BERGOGLIO
(Francisco I) el Globalista
Habitualmente, y supongo que le habrá sucedido también, señor lector, cuando uno abre su cuenta de correo electrónico suele toparse con un montón del denominado “correo basura”, de spam, de phising y otras clasificaciones, que, dependiendo de la pericia en la configuración de los filtros ya se van para una carpeta u otra, para la eliminación directa o el bloqueo irreversible. No nos ha quedado de otra que ponernos al día en parte de esto que llaman “inteligencia artificial” –apresurándome a decir que de “inteligencia” tiene menos que la mente de un comunista–, “tecnología digital” –aunque no me acaban de convencer sobre si se refiere al uso de dígitos por sistema binario o al uso de los dedos para estar encadenados a teclas de todo tamaño– y adelantos similares. Signa temporum, sin duda.
¿Por qué le escribo esto? Muy legítima pregunta, máxime por el encabezado que intitula esta pobre columna… Le respondo presuroso: hoy (en un lapso de unas doce horas) he recibido 19 correos diferentes de contenido religioso-eclesiástico –ni me crea usted tan mojigato, porque la verdad que he eliminado sin abrir 8 de ellos, he destinado directamente a la basura otros 5 y he leído con atención el resto–. Dos correos me han llamado poderosísimamente la atención, porque el remitente de uno de ellos es persona de mi plena amistad y confianza, y el otro contenía varios mensajes papales, con las últimas sandeces del actual ocupante de la Santa Sede. Le ruego me permita explicar el contenido y el porqué del calificativo “sandeces”, antes de que proceda usted a bloquearme directamente.
La primera memez, no signada por el “okupa” pontificio, habla de la “pluralidad” en el “camino sinodal” de la “iglesia que camina en Alemania” (creo que se arrastra como serpiente, pero eso dejémoslo para otra circunstancia). Es decir, que alguien por las colinas romanas está ya un poco harto de las estupideces que dicen los hijos del Cardenal Marx –solo a D. Bergoglio se le ocurre poner al frente de la Iglesia en Alemania a un tipo más oscuro que calzón de minero, con un apellido tan poco motivante, pero ese es otro tema–, y recuerda que “no hay que sacar aun conclusiones”. Pues claro que no. La “sinodalidad” en la Iglesia es como la “co-gobernanza” en el Estado Español: mucho ruido y pocas nueces, excepto para quitarse las pulgas de encima –y sacudirse de paso las responsabilidades–. Un Sínodo nunca es dogmático, aunque pueda terminar en ser cismático, pero ante pronunciamientos tan tibios poco se logrará. En fin, ya comenzaban mis neuronas a subir de temperatura, en una especie extraña de “calentamiento eclesial”.
Lo que me ha sentado como un misil in flexura sacralis recti ha sido el segundo correo. Es el texto íntegro del “Mensaje del Papa Francisco a la Conferencia Europea de la Juventud”, que se estaba celebrando en Ucrania –vaya que no había otro lugar– el pasado 6 de julio. Este texto, signado por el nada Santo Padre, se centra en tres puntos: El Pacto Educativo Global (una estupidez que en septiembre de 2019 emitieron supuestos “educadores” para que se adoctrine a todos los jóvenes en “fraternidad”), la Apertura a la Acogida (sí, acertó usted, es un documento “inclusivo e incluyente”, claro) y el Cuidado de la Casa Común (la ecología, el menor consumo de carne, la reducción de combustibles fósiles, bla, bla, bla, trufado de citas a su propia encíclica Laudato si’, como un Pedro Sánchez cualquiera, auto-alabándose).
De un total de 1,734 palabras (un texto breve, para lo pedante que suele ser el tipo), el término «Dios» se menciona 0 (cero) veces, se menciona a Cristo 0 (cero) veces, y el vocablo «Iglesia» aparece 0 (cero) veces. De absoluta, total y plena vergüenza. Me confieso católico, y católico practicante; he realizado el juramento antimodernista que se me exigió en su momento; he participado o impartido conferencias en cuatro continentes sobre libertad religiosa, derechos humanos y derecho natural, y jamás, jamás, jamás hasta hoy había leído un texto “religioso” (por su presunto contenido y autoría), “eclesiástico” (por su jerarquía) que no tuviese al menos algo de maquillaje (como lo ha hecho ya el mismo citado “okupa” vaticano), alguna que otra vaga referencia a que Dios es bueno, que Jesús dice que hemos de cuidarnos o que la Iglesia es casa de todos (¡je, ya no, por lo visto, ahora es la ecología!).
Me declaro escandalizado. Y humildemente pido perdón a quien pudiere escandalizar con mis palabras sobre Jorge Mario Bergoglio, Francisco I. Pero, ateniéndonos a la coherencia de vida, de profesión de fe y de oficio, creo que el “okupa” en comento habría de recordar, puesto que lo juró cada vez que asumió un orden sagrado y un cargo pastoral: el triple deber sacerdotal (aunque sea jesuita este señor, le obliga igualmente), conformado por el munus docendi, munus sanctificandi, munus regendi, o sea, el deber de enseñar, el deber de santificar y el deber de guiar al pueblo de Dios.
Díganme, por caridad, cómo se guía, enseña o santifica en un Pacto Global Educativo que solo trata de temas banales (porque lo mundano, aun cuando profano, pertenece también a la enseñanza de la Iglesia, sin duda). Aclárenme, Ilustrísimos y Excelentísimos Señores Cardenales, Arzobispos, Obispos, Abades mitrados y sin mitrar, Deanes, Arciprestes, Párrocos… cómo es posible pretender que un mensaje de evangelización a la Juventud Europea me hable de comer menos carne, sin mencionar ni siquiera a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (y no hablo de la Sagrada Eucaristía, porque como es el Cuerpo de Cristo, habrá quien nos tache, como en tiempos de Nerón y Trajano, de “antropófagos”, no lo dudo).
Pues esto es lo que hay. Ya no solo fue profeta el Papa San Pablo VI cuando dijo que “el humo de Satanás ha entrado por las ventanas de la Iglesia” (en referencia al Concilio Vaticano II), sino que San Juan Pablo II el Magno y Benedicto XVI también lo han sido, al afirmar que se acercaban los tiempos en que nos daría vergüenza hablar de Cristo o hacer en nosotros la señal de la Cruz. Lo vemos hasta en quien porta al cuello una presunta “Cruz del Buen Pastor”, el mismo “Pastor” que, so pretexto de vivir la austeridad y la pobreza (y no habitar en los Palacios Apostólicos) gastó cientos de miles de euros en “acondicionar” unas humildes habitaciones para su persona… El “Papa” del Globalismo, ¡cómo me duele decirlo! Casi me recuerda el Cantar de Mío Cid, en su verso 20, que dice:
“¡Por Dios, qué buen vasallo si tuviese buen señor!”. Si tan obediente fuese “Franciscus” a Cristo como lo es al N.O.M. y el Globalismo, la evangelización no estaría en retroceso, ni habría pactos con la iglesia comunista china (cismática y herética), ni los asesinatos y expulsiones de religiosos estarían a la orden del día en México, Nicaragua, Venezuela, Nigeria, etcétera.
No dejemos de pedir al Todopoderoso su misericordia, porque, cuando Él vuelva, ¿encontrará fe en la Tierra?
Por regla general, he sostenido, señor lector, aquel adagio del Catecismo del P. Gaspar Astete que dice que “Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que les sabrán responder”. Sin duda, ha de ser cierto. Ahora bien, ello no implica –y más en los tiempos de la “sinodalidad”, tan cacaraqueada– que quienes conformamos el pueblo fiel no podamos decir, en humildad y conciencia, cuanto pensamos acerca del depositum Fidei, el depósito de la Fe que la Iglesia debe custodiar y transmitir (y bajo Cristo, el Papa, como Soberano Pontífice y Vicario Suyo, si bien son títulos que rechaza el actual “okupa” de la Santa Sede, hasta llegar a suprimirlos del Anuario Pontificio para considerarlos “títulos históricos”, reliquias del pasado).
Ayer, dilecto lector, mi pluma clamaba contra dos documentos dimanados del Vaticano (que no contra la Iglesia Católica), especialmente contra el aciago Mensaje a la Juventud Europea signado por Francisco I “el Globalista”. Fallo mío fue no haber terminado de vaciar mi bandeja de entrada, puesto que tras la oración matutina, al continuar hoy las tareas de limpieza digital, me encontré con otro texto del mismo autor, titulado “Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación” (a celebrarse el próximo 1 de septiembre, si antes no se produce la Parusía).
Ayer mi boca casi arrojaba espuma como hocico de perro con pastilla de jabón, hoy la bilis amagó con provocarme una úlcera –si bien la Providencia Divina lo impidió, quizá para que siguiese expurgando mis pecados y escribiendo lo que otros callan–, ya que si los textos comentados con anterioridad eran burdos, descarnados e infames, los de hoy llegan cuidadosamente maquillados, trufados de referencias más sutiles y variadas (aunque las propias del “okupa” hacia su misma literatura, claro, no podían faltar). Pero el contenido es el mismo: globalismo, ecologismo, nuevo orden (“esquema, “concepción”, dice el espurio texto) y, en definitiva, sometimiento…
Ganas me dieron, lo confieso, de dedicarle a D. Bergoglio, como hizo antaño el Beato de Liébana al descarriado Elipando (entonces Arzobispo de Toledo) el apelativo de “cojón del Anticristo”. Ganas, dije, tanto porque no llegaría a tal extremo por respeto a la dignidad que ostenta (o usurpa, no me tire de la lengua) como porque ya el autor Enrique de Diego lo ha hecho magníficamente en su último libro (cuya lectura le recomiendo sinceramente). Y como a estas alturas quizá usted ya ha de estar preguntándose por el quid de los espumarajos y gotas de tinta que esta torpe pluma hoy arroja, le desgloso, para su conocimiento, algunas “perlas” que el vigente “okupa” papal desgrana en su mensaje (escrito con mucha antelación el pasado 16 de julio, fíjese usted, lo que en lenguaje vaticano implica que de ese cerro no lo movemos ni con dinamita, en sentido metafórico, por supuesto).
La invitación a la «conversión ecológica» y a la «espiritualidad ecológica», así como a reconocer la «deuda ecológica», no es nada nuevo en el mensaje bergogliano. Claro, la primera es una estupidez, porque la auténtica conversión es la del corazón hacia Cristo, mediante el arrepentimiento y la penitencia (y no me vengan ahora con la bromita de “convertir el agua en vino”, que no es momento, ni tampoco fue “conversión” sino “transformación”). Lo de la «espiritualidad ecológica» tiene más bemoles, porque se inventa unos precedentes –ha debido leer con atención D. Bergoglio la «ley de memoria democrática» de sus amiguetes comunistas hispanos– poéticamente “basados” en San Francisco de Asís (bien sabe usted que tomó las palabras del Cántico de las Criaturas de éste para “plagiar” la encíclica Laudato si’), las metafóricas y bellas expresiones de los salmos y, ¡bárbara y osada estulticia!, los mensajes del Acuerdo de París, de la COP15 y la propuesta para la COP27.
Estos tres últimos textos, estimado lector, son algunas de las Conferencias de la ONU sobre el «cambio climático». Que un ocupante de la Cátedra de San Pedro tenga que referirse a ellas como “sustento” de su argumentación no es otra cosa que un insulto al mensaje y doctrina a la que se debe, una blasfemia a la potestad petrina y un sometimiento inicuo a los poderes de este mundo –desde luego que Satanás ha de estar tomando nota y aprendiendo rápido, al igual que Pinocho ya ha reverenciado a Pedro Sánchez como “maestro” en “Mentirología” a nivel postdoctorado–.
La china COP15 (mantenida en Kunming, no en Wuhan) preveía una COP26 en Glasgow, pero se ha modificado la fecha para gozar de los cálidos climas egipcios en la COP27. Como fuere, todos sabemos ya a estas alturas que la naturaleza tiene su curso y que es deber de todos cuidarla, pero que no podemos decirle nada, porque ni caso nos hará (si no, propondría que fuesen Bergoglio, Biden, Soros y Sánchez a la cima del Etna, el Vesubio, el Kilauea o el Popocatépetl para que les rogasen frenar sus emisiones de vapores de magma, por el «calentamiento global», e igualmente recordaría a los mencionados personajes que, según la milenaria y venerable tradición, los líderes de los pueblos se sacrificaban para que la naturaleza no se enojase con los habitantes de la tierra… y ya entregado el mensaje, podrían tales señores descender en caída libre cada uno por el cráter y tomar un café con Hefesto o con Luzbel, tanto me da, rezaremos por sus almas, eso sí).
Y es que, estimado lector, el hecho de que Francisco I “el Globalista” emita un documento recordando que ha de reducirse la temperatura planetaria 1.5 grados es de chiste, de sorna, guasa, trácala, broma macabra o como guste. A ver, nada Santísimo Padre: ¿no podría dialogar con la Pachamama y los volcanes que tanto le gustan para que de una vez redujesen 10 graditos en sus emisiones, y así ahorrarle a usted escribir (y a nosotros leer) subsiguientes alocuciones idiotas, tan inútiles como las fotos de Sánchez en la España requemada? Recuerde usted que tanto Abraham como Moisés fueron “negociando” con el Señor Dios el número de los justos (desde la destrucción de Sodoma y Gomorra hasta el desierto del Sinaí), y también Mahoma lo hizo con Alá respecto al número de oraciones diarias de los pacíficos seguidores del Islam, así que, con un poco de fe y diálogo por su parte…
Toda esta “recapitulación ecológica” (la parte más inocua del globalismo, bien sabe usted) no me lleva sino a afianzar que el único sentido y razón de la vida cristiana es la que nos recuerda San Pablo (y que fue el lema del pontificado del Papa San Pío X): Instaurare omnia in Christo, recapitular todas las cosas en Cristo (Efesios 1,10). Así que, por favor (¡por caridad!), que la Iglesia (y las Iglesias) se dediquen nos dediquemos) a amar a Dios y al prójimo, a adorar al primero y cuidar al segundo, a servir con humildad al Señor y enseñar la verdad al hermano, y dejen (dejemos) que el Todopoderoso cuide de su Creación, para lo cual nos inspirará también su guía y auxilio. Pretender legislar (civil o canónicamente) sobre el clima es como decirle al Sol que se abstenga tres días de fusionar helio e hidrógeno. Aunque parece que también dialogar con algunas mentes (todas del lado siniestro) es como hablar con las paredes: misma inteligencia y misma respuesta.
Por cierto, ¿se ha percatado, amable lector, que ningún otro líder religioso, budista, musulmán, hare-Krisna, judío o tolteca, realiza pronunciamientos semejantes? ¿Será que ellos sí entienden aquel dicho de “sutor, ne ultra crepidam (zapatero, a tus zapatos)”, ya atribuido a Apeles, en el 308 antes de Cristo? Tome nota, D. Bergoglio, que mañana conversaremos sobre otros aspectos de su globalismo…
Emulando a Fray Luis de León, señor lector, con su “decíamos ayer…”, díjele a usted que en esta tercera entrega sobre Francisco I “el Globalista” daríamos un somero vistazo a cómo el representante temporal de la Sede de Roma (aun prefiriendo su servidor designarle “el okupa del Vaticano”, pero no es el tema) ha instalado en forma de “dictadura perfecta” –una película que recomiendo vivísimamente a usted visualizar, para que luego me diga si cualquier coincidencia con la realidad es solo apariencia– el insidioso globalismo dentro de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, la única y verdadera Iglesia (¡dispénsenme los hermanos de otras confesiones, pero a la Historia me remito, puesto que de la vid que es Cristo brotó su Iglesia sub Petro et cum Petro, y el resto, aun cuando mayor o menormente bienintencionados, son cismas y/o herejías!).
Una de las características del globalismo es la imposición de un pensamiento único. Quizá por ello es un caldo de cultivo perfecto aquél que se basa en la creencia dogmática y fiducial (como lo son las religiones), y específicamente el Cristianismo, puesto que de antemano conlleva una visión de bondad, humildad, obediencia y mansedumbre (virtudes que hacían rechinar los dientes a Nietzsche, y, desde luego, lo siguen haciendo a Satanás) que no poseen otras religiones como la judía (ahí queda el “ojo por ojo”), la musulmana (la vida, enseñanza y ejemplos del Profeta son tan antitéticos como una “deslumbrante noche”) o la budista (que de hecho ni es religión, al ser atea).
Y es que, sometidos a la obediencia del mandato del amor (tanto a Dios como al prójimo), también los católicos nos hemos mantenido en el sistema jerárquico teocrático (o sea, que Dios es quien manda por medio de la jerarquía que elige –o permite que sea elegida– para hacer presente su mensaje en el mundo). Así, el Derecho Canónico nos recuerda que la persona del Sumo Pontífice reúne en sí el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial (aun cuando puede delegar en forma vicaria alguno de ellos según su gusto), al igual que nos recuerda que el Romano Pontífice puede anular o contravenir cualquier disposición tomada por sus Predecesores, siempre y cuando mantenga la fe y las costumbres; por ello, diferenciamos «magisterio extraordinario» (ejercido ex cathedra por el Sucesor de Pedro, con o sin Concilio que le aconseje) del «magisterio ordinario» (el pensar o decir particular de cualquier obispo o papa), la «Tradición» (con mayúscula, aquélla que proviene desde los Apóstoles y es inmutable) de la «tradición» (con minúscula, aquélla que proviene de concepciones humanas y puede modificarse), etcétera.
Francisco, el dulce, humilde, pobre, manso y renovador –léase, por favor, todo con ironía– ejerce en forma despótica las facultades que posee en el cargo, sometiendo a obediencia y no dudando en golpear más fuerte al más débil. Por ello, de un plumazo, Francisco I “el Globalista” ha acudido al «globalismo litúrgico» para derogar los motu proprio de San Juan Pablo II el Magno y de (San) Benedicto XVI respecto a la permisión de las formas variadas de culto litúrgico –especialmente las que no se ciñen ni agotan en las invenciones de la Sacrosanctum Concilium, del Concilio Vaticano II–, tildando con nula caridad de “retrógrados”, “nostálgicos” y hasta “tendentes cismáticos” a quienes solo quieren rezar con las fórmulas que desde el Concilio de Trento han estado vigentes. ¿En qué le molesta? Pues… en que su belleza, profundidad, misterio y sublimidad no pueden ser condensados en 15 minutos del globalista novus ordo, “nuevo orden” (¡vaya, me suena la expresión!), el Misal posterior al Concilio Vaticano II y los nuevos ritos sacramentales promovidos por caterva de masones eclesiales (una contradicción del tamaño universo, pero innegable… ahí estaban Bugnini, Villot y los de la lista Pecorelli).
Así ha acudido al «globalismo legislativo» (que como recae solo en él y en su voluntad), para pasar el rodillo ante el que, aun bajo inspiración del Divino Espíritu, piense diferente a él. Por ello, prohíbe la ordenación sacerdotal de los que llama “tradicionalistas” (en EEUU, Italia, Francia, España, etcétera), suprime o pone bajo “supervisión” las Asociaciones de Fieles e Institutos de Vida Religiosa más “conservadores”, dándole lo mismo si se trata de la Soberana Orden de Malta o si son los Hijos de San Juan, pasando por Lumen Christi o por los Oblatos, puesto que ya ha prohibido la creación de asociaciones de derecho diocesano (¡jamás en la historia de la Iglesia había hecho Papa alguno cosa similar!, puesto que siempre se ha reconocido que el Espíritu sopla donde quiere y como quiere), y suprimido ya más de 129 instituciones religiosas. Es algo curioso, ya que por una parte invoca un camino “sinodal” para ser «inclusivo» y por otro aplasta con martillo “pontifical” al que reza según ritos sancionados por la misma Iglesia… Así, documentos pontificios han modificado el Catecismo de la Iglesia Católica (en lo referente a la guerra justa, por ejemplo) aun cuando lo promulgase San Juan Pablo II (que lo hizo cardenal, ironías de la vida), el Código de Derecho Canónico y las disposiciones de gobierno de la Curia Romana (que dejaron perfectamente instituidos los dos últimos Pontífices, pero que molestan mucho para que su sucesor sea “a dedo”), los propios nombres de las Congregaciones (ahora Dicasterios) y sus prefectos (jugando con el «feminismo inclusivo», ya que ahora una dama puede presidir el Dicasterio para los Obispos, cuando ni es obispo ni le faculta el orden sagrado, solo un poder vicariamente concedido por un mentalmente ególatra “okupa”).
Al mismo tiempo que “unifica” (según él, porque otros diríamos «globaliza»), incurre en el globalista silencio cobarde y la muy globalista contradicción. Me explico. El «globalista silencio cobarde» es callar siempre que lo que sucede no es del gusto particular, puesto que incluso al mismo argumento se acudió para condenar a Cristo (“conviene que uno muera por el bien de todos”). Así, atronará contra el aborto, pero no dirá nada sobre el abortista y abortivo (Biden o la Pelosi, la Harris o quienquiera) cuando se acerquen a recibir el Santísimo Sacramento del Cuerpo y Sangre del Señor (aunque sus autoridades primarias eclesiales se lo hayan prohibido). Condenará el relativismo moral pero abrirá sus paternales brazos inclusivos a toda gama de «preferencias» de los hijos de Dios. Gritará contra los abusos cometidos por antiguos católicos en Canadá contra los aborígenes (ahora está en ello), pero nada dirá contra los abusos cometidos por los cargos nombrados por él mismo (y la lista va siendo larga, porque, como no se le pueden pedir responsabilidades, va por la libre). Condenará (como hacemos todos) la pederastia (laical y clerical), pero dejando entreabierta la puerta para que el pedófilo pueda recibir los Santos Sacramentos, porque, según sus palabras, “¿quién soy yo para juzgar?”… Pues nada más o menos, si es en verdad el Sucesor de Pedro, Vicario de Cristo, es quien tiene las claves regni coelorum, las llaves del Reino de los Cielos, para atar y desatar. Simple. Pero, claro se ve ya, D. Bergoglio ata muy bien a su persona sus intereses y desata magníficamente de la Iglesia los intereses del Divino Maestro… Más vale que Éste es quien siempre triunfará…
Culminaré la exposición de los dislates que Francisco I “el Globalista” está realizando en la Iglesia Católica, en los corazones de los fieles y en el depósito mismo de la Santa Tradición y el Magisterio de la Iglesia (perenne, aunque quiera trastocarlo, sin darse cuenta de que lo mismo que él establece lo podrá abolir uno de sus sucesores, al igual que con impúdica osadía ha desvirtuado el pontificado de su Venerable Predecesor Benedicto XVI).
Hemos repasado en forma muy somera el «globalismo ecológico», el «globalismo litúrgico» y el «globalismo legislativo» que ha impuesto, velis nolis, puesto que es la suma autoridad, en la Iglesia. Fáltanos terminar con el «globalismo jurídico» y el «globalismo judicial». La prueba irrefutable del primero ha sido, en estos últimos días, la intromisión en los Estatutos, Constitución y parte del carisma del Opus Dei –hago constar que no pertenezco a la Obra de Dios, pero que de ella he aprendido muchísimo, tengo santos amigos en ella y considero que es, en verdad, una fuente de santificación, aunque no sea mi carisma–. No es novedoso que todo lo que tenga el bonus odor Christi, el buen olor a Cristo (como dice San Pablo) parece que le molesta en grado sumo, como el hedor a azufre nos señala la presencia diabólica. Pues ahora, con la autoridad suma que detenta, parece que quiere enmendar la plana a los Santos Fundadores de todo carisma que no sea el del “pensamiento único” («global») que él quiere para la Iglesia. Hasta he llegado a pensar –y pido perdón por ello, puesto que hasta pareciere blasfemo– que corregiría el Sermón de la Montaña en presencia del propio Divino Maestro…
Pues bien, será medido con la misma medida con la que mide –¡y júzquele Dios con misericordia!–. Su “peregrinación penitencial” a Canadá para pedir perdón a los indígenas de aquellos lares por presuntos abusos clericales aun sin demostrar fehacientemente (cosa que, además, podría haber realizado por escrito, sin tanto gasto) no es sino una nueva manera de exponer no solo la falibilidad de la Iglesia en su componente humano (que la tiene, aunque no en el grado en el que se le retrata, y en el que las propias autoridades eclesiales se dejan retratar), sino también la debilidad del magisterio ordinario, que sin dejar de lado la misericordia (¡cómo olvidar la Encíclica Dives in misericordia, de San Juan Pablo II el Magno!), también tiene las llaves y potestad para proclamar lo que siempre se ha de transmitir: que la misericordia se ríe del juicio, y que el Magisterio está no para contentar a los hombres (que si el consumo de carne, que si el cambio climático, que si una vacunación es un acto de amor, etcétera), sino para glorificar a Dios, en la imitación de Cristo por la gracia del Espíritu Santo.
Dicho lo anterior, permítaseme acabar los dos puntos esbozados, referentes a cómo el ocupante de la Sede de Pedro ha utilizado su plena facultad judicial en la Iglesia para no proteger a los inocentes (¡qué decir del Cardenal Zen, de Hong Kong, tantas veces encarcelado y tan acérrimo defensor de los derechos de la Iglesia frente al comunismo chino, o del Cardenal Pell, de Australia, a quien se arrojó a los perros, incluso civiles, hasta que se demostró que la acusación por supuestos abusos sexuales cometidos y permitidos fueron todos un invento!), sino para evitar que sus “amigos y colegas” de juventud y de “apoyo” sean llevados ante la justicia o tuviesen las justas penas civiles correspondientes (por cargos de desfalco, abuso de poder e incluso omisión ante la abominable pederastia, y permítanme que el manto de la caridad cubra sus nombres). Eso sin mencionar los motu propia (así se les denomina a los rescriptos que emite por su propia autoridad) mediante los que facilita la nulidad matrimonial, dificulta las penas canónicas, modifica el Catecismo de la Iglesia y el Código de Derecho Canónico, suprime Asociaciones y Congregaciones a su arbitrio o deja en indefensión a creyentes con un carisma más tradicional.
Tras todo lo anterior (incluyendo las columnas precedentes sobre el tema), he de aclarar que no soy cismático, ni pretendo un cisma –discúlpeme, no soy del camino sinodalista que pretende cambiar la Tradición ni el dogma, no sigo ninguno de los aspectos propugnados por casi todos los “sínodos” locales que abogan por un falso empoderamiento femenino en la Iglesia (puesto que somos iguales ante Dios, solo varía nuestra forma de servir a Dios), o el régimen de laxitud sexual, no apruebo la ingente cantidad de ministros “closeteros” que salen de su “armario” para continuar un “ministerio” de difícil coherencia con la fe jurada–. Soy un católico más que ama a su Madre, la Iglesia, y que, al igual que hizo Catalina de Siena, ilustre Doctora de la Iglesia que se atrevió a contradecir al Papa por cobarde (¡tiempos aquellos de Aviñón!) me siento con el deber de decir lo que pienso, estudio y creo, rezo y medito ante el Señor, a aquél que es el Pontífice en estos momentos (aun cuando yo no tenga ni la santidad de Catalina de Siena ni el conocimiento de tantos Doctores).
Y aun cuando haya denominado “okupa” pontificio a Francisco I “el Globalista” (porque en verdad ocupa la Sede de Pedro), también debo decir que es legalmente Romano Pontífice (aun cuando la fórmula de abdicación de Benedicto XVI deje margen a la interpretación canónica de invalidez), y que si hiciere pronunciamientos ex cathedra los acataría con humilde y obsequioso asentimiento de mi voluntad (aunque no se atreverá a tanto, sabe que juega con su propia condenación, si bien personalmente no sé en cuánto la valora). Creo que es un mal Papa. Considero que es ambiguo, pedante, laxo con el fuerte y duro con el débil, intolerante, orgulloso y cerril, pero… también los ha habido similares o peores en la Historia de la Iglesia, y ésta, que es eterna, ha prevalecido y prevalecerá. Desde el sacrilegio de Agnani (contra Bonifacio VIII) hasta el imprisionamiento de Pío VII por Napoleón, pasando por el secuestro de Clemente VII o el encierro de Pío IX, ¡cuántas cosas no hemos padecido! Papas niños y simoníacos en la Edad Media, Papas lujuriosos y Papas guerreros en el Renacimiento, etcétera, y la Iglesia, Una, Santa, Católica, Apostólica (y Romana), como la Barca de Pedro, sigue (y seguirá) sin hundirse.
Hemos de tener paciencia, hemos de orar más, hemos de mantener la esperanza de que todo mal tiempo tornará a bueno, porque, como dice el Apóstol, hemos de alegrarnos aunque de momento tengamos que padecer en diversas pruebas. Esas no faltan… Y nos animaría, sin duda, una valiente jerarquía, con el Papa a la cabeza, que dieran fiel testimonio de arrojo, testimonio y ejemplo. Si el Espíritu Santo así lo permite, ha de ser para algo mucho mejor de lo que actualmente tenemos. Que no se turbe ni decaiga nuestra fe, que está puesta en Cristo. Lo demás es pasajero…
Por lo tanto, mi estimado lector, cierro este tema, doloroso aunque necesario, a mi parecer, encomendándome también a sus oraciones. ¡Viva Cristo Rey!
El humo de Satanás
en la Iglesia
Dichos eventos se inician en la capilla Paulina del Vaticano (cerca de donde Bergoglio quiere ser enterrado) durante la noche del 29 de junio de 1963, se celebró una misa satánica, en la cual participaron un número no determinado de cardenales y obispos en un ritual satánico, con el objetivo de entronizar a Satanás en la Iglesia.
El hundimiento del Banco Ambrosiano, del cual, el Banco Vaticano era el principal accionista, se convirtió en el pistoletazo de salida de todos los acontecimientos que surgirán a partir de entonces en la Iglesia. De por medio estaba la muerte de Juan Pablo I, los numerosos intentos de asesinar a Juan Pablo II y la dimisión de Benedicto XVI. ¿El demonio está ya dentro del Vaticano? Expertos en demonología como el padre Gabriele Amorth y otros exorcistas de la Iglesia, lo afirman sin dudarlo un instante. Ahora bien, conviene aclarar que una cosa es la Iglesia y otra muy diferente es el Vaticano.
La muerte de Juan Pablo I, estaba íntimamente relacionada con el control de la Banca Vaticana, la cual, estaba (y sigue estándolo), en manos de la mafia italo-norteamericana; sin embargo, quien realmente era el dueño de la situación financiera vaticana, no eran otros que los dirigentes de la logia masónica italiana P-2, a la cual, pertenecían no pocos prelados italianos con sede en el Vaticano; estamos hablando de cardenales y obispos. Y las ramificaciones existentes con el crimen organizado eran tan evidentes por parte de la Banca Vaticana, que el director de cine norteamericano Francis Ford Coppola, se inspiró en este incidente del hundimiento del Banco Ambrosiano para rodar parte de la película “El Padrino III”.
Ahora bien, ¿dónde está el punto de partida de todos estos conflictos que se fueron acelerando de forma tan vertiginosa a partir de entonces? Para aclararnos un poco toda esta telaraña sin fondo, aparecerá en escena un personaje realmente singular; se trata de un sacerdote irlandés, concretamente el padre Malachi Martin, que fue asesor del cardenal Agostino Bea, (ambos eran jesuitas) y a su vez, fueron asesores de los Papas Juan XXIII y Pablo VI. Esto significaba tener acceso a información confidencial en el sentido más estricto de la palabra. Malachi Martin era un caso de inteligencia prodigiosa; sin haber cumplido 34 años ya estaba en poder de cuatro doctorados, uno de ellos, de los más difíciles que conozco: en idiomas semíticos.
En cierta ocasión, estando el padre Malachi Martin despachando con el Papa Juan XXIII, éste le pasó un documento que nadie hasta ese momento había leído, a excepción del Papa Pío XII. El documento era tan impresionante que Juan XXIII, una vez leído por el padre Martin y el cardenal Bea, ordena archivarlo. Se trata del tercer secreto de Fátima. Pero no es el famoso tercer secreto, (actualmente revelado), sino que la clave está en una hoja adjunta, adosada a dicho tercer secreto. Se trata de una hoja de papel, algo inferior al tamaño de los 21,5×27,5 centímetros que tiene un folio normal de oficina. Es una hoja escrita a mano en idioma portugués; contiene exactamente 25 líneas escritas en ese idioma. El Papa considera que lo que dice el texto, no lo ve apropiado para que sea publicado. Pablo VI lo leyó; también lo leyó Juan Pablo II. Ambos consideraron que era mejor no publicarlo. Sin embargo, cuando Juan Pablo II sufrió el atentado en la plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981, solicitó le fuera entregada de nuevo para estudiar lo que estaba escrito. Parte del escrito se refería a su pontificado. Quienes estaban con el Papa trabajando en esa época, confirmaron posteriormente que a partir de ese momento, Juan Pablo II ya no era la misma persona de antes. Algo realmente tremendo estaba escrito en esa hoja, escrita a mano y en idioma portugués.
Muerto Juan XXIII, es elegido como sucesor Pablo VI. Al poco tiempo de ser elegido, sucede algo realmente terrible dentro del propio Vaticano, y será el padre Malachi Martin quien informará de los acontecimientos al pontífice. Dichos eventos se inician en la capilla Paulina del Vaticano (cerca de donde Bergoglio quiere ser enterrado) durante la noche del 29 de junio de 1963, festividad de los santos Pedro y Pablo. En esa capilla se celebró una misa satánica, en la cual participaron un número no determinado de cardenales y obispos en un ritual satánico, con el objetivo de entronizar a Satanás en la Iglesia, iniciando de esta forma, el reinado e influencia del “príncipe de este mundo” dentro de la Iglesia. Se sabe que entre los cardenales y obispos estaba el siniestro Jean Villot, y también algún que otro sacerdote. El impacto de esta noticia en el Papa Pablo VI fue evidente. En la siguiente reunión con la curia romana, Pablo VI les habló sin rodeos, afirmando algo que se convertirá en portada en la mayor parte de la prensa mundial: “a través de alguna grieta del Templo, se ha introducido el humo de Satanás en la Iglesia de Dios”. Pues bien, este incidente en la capilla paulina, fue el inicio de todos los acontecimientos posteriores en la Iglesia.
Cien años antes, el Papa León XIII, había divulgado una oración especial a San Miguel Arcángel, para que se leyera en todas las iglesias del mundo al final de la misa, pidiendo ayuda de este Arcángel para luchar contra Satanás. Pues bien, cuando se celebró esta misa satánica en la capilla Paulina del Vaticano para entronizar a Satanás, poco antes, determinados cardenales influyeron en el acta final de algunas resoluciones relacionados con el Concilio Vaticano II, de manera que se suprimió la oración a San Miguel Arcángel decretada por el Papa León XIII ochenta años antes. Esa misa satánica era la consecuencia de la anulación del decreto pontificio del mencionado Papa. Desde ese momento, la Iglesia comenzó a estar bajo el poder de todos esos cardenales, obispos y sacerdotes infiltrados dentro de la Iglesia para ir demoliéndola poco a poco. No tardará mucho en aparecer el tema de la pederastia y todos los escándalos eclesiales que se irán sucediendo. Así por ejemplo, hay datos concretos de obispos y cardenales, que sabiendo con nombres y apellidos de seminaristas homosexualmente activos, eran seleccionados para ser ordenados sacerdotes por los responsables de esas diócesis. ¿Cuáles podrían ser las razones de esa actitud por parte de esos prelados? Sin ninguna duda, ir demoliendo la Iglesia por dentro.
Es cierto que Juan Pablo II tuvo una aceptación mundial a su persona y a su carisma, pero no es menos cierto, que una nutrida representación de la jerarquía eclesiástica católica, no solo hicieron todo lo posible por amargarle la existencia, sino que no dudaron en intentar matarle en numerosas ocasiones: la masonería eclesiástica.
Sin embargo, tenemos que regresar de nuevo al Papa Juan XXIII. ¿Por qué ordenó archivar ese documento tan inquietante? El Papa se justificó con la afirmación de que: “no pertenece a mi pontificado”. Pero sí será el padre Malachi Martin, quien dará pistas sobre el secreto de Fátima, el cual, había leído personalmente. Este sacerdote quedó tan impactado de todo lo que estaba sucediendo en torno al Vaticano, que le pidió al Papa Pablo VI una autorización pontificia para retirarse a la vida privada. Pablo VI le concedió dicha autorización, la cual, le eximía de estar bajo la autoridad de ningún obispo del mundo. Llevó a partir de entonces una vida retirada consagrada a escribir y a su labor de sacerdote y exorcista, que también lo era. Los libros que publicó entre las décadas de los años 70 a los 90, se convirtieron en auténticos “best-seller” mundiales.
Estaba bajo juramento, de manera que no pudo revelar nada respecto a lo que había leído sobre la misteriosa hoja escrita por la hermana Lucía (Fátima), adjunta al tercer secreto; aunque sí daba algunas pistas afirmando “sí o no” cuando le preguntaban al respecto sobre el tercer secreto de Fátima. Sin embargo no guardó silencio sobre las extrañas ceremonias que empezaban a proliferar entre un grupo poderoso de masones “satánico-iluminattis” formado por cardenales y obispos, homosexuales muchos de ellos. Revelar estos datos, sobre todo cuando escribió su último libro relacionado con el tema del “último Papa”, le supondría la muerte prematura. Escribió sus libros bajo un pseudónimo, describiendo en forma novelada parte del objetivo que tiene esta secta masónico-satánica infiltrada dentro de la Iglesia, cuyo plan no era otro que derribar a la Iglesia para imponer lo que hoy conocemos como “Nuevo Orden Mundial”.
“La pedofilia está directamente relacionada con el satanismo”… “el verdadero tercer secreto de Fátima no era sino la advertencia de que el Maligno se había infiltrado en el Vaticano, y que sustentaba una red de clérigos pedófilos aliados a poderosas sectas satánicas”.
La revelación de estos datos por parte del padre Malachi Martin, confirmando las prácticas homosexuales y ritos satánicos dentro del Vaticano por parte de estos cardenales, fueron las razones por las cuales fue encontrado muerto en su departamento de New York en 1999. No fue necesario investigar las causas; le quitaron de en medio.
Pues bien, esta hoja adjunta al tercer secreto de Fátima, seguía sin ser revelada, lo cual, ni siquiera pudo hacerse cuando por orden de Juan Pablo II, se ordenó que se revelase en el 2.000. Se sabe actualmente, que alguien del colegio cardenalicio, consiguió “torcerle la mano” al propio Benedicto XVI, es decir, le impidieron al Papa que se publicara lo que estaba escrito en esa famosa hoja. ¿Tan terrible es lo que está escrito?
Todo parece indicar que es realmente tremendo lo que está escrito. Sin embargo, el padre Malachi Martin, asediado por los medios de comunicación en los últimos años de su vida, en una entrevista concedida a una cadena de radio de New York poco antes de morir, nuevamente le insistieron sobre este tema, y por esta vez, sí habló, pero como él mismo reconoció, al estar bajo juramento, desvió la atención existente sobre el tercer secreto, de manera que se centró en algo que sorprendió a todos; mencionó con toda claridad las apariciones sucedidas en el norte de España, en la localidad cántabra de Garabandal. (He tenido la fortuna de escuchar el audio original en inglés (con traducción al castellano) y pronuncia el nombre en perfecto castellano).
En este pueblo del norte de España de nombre San Sebastián de Garabandal de origen celta, en el año 1961 se apareció la Virgen María durante varios años a un grupo de cuatro niñas. El padre Malachi Martin, perfecto conocedor de estos hechos, vuelve a repetir que no puede revelar nada debido a su juramento de sigilo, pero que lo mencionado en Fátima, ya está descrito en lo revelado en los mensajes marianos de Garabandal.
Sin embargo, no han sido pocos (sobre todo obispos y religiosos) quienes hicieron lo posible y lo imposible por intentar borrar del mapa estos acontecimientos marianos acaecidos en esta aldea del norte de España. Es aquí cuando paralelamente a estas declaraciones del padre Malachi Martin, aparece un documento que viene a confirmar la veracidad de todo esto. Resulta que aparece una carta, la cual está fechada en Sao Paulo (Brasil) el 20 de diciembre de 1990, dirigida al obispo de Santander, monseñor Juan Antonio del Val, (en cuya diócesis se produjeron dichas apariciones). Dicha carta no solo está firmada por el padre Alipio Martínez, sino también por el matrimonio formado por Egesipo Campos y su esposa Civa Silva, quienes confirman la existencia de un documento sobre las apariciones de Fátima, donde la Virgen María se despide de Lucía (que por entonces no tenía más de 12 años de edad) en su última aparición en Cova de Iría; dicho documento confirma que La Virgen María la dice a la niña: “ata Sao Sebastiao da Hespanha”, (Hasta San Sebastián de España).
Con esa despedida, La Virgen María estaba dando una clara indicación de donde sería su siguiente aparición. Efectivamente, el día 1 de junio de 1961 se produce la primera aparición en Garabandal, cuyo nombre completo es San Sebastián de Garabandal. Este fenómeno realmente prodigioso que se produjo durante cuatro años, era casi una copia de lo que fue Fátima. El padre Malachi Martin, recuerda en esa entrevista a los periodistas, que las primeras palabras de la Virgen María en Garabandal fue un “tirón de orejas” al Papa por negarse a revelar el mencionado secreto, lo cual, es rigurosamente cierto, según las actas de dichas apariciones. Este padre irlandés, se limita a confirmar que Garabandal, era una continuación de los famosos secretos de Fátima, lo mismo que posteriormente lo fueron los mensajes de Akita (Japón). Nadie como él sabía mejor de lo que hablaba, (junto con el cardenal Ratzinger, futuro Benedicto XVI), que será quien conozca en profundidad este tema, y por cierto, auténtico experto en el ámbito de la profecía).
Es a partir de este momento cuando sale a la luz lo que realmente está por llegar sobre la Iglesia y el mundo, que ya había sido revelado en Fátima, pero cuyos mensajes, un grupo de cardenales masones pertenecientes a la curia vaticana, consiguieron archivarlos para que no salieran a la luz. No es de sorprender por lo tanto, que determinados eclesiásticos, a través del obispado de Santander, hicieron todo lo posible por derribar lo que estaba sucediendo en una aldea perdida en las montañas del norte de España, que como se pudo confirmar posteriormente, era la continuidad de Fátima.
Y tanto es así, que el secretario de estado del Vaticano durante el pontificado de Juan Pablo II, monseñor Agostino Casaroli, envió una circular al convento donde estaba la hermana Lucía, dando la orden de que no saliera de dicho convento de por vida, ni hablara con nadie bajo ningún concepto. Tuvo que ser el propio papa Juan Pablo II quien en función de su autoridad como pontífice derogó personalmente esa orden para poder dialogar con la hermana Lucía. Solo este dato nos permite hacernos una idea hasta qué punto había una guerra interna contra el pontífice para menoscabar su autoridad y poder derribarlo de alguna forma.
Vamos a resumir en pocas ideas lo que comienza a revelarse tímidamente en Fátima, pero que ya en Garabandal, (en cuyos mensajes nos vamos a centrar), se convertirán en el centro de la atención de la Iglesia en ese período de la década de los años 60 del pasado siglo:
- Benedicto XVI es el último Papa. (En Garabandal queda confirmado que tras la muerte de Juan XXIII, tres Papas se sucederán, pero a uno de ellos, Juan Pablo I, que sería el cuarto papa, no se le cuenta porque apenas tendrá tiempo de gobernar, por eso se dice “tres papas”, y no cuatro como algunos interpretan equivocadamente).
- Quien suceda a Benedicto XVI pertenece ya al período de la Gran Tribulación (que es el actual papa Francisco, denominado “Pedro Romano” en la profecía de San Malaquías, si bien, hay autores que hablan de un Papa más)
- Huida de Roma de un Papa para evitar que lo maten (hay razones para afirmar que el papa que huye de Roma sería el actual papa Francisco o quizá Benedicto XVI en caso de estar vivo todavía): “un obispo vestido de blanco”, (dice el tercer secreto de Fátima).
- Roma queda sin Papas a partir de ese momento.
Elección no canónica de un Papa que será quien provoca el cisma anunciado en todas las profecías, y que será quien abra las puertas de la Iglesia al anticristo.
- Roma se convierte en la sede del Anticristo.
- Rusia invade Europa: se impone nuevamente el comunismo.
- Situación caótica en todo el mundo; surge el Gran Aviso. (Se trata de un profundo impacto en la conciencia moral de toda la humanidad, a la que no escapará nada ni nadie).
Ahora bien, todos estos acontecimientos relatados no podían adelantarse siempre y cuando que un personaje misterioso, ya anunciado en las sagradas Escrituras, en especial lo anuncia Pablo de Tarso en el capítulo dos de la segunda carta a los Filipenses, estuviera en su puesto. Mientras este personaje no fuera derribado de su autoridad, todos estos acontecimientos anunciados estarían siendo retenidos. Este personaje del cual habla Pablo de Tarso, a quien le define como “el Katéjon”, (el obstáculo), hay razones para pensar que se trata de Benedicto XVI. “Derribado de la silla”, como así ha sido, todo lo anunciado en las Escrituras, se irá cumpliendo progresivamente.
Pero este tema requiere no pocas reflexiones al respecto, que veremos con más tranquilidad un poco más adelante.
(Origen sociedades secretas, 2ª parte)
BERGOGLIO FORMA PARTE DEL COMPLOT
BERGOGLIO PIDE OBEDECER AL NUEVO ORDEN MUNDIAL
LAVANDERÍA VATICANA💰
Cardenal Müller
a InfoVaticana:
«Los falsos profetas que se presentan como progresistas han anunciado que convertirán a la Iglesia Católica en una organización de ayuda para la Agenda 2030
Se acerca la fase final del Sínodo de la Sinodalidad que comenzará este próximo mes de octubre. Entre los 400 asistentes (entre cardenales, obispos, laicos y religiosos) participará el ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: el cardenal Müller.
Ya que desde el Vaticano han comunicado que los periodistas solo tendrán acceso a la información que ellos mismos proporcionen, hemos querido charlar con el purpurado alemán sobre este próximo acontecimiento eclesial que tiene a buena parte de la Iglesia en vilo.
Como verán a lo largo de la entrevista (hecha por escrito ya que el cardenal está esta semana en Polonia) Müller aborda las cuestiones planteadas sin rehuirlas y entrando hasta el fondo de la cuestión.
Entrevista al cardenal Müller:
P- Este próximo mes de octubre dará comienzo la fase final del Sínodo de la sinodalidad ¿Cómo lo afronta?
R- Rezo para que todo esto sea una bendición y no un perjuicio para la Iglesia. También estoy comprometido con la claridad teológica para que una Iglesia reunida en torno a Cristo no se convierta en una danza política en torno al becerro de oro del espíritu agnóstico de la época.
P- El Papa Francisco le incluyó en la lista de los participantes que tendrán voz y voto en el Sínodo ¿Cómo recibió la noticia?
R-Quiero hacer lo mejor que pueda por el bien de la Iglesia, por la que he dedicado toda mi vida, pensamiento y trabajo hasta ahora.
P-¿Tiene pensado el mensaje que va a transmitir durante la Asamblea?
R-Sobre todo quisiera decir, en vista de las muchas decepciones de los jóvenes de Lisboa: una Iglesia que no cree en Jesús el Cristo, el Hijo del Dios vivo, ya no es la Iglesia de Jesucristo. Cada participante deberá estudiar primero el primer capítulo de Lumen Gentium, que trata del misterio de la Iglesia en el plan de salvación del Dios Trino. La iglesia no es el patio de recreo de los ideólogos del “humanismo sin Dios” ni de los estrategas de las conferencias del partido impedidas.
La voluntad universal de Dios de salvar, que se encuentra en Cristo, único Mediador entre Dios y los hombres, realizada histórica y escatológicamente, es el programa futuro de Su Iglesia y no el Gran Reinicio de la “élite” atea-globalista de banqueros multimillonarios que esconden su despiadado enriquecimiento personal detrás de la máscara de la filantropía.
P-¿Qué le parece la medida de que no se acepte que los periodistas sigan en directo lo que ocurre?
R-No sé la intención que hay detrás de esta medida, pero 450 participantes ciertamente no mantendrán las cosas cerradas. Muchos explotarán a los periodistas en su propio beneficio o viceversa. Esta es la gran hora de la manipulación, de la propaganda de una agenda que hace más daño que bien a la Iglesia.
Si los laicos participan en él con derecho a voto, entonces ya no se trata de un sínodo de obispos
P-Hay algunas voces que han criticado la presencia de laicos en esta Asamblea sinodal ¿A usted que le parece?
R-Los obispos participan en su cargo ejerciendo la responsabilidad colegiada sobre toda la Iglesia junto con el Papa. Si los laicos participan en él con derecho a voto, entonces ya no se trata de un sínodo de obispos o una conferencia eclesiástica que no tiene la autoridad docente apostólica del colegio episcopal. Hablar de un Concilio Vaticano III sólo se le puede ocurrir a una persona ignorante, porque un sínodo romano de obispos no es desde el principio un concilio ecuménico, que el Papa no podría declarar posteriormente sin ignorar el derecho divino de los obispos a un Concilio Vaticano III, que podría fundar una nueva Iglesia superando o completando la supuestamente estancada en el Concilio Vaticano II.
Cada vez que los efectos populistas inclinan la balanza hacia decisiones tan espontáneas, se oscurece la naturaleza sacramental de la Iglesia y su misión, incluso si posteriormente se intenta justificarla con el sacerdocio común de todos los creyentes y se intenta nivelar la diferencia en esencia con respecto a el sacerdocio de ordenación sacramental (Lumen Gentium 10).
P-Cada vez hay más obispos y fieles que expresan su preocupación por lo que pueda ocurrir durante este Sínodo ¿Hay algo a lo que temer?
R-Sí, los falsos profetas (ideólogos de las nubes) que se presentan como progresistas han anunciado que convertirán a la Iglesia Católica en una organización de ayuda para la Agenda 2030. En su opinión, sólo una Iglesia sin Cristo encaja en un mundo sin Dios. Muchos jóvenes regresaron de Lisboa decepcionados porque el foco ya no estaba en la salvación en Cristo, sino en una doctrina de salvación mundana. Al parecer hay incluso obispos que ya no creen en Dios como origen y fin del hombre y salvador del mundo, pero que, de manera pannaturalista o panteísta, consideran que la supuesta madre tierra es el comienzo de la existencia y la neutralidad climática la meta del planeta tierra.
P-¿Cree que pueden aprobarse cambios en materia de fe y doctrina como pretenden algunos grupos y movimientos dentro de la Iglesia?
R-Ningún persona en la tierra puede cambiar, añadir o quitar la Palabra de Dios. Como sucesores de los apóstoles, el Papa y los obispos deben enseñar a la gente lo que Cristo terrenal y resucitado, el único maestro, les ha ordenado hacer. Y sólo en este sentido se aplica la promesa de que el ejército y la cabeza de su cuerpo permanecen siempre con sus discípulos Mt 28, 19s). La gente confunde, lo cual no es sorprendente dada la falta de educación teológica básica incluso entre los obispos, el contenido de la fe y su insuperable plenitud en Cristo con la progresiva reflexión teológica y el crecimiento de la conciencia de la fe de la Iglesia a lo largo de la tradición eclesiástica (DEI verbum 8-10). La infalibilidad del Magisterio sólo se extiende a la conservación y a la fiel interpretación del misterio de la fe confiado una vez por todas a la Iglesia (depositum fidei o sana doctrina, la enseñanza de los Apóstoles). El Papa y los obispos no reciben una nueva revelación (Lumen gentium 25, DEI verbum 10 ).
Bendecir la obsolescencia inmoral de personas del mismo o del sexo opuesto es, como contradicción directa, una blasfemia
P-¿Qué ocurriría si, por ejemplo, la Asamblea sinodal aprobase la bendición a parejas homosexuales, el cambio de moral sexual, la eliminación de la obligatoriedad del celibato sacerdotal o el permitir el diaconado femenino? ¿Usted lo aceptaría?
R-El celibato sacerdotal debe ser eliminado de esta lista, ya que la conexión del sacramento del Orden Sagrado con el carisma de la renuncia voluntaria al matrimonio no es dogmáticamente necesaria, aunque esta antigua tradición de la Iglesia latina no puede ser abolida arbitrariamente de un plumazo, como los Padres del Concilio lo subrayaron expresamente el Concilio Vaticano (Presbyterorum Ordines 16). Y los ruidosos agitadores rara vez se preocupan por las preocupaciones de salvación de las comunidades sin sacerdotes, sino más bien por atacar este consejo evangélico, que consideran anacrónico o incluso inhumano en una época sexualmente ilustrada. Bendecir la obsolescencia inmoral de personas del mismo o del sexo opuesto es una contradicción directa con la palabra y la voluntad de Dios, una blasfemia gravemente pecaminosa. El sacramento del orden en los niveles de episcopado, presbiterio y diaconado puede proporcionar poder divino.
Sólo un bautizado cuya vocación haya sido verificada por la Iglesia en cuanto a su autenticidad puede recibir el derecho. Tales exigencias con una mayoría de votos serían obsoletas a priori. Tampoco podrían ser implementados en el derecho canónico por todo el colegio de obispos con el Papa o por el Papa solo porque contradicen la revelación y la confesión clara de la Iglesia.
La autoridad formal del Papa no puede separarse de la conexión sustantiva con la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica y las decisiones dogmáticas del Magisterio que le precedió. De lo contrario, como Lutero malinterpretó el papado, se pondría en el lugar de Dios, quien es el único autor de su verdad revelada, en lugar de simplemente testificar fielmente, en la autoridad de Cristo, de la fe revelada de una manera no abreviada y no adulterada. y presentándolo auténticamente a la iglesia.
En una situación tan extrema, de la que Dios puede salvarnos, todo funcionario eclesiástico habría perdido su autoridad y ningún católico está ya obligado a obedecer religiosamente a un obispo herético o cismático (Lumen Gentium 25; cf. respuesta de los obispos a la mala interpretación de Bismarck). del I. Vaticano, 1875).
P-¿Cree que se está haciendo lo suficiente desde la Iglesia para defender con claridad las verdades que hoy están en discusión?
R-Lamentablemente no. Su tarea sagrada es proclamar la verdad del Evangelio con valentía dentro y fuera de la iglesia. Incluso Pablo se opuso abiertamente una vez al comportamiento ambiguo de Pedro (GAL 2), sin, por supuesto, cuestionar su primacía establecida por Cristo.
No debemos dejarnos intimidar dentro de la Iglesia ni dejarnos seducir por la perspectiva de una carrera por la buena conducta deseada desde arriba. Los obispos y sacerdotes son nombrados directamente por Cristo, lo que deben tener en cuenta los respectivos superiores en la jerarquía. Sin embargo, están en comunidad entre sí, lo que incluye la obediencia religiosa en cuestiones de fe y la obediencia canónica en el gobierno de la Iglesia. Pero esto no exime a nadie de su responsabilidad de conciencia directamente ante Cristo, pastor y maestro, cuya autoridad santifica, enseña y guía a los creyentes.
También debe hacerse una distinción estricta entre la relación del Papa con sus nuncios y empleados del Vaticano y la relación colegiada del Papa con los obispos, que no son sus subordinados sino sus hermanos en el mismo oficio apostólico.
Siempre que los Papas se han sentido o se han comportado como políticos, las cosas han ido mal
P-¿Qué papel debe jugar el Papa en estos momentos?
R-A lo largo de la historia de la Iglesia, siempre que los Papas se han sentido o se han comportado como políticos, las cosas han ido mal. En política se trata del poder del pueblo sobre el pueblo, en la Iglesia de Cristo se trata del servicio de la salvación eterna de los hombres, al que el Señor ha llamado a los hombres para que sean sus apóstoles. El Papa está sentado en la Cátedra de Pedro. Y la forma en que se presenta a Simón Pedro en el Nuevo Testamento, con todos sus altibajos, debería ser un fortalecimiento y una advertencia para cada Papa. En el Cenáculo, antes de su Pasión, Jesús le dice a Pedro: Una vez convertidos, fortaleced a vuestros hermanos (Lc 22,32), es decir, en la fe de Cristo, Hijo de Dios vivo (Mt 16,16). Sólo así es él la roca sobre la que Jesús construye su iglesia, las puertas del infierno no pueden ser superadas.
𝗘𝗟 𝗔𝗥𝗭𝗢𝗕𝗜𝗦𝗣𝗢 𝗚𝗔𝗟𝗟𝗔𝗚𝗛𝗘𝗥 𝗦𝗔𝗟𝗘 𝗘𝗡 𝗗𝗘𝗙𝗘𝗡𝗦𝗔 𝗗𝗘 𝗟𝗔 𝗜𝗠𝗣𝗟𝗘𝗠𝗘𝗡𝗧𝗔𝗖𝗜𝗢́𝗡 𝗗𝗘 𝗟𝗔 𝗔𝗚𝗘𝗡𝗗𝗔 𝟮𝟬𝟯𝟬 Secretario para las Relac. con los Estados y las O. I. de la S.S. , reitera compromiso del Vaticano con Objetivos de D. S. de la ONU
¡Aca tienen MODERNISTAS!... el gran circo bergogliano, este es su representante, ¡¡¡DESPABILEN!!!
′′Aprobando esta práctica la infernal conducta
de la primera bestia, aconsejará a todos, pública y privadamente,
que se acomoden las circunstancias del tiempo
por el bien de la paz, de una falsa y maldita paz.
Jesucristo en tales casos no quiere paz,
sino guerra, y él mismo dice que nos trajo la guerra,
y que por bien de esa paz tomen en sus manos
y en su frontera la marca de la bestia, esto es,
que se declaren por ella. Así, lo harán muchos,
apostatando cobardemente, pero los fieles bien instruidos
en sus deberes impugnarán con valor y descaro′′
San Antonio María Claret
VER+:
El modus operandi CONSTANTE de JMB.
El vive sumergido en una constante estrategia masónica. Te las enumero brevemente:
1. Doble discurso masónico (double mind)
2. Medias verdades
3. Transferencia de culpa
4. Esconderse en el más absoluto descaro
5. Lenguaje confuso y ambiguo como sello de calidad demoníaca, pues el Señor dice: "vuestro lenguaje sea sí, sí, no, no, que lo que pase de ahí, viene del Maligno"
6. Dos pasos adelante, uno atrás (lema revolucionario)
7. Dejar que cada cual pueda interpretar un mismo discurso de formas opuestas para que reine el relativismo.
8. Desvirtuar el evangelio, el depósito de la fe, la tradición, el señorío de Jesús y la autoridad del papado.
En resumen, no confirmar en la fe, y sí en la confusión y el error, permitiendo que la gente se quede con medias verdades sin sospechar que son las peores mentiras.
La "Santa" Sede ha hecho público este medio día la nueva exhortación apostólica del "Papa" Francisco: Laudate deum, que pretende ser la continuación de Laudato si.
Para Bergoglio, ya «no basta pensar en los equilibrios de poder sino también en la necesidad de dar respuesta a los nuevos desafíos y de reaccionar con mecanismos globales ante los retos ambientales, sanitarios, culturales y sociales, especialmente para consolidar el respeto a los derechos humanos más elementales, a los derechos sociales y al cuidado de la casa común. Se trata de establecer reglas globales y eficientes que permitan “asegurar” esta tutela mundial». Con esta última afirmación, el "Papa" se muestra partidario de destruir la soberanía nacional de los países en pro de un poder supremo que establezca políticas comunes para todos los países.
El masón Gabriele Caccia observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, ha vuelto a salir en defensa de la perversa y globalista Agenda 2030
No se puede imponer la contradicción ni la incoherencia. La inobservancia de este tipo de normas no es desobediencia, y se convierte, según el autor, en un deber.
EL QUE OBEDECE A BERGOGLIO Y A SU AGENDA SATÁNICA 2030 DESOBEDECE A DIOS Y A LA IGLESIA.
Cien Maldades Bergoglianas by nazbol
Cien maldades bergoglianas
Miles Christi
La mayor desgracia para un siglo o para un país, es el abandono o disminución de la verdad. Podemos recuperarnos de todo lo demás, pero jamás nos recuperamos del sacrificio de los principios. (Monseñor Freppel).
Quienquiera que ama la verdad aborrece el error y este aborrecimiento del error es la piedra detoque mediante la cual se reconoce el amor a la verdad. Si no amáis la verdad, podréis decir quela amáis e incluso hacerlo creer a los demás; pero estad seguros que, en ese caso, careceréis dehorror a lo que es falso, y por esta señal se reconocerá que no amáis la verdad. (Ernest Hello).
¡Basta de silencios ! ¡Gritad con cien mil lenguas ! Porque por haber callado, el mundo está podrido. (Santa Catalina de Siena).
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