sábado, 19 de noviembre de 2022

"ME NIEGO" por MIGUEL ÁNGEL ROBLES 🙋

 

ME NIEGO
Niego todo eso y niego el realismo de los hechos como forma única de racionalidad, y la imposición de lo real en contra de la lógica humanista
Negar la realidad. Probablemente hay pocas expresiones más demo­ledoras y cargadas de connotación peyorativa que esta. Atribuida a cualquier persona, tiene el efecto de reducirla a la nada, a la sinrazón, casi a la locura. Alguien que niega la reali­dad es un inconsciente, un estúpido o un demen­te. Y si esa realidad que refuta es una tendencia firme, el mañana que viene, entonces el indivi­duo quedará adornado además con el adjetivo de reaccionario. No sólo será un insensato, sino que además será un retrógrado. 
Negar las cosas como son, nos hace pasar por irresponsables. Negar las cosas como serán, nos convierte en dinosaurios.

Y, sin embargo, yo hoy vengo aquí a decir que me niego. Me niego al presente que se nos da como invariable y al futuro que se nos presenta como inevitable. No, no acepto el «es pues lo que hay y pun­to».
Yo me niego. Me niego a Halloween, y a dis­frazarme, y a las despedidas de soltero, y a las se­siones de 'team building', y a infantilizarme, y a los directores de felicidad, y a hacer el tonto en tiktok, y a los móviles como regalo de primera co­munión, y a los adolescentes sin respeto por los padres, y a la tiranía de los perros, admitidos ya incluso en los supermercados, y a los dueños que los ponen a mear en la puerta de mi casa.

Niego toda esa realidad, que por supuesto es real, y por eso la niego, y niego la educación sin memoria, y las clases sin apuntes y sin libros, y la autonomía del alumno de doce años, y la inda­gación sin guía por Internet, y el raquitismo del 'power point', y la autoridad del 'influencer', y los porros antes de entrar en clase, y a televisión mientras se come, y 'La isla de las tentaciones', y el periodismo del 'clickbait', y el lenguaje horte­ra y pretencioso de los políticos, y el problema de la visibilidad y el reto de la puesta en valor. Sé que todo eso está ahí, entiendo que parece una co­rriente irrefrenable, y cuanto más lo conozco, me­nos acepto que esa sea la única realidad posible y más me resisto a que sea la mayoritariamente real.

Me niego al maltrato de obligar a los mayores a las pantallas, y a la indefensión frente a las com­pañías eléctricas, y a las bonificaciones indecentes para los consejeros de las empresas del Ibex, y a las llamadas 'spam' de las tres de la tarde, y a la publicidad predictiva, y a beber café en vaso de plástico, y a la convivencia peatonal con los patinetes, y a los gofres con forma de pene, y a la cita previa obligatoria en los servicios públicos, y a que te atienda una puñetera máquina o un operador al que le han enseñado a comportarse como un robot.

Por supuesto que niego la realidad. Quiero ne­garla. Niego el fundamentalismo religioso, el na­cionalismo expansionista, las relaciones internacionales sin ley, la guerra, la invasión de Ucra­nia, (a  Zelenski), a Putin, a KimJong-un y a Xi Jinping, la ti­ranía y el populismo, a los políticos sin experien­cia y al presidente octogenario de los Estados Unidos, la diplomacia sin valores, la amenaza nu­clear, y la sustitución de las alianzas estables por relaciones bilaterales basadas en el interés. Nie­go todo eso y niego el realismo de los hechos como forma única de racionalidad, y la imposición de lo real en contra de la lógica humanista.

Me niego a la conformidad con un mundo de mierda, y a la aceptación estoica de todo aquello que me repugna para mi, para mi familia, para la gente que me importa y para la humanidad. Me niego al 'coaching', y al entrenamiento en la au­tomotivación y el optimismo pueril. Me niego a dejar de informarme para estar de buen humor, y me niego a la positividad por imperativo y al entusiasmo colectivo de vivir entretenidos. Si, me niego. Y pienso que negarnos el derecho a ne­gar la realidad es tanto como negarnos el dere­cho a la esperanza y es renunciar acualquier po­sibilidad de intervención, aunque sea ínfima, so­bre nuestro destino común. No, nunca aceptaré el truco o trato del pensamiento positivo. Recha­zo la aceptación incondicional de la globaliza­ción y la transformación digital, y digo no al fu­turo imparable.

La negación de la realidad no sólo es la esencia del razonamiento crítico, sino que de ella de­pende nuestra oportunidad de progreso y de me­jora. Gracias a la negación de la realidad, llegó la paz dentro de los Estados, y la democracia libe­ral, y la movilidad social, y la soberanía popular, y la carta internacional de los derechos humanos, y la sanidad y la educación universal, y el subsidio del desempleo y las pensiones, y la igual­dad de derechos humanos. 

Negarla realidad siempre ha sido necesario, pero hoy lo es más que nunca, porque la mera opción de discutir está dis­cutida, anatemizada incluso, sobre todo cuando la objeción se refiere al futuro que viene. Y sin embargo tenemos todo el derecho a pensar que hay una alternativa al presente y también que es posible otro futuro distinto al que se nos asegu­ra inexorable e intocable (ni siquiera en una coma).
Nos merecemos la esperanza y, si no la esperan­za, al menos el consuelo de luchar como quijotes contra la realidad cuando la realidad nos parece monstruosa.

MIGUEL ÁNGEL ROBLES 
ES CONSULTOR Y PERIODISTA


‘Tener’, de Rosebud para Divina Seguros

Nos pedisteis una campaña de seguros para jóvenes... pero, no podemos hacerla. No vamos a participar, en este juego de anuncios, películas y series que venden una imagen de la gente joven que no es real. Jóvenes sin trabajo o con trabajos precarios pero, que viven en pisos de 200 metros en los barrios más caros de Madrid.
Tres de cada cuatro jóvenes no pueden comprarse una vivienda, sin embargo, les mostramos felices, porque a compartir piso a los 35, ahora se le llama coliving, a no poder abrir una oficina se le llama coworking y, siempre encontramos la palabra perfecta para blanquear la precariedad. 
Sabéis lo que dice el FMI: en 2030, "no tendrás nada y serás feliz". 
Pero, nadie nos ha preguntado si queremos "TENER" una casa, un negocio, hijos. Igual, no queremos vivir bajo suscripción, bajo un recordatorio constante de que no puedes permitirte nada, que lo que crees que tienes en realidad es prestado. 
¿Qué sentido tiene hacer una campaña de seguros para jóvenes?, si la mayoría no tiene la oportunidad de tener nada. ¿Qué van a querer asegurar?

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