domingo, 23 de octubre de 2022

(¿POR QUÉ EL FEISMO EN LAS IGLESIAS MODERNAS?) LA VULNERABILIDAD EN EL ARTE Y LOS ESPACIOS LITÚGICOS: PUEBLO DE DIOS, CUERPO DE CRISTO Y TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO 🙏🕂⛪🎨🕂

Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo 
y Templo del Espíritu: 
Matices e implicaciones eclesiológicas 
de la arquitectura eclesial postconciliar

Bert Daelemans sj 
 Universidad Pontificia Comillas (Madrid, España)

Existen dos ideas aparentemente opuestas para pensar la Iglesia: Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo. 

Más que subrayar el carácter unitario o jerárquico de la Iglesia, su trasfondo bíblico permite reconocer otros acentos complementarios, como la inserción histórica, la orientación escatológica, la centralidad de la eucaristía y la configuración con Cristo. Respecto a sus repercusiones sobre la arquitectura eclesial, la idea de Templo del Espíritu, además de reforzar la vivencia de la comunión y la dimensión sinestésica del edificio, permite conjugar las dos ideas anteriores en un uso dinámico del espacio evitando reducciones a modelos estáticos.
Vivir el espacio litúrgico como sucesión orgánica de configuraciones comunitarias pone el acento sobre la asamblea celebrante en su participación activa. 
Las tres ideas eclesiológicas expresan actitudes distintas ante el misterio de Dios, por lo cual habrá que entenderlas como configuraciones complementarias de una misma asamblea eucarística a lo largo de una celebración.

"Cuando se pierde la fe en lo sobrenatural, 
la arquitectura no tiene nada que expresar o simbolizar". 
Fulton Sheen


“Incorporar formas modernas en las iglesias es el resultado de varios factores, todos ellos negativos. Convertirse al arte moderno es convertirse a la mentalidad moderna. Convertirse al mundo moderno que se aleja más y más de Dios. Sus formas artísticas están adecuadas a su mentalidad. El efecto que producen es aquél para lo cual que fueron conformadas. (…) Comenzar creyendo que las formas artísticas modernas son indiferentes, inofensivas, o neutras para el culto, es desconocer la naturaleza profunda del hombre. Es no haber aprendido nada sobre el mal que religiosamente han producido - y que salta a la vista - desde hace muchos años. El mundo es quien debe convertirse a Dios, no los creyentes convertirse al mundo. Eso es apostasía. Si la jerarquía eclesiástica, hasta en sus más altas puestos, ha consentido con esto, es porque ha pactado con el mundo y apostatado de Dios, para su propia destrucción. Y, quienes le sigan, perecerán también con ellos”. Alberto M. Borromeo, "Las formas artísticas y el arte sacro".



¿Qué tipo de iglesia ayuda a rezar?

Supongo que cada uno respondería de modo distinto, dependiendode su contexto cultural, de su experiencia, de su conocimiento, de su formación y, sobre todo, de las iglesias que ha conocido desde su infancia hasta hoy y las que acompañaron la infancia de su fe hasta su madurez. 
Es cierto: aunque no sean indispensables –¿quién no recuerda con emoción todavía una Eucaristía celebrada al aire libre enla orilla del lago de Galilea?–, los templos ayudan y contribuyen de modo más que inconsciente a la celebración de un sacramento. No son nada irrelevantes para la fe y para su maduración. Y nuestra fe siempre ha de madurar, siempre ha de ser alimentada por la Palabra y por el Cuerpo eucarístico y eclesial. 

Personalmente, he tenido suerte. Mi iniciación litúrgica se dio primero entre las masas africanas en distintos templos en Camerún, antes de encontrar tierra fértil entre los trapenses en Bélgica y seguir madurando en distintas comunidades inglesas, parisinas, madrileñas y estadounidenses. El recorrido me llevó a ver muchos tipos de iglesia y distintas formas de ser Iglesia, todas legítimas. El cambio entre parroquia, capilla conventual y catedral en distintos contextos culturales me ha sido propicio para captar, entre tantas y no tantas variantes, la “esencia”de la liturgia –esto precisamente que no se puede tocar según el Concilio de Trento: salva illorum substantia (DH 1728)–. Esta esencia le da a la liturgia más unidad que cualquier uniformidad pueda ofrecer. Conocer de cerca a comunidades vivas, captar en vivo una celebración “como Dios manda”, es lo más formativo que hay en materia litúrgico-sacramental.

Es una teología hecha cuerpo festivo.

Para entender a fondo la arquitectura litúrgica, habrá que visitar y analizar nuestros templos a partir de la celebración comunitaria, y no al revés. Pisar el umbral de una iglesia es entrar en el misterio de Dios: en principio, un misterio inefable y anónimo, que gradualmente cobra los rasgos de un Rostro y un Nombre para, finalmente, incorporarnos en su gloria. 

¿En qué sentido siguen siendo nuestras iglesias verdaderamente “mistagógicas”?

Espacio mistagógico: sinestético, kerigmático, eucarístico.

Tres dimensiones del edificio eclesial me parecenparticularmente relevantes desde un punto de vista teológico:

La primera es su dimensión básica y fundamental de espacio arquitectónico, una dimensión que tal vez pasa desapercibida a primera vista. La llamo su dimensión “sinestética” por dos razones: primero, porque interpela a todos nuestros sentidos; y segundo, porque el espacio no es estático, sino que se experimenta al deambular en él. Escucho el eco de mis pasos que me devuelven las bóvedas, huelo el incienso y la cera, siento la frescura del ambiente, me siento a gusto entre la piedra y la madera, contemplo el juego de luces y sombras. 
Un espacio logrado es capaz de elevarme más allá de mí mismo y de mis preocupaciones del momento. La “piel” del edificio –los materiales usados, su textura– remite a mi propia piel: tiene (o no) un efecto sanador sobre mi corporalidad, mi ser cuerpo. No solo tengo sino que “soy” cuerpo (Nietzsche: Leib binich), soy criatura, soy encarnado. 
El primer efecto, pues, profunda y realmente teológico de la arquitectura es sencillamente la capacidad de re-cor-darme –sin palabras, igual que el sol y la luna hablan de Dios (Sal 19) –que soy criatura y cuerpoy que Dios vio que todo estaba muy bien Gn 1, 31) y que nos bendice en esta corporalidad complementaria a imagen y semejanza suya (Gn 1, 26-27).

Esta sería su dimensión sinestética, que disfruto todavía de manera individual y que sobre todo interpela a mi corporalidad, mi ser cuerpo. El misterio es todavía inefable y anónimo: mucha gente de distinta o poca fe podrían sentir lo mismo. Nos encontramos en este nivel sinestético porque todos somos seres corporales. Ahora bien, la dimensión “kerigmática” (de kerygma, anuncio) nos introduce más lejos en el misterio de Dios, dando un rostro y un nombre a este misterio todavía inefable y anónimo: el rostro y el nombre de Cristo. Lo hace esta vez no tanto interpelando a nuestro cuerpo, sino a nuestra mente por medio de imágenes, esculturas y símbolos como la cruz, pero también por medio del mobiliario: el altar, el ambón y el sagrario remiten a actividades claras, pero, sobre todo, auna persona encarnada, Jesucristo.

La tercera y última dimensión va aún más lejos, ahora interpelando al cuerpo social –ya no individual– que formamos en comunidad. Se trata ahora de la acción comunitaria que tiene lugar en el espacio, y que forma parte del espacio litúrgico que creamos junto con la cabeza del cuerpo, Jesucristo. Llamo dimensión “eucarística” a esta porque es, ante todo, la Eucaristía la que nos constituye en cuerpo de Cristo alrededor del altar. Además, tiene la vocación de “eucaristizar” (san Justino) a todo el universo desde este punto central que es el altar (cf. LS236). Es la vocación “escatológica” de transformar el mundo en Reino de Dios. En efecto, el Catecismo recuerda esta dimensión escatológica del templo, que “simboliza la casa paterna hacia la cual el pueblo de Dios está en marcha” y por la cual “la Iglesia es la casa de todos los hijos de Dios, ampliamente abierta y acogedora” (CEC 1186). 

Estas tres dimensiones son –desde el punto de vista teológico y espiritual, pero también litúrgico y pastoral– eminentemente importantes, porque introducen en el misterio del encuentro con Dios y de la transfiguración de la comunidaden Cuerpo, y del mundo en Reino.


«¿No te has dado cuenta cuando caminabas 
por esta ciudad que la mayoría de sus edificios 
no te decían nada, exceptuando
alguno que otro, que estaba cantando?»
«El actual habitante de los grandes centros ciudadanos 
recae en un estado de salvajismo, es decir, en uno de aislamiento».


"Más por debajo del símbolo hay que saber encontrar 
la realidad simbolizada, aquella que le da significación verdadera". 
Émile Durkheim


Todo lo que no es tradición es plagio
(Eugenio D'Ors)


Bienaventurados los hombres del pasado, 
que tenían sobre nosotros una gran ventaja: 
ellos no conocían el peso de la Antigüedad. 
Atribuido a DIDEROT

“Un amigo me preguntaba por qué no construíamos 
ahora catedrales como las góticas famosas, 
y le dije: Los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; 
nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones, 
y para elevar una catedral gótica se necesita algo más que una opinión” Heinrich Heine

“Los intelectuales son cínicos 
y nunca han construido una catedral”.

Me gusta pensar que lo que hacemos en la tierra 
es embellecerla para que las futuras generaciones 
puedan mirar las formas que les legamos 
y sientan la misma emoción que yo siento al mirar el Partenón, 
o la catedral de Chartres“. 
 Philip Johnson

Trabajamos no para cosas perecederos, 
sino por el trabajo eterno que perdura para la vida eterna 
 (Jn 6, 27)

Dedicamos este trabajo con toda nuestra admiración al magnífico trabajo de miles de artesanos desconocidos de las grandes catedrales del pasado que emprendieron una obra inmortal para gloria de Dios. Eran conscientes que estaban haciendo un trabajo para Dios, sabiendo que estaban construyendo algo no terminado que nunca podrían llegar a ver. La mayoría de las grandes catedrales tardaron más de cien años en ser construidas. La construcción de la catedral gótica de Salamanca duró doscientos veinte años.

Estaban trabajando sabiendo que nadie lo notaba y dieron toda su vida para la obra de Dios. Uno de los artesanos talla un pequeño pájaro en la parte superior de una torre alta y alguien se acercó a él y dijo: ¿por qué están gastando tanto tiempo en algo que nunca nadie verá? y él respondió: porque Dios ve. Hicieron un enorme sacrificio sin ningún crédito con tan solo el reconocimiento de Dios. Sabían que ningún sacrificio es demasiado pequeño para que Dios no lo observe.

Sabían que Dios ve cada minúsculo detalle de su trabajo. Estaban trabajando para Dios por amor y generosidad, alabándolo a él. Sus trabajos son un monumento a un Dios aún mayor.Hicieron un enorme sacrificio sin ningún crédito con tan solo el reconocimiento de Dios. Sabían que ningún sacrificio es demasiado pequeño para que Dios no lo observe. Sabían que Dios ve cada minúsculo detalle de su trabajo. Estaban trabajando para Dios por amor y generosidad, alabándolo a él. Sus trabajos son un monumento a un Dios aún mayor.

Alguien ha dicho: esas magnas catedrales no se construirán otra vez porque pocas personas están dispuestas a sacrificarse en ese grado. 
"Esperaban a una ciudad construida por Dios, de la que Dios es el arquitecto y constructor. Estas personas de los cuales el mundo no era digno, no verían terminado el trabajo durante el tiempo de su vida, aspiraban a una mejor ciudad, que es sobrenatural; sabiendo que Dios prepara esa ciudad para ellos" (Hb 11).

El resultado de considerar clasicismo y modernismo como parte de una sola continuidad histórica, «lo clásico», supone entender que ya no hay valores evidentes en sí mismos en la representación, la razón o la historia, que confieran legitimidad al objeto. Esto es, el gran simulacro de la arquitectura ha llegado a su fin. Nadie que siga planteando un objeto arquitectónico como funcional, racional o hijo del espíritu de su tiempo puede seguir siendo tomado en serio. El objeto, en nuestra época, está desligado de todo compromiso con el significado, la razón o el tiempo; sólo responde de sí mismo, es algo fútil.

Tradicionalmente los arquitectos, a la hora de proyectar un edificio, recurrían a referencias anteriores de las que pudieran extraer alguna inspiración o un principio que emular de acuerdo a la naturaleza del edificio. Con la ruptura que supusieron las vanguardias esta tradición de buscar ejemplos de excelencia con los que emular ese ideal de vida armónica al que hacíamos referencia se rompe y los edificios pierden ese valor simbólico en pos de otros valores que buscan ensalzar el alarde tecnológico o meramente mecanicista de la arquitectura.

La tratadística del Renacimiento establece una serie de tipologías edificatorias (el templo, la basílica, las termas, el teatro...) y elementos espaciales tipo (la sala, el pórtico, la arquería, la escalera), fundamentados en las ruinas de la Antigüedad y que podían usarse a la hora de construir nuevos edificios. A su vez, los órdenes clásicos, que representaban determinadas virtudes de los dioses grecorromanos, podían extrapolarse a las virtudes de los Santos del Cristianismo (Ver: Órdenes de arquitectura y personalidad).

Por tanto, a la hora de construir una iglesia, un arquitecto clasicista sabe, en función de su advocación, qué orden usar y cómo organizar el espacio en virtud a experiencias anteriores. De la misma forma, al construir un determinado edificio, podemos extraer una lección práctica de las tipologías edificatorias y elementos espaciales tipo con los que realizar la composición espacial del edificio.

Además estas analogías trascienden los límites formales de la arquitectura grecorromana para buscar referencias en la arquitectura vernácula, es decir la arquitectura propia de cada región, construida con los materiales disponibles en el entorno y perfectamente adaptada al clima tras siglos de experiencia. Por tanto, a la hora de construir una vivienda, por ejemplo en Segovia, un arquietcto verdaderamente consciente del valor de la tradición intentará vincularse al máximo con la historia y tradiciones constructivas de la región. De éstas tomará lo que pudieren tener de ventajoso de cara a una construcción sostenible con el entorno. Por ejemplo, una característica de la arquitectura moderna son los grandes espacios diáfanos y los grandes ventanales de vidrio, que en el Norte de Europa resultan ventajosos para dar la mayor cantidad posible de luz al interior, pero que en el Sur son completamente insostenibles ya que permiten la entrada de muchísimo calor a la vivienda, que debe compensarse con el uso de máquinas de aire acondicionado.

Este punto de vista busca la adaptación al medio a través de la adaptación a las tradiciones locales, que en el caso de España bebe por un lado de una serie de elementos vernáculos de "bajo coste" obtenidos de los recursos naturales inmediatos, recubiertos de una pátina de clasicismo con el que dichas construcciones intentan emular el pasado glorioso y armónico que en aquella época se asociaba con la Antigüedad y, en el caso de las Iglesias, dar mayor gloria a Dios con la que consideraban era la mejor y más bella arquitectura producida por la mano del hombre.


Diez mitos sobre la arquitectura 
religiosa contemporánea

"Yo soy un clásico; no soy un antiguo. Lo clásico es la columna dórica y jónica, que nunca perderán virtualidad. Soy un clásico, lo constante, lo permanente". (Julio Anguita)
Constancia, permanencia, inmutabilidad son términos que, sacados del contexto político de esta breve exposición, sirven perfectamente para ilustrar los valores eternos del clasicismo y su función como garante no sólo de una tradición digna de conservarse, sino también de su proyección hacia un futuro sostenible y consecuente con la realidad del entorno.

1.- El Concilio Vaticano II nos pide rechazar la arquitectura religiosa tradicional y diseñar nuevas iglesias en estilo moderno.
Este mito se basa más en lo que los Católicos Romanos han construido durante los últimos treinta años que en las enseñanzas dela Iglesia. Inclusopara criterios profesionales, la arquitectura religiosa de la última década ha sido un desastre imposible de mitigar. Sin embargo los hechos a menudo cuentan más que las palabras, y se ha enseñado a los fieles quela Iglesiaquiere que sus edificios sean abstracciones funcionales, porque eso es lo que se ha estado haciendo. Nada podría estar más lejos de las intenciones de los padres del Concilio, quienes pretendían claramente continuar con la excelencia histórica de la arquitectura Católica. Es más importante tener en mente que “no debe haber innovaciones a menos quela Iglesialas requiera de forma genuina y sincera, y debe tenerse en cuenta que cualquier nueva forma adoptada debería de alguna forma surgir orgánicamente de las formas preexistentes” (Sacrosantum Concilium).
De la misma forma que la teología Católica implica aprender del pasado, el diseño de arquitectura Católica se inspira e incluso cita la tradición y las expresiones perdurables en el tiempo de la arquitectura religiosa. El Concilio Vaticano II es claro al respecto, “La Iglesia no ha adoptado ningún estilo concreto como su propio arte. Ha admitido estilos de todas las épocas, de acuerdo con las características y condiciones naturales de las personas y las necesidades de los diversos ritos. Así, a lo largo de los siglos ha creado un tesoro artístico que debe preservarse con todo cuidado. El arte de nuestro propio tiempo de toda raza y nación debería tener eco en la Iglesia, permitiendo la reverencia y honor necesarios en los edificios y ritos sagrados. Así se nos permite unir esa voz al hermoso coro de oración en honor a la fe Católica que cantaron grandes hombres en edades pasadas” (Sacrosantum Concilium)

2.- Las nuevas iglesias deberían proyectarse de acuerdo al documento “Arte y Entorno en el culto Católico”, publicado por el Comité Episcopal para la Liturgiaen 1977.
Debido a la ausencia de alternativas, este panfleto se ha convertido en una auténtica Biblia para muchas iglesias de nueva planta o restauradas. Este documento, que nunca fue votado porla Conferencia EpiscopalAmericana y no tiene peso canónico, se basa más en los principios de la arquitectura moderna que en las enseñanzas dela Iglesia Católica, o su patrimonio en arquitectura sacra. Se aprecia en esta debilidad un énfasis en el punto de vista congregacional dela Iglesia, un antagonismo para con la historia y la tradición, y una estridente iconoclasia. Debido a la controvertida naturaleza del documento el Comité Episcopal para la Liturgia está actualmente preparando una nueva versión esperanzadoramente mejorada.

3.- Es imposible que podamos construir iglesias hermosas hoy día.
Esto es como decir que es imposible que podamos tener santos enla Edad Contemporánea.Por supuesto que podemos y deberíamos construir iglesias hermosas otra vez. Vivimos en una era que ha enviado hombres a la luna y que invierte ingentes sumas de dinero en museos y estadios deportivos. Deberíamos ser capaces de construir edificios con la calidad de las Basílicas Paleocristianas o las Catedrales Góticas. La arquitectura secular reciente está siendo testigo de un renacimiento de la arquitectura, artesanía y construcción tradicionales. Hay un número creciente de jóvenes arquitectos con talento que proyectan edificios en la tradición clásica (muchos de los cuales estarían encantados de poder proyectar edificios sagrados). Los estudiantes dela Universidadde Notre Dame, formados en la tradición clásica, son fuertemente demandados por estudios de arquitectura y clientes particulares.
Habría que indicar a este respecto que desde 1970 se ha construido un buen número de iglesias que ejemplifican los principios de belleza, durabilidad y conveniencia: San Juan Capistrano en California, 1989; Catedral de Brentwood en Inglaterra, 1992;la Abadía Benedictinade Sainte Madeleine en Francia, 1989;la Iglesiadela Inmaculada Concepciónen Nueva Jersey, 1996;la Iglesiade Azoia en Portugal, 1995;la Iglesiade Santa María en Texas, 1997;la Iglesiade Santa Inés enla Ciudadde Nueva York, 1997; el Oratorio de Pittsburg, 1996, etc.

4.- No podemos permitirnos construir iglesias hermosas hoy día. La Iglesiano dispone de los fondos que tuvo antaño.
De hecho, los Católicos Romanos somos la confesión más solvente del país al día de hoy. Tenemos más centros y líderes cívicos que otros grupos religiosos. Nunca hemos sido más solventes, aunque nunca hemos construido iglesias tan baratas. Esto refleja las prioridades de donación americanas; de1968 a1995 los ingresos provenientes de donaciones particulares cayeron un 21%. El Pueblo de Dios necesita ser animado a contribuir a la construcción de casas de oración. Los obispos y diócesis deberían promover la máxima calidad antes que limitar los presupuestos. Los fieles deberían estar dispuestos a gastar más en la casa de Dios que en sus propias casas y construir con una calidad que exceda la de otros edificios públicos. Una historia de gran filantropía es la dela Iglesiadel Espíritu Santo de Atlanta que recibió una generosa suma de dinero de unos cuantos feligreses permitiendo construir una elegante iglesia neorrománica de ladrillo a principio de la década de 1990. Otras parroquias, para construir iglesias dignas y hermosas, han decidido posponer las obras hasta recaudar fondos suficientes o bien han elegido construir por fases.

5.- El dinero que se gasta en las iglesias debería invertirse mejor en servir a los menos afortunados, alimentar al hambriento y educar a los jóvenes.
Si la iglesia fuera un simple punto de encuentro este punto de vista sería legítimo. Sin embargo, una iglesia hermosa es también una casa para los pobres, un lugar de alimento espiritual y un catecismo en piedra. La iglesia puede evangelizar mediante la expresión de la belleza, permanencia y trascendencia del Cristianismo. Más importante aún, la iglesia como edificio es la imagen del cuerpo de Nuestro Señor, y construyendo un lugar de culto nos convertimos en la mujer que untó el cuerpo de Cristo con precioso ungüento (Marcos 14:3-9).

6.- Las plantas en abanico, en las que todo el mundo puede ver la asamblea y estar cerca del altar, es la más apropiada para expresar la participación completa, activa y consciente del cuerpo de Cristo.
Este mito viene de la visión radical que considera la asamblea como símbolo primario de la iglesia. Mientras la planta en abanico es perfecta para teatros, salas de conferencias o incluso parlamentos, no es la planta adecuada para la liturgia. Irónicamente, el argumento empleado para usar estas plantas es para animar la participación, pues la planta semicircular se basa en las salas de entretenimiento. La planta en abanico no proviene de los escritos del Concilio Vaticano II, sino del teatro griego o romano. Hasta tiempos recientes nunca fue usada como modelo para iglesias católicas. De hecho, las primeras iglesias-teatro eran auditorios protestantes del siglo XIX proyectados para focalizar al predicador.

7.- El edificio de la iglesia debería proyectarse con noble simplicidad. Las capillas devocionales y las imágenes de los santos distraen de la liturgia.
Este principio ha sido usado para construir y restaurar iglesias de la forma más iconoclasta. El historiador del arte Winckelmann usó el término “noble simplicidad” hacia 1755 para describir la genuina obra de arte que combinaba elementos sensuales y espirituales a la vez que belleza e ideas morales en una forma sublime, que para él estaba en el arte griego. Así “noble simplicidad” no debe confundirse con el simple funcionalismo, minimalismo abstracto o cruda banalidad. El Concilio Vaticano II afirma que el arte sacro debería orientar las mentes devocionalmente hacia Dios y que “animando y favoreciendo el arte verdaderamente sacro, debería buscar la noble belleza antes que el artificio suntuoso”.La Instrucción Generaldel Misal Romano (IGMR) afirma que “la decoración de la iglesia debería apuntar a la noble simplicidad antes que la ostentosa magnificencia”. La preocupación por las distracciones viene de la aversión moderna a las imágenes figurativas y al deseo de ser más didácticos que simbólicos. Pero el IGMR afirma que “los edificios para el culto divino deberían ser hermosos y simbólicos”. El Concilio Vaticano II afirma que “debe mantenerse la práctica de colocar las imágenes sagradas en las iglesias de forma que puedan ser veneradas por los fieles”.La IGMRdice que “desde los primeros días ha existido una tradición en la que las imágenes de Nuestro Señor, su Santa Madre y los Santos se colocaban en las iglesias para la veneración de los fieles”.

8.- La Iglesia Católica debería construir en la vanguardia más avanzada de su tiempo, tal y como ha hecho a lo largo de la historia.
Durante mil quinientos años, y hastala Segunda GuerraMundial,la Iglesia CatólicaRomana era considerada el mejor mecenas del arte y la arquitectura.La Iglesiaformó artistas y arquitectos cristianos que influenciaron la arquitectura secular. Sin embargo durante los últimos cincuenta años se han cambiado los papeles, yla Iglesiaha estado siguiendo la vanguardia de la cultura secular y a arquitectos que no han sido formados en una visión católica del mundo. Mientras antes el desarrollo de la arquitectura católica se inspiraba en la continuidad con las obras del pasado, el concepto moderno de “vanguardia” implica progreso a través de una ruptura continua con el pasado.
Los documentos eclesiásticos piden a los obispos animar y favorecer un arte verdaderamente sacro y embeber a los artistas “con el espíritu del arte sacro y la sagrada liturgia”. El reciente interés de los fieles en la arquitectura litúrgica indica quela Santa MadreIglesia recupera su legítimo lugar como mecenas preeminente. En este sentido “siempre ha reivindicado el derecho a emitir su juicio sobre las artes, decidiendo qué obras están de acuerdo con la fe y la piedad, y pueden considerarse adecuadas para ueso sagrado. Además “los obispos deberían asegurarse cuidadosamente de que las obras de arte que son repugnantes a la fe, moral y piedad cristiana, y que ofenden la sensibilidad religiosa o las formas ya sea mediante formas depravadas, falta de mérito artístico, mediocridad o pretensión, sean retiradas de la casa de Dios y de otros lugares sagrados” (Sacrosantum Concilium).

9.- En el pasado, las iglesias se veían como Domus Dei o Casa de Dios, hoy hemos vuelto a la visión del Cristianismo temprano de la iglesia como Domus Ecclesia o Casa del Pueblo de Dios.
Se ha dicho que el Catolicismo no es una religión de “cualquier/o” sino de “ambos/y”. Contrasta con esto una visión antinómica derivada dela Ilustración, que argumenta que una iglesia no puede ser a la vez la casa de Dios y la casa de Su pueblo, quienes son miembros de Su cuerpo. Cuando se piensa en la iglesia simplemente como casa del Pueblo de Dios, se convierte en un gran salón horizontal o un auditorio. Estos dos nombres históricos, domus Dei y domus ecclesia, expresan dos naturalezas distintas pero complementarias de los edificios eclesiásticos como presencia de Dios y de la comunidad reunida por Dios. “Estas iglesias visibles no son simples lugares de reunión, pero dignifican y hacen visiblela Iglesiaviviente en ese lugar, la casa de Dios con hombres reconciliados y unidos en Cristo” (Catecismo).

10.- Como Dios está en todas partes, Él está tan presente tanto en una plaza de aparcamiento como en una iglesia. Es más, los edificios eclesiásticos no deberían verse más como lugares sagrados.
Esta es una idea contemporánea muy atractiva que tiene más que ver con la teología pop que con la tradición Católica. Desde el principio de los tiempos, Dios ha elegido encontrarse con Su pueblo en lugares sagrados. El “suelo sagrado” del Monte Sinaí se trasladó a la tienda en el desierto y al Templo de Jerusalén. Con el advenimiento del Cristianismo, los creyentes construyeron edificios específicos para la liturgia divina que reflejaran el templo celestial, el tabernáculo y otros lugares santos. En el Canon “el término iglesia significa un edificios sagrado destinado al culto divino al cual los fieles tienen derecho de acceso para el culto divino, especialmente en su ejercicio público”. Como un lugar aparte para la recepción de los sacramentos, la propia iglesia se vuelve sacramental teniendo como centro al sagrario, que significa lugar santo. Al igual que las ceremonias, los elementos como el altar y el ambón y los objetos artísticos son denominados sacros, también son sagrados los edificios proyectados para albergarlos. Por tanto intentar eliminar la distinción entre la iglesia como lugar sagrado para actividades sagradas es disminuir nuestra reverencia a Dios.


En su existencia, el hombre se identifica con dos coordenadas fundamentales: el espacio y el tiempo, dos realidades que no se construyen, sino que se dan. El hombre está ligado al espacio y al tiempo, y también lo es su oración a Dios. Mientras que la oración como simple acto religioso se puede hacer en todas partes, la liturgia, sin embargo, como un acto de culto público y ordenado, requiere de un lugar, por lo general de un edificio donde se pueda realizar el rito sagrado.
El edificio de culto cristiano no es el equivalente al templo pagano, donde la celda con la efigie de la deidad era considerada en cierto sentido también la casa de esta última. Como dice san Pablo a los atenienses: "Dios no habita en templos hechos por manos de hombre" (Hch. 17,24).

En cambio, hay una relación más estrecha con la Tienda del Encuentro, erigida en el desierto de acuerdo a las instrucciones de Dios mismo, donde la gloria del Señor (shekinah) se manifestaba (Ex. 25,22; 40,34). Sin embargo, Salomón, después de construir el Templo de Jerusalén, edificio que reemplazó a la Tienda del Encuentro, exclama: "Pero ¿es posible que Dios habite realmente en la tierra? Si el cielo y lo más alto del cielo no pueden contenerte, ¡cuánto menos esta Casa que yo he construido!"(1 Re. 8,27). En la historia del pueblo de Israel se da una espiritualización, que lleva al famoso pasaje de Isaías: "Toda la tierra está llena de su gloria" (Is. 6,3; cf. Jr. 23,24, Sal. 139,1 -. 18; Sab. 1,7), texto aprobado después en el Sanctus de la Liturgia Eucarística. "Toda la tierra es santa y confiada a los hijos de los hombres" (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1179).

Una etapa posterior aparece en el evangelio según san Juan, cuando Cristo dice, en su encuentro con la samaritana, que "la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad" (Jn. 4, 23). Esto no quiere decir que, a la luz del Evangelio, no debería haber ningún culto público o edificio religioso. El Señor no dice que no debe haber lugares de culto para el culto de la Nueva Alianza; del mismo modo, en la profecía de la destrucción del Templo, no indica que no debe haber ningún edificio erigido en honor de Dios, sino que no ha de ser un solo lugar exclusivo.

Cristo mismo, su cuerpo vivo, resucitado y glorificado, es el nuevo templo donde habita Dios y donde se realiza su culto universal "en espíritu y en verdad" (J. Ratzinger, Introduzione allo spirito della liturgia, San Pablo, Cinisello Balsamo 2001, p. 39-40). Como escribe san Pablo: "Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad y ustedes participan de esa plenitud" (Col. 2,9-10). Por participación, en virtud del bautismo, el cuerpo del cristiano se convierte también en templo de Dios (1 Cor. 3,16-17; 6.19, Ef. 2,22). Usando una frase muy querida por san Agustín, Christus Totus, el Cristo entero es el verdadero lugar del culto cristiano, es decir, Cristo como Cabeza y los cristianos como miembros de su Cuerpo Místico. Los fieles que se reúnen en un solo lugar para el culto divino son las "piedras vivas", preparadas "para la construcción de un edificio espiritual" (1 Pe. 2,4-5). De hecho, es significativo que la primera palabra que indicaba la acción del reunirse de los cristianos, es decir ekklesia --Iglesia--, haya pasado a indicar el lugar mismo donde se realiza la reunión. 
El Catecismo de la Iglesia Católica insiste en que las iglesias (como edificios) "no son simples lugares de reunión, sino que significan y manifiestan a la Iglesia que vive en ese lugar, morada de Dios con los hombres reconciliados y unidos en Cristo" (n. 1180).

En los primeros tiempos del cristianismo, la forma típica de la construcción de la iglesia se convirtió en la basílica con una gran nave central rectangular, que termina en un ábside semicircular. Este tipo de construcción respondía a las exigencias de la liturgia cristiana y, al mismo tiempo, dejaba una gran libertad a los constructores, para la elección de cada uno de los elementos arquitectónicos y artísticos. La basílica también proporciona una orientación axial, que abre a la asamblea a las dimensiones trascendentes y escatológicas de la acción litúrgica. En la tradición latina, la disposición del espacio litúrgico con la orientación axial se ha mantenido como una norma y se cree que aún hoy en día es lo más adecuado, porque expresa el dinamismo de una comunidad en camino hacia el Señor.

Como dijo Benedicto XVI, "la naturaleza del templo cristiano se define por la liturgia misma" (Sacramentum caritatis, n. 41). Por esta razón, incluso el diseño del mobiliario sagrado (el altar, el tabernáculo, la sede, el ambón, el baptisterio, el lugar de la penitencia) no pueden seguir solamente criterios funcionales. La arquitectura y el arte no son factores extrínsecos a la liturgia, ni tampoco tienen una función puramente decorativa. Por lo tanto, el compromiso de construir o adecuar las iglesias existentes debe estar impregnado por el espíritu y las normas de la liturgia de la Iglesia, es decir, de aquella lex orandi que expresa la lex credendi, y en esto está la gran responsabilidad, sea de los diseñadores como de los clientes.


1179 El culto "en espíritu y en verdad" (Jn 4,24) de la Nueva Alianza no está ligado a un lugar exclusivo. Toda la tierra es santa y ha sido confiada a los hijos de los hombres. Cuando los fieles se reúnen en un mismo lugar, lo fundamental es que ellos son las "piedras vivas", reunidas para "la edificación de un edificio espiritual" (1 P 2,4-5). El Cuerpo de Cristo resucitado es el templo espiritual de donde brota la fuente de agua viva. Incorporados a Cristo por el Espíritu Santo, "somos el templo de Dios vivo" (2 Co 6,16).

1180 Cuando el ejercicio de la libertad religiosa no es impedido (cf DH 4), los cristianos construyen edificios destinados al culto divino. Estas iglesias visibles no son simples lugares de reunión, sino que significan y manifiestan a la Iglesia que vive en ese lugar, morada de Dios con los hombres reconciliados y unidos en Cristo.

1181 "En la casa de oración se celebra y se reserva la sagrada Eucaristía, se reúnen los fieles y se venera para ayuda y consuelo los fieles la presencia del Hijo de Dios, nuestro Salvador, ofrecido por nosotros en el altar del sacrificio. Esta casa de oración debe ser hermosa y apropiada para la oración y para las celebraciones sagradas" (PO 5; cf SC 122-127). En esta "casa de Dios", la verdad y la armonía de los signos que la constituyen deben manifestar a Cristo que está presente y actúa en este lugar (cf SC 7):

1182 El altar de la Nueva Alianza es la Cruz del Señor (cf Hb 13,10), de la que manan los sacramentos del Misterio pascual. Sobre el altar, que es el centro de la Iglesia, se hace presente el sacrificio de la cruz bajo los signos sacramentales. El altar es también la mesa del Señor, a la que el Pueblo de Dios es invitado (cf. Institución general del Misal romano, 259: Misal Romano). En algunas liturgias orientales, el altar es también símbolo del sepulcro (Cristo murió y resucitó verdaderamente).


«Las Iglesias no son lugares de reunión 
sino para el encuentro con el misterio de Dios»

En los últimos 50 años hemos asistido a la construcción, en todo el mundo, de Iglesias que parecen garages, bloques de cemento y demás monstruos. 
La Iglesia es el lugar del encuentro con el Hijo de Dios vivo, y así es el lugar del encuentro entre nosotros. 
El Catecismo añade que en la «casa de oración se celebra y se reserva la Eucaristía, se reúnen los fieles y se venera, se adora, para ayuda y consuelo de los fieles, la presencia del Hijo de Dios, nuestro Salvador, ofrecido por nosotros en el altar del sacrificio. Esta “casa de oración” debe ser hermosa y apropiada para la oración, para la adoración y para las celebraciones sagradas. En esta “casa de Dios”, la verdad y la armonía de los signos que la constituyen deben manifestar a Cristo que está presente en este lugar». En fidelidad a estos criterios elementales habrían de ser edificadas las nuevas Iglesias, como se ha hecho en la larga y riquísima tradición de la Iglesia, y así tenemos esas muestras tan extraordinarias de arte. 
En este siglo, por citar a una Iglesia emblemática que los tiene muy en cuenta, me remito a la Basílica de la Sagrada Familia, de Antonio Gaudí, en Barcelona.


Una iglesia que fue hecha gracias a las donaciones de nuestros bisabuelos para que terminara en bajo comercial, -nunca mejor dicho-, y en cientos de locales para oficinas para alquiler y para beneficio particular de los jesuitas. ¿No?
"La iglesia de los Jesuitas de A Coruña, de 1899, fue destruida en 1992 supuestamente debido a un "fallo estructural*"
*"Fallo estructural":


La construcción clásica de Juana de Vega, del año 1899, fue destruída en 1992 supuestamente debido a un fallo estructural.
Antiguo templo de los jesuitas y moderna edificación de viviendas, cuyo bajo ocupa la iglesia.

Delito contra el patrimonio, un término jurídico del que mucho hemos oido hablar en los últimos meses a raíz de las pintadas vandálicas que manchan nuestros monumentos. La colegiata de Santa María del Campo ha sido una de las últimas víctimas. Pero este “delito” también podría ser utilizado para otro tipo de actos que, más que vandálicos, son todo un atentado.
Un ejemplo es el caso de la desaparecida Iglesia de los Jesuitas, ubicada en la calle Juana de Vega. Sí, ese edificio de viviendas cuyo bajo alberga una iglesia. Si cogemos una fotografía de 1899 y otra de los años 90 pensaremos que no estamos ante la misma iglesia, y es que en realidad no lo es. Lo único que permanece inalterable es su ubicación y su nombre.
La iglesia de los Jesuitas comienza a construirse el13 de mayo de 1899, mediante una instancia presentada al Ayuntamiento, por parte de Martín Nuín Juanaraz. Este vecino de A Coruña, propietario de los solares donde hoy día se levanta el edificio solicita licencia para edificar un templo. Pero no un templo cualquier, uno de la orden de los jesuitas.

La iglesia de los Jesuitas en Juana de Vega

Tenía entonces la ciudad 40.000 habitantes y Juana de Vega estaba al comienzo de un Ensanche que estaba planificado pero que todavía no había dinero para iniciar la construcción de sus calles y edificios. En este escenario se concede licencia para la construcción del templo y de una casa anexa.
Ambos edificios no se caracterizarían por su suntuosidad, pero si están construidos de manera sólida y decorosa. Y con una excelente calidad. Las paredes exteriores de mampostería y las bóvedas del templo de ladrillo hueco son algunas de las características de esta edificación.
El 20 de septiembre de 1901, el superior de la Orden de la Compañía de Jesús, en Coruña, Manuel María Royo, comunicaba la finalización de las obras de construcción de la iglesia y la casa, pero quedaba pendiente la construcción de la aguja de la torre que tuvo que interrumpirse por problemas para la adquisición de materiales.
Al ver que no avanzaba al ritmo deseado, se solicitó la prórroga de la licencia. Finalmente no se levantó como estaba previsto en los planos, sino que acabó siendo una aguja esbelta.

La demolición

Sin embargo, pese a todos los esfuerzos e inversiones en este templo, desaparece en 1992 si mayor explicación. En un principio se destruyó debido a un supuesto fallo estructural, habría que saber hasta qué punto es cierta esta teoría.
La cuestión es que el domingo 22 de marzo se oficiaron los últimos actos religiosos. Tras ellos, se procedió a su demolición. En ese mismo momento, A Coruña deja atrás un signo de identidad de la ciudad y sus ciudadanos.
Hoy en su lugar se levanta un edificio de viviendas cuyo bajo alberga un templo de estilo modernista, con una fachada en la que predomina dos elementos: la piedra y el cristal. Todo un atentado contra el patrimonio.




Y junto a la belleza de los templos antiguos, vemos también mucho malo y feo, sobre todo en las iglesias modernas. La pregunta, nada original, que me surge, es: ¿por qué la mayoría de iglesias modernas son tan feas? Y en los intentos de hallar respuesta, las reflexiones sobre las que siempre vuelvo se centran en dos aspectos: el primero, los efectos que tiene en nosotros la fealdad y, peor aún para los bautizados, la fealdad de las iglesias. Y, en segundo lugar, el hecho de que resulta que las iglesias feas en nuestras ciudades y pueblos están construidas a partir de los años 1960 (puede que se dé alguna excepción, claro está).

Tengo particular aversión, porque me duelen, a dos tipos muy concretos de iglesias feas modernas: las que denomino “iglesias-garaje” y las “iglesias-salas-de-espera-de-hospital”. Las iglesias-garaje son aquellos templos que, ya sean edificios independientes o estén situadas en los bajos de un edificio de viviendas, presentan un techo plano que es, además, muy bajo. Se vuelve imposible, entre otras cosas, «elevar el corazón a Dios», porque el techo está inmediatamente sobre nuestras cabezas, imponiendo la horizontalidad. No suelen tener planta de cruz latina (¡faltaría más!), sino ser una especie de nave industrial rectangular con presbiterios que más bien recuerdan a un escenario. Luego están las iglesias blancas como una sala de espera hospital, muchas de las cuales casi caen directamente en la antigua herejía iconoclasta, con sillas blancas (de centro de atención primaria u hospital y sin reclinatorios, claro) y con cruces desnudas en lugar del Crucifijo. A este respecto, entre la propaganda que recibimos los católicos, en el campo del arte y la arquitectura sacros se encuentra el de “sacar a la luz” la piedra de las paredes interiores de las iglesias románicas, ¡cómo si hubieran estado así en la Edad Media! Sin ir más lejos, la iglesia de San Juan en Bohí, en el valle del mismo nombre en el Pirineo, conserva gran cantidad de pinturas murales por todo el interior. Así estaban los templos en la Edad Media, profusamente ilustrados con escenas bíblicas.

Este tema podría pasar por una cuestión curiosa, con toques de humor, si no fuera porque en realidad es muy serio. Primero, porque la cuestión estética no es baladí. Recientes estudios neurocientíficos muestran cómo la belleza «reprograma» el cerebro hacia Dios.
La conclusión obvia es que la falta de belleza en las iglesias católicas nos aleja de Dios, porque limita u ofusca nuestra capacidad de apertura a la trascendencia que la belleza proporciona. Y también porque no es solamente que, en su intento de acercarse al mundo, la Iglesia Católica haya adoptado en la segunda mitad del siglo XX las formas minimalistas y utilitaristas contemporáneas al diseño de los templos, sino que se ha perdido el sentido de elementos muy importantes que han sido una constante en la historia de la Iglesia: la orientación y el presbiterio.

Les explico una anécdota que me pareció interesantísima: durante una visita turística por lo que patrimonialmente se ha llamado en Aragón “territorio mudéjar”, uno de los miembros del grupo resultó ser un medievalista que, ante una iglesia de planta peculiar, sacó de su bolsillo una brújula y afirmó que en origen el templo medieval debía haber sido una mezquita, porque la orientación era hacia el sur-este, y no hacia el este. Desde entonces, llevo una pequeña brújula encima y siempre lo compruebo, sólo para horrorizarme de que la mayoría de iglesias modernas no están orientadas. Y no como las antiguas basílicas romanas que tenían la entrada, y no el ábside hacia el Oriente, sino que no hay criterio, que los ábsides “miran” hacia cualquier punto cardinal. Así, todos olvidamos que el sacerdote miraba hacia el Oriente en la actualización del santo sacrificio de la Cruz, porque el Oriente representa a Cristo. Por otra parte, y por poner solamente dos ejemplos de la falta de sentido en la que vivimos en la Iglesia actual por regla general, además de la cuestión de la falta de orientación, solemos encontrarnos con auténticos despropósitos en los presbiterios, que deberían estar elevados sobre tres escalones con respecto a la nave, mientras que hoy no son pocas las iglesias que parecen teatros romanos, donde la “nave” desciende hacia el presbiterio, la zona más baja de toda la iglesia.

Pues aquí están, profundamente relacionados la revolución que tuvo lugar en la Iglesia a mediados del siglo XX y la fealdad de las iglesias modernas; la segunda, consecuencia de la primera y con nefastas implicaciones para la fe de los bautizados, porque conducen a la pérdida del sentido de la Misa, la “fuente y culmen de la vida cristiana”, el culto público a Dios por excelencia, el cielo en la tierra. La Misa no trata de mí, sino de Dios. Y, por cierto, a Él sí parece importarle la belleza y el significado de los elementos del culto. No en vano dio a Moisés instrucciones muy precisas para la construcción de la tienda-templo en el desierto y todo lo relativo a los ministros. No cumplir las instrucciones de Dios acarreaba la muerte fulminante.
«La soledad en que vivimos es la soledad del abandono de lo sagrado porque, paradójicamente, la fe en la Encarnación ya no está en condiciones de acompañarnos en una dimensión que nos abra a los interrogantes y nos motive a buscar respuestas a las inquietudes que ontológicamente nos son propias. Aturdidos por las imágenes, convulsionados en un mundo que desconoce las razones profundas de la existencia, y más en unos momentos tan graves como los que atravesamos, ¿cómo es posible reconquistar la estabilidad profunda que nos proporciona la contemplación del misterio?
Los ecomonstruos cúbicos, las astronaves, las velas de cemento y los campanarios siderúrgicos que, como un cáncer maligno, invaden nuestro país humillando con su agresiva fealdad no sólo a los creyentes sino a todo el que pase nos hablan de la ceguera espiritual de los arquitectos y de la todavía mayor ceguedad de quienes les han encargado el diseño. La naturaleza, con sus formas armoniosas, suscita en nosotros un asombro que nos conduce a las puertas de lo sagrado. Pero la naturaleza jamás tiene en cuenta la rigidez geométrica que se nos ofrece en estas construcciones modernas. Si hay geometría, si hay matemática –y la hay, y mucha, en la naturaleza–, siempre se caracteriza por la armonía.» Susanna Tamaro
De la Tour - El Recién Nacido - Bert Daelemans

La vulnerabilidad en el arte: un recorrido espiritual



Un recorrido espiritual
Un acercamiento a la vulnerabilidad a través de treinta obras de arte.

La vida es frágil, naturalmente. La fragilidad es nuestra condición humana, querámoslo o no. Ahora bien, la fragilidad también puede ser un camino, como demuestra lo que se llama la vulnerabilidad o la “capacidad de ser herido”, es decir, la fragilidad elegida y orientada hacia otra persona, umbral donde encontrarnos entre seres heridos. De esta fragilidad convertida en vulnerabilidad trata este libro, que se puede leer como un elogio de la vulnerabilidad: la nuestra y la que elige Dios según la religión cristiana, que propone la vulnerabilidad como camino e, incluso, como religión.
Este libro da cuenta de treinta encuentros con la fragilidad. El arte más atractivo es tal vez aquel capaz de hablar de nuestra fragilidad sin ser hiriente y, en el mejor de los casos, de abrir la puerta hacia la vulnerabilidad, tendiendo un puente a lo sencillo, a Dios. En este sentido, el siguiente recorrido a través de treinta obras de arte aspira a ser espiritual.

Dentro de su formación e investigación, se incluyen temas relacionados con la Teología de los Sacramentos, el Espacio litúrgico y el Arte. En este marco, ha llevado a cabo un ejercicio de contemplación de un cuadro.
El cuadro es “El recién nacido”. Producido entre los años 1645-1648, su autor fue Georges de La Tour. Con una técnica de óleo sobre tela, reproduce un estilo barroco de muestra y de enigma a la vez. Actualmente se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Rennes (Francia).
En palabras de Bert, "es interesante percibir que la única fuente de luz es una simple vela (...) donde el pintor invita a hacer silencio (...) generando un espacio contemplativo para que toda su riqueza resuene". Y es que el misterio de la vida no se narra, sino que se vive. Esa experiencia es la que se palpa en el cuadro: la experiencia de la vida.




Pueblo de Dios, Cuerpo de C... by Yanka


ESPACIOS LITÚGICOS por BERT... by Yanka


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