que se produjeron, y la prensa de la época, la andorrana, se hizo eco. Lo que ocurría entonces en Andorra es que la Policía no era como en España; allí les daban palizas antes de echarlos a patadas del país. 

¿La mafia marsellesa acabó con la presencia de ETA en Andorra, tal y como se plantea en su novela? 
Es probable que las relaciones de algún empresario andorrano con la mafia marsellesa fuera el origen de que apareciera un etarra decapitado. Pero sólo tengo conocimiento de ese hecho, no me han querido ampliar esa información. 

Según sus informaciones, ¿qué queda hoy de ETA en Andorra? 
Algunos viejos terroristas, ya retirados, sí que viven en el Principado. Llevan una vida legal y dejaron de tener contacto con la organización.


LA RED SECRETA 
ETA-PABLO ESCOBAR-ANDORRA

Los narcos, los terroristas, utilizan los mismos métodos para hacerse inexpugnables a las leyes. Plata o plomo. O compran voluntades de políticos, de jueces, de policías o lo consiguen con las pistolas, con las bombas. Los de ETA son un buen ejemplo. 
José Rodríguez
Alguien que los conoce bien

RESUMEN

Los jefes de los cárteles de la droga de Medellín y Cali -Colombia-, Jorge Luis Ochoa Vásquez y Gilberto Rodiiguez Orejuela, que durante los años 1984 a 1986 pasaron por las cárceles de Carabanchel, Alcalá y el Puerto de Santa María, concertaron con miem­bros de ETA encarcelados que expertos en explosivos viajaran a Medellín, donde fabrica­rían coches bomba, accionados por control remoto, para Pablo Escobar.
Los etarras cobraban sus servicios en cocaína que les entregaban en Galicia, a través de la organización de Sito Miñanco, quien se ofreció a pagarles por la droga y les facilitó el contacto de un abogado en Andorra para que ingresaran el dinero en bancos del Principado.
Los terroristas se sintieron cómodos en este enclave y tuvieron la mala idea de empe­zar a exigir el impuesto revolucionario a las ocho familias más pudientes del pequeño país. Estos, hijos y nietos de famosos contrabandistas, se negaron a pagar y contactaron con la mafia marsellesa para que les solucionara el problema.
Lo que pasó después, era algo para lo que los propios etarras no estaban preparados...

PREFACIO

* 1982. NARCOS EN EL HOTEL PALACE

A finales de octubre, antes incluso de que se celebraran las elecciones generales,en Bogotá ya sabían que Felipe González sería el nuevo presidente del Gobierno de España. La Cámara de Representantes co­lombiana envió una misión a Madrid para que asistieran, en nombre del país, a la celebración del evento, designando para ello a Pablo Escobar, Alberto Santofimio y Jairo Ortega, que el 25 de octubre toman el vuelo en primera clase de Avianca, Bogotá-San Juan-Madrid. A los tres días se celebra la victoria del PSOE y por la noche, en el Hotel Palace de la capital española, el champán corre entre los amigos socialistas que gobernarán catorce años sin interrupción.

Allí están los amigos colombianos de González acompañados por Enrique Sarasola. Es el propio presi­dente recién elegido el que presenta a Escobar a quien se interesa por el famoso traficante miembro de la Cámara de Representantes colombiana. Para la ocasión, el narco había reclamado que le llevaran de Esta­dos Unidos unos zapatos con tacón oculto que le hacían parecer un poco más alto. Esa noche compartió mesa con el torero Miguel Dominguín. Tras la cena, Escobar fue convidado a la suite presidencial donde Felipe González celebraba en la intimidad su espectacular triunfo. Algunos invitados lo fueron también del polvo blanco que no faltó en toda la velada.

A partir de la entrada de los socialistas en el Gobierno, políticos y empresarios españoles son recibidos en Colombia por la puerta grande, gracias a la amistad de González con el recién elegido presidente Beli­sario Betancur -cuya campaña había sido sufragada con dinero de la droga-, y el narco-político Alberto Santofimio Botero, nada menos que ministro de Justicia y presidente de la Cámara de Representantes. Ya en 1981 Felipe había sido entrevistado en una cadena de televisión colombiana precisamente por Virgi­nia Vallejo, esposa del narco Pablo Escobar.

Betancur les ofrece a los españoles un proyecto en donde ganar muchos millones de dólares: la cons­trucción del Metro en Medellín. El consorcio hispano-alemán Metromed se llevó el contrato repartiéndose Sarasola y González una comisión cercana a veinte millones de dólares de la época.

Estados Unidos presiona al Gobierno colombiano para que se frene el envío de toneladas de cocaína al mercado norteamericano y en 1984, en colaboración con la DEA se desarrolla la operación Tranquilandia.

Desmantelan un complejo compuesto por diecinueve laboratorios, ocho pistas de aterrizaje y una vein­tena de aviones y helicópteros en una zona selvática de los departamentos colombianos de Caquetá y Meta, incautándose casi quince toneladas de droga al Cartel de Medellín, compuesto por los hermanos Ochoa, Pablo Escobar, Gonzalo Rodriguez Gacha y Carlos Lehder. Se trataba del mayor centro de procesa­miento de cocaína de toda Hispanoamérica.

Algunas de las aeronaves que se utilizaban para el narcotráfico pertenecían a una empresa que en teo­ría tenia licencia para realizar tomas de fotos aéreas-Aerofotos Amórtegui-, propiedad del padre del que fuese presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez y cuya campaña electoral fue financiada por el clan Ochoa Vásquez, miembro del Cartel de Medellín bajo las órdenes de Pablo Escobar.

Tras el asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán por los hombres de Escobar, y bajo en­ cargo del ministro de Justicia Alberto Santofimio -en venganza tras haber firmado diez órdenes de ex­tradición a Estados Unidos- en abril de 1984, Betancur decide dar un golpe de mano y, aparte de ordenar el embargo de los bienes de los narcotraficantes, somete a los procesados a la justicia militar y anuncia que se aplicará la extradición a Norteamérica de los reclamados por dicho Gobierno. Los principales ca­pos de la droga huyen a Panamá donde su presidente, antiguo colaborador de la CIA. el narco Marco Anto­nio Noriega, les da cobijo.

En la hacienda La Caprichosa, propiedad del propio jefe del Estado, los capos de los Carteles de Mede­llín y Cali, están cenando un plato de sancocho. «Creo que en América somos demasiado conocidos y con­vendría cruzar el charco», le dice Gilberto a Jorge Luis.

El suministro a Estados Unidos ya es una rutina y Europa puede ser un gran mercado -añade Ochoa. «Como habrás comprobado, el cirujano plástico se ha ganado de sobra sus honorarios. Creo que con el pelo tintado y lentes podré gozar de una nueva identidad -comenta un sonriente Jorge recién intervenido de una costosa operación de cirugía estética en el rostro-. Lástima que tenga que ordenar que lo desaparezcan, pero no me arriesgaré a que, tras unas copas de whisky, una noche se vaya de la lengua y algún americanito lo escuche».

«Señoras, hagan el equipaje, que nos viajamos mañana a Londres donde deberemos equiparnos como al gusto europeo», le dice Jorge a María Luisa Posada y Gladys Miriam, sus respectivas esposas.
«Qué noticia más bomba. ¿Podremos ir a París?», exclama Gladys.
Por supuesto, mi amor, y a Venecia. Europa será nuestra.
Esa noche los capos deciden establecerse en España donde organizar redes de distribución y lavado de dólares.

Setenta y dos horas después llegan al aeropuerto de Barajas, en un vuelo procedente de Londres. Lleva­ban pasaportes venezolanos a nombre de Gilberto González Linares y Moisés Miranda. Les esperaba otro colombiano, Ulises Betancourt, quien los acomodó en dos lujosos Mercedes 600.
No me parece que estos autos estén blindados -le dice Gilberto a Betancourt-.
Aquí no necesitas blindados. En los pueblos y ciudades de España puedes andar tranquilo, a nadie se le ocurre balear el vehículo. Las armas están muy restringidas y la delincuencia no pasa de chorizos que roban la radio del auto. Tampoco será necesario el servicio de escoltas.
«Me gustan estos carros que se gastan los europeos. Creo que ahorita nos toca disfrutar lejos de las bandas», dice un orgulloso Jorge a su anfitrión.
Esa noche los dos matrimonios se alojan en el Hotel Palace, en la suite presidencial. Durante varios días disponen de lujosos Mercedes que los llevan a las boutiques de la madrileña calle Serrano.
Gilberto y Jorge acuden al despacho de un conocido letrado en la calle Velázquez. En la sala de reunio­nes esperaban impacientes nada menos que el director general del Banco de Jerez y el notario García Pozas.

- Como sabrán -manifiesta el abogado Javier Gómez- los señores Gilberto González y Moisés Mi­randa son propietarios del Banco del Comercio en Panamá y están interesados en operar desde Madrid, para lo que necesitan disponer de cuentas corrientes y bienes raíces.
De las oficinas de la calle Velázquez, Gilberto salió siendo propietario de un exclusivo chalé en la locali­dad madrileña de Pozuelo de Alarcón, con piscina, pista de tenis, bodega y discoteca en el sótano. Moisés de un ático de lujo en el Paseo del Pintor Rosales. Desde Panamá se transfirieron cien millones de pesetas a las cuentas abiertas esa mañana en el Banco de Jerez a nombre de sus esposas. Solo unos días después el concesionario de Mercedes en la Castellana le formaliza la entrega de cuatro vehículos de alta gama.

Y empiezan a hacer vida de nuevos ricos. Descubren el Corral de la Morería y la primera noche, los dos matrimonios y sus amigos consumen marisco, vinos Vega Sicilia de la Ribera del Duero... cuando la cuenta se acerca a los seis mil dólares el dueño del restaurante empieza a dudar que no haya problemas a la hora de cobrar.

Mientras los colombianos brindan por su libertad, ya que otros colegas están sufriendo tras haber sido extraditados a Estados Unidos, Germán, el gerente, se encierra en su despacho y llama a su amigo Anto­nio López, un andaluz jefe de la comandancia de la Guardia Civil: «A lo mejor os llamo en breve, ya que tengo a un grupo muy ruidoso que lleva consumido una barbaridad y puede que tenga problemas».
Pues avísame en cuanto salte la alarma. Preparo un grupo para acudir de inmediato.

Cuando pasaban las doce de la noche, Gilberto pide la cuenta y sin extrañarse por el alto coste de la co­manda saca un fajo de billetes y paga la cuenta, dejando de propina un billete de cien dólares.

A las pocas semanas los dos matrimonios acuden de nuevo y repiten la experiencia. Piden lo mejor, lo más caro y al final vuelven apagar la cuenta sin rechistar. En esa ocasión, entre los invitados se encuentra su hombre de confianza en Andorra, Francisco Iribarne. «Imagino que nuestro dinero estará bien custo­diado en los bancos andorranos -dice Jorge».
Por ahora aquello es un paraíso fiscal, como Mónaco. Pero si tienes dudas ordeno que se transfiera a tus cuentas en Suiza. No habría ningún problema.
Está bien así. De momento todas las órdenes emitidas se han cumplido. El dinero ha llegado pun­tualmente a Miami, y demás destinos. ¿Y cuántos habitantes tiene ese país?
Unos cincuenta mil, aunque andorranos deben ser menos de la mitad. Hay mucho trabajador con tarjeta de residencia.
¿Les gusta nuestro polvo a los de ese pueblo?
- Solo lo compran unos cuantos ricos empresarios y algún ejecutivo acostumbrado a la coca de gran calidad en las grandes fiestas. La que se consume en el resto de España está bastante cortada por los re­vendedores. La que le servimos nosotros, la que llega de Medellin, es excelente.

Tendrás que organizarme para la semana que viene el envio de cinco millones de dólares. Estoy tra­tando con ganaderos la adquisición de algunos ejemplares para mis fincas en Cali.
- Cuenta con ello, lo tendrás a mediados de semana, como siempre.
- Otro favor. Si traes tú, personalmente, el dinero, viajarás conmigo a Jerez. Estoy interesado en com­prar una gran finca y prefiero que trates con el torero, no sea que se quiera aprovechar. Ya me entiendes, no somos españoles y siempre es mejor que entiendan que estamos bien asesorados. Tienes pinta de tío serio.
Resulta que Jorge Luis Ochoa era muy aficionado a la tauromaquia y a la ganadería selecta, lo que le conecta con los diestros y ganaderos andaluces Dominguín, Domeq, y Curro Romero. Compra 128 toros de lidia al matador, a quien le paga en billetes de l00 dólares. También adquiere sementales y caballos pura sangre. Todos son transportados a sus fincas en Colombia.

Antonio López, el oficial de la Guardia Civil, acude a El Corral de la Morería para saludar a su amigo Germán.
- Me quedé preocupado con tu llamada. Imagino que fue una falsa alarma.

- Como era la primera vez que acudían a mi restaurante me inquietó el gasto que estaban ocasio­nando. Pero resulta que son unos potentados que se han establecido en Pozuelo de Alarcón. Por el acento pueden ser sudamericanos, incluso me jugaría un pacharán a que son de Colombia. Pagan en dólares y dejan buenas propinas. Ya me gustaría tener una docena de clientes así.
El jefe de la Benemérita no hizo comentario alguno de la información de Germán. La Guardia Civil te­nía su propio informador infiltrado por lo que enseguida ordenó a su gente que discretamente fotografia­ran a dichos clientes la próxima vez que acudieran al restaurante.

En la calle Guzmán el Bueno de Madrid, tras cotejar las imágenes enviadas por el oficial López, saltan las alarmas. Esas fotografías coincidían con dos capos colombianos reclamados nada menos que por la DEA estadounidense.

«Antonio, vamos a enviarte a un equipo de veinticuatro agentes para que durante las 24 horas hagan un seguimiento de los pajaritos que has fotografiado -le dice el oficial Luis Medina al oficial de Pozuelo de Alarcón-son Gilberto Rodríguez Orejuela y Jorge Luis Ochoa Vásquez, capos de los Carteles de Mede­llín y Cali, y están reclamados por Estados Unidos que solicitará su extradición en cuanto les echemos el guante».

- El olfato nunca falla, mi oficial. Desde aquí ya hemos dado con la vivienda del que se hace llamar Gilberto González Linares, un lujoso chalé en la Urbanización La Finca, de diez mil metros cuadrados. A estos los billetes de cien dólares les delatan por donde pasan. No son nada discretos.
Once días después, diciembre de 1984, la Benemérita hace una redada deteniendo a los dos narcos, a sus esposas y a Ulises Betancourt Rodríguez, también reclamado como inductor de asesinatos en Colom­bia y condenado a 18 años de cárcel.

En esas fechas los abogados de Jorge Ochoa le preparaban la adquisición de una finca de cuatro mil hectáreas aun conocido torero en Andalucía.
Inmediatamente las autoridades estadounidenses formalizan la petición de extradición para que sean juzgados en dicho país por diversos delitos de narcotráfico. Tenían el testimonio de Adler Barry Seal, pi­loto, colaborador de la CIA, que declaró haber conducido aviones cargados de cocaína, que partían de la finca de Ochoa en Medellín, y proseguían destino a Estados Unidos después de haber realizado escala en Nicaragua.
Los capos enseguida ordenan a sus sicarios en Norteamérica que localicen al testigo protegido y lo ase­sinen. A los pocos meses le sorprenden en Baton Rouge, Luisiana, gracias a las confidencias de un mando policial, y lo acribillan a tiros. A pesar de que el principal testigo ha fallecido, los americanos insisten en que se les conceda la extradición.

Los narcos colombianos son encarcelados, mientras se resuelven los trámites, en la madrileña cárcel de Carabanchel, donde también se encuentran internados los responsables del contrabando de tabaco ga­llego, Sito Miñanco y otros de la ría de Arousa, con quienes empiezan a formalizar alianzas. En los dos años que dura el encierro de los capos, acuerdan que barcos pesqueros gallegos se hagan cargo del envío de toneladas de cocaína que les serán entregadas por buques en alta mar. Una vez en tierra, los colombia­nos se harán cargo de la mercancía, reservándose un 30 por ciento de comisión para los hombres de Mi­ñanco que reinaba con una completa organización de contrabando de tabaco, cientos de empleados y una red de políticos y de autoridades sobornados a tal fin.

Para el blanqueo del dinero se contaría con bancos en Gibraltar y Andorra, donde no hacían ascos a los miles de millones que se depositan en sus cuentas, procedentes del mercadeo de cigarrillos y de otros orí­genes ilícitos, para luego transferirlos a las cuentas de los narcos en Suiza, Panamá, Islas Caimán, Flo­rida... Ulises Betancourt tuvo más suerte. Logró que le dejaran en libertad bajo una ínfima fianza y huyó de España. Aquello no fue gratis.
Jorge Luis Ochoa y Gilberto Rodríguez Orejuela, durante su estancia en las cárceles de Carabanchel, Al­calá y Puerto Real, también se relacionaron con presos etarras y concertaron que expertos en explosivos vascos viajaran a Medellín para ponersea las órdenes de Pablo Escobar,quien necesitaba que le fabricaran coches bomba, activadospor control remoto.

En 1986 los políticos españoles se preparaban para una dura campaña electoral que debía revalidar el mandato de los socialistas en el poder. En Galicia ya era habitual que los contrabandistas tabaqueros fi­nanciaran a todos los partidos, aunque con preferencia por Alianza Popular. Eran generosas donaciones anónimas que ayudaban a pagar las costosas campañas. Cientos de millones en dinero negro que repar­tían a los políticos amigos.
La detención dos años antes de los capos Jorge Luis Ochoa y Gilberto Rodríguez Orejuela, provocó un terremoto de llamadas y presiones al Gobierno de Felipe González, que tenía relaciones con importantes narcotraficantes colombianos que incluso habían financiado su campaña electoral del 82. Al mismo tiempo, la presión de los norteamericanos era fortísima.
Paralelamente, el ministro de Justicia del Gobierno colombiano, Enrique Parejo González, enseguida dio instrucciones de que se fabricaran supuestos delitos de tráfico de ganado -toros- en Colombia con­tra sus amigos Ochoa y Rodríguez, y un juzgado local solicitara su extradición preferente a los norteamericanos.

Los abogados españoles de los narcos, Joaquín Ruiz Giménez, Enrique Gimbernat, Miguel Bajo, Juan Garcés y Carlos Cuenca, que cobraban minutas de tres millones cada uno, recibieron la confirmación de que disponían de cientos de millones de dólares -miles de millones de pesetas- para pagar voluntades. El capo Francisco Iribarne fue autorizado a que sacara de los depósitos del Credit Andorra cien millones de dólares que entregó personalmente a un letrado madrileño.
Los miembros de la Audiencia Nacional fueron presionados para que se inclinaran por extraditarlos a Estados Unidos. La jugada era que el Gobierno de Felipe González no estaba obligado a acatar lo dictado por la justicia y era soberano para enviarlos a Colombia si lo consideraba conveniente. Y así quedaba claro que el favor había sido de los socialistas. Las maletas con cientos de millones no paraban de pasar de mano en mano para comprar voluntades.

Belisario Betancur, presidente del Gobierno, mantuvo algunas conversaciones con su homónimo espa­ñol al que le solicitaba que el principio de reciprocidad entre Colombia y España no fuera puesto en cuestión. Que debía atenderse la petición del juez colombiano frente a la de Norteamérica, donde les esperaba cadena perpetua.
El ministro de Cultura, Javier Solana, recibió la llamada de Gabriel García Márquez, que le anticipó que si los colombianos regresaban a su tierra alguien cooperaria en la campaña electoral socialista cuyas elec­ciones se celebrarían el 22 dejunio.
El propio Pablo Escobar envió uno de sus aviones, un LearJet 25, que aterrizó en el aeropuertode Vigo. Varios altos cargos del Ejecutivo socialista esperaban la llegada de la aeronave que apenas permaneció una hora en la terminal. El tiempo suficiente para que el enviado del capo, Diego Lendoño White, entre­gara las bolsas que contenían 30 millones de dólares...
El ministro de Justicia colombiano, Enrique Parejo, conversa por teléfono con su análogo español.

- Espero que harás todo lo posible porque los gringos no se salgan con la suya. Debéis sopesar las con­ secuencias para nuestras buenas relaciones que una decisión así acarrearía.

- Pues mira que lo lamento, pero en España el Poder Judicial es bastante independiente y no acepta presiones del Ejecutivo. Imaginoque intentarás comprender nuestra posición. Pero me temo que deberéis solucionarlo de otra manera. Nosotros tenemos las manos atadas.

Parejo entendió el mensaje del representante español. Llamó al jefe de policía de Bogotá y le pidió que acudiera a su despacho.

- Tenemos un problema en Madrid que debes solucionarme. Parece que algunos jueces quieren extra­ditar a nuestros compatriotas Gilberto Rodríguez y Jorge Luis Ochoa a Estados Unidos. Así que ya estás organizando un dispositivo para resolver la situación.
- Lo de siempre, plata o plomo.
- Lo de la plata parece que no ha sido suficiente, así que deberéis enseñar los dientes.

Esa noche en el vuelo de Avianca viajan dos policías colombianos, de paisano, entre los pasajeros. Van de incógnito con identidades falsas. En Barajas les espera un compatriota que les lleva a un piso en la calle Capitán Haya, donde le aguarda un conocido abogado que trabaja para el cartel colombiano, acompañado del narco Francisco Iribarne, recién llegado de Andorra para la misión.
Las instrucciones que nos han dado -dicen los policías- es que debemos atentar contra uno de los jueces que decide sobre nuestros compatriotas para que cambie de criterio.
- Creo que lo mejor será que apuntéis a la cabeza de la serpiente -dice el abogado-. Para que los de­ más entiendan el mensaje. El presidente Hernández Gil es un hueso duro de roer. Lo conozco bien.

- En España no podéis ir matando jueces -interviene Iribarne- porque puede que se produzca el efecto contrario. Con un susto, una advertencia es más que suficiente ya que aunque lo parecen, los jue­ces son muy chulos con la toga y las puñetas, pero fuera de sus aposentos son bastante cobardes.
Vale, pues probaremos con un atentado sin que haya muertos -acepta el abogado.
- Habrá que averiguar dónde vive,cuál es su rutina...Y luego veremoscómo le preparamos el susto.
- Esa información os la proporciono yo de inmediato -se ofreció el letrado español-, ya que la vida de Hernández notiene nada de sofisticada. Sé dónde vive y cuál es su recorridodiario.
Al final, fue la propia Sala de Conflictos del Tribunal Supremo, presidida por Antonio Hernández Gil, por cinco votos contra uno, la que decidió el 9 de junio de 1986 extraditarlos a Colombia. Un mes antes, tres granadas anticarro habían hecho explosión en el coche del magistrado, que como estaba planeado sa­lió ileso. El mensaje fue evidente.

El presidente del tribunal votó a favor de que fueran entregados. Solo hubo un voto en contra, el de Gregorio Peces-Barba, al que los capos no habían sabido llegar para ofrecerle un donativo.
Nada más conocerse la decisión, favorable a sus compatriotas, los dos policías colombianos tomaron de nuevo el avión de Avianca, de regreso a su país. Al incorporarse a su trabajo, en sus taquillas de la Esta­ción de Policía, en Carrera 98 de Bogotá, cada uno se encontró un sobre con un millón de pesos. Lo hubie­ran hecho gratis, puesto que ya estaban a sueldo de los narcos desde antes de ingresar en el cuerpo.
En total se movieron más de cuatro mil quinientos millones de pesetas de la época para que nada más llegar a Colombia, un juez los pusiera en libertad.

Cuando Gilberto Rodríguez y Jorge Luis Ochoa llegaron a su país, toda la familia fue a recibirlos al ae­ropuerto internacional El Dorado. Los agentes condujeron a los narcos a la sala de autoridades hasta que se preparó la caravana de autos blindados que los llevarían a sus domicilios, en calidad de arresto domiciliarlo. A las pocas horas, Luz Ángela Moncada, jueza segunda de Tunja, les pone en libertad sin cargos.
Enseguida los capos organizan una fiesta en el Hotel Plaza de Bogotá, donde acude la flor y nata de la sociedad colombiana.

«¿Fue muy dura la pelea para que os regresaran a Colombia?», pregunta el escritor García Márquez a «El Ajedrecista», Gilberto Rodríguez, que sorbía una copa de un carísimo champán francés.
- Las cosas allá se llevan de otra manera. Son muchos los bolsos a llenar. Ya te digo. Hasta tuvo que in­tervenir el amigo Escobar, que aportó treinta millones de dólares y los llevó en su avión a Galicia. Cinco millones fueron para Felipe González.
- Yo me temía lo peor, pero por fortuna los socialistas necesitaban dinero para la campaña electoral.
- Esto te salvó, hermano.
- Ya te digo, tenían prisa por las elecciones, eso estaba muy claro. Gracias a que Pablo movió su in­fluencia, sus millones, ahora brindamos. Le he traído un presente en agradecimiento. Un miembro de la ETA española que conocí en la cárcel de Carabanchel, Miguelito, llegará en unas semanas para fabricarle coches bomba... Le será muy útil.

Pocos años después, el narco Francisco Iribarne recibe en su apartamento de Pas de la Casa la llamada de un prestigioso bufete madrileño de la calle Serrano: «Tengo la recomendación de que debe disponer de forma urgente de cinco millones de euros de la cuenta de Andbank cuyos datos le llegarán por fax, así como la autorización».
- ¿Quién se encargará de llevar el dinero a su bufete?
- El director de Caixa de La Seu esperará a su contacto en su despacho y ya se encargarán ellos de hacerlo llegar a los miembros de la Audiencia Nacional.
- Imagino que es para que dejen en libertad a «El Negro», Carlos Ruiz Santamaría.
- Por teléfono, lo imprescindible. ¿Entendido?
- Entendido.

El fiscal pedía 60 años de cárcel y una multa de 69 millones de pesetas para el capo de la droga. En 1999 dirigió y coordinó la introducción de cocaína en España a través de dos embarcaciones, Koei Maru 7 y Tammsaare, que transportaban doce toneladas de polvo blanco, pero los jueces tuvieron la debilidad de darle permiso por razones médicas y el capo de la droga desapareció.
El Gobierno de la Audiencia Nacional sancionó a los magistrados con seis meses de suspensión de em­pleo y sueldo. Estos, amenazaron con hacer público un dosier secreto que desvelaba cómo algunos jueces habían sido sobornados años antes nada menos que con dinero de Pablo Escobar. La sanción fue anulada.

* Capftulos 8 y 11 del libro "Andorra Connection"



"Las fuentes que yo tenía demostraron que ETA estaba relacionada con el narcotráfico"

VER+:


GOMORRA: 
UN VIAJE AL IMPERIO ECONOMICO 
Y AL SUEÑO DE PODER DE LA CAMORRA


Hace diez años, la publicación de Gomorra conmocionó al mundo y cambió para siempre la vida de Roberto Saviano. Una década más tarde, Debate relanza el libro incluyendo un nuevo prólogo conmemorativo del autor.
Este increíble y fascinante relato real es un viaje al imperio empresarial y delictivo de la Camorra, que comienza y termina bajo el signo de las mercancías. Las mercancías «frescas», bajo las formas más variadas (videojuegos, relojes, ropa de marca) llegan al puerto de Nápoles, y para ser almacenadas y escondidas se sacan de los gigantescos contenedores e invaden antiguos palacetes, previamente vaciados por completo.
Las mercancías muertas, procedentes de toda Italia y de media Europa, en forma de residuos químicos, restos tóxicos o fango, son vertidas abusivamente en los campos, donde envenenan, entre otros, a los mismos capos que erigen en esas tierras sus fastuosas y absurdas mansiones.
Esta es hoy la Camorra (o el «Sistema», ya que casi nadie usa la palabra «Camorra»): por un lado, una organización empresarial con impresionantes ramificaciones por todo el planeta y una zona oscura siempre más extensa donde cuesta distinguir cuánta riqueza es producto directamente de la sangre y cuánta de simples operaciones financieras, y por el otro, un fenómeno criminal profundamente influido por los medios de comunicación y la sociedad del espectáculo, cuyos dirigentes imitan la manera de vestir y de moverse de las estrellas del cine y de las figuras míticas, de los gánsteres de Tarantino a las siniestras apariciones deEl cuervo con Brandon Lee.

En este libro absorbente y escrupulosamente documentado, Roberto Saviano ha reconstruido tanto la aterradora lógica económico-financiera y expansionista de los clanes napolitano y casertano como las febriles fantasías que suman el fatalismo mortuorio de los samuráis medievales japoneses.
El resultado es un libro extraordinario y potente, apasionado y brutal, al tiempo objetivo y visionario, de investigación y literario, lleno de horrores e inquietantes fascinaciones; un libro narrado siempre en primera persona por este joven autor, nacido y criado en la tierra de la Camorra más dura.



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