PROLOGO
Agradezco muy sinceramente a Femando Vaquero el ofrecimiento de escribir el prólogo de esta "Biografia no autorizada del PNV". Creo que hacerlo es otra muestra más de su coraje frente al nacionalismo obligatorio. Estoy convencido de que estas líneas no aportarán un solo lector más a su libro, si acaso, alguno menos derivado del prejuicio existente contra todos aquellos que nos hemos atrevido a cuestionar públicamente a este partido, en mi caso desde las filas del Partido Popular en la política vasca.
Comenzaré aclarando que desgraciadamente desconocía su obra anterior -probablemente fruto del silencio impuesto al discrepante- hasta que me envió un correo electrónico con el texto del libro que el lector tiene ahora en sus manos, unido a su propuesta de que redactara estas líneas. A través de sus otras publicaciones, por ejemplo "De Navarra a Nafarroa, la otra conquista", y "La Ruta del Odio", he comprobado su compromiso con la verdad y el rigor en el análisis de lo que ha supuesto para Navarra y para España, una ideología que considero perniciosa para la libertad, el nacionalismo, y que, llevada a su extremo, como dijo François Mitterrand, es la guerra.
"Biografia no autorizada del PNV" es un trabajo concienzudo sobre los orígenes y la trayectoria del partido nacionalista vasco desde su fundación por Sabino Arana a finales del siglo XIX, hasta la actualidad. No quiero desvelar el contenido del libro, pero les aseguro que es un texto fundamental para conocer la evolución de una formación creada por un racista que odiaba a España y su capacidad de adaptación para salir siempre triunfante. Una "habilidad" que le ha permitido siempre obtener todo tipo de réditos políticos sin ofrecer nada a cambio salvo, esto sí a conciencia, su deslealtad permanente.
Todos los capítulos en los que está dividida la obra son necesarios para comprender las razones del triunfo social y político de esta formación, especialmente tras la Constitución de 1978, pero resultan especiahnente interesantes los dedicados a la posición jugada por el PNV durante la guerra civil española, recordando los asaltos a las cárceles de Bilbao o la rendición en Santoña, así como su relación con el nacimiento de ETA. El último capítulo es, a pesar de toda la triste realidad que describe "esta biografia no autorizada", una llamada a la esperanza: puede salirse de la "Disneylandia jeltzale". Si, como refleja Fernando Vaquero, Joseba Arregi abandonó la comodidad de un partido especialista en lograr como ningún otro el confort para los suyos, hay que confiar en que la situación puede cambiar, aunque supondrá un esfuerzo titánico pues se afronta un combate muy desigual.
En definitiva, estamos ante una obra que, entre otros muchos, cumple con un doble objetivo muy importante:salir al paso de la memoria interesada que nos quieren imponer 85 años después sobre nuestra guerra fratricida, y combatir desde el rigor histórico el relato falseado sobre el terrorismo nacionalista de ETA, su origen y sus consecuencias. Mi más cordial felicitación a Fernando Vaquero por este libro tan necesario como valiente.
A 9 de Mayo de 2022, Carlos Maria de Urquijo Valdivielso,
Ex-senador por Vizcaya y ex-Delegado
del Gobierno en la Comunidad Autónoma Vasca.
INTRODUCCIÓN: DIOS Y LEYES VIEJAS
¿Qué es el EAJ-PNV? Euzko Alderdi Jeltzalea, tal y como se denomina oficialmente este histórico partido en euskera precediéndole a su equivalente en castellano, no significa literalmente Partido Nacionalista Vasco. Se traduce por «Partido vasco de los simpatizantes de JEL».
JEL, Jaun-Goikoa eta Lege-Zaharra (o «Dios y leyes viejas»), es el lema originario del PNV del que nace la denominación de jetzale para sus militantes y el propio partido. El propio EAJ-PNV explica su significado de la siguiente manera: «Este dicho combina dos elementos básicos: una forma de entender el modo de vida y la afirmación de la Patria Vasca. La naturaleza política de esta patria se expresará en conjunto con la restauración de su soberanía patria». Una descripción que prescinde expresamente tanto de Dios como de esas Leyes Viejas, remitiéndose a unos conceptos un tanto fluidos.
En su web oficial, el Partido Nacionalista Vasco se define como «un partido vasco democrático, participativo, diverso, aconfesional y humano, abierto al desarrollo y a todo progreso en beneficio de los seres humanos». ¿Alguien puede estar en desacuerdo con una definición tan generosa y positiva como humanista e imprecisa?
Existe un consenso en el sentido de que el PNV cuida mucho su imagen y propaganda: tanto a nivel interno como externo; pero también allí donde gobierna. Como su propio lego, que fue diseñado en 2012 con motivo del 20 aniversario de Sabin Etxea, su sede central en Bilbao.
José Ignacio Esnaola, directivo de la agencia responsable del mismo, explicaba su significado de la siguiente manera:
«Hemos buscado un lego reconocible, que mantuviese las señas de identidad del PNV, pero que al mismo tiempo reflejase capacidad de evolución de cara a los nuevos tiempos que se han abierto en Euskadi».
Así, la degradación del color en su parte central proporciona una «mayor sensación de volumen». Además, se optó por poner las siglas en mincúscula, «más amables» para el espectador, frente a las letras mayúsculas que aparecían hasta ahora (...) Las tipografias en mayúscula parece que gritan, son más agresivas». Por su parte, lñigo Urkullu, presidente del EAJ-PNV afirmó que su nuevo logo «es el centro. Es el corazón del Partido Nacionalista Vasco. Nos acercamos al corazón de las personas desde nuestra ecsencia», No obstante, no faltaron miradas que encontraron divertidas similitudes con el logo de Pepsi Cola («¡la chispa de la vida!»).Y otros, más sesudos, creyeron percibir un mero calco del yin-yang, ese símbolo taoísta, que describiría las dos fuerzas fundamentales, opuestas y complementarias presentes en todas las cosas y seres; eso sí, personalizado con los colores nacionalistas rojo-verde-blanco.
No sabemos qué significa este logo; lo que sí se supo, años después, es que la empresa que lo diseñó recibiría seis millones €s en contratos públicos tras fichar al exalcalde de Alonsotegui, Gabino Martínez de Arenaza, encausado por corrupción y a quien volveremos a mencionar, como un «promotor de negocios» muy activo en el entorno del viejo alderdi.
La enciclopedia on-line Auñamendi, alojada en la web de la benemérita Sociedad de Estudios Vascos o Eusko Ikaskuntza, en su entrada EAJ-PN'V refiere: «Partido politice fundado oficialmente el 31 de julio de 1895 por Sabino de Arana-Goiri. El desarrollo de esta organización dará lugar a un amplio movimiento político social y cultural. Su origen inmediato habría que buscarlo en la reacción política que sigue al final del proceso de abolición foral que había culminado con la Ley del 21 de julio de 1876. Si bien Sabino Arana y algunos de sus primeros seguidores proceden ideológicamente del carlismo derrotado, en el naciente partido se integran otras corrientes, desde integristas a liberal fueristas». La anterior entrada, de incuestionable tono academicista, ¿es del todo correcta? Su primera afirmación es totalmente cierta: el PNV es mucho más que un partido político, sin duda; hasta el punto de que no pocos ciudadanos y organismos sociales lo confunden con el mismísimo «pueblo vasco» o, al menos, con el Gobierno Vasco.
Dicha entrada sitúa al fuerismo como antesala del nacionalismo vasco y del EAJ-PNV; una afirmación asumida por otras conocidas bases documentales. Es el caso de la Gran Enciclopedia Navarra (GEN), al explicar que: «El movimiento nacionalista surgió como una reivindicación fuerista provocada por el centralismo de la Restauración Borbónica (1874). Este fuerismo dio origen a movimientos de renacimiento cultural vasco en las cuatro provincias. En Navarra, la Asociación Euskara (1878) asumió esta reivindicación. Sus hombres provenían fundamentalmente del campo liberal moderado y del carlismo. Aunque se constituyó con una finalidad exclusivamente cultural, sus hombres derivaron hacia el Partido Fuerista 1876 [sic], desarrollando su actividad hasta 1886, con la reaparición del Carlismo en la escena política navarra». De nuevo encontramos al fuerismo como base del panvasquismo; es decir, el nacionalismo que pretende sumar en un proyecto político estatal todos los territorios en los que se habla euskera.
Continuando con la lectura de dicha entrada de la GEN, al abordar el drama colectivo de la Guerra Civil española dice: «Al producirse el Alzamiento en julio de 1936, y por iniciativa de Manuel de Irujo, se decidió que el Partido Nacionalista Vasco siguiera defendiendo a la República. Durante la Guerra Civil de 1936-39, la organización del Partido en Navarra careció de toda actividad». Pero, ¿cómo se comportó este partido en las primeras semanas de la contienda? La GEN no lo explica. Lo cierto es que ilustres nacionalistas vascos de Navarra se alistaron en el Requeté y lucharon con el bando alzado; al igual que no pocos de sus correligionarios alaveses. Es más, sus respectivos órganos directivos adoptaron unas posiciones antagónicas a las finalmente decididas por el resto de la cúpula del PNV. Una decisión muy dificil, tal y como acreditan las conversaciones mantenidas por los jeltzales guipuzcoanos con sus paisanos tradicionalistas, ante lo que generalmente se percibía como un enfrentamiento irremediable.
Tan breves brochazos nos permiten ya ver que la perspectiva dogmática del panvasquismo se ha convertido en «doctrina oficial», auténtica vulgata políticamente correcta en Vascongadas y Navarra.
El PNV, que nació conforme los parámetros ideológicos de la época con una identidad netamente integrista-católica, caminaría muy atento a los dictados de la jerarquía vaticana durante décadas. Alineándose con la democracia cristiana subsiguiente a la Segunda Guerra Mundial, se iría alejando de la misma, para recalar, en la actualidad, en una coalición europeísta cuyo común denominador es el «progresismo». En el complejo y sinuoso trasiego de aquellas décadas, el alderdi escondió sus muy queridas esvásticas, conversó con nazis y aliados simultáneamente, se puso al servicio de los intereses geopolíticos de Estados Unidos, y alumbró, desde su autoridad y sus propios límites, una organización terrorista que, como proyecto total, continúa condicionando la vida en Vascongadas y Navarra.
El EAJ-PNV, tenazmente y durante décadas, ha logrado tejer un relato irreprochable y consistente hasta la caricatura, una «leyenda rosa» en la que creen muchos -también entre los no nacionalistas- a pies juntillas.
Por todo ello, el EAJ-PNV debe ser estudiado en todos sus ricos matices y episodios históricos: no en vano, es un protagonista incuestionable de nuestra historia y lo seguirá siendo; los consensos de la Transición así lo determinaron.
El texto que el lector tiene en sus manos es un modesto intento en esa lmea; un manual introductor y desmitificador de tantas obras escritas al respecto, dispersas y abundantes, que explican, a su particular e interesado modo, fachada, psique e historia, de uno de los partidos más complejos y dúctiles de Europa: el EAJ-PNV.
1.- AITOR, EL MILENARIO PATRIARCA... CUMPLE 145 AÑOS.
El riesgo de haber degustado el magnífico cómic, del prematuramente desaparecido Rafa Ramos, Amaya. Los vascos en ei sigio VIII, es habérselo creído literal de cabo a rabo. Publicado por la desaparecida Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, allá por 1981, y reeditado recientemente por Cénlit, Ramos se inspiraba libre, pero en general muy fielmente, en la obra casi homónima de Francisco Navarro Villoslada: Amaya o los vascos dei sigio VIII.
Aquel prolífico periodista, político y ensayista natural de Viana, de arraigadas convicciones carlistas, se apoyó para este texto en algunas de las aportaciones de uno de los precursores del nacionalismo cultural panvasquista: Joseph Augustin Chaho.
Muy influenciado por la obra de Walter Scott, Navarro Villoslada, en reconocimiento de sus méritos fue nombrado socio de honor de la Asociación Euskara de Navarra. Lo cierto es que lo que únicamente fue una invención literaria, en gran parte de sus recursos, muchos lo han interpretado literalmente; por ejemplo, ciertos datos históricos, genealogía de varios nombres, el paganismo allí narrado... Ciertamente, si Navarro Villoslada resucitara y descubriera que sus cuentos sustentan el paganismo anticristiano de muchos nacionalistas, no es dificil imaginar cómo reaccionaría. En cualquier caso, buena parte del mérito en la popularidad del nombre de Aitor, viene de allí.
Aitor, actualmente, es un nombre muy extendido; también fuera de Vascongadas y Navarra. Y no figura en el santoral católico.
El antes mencionado escritor suletino Joseph Augustin Chaho (a quien estudiaremos algo más detenidamente en el apartado cuarto de este libro) fue su inventor, como el de tantas otras cosas, en la obra Aitor-Légende Camabre, de 1845. Al parecer, ya entonces, los pastores vasco-franceses se denominaban a sí mismos aitorren semeak, una derivación dialectal de aita onen semeak, «hijos de buenos padres». Sustituyendo la letra «r» por la «ID», dicha expresión también puede entenderse como «hijos de Aitor». De tal modo, conforme la imaginación de Chaho, Aitor sería el legendario padre de las siete tribus vascas implantadas en las también «siete provincias vascas». Así se inventa un mito... interpretado hoy literalmente por tantos panvasquistas acríticos.
Este libro de Chao fue traducido al español por el pamplonés Arturo Campión, político inicialmente fuerista, más tarde integrista-carlista, después republicano-federal y, finalmente, nacionalista vasco. Y existen testimonios contradictorios sobre su adhesión a los sublevados de julio de 1936. También destacó como filólogo, especializándose en los dialectos vascos. Participó en numerosas academias, sociedades e instituciones; entre otras, la Asociación Euskara de Navarra.
Si usted, amable lector, se llama Aitor, o conoce algún titular de análogo nombre, ya conoce su origen: desengáñese. De progre, romántico o pagano, nada de nada. Es más, se lo debe, en buena medida, a un auténtico españolazo, tal y como calificarían hoy a Campión los nacionalistas de todas las tribus.
Hemos hablado, en este breve apartado inicial, de carlismo, nacionalismo, fuerismo, romanticismo... Veamos las relaciones entre el carlismo hispánico y el nacionalismo vasco; lo que nos contextualizará orígenes y naturaleza del PNV al i!rual aue cuando. ooco desoués... hablemos de fuerismo y foralismo.
2.- TRADICIONALISMO Y NACIONALISMO VASCO: DOS, COSMOVISIONES ANTAGONICAS
El periodista Graciano Palomo, en uno de sus artículos 7 dedicados a los cambios en la cúpula de Sortu, hablaba de «David Pla, el último general carlista (sólo que la boina en lugar de roja ahora es negra) convertido en estratega de Sortu-Biidu». El navarro David Pla, recordemos, fue uno de los últimos jefes de la rama armada de ETA quien, encapuchado al igual que otros, participara en la famosa rueda de prensa por la que anunciaron el cese de su sangriento delirio terrorista de décadas. Una afirmación que no es excepcional. Es más, se ha convertido en un «clásico» calificar a los etarras como «carlistas evolucionados», «carlistas travestidos», «modernos carlistas echados otra vez al monte»: verdaderos dislates cuando no auténticos insultos, trasladándoles algunas de sus supuestas características estéticas, psicológicas o guerreras del carlismo, como si tamaña evolución fuera natural y casi inevitable.
A ello ha contribuido la teoría que considera que ETA y nacionalismo vasco constituirían una «religión de sustitución», secularizando el cristianismo originario de los vascos, particularmente el de los tradicionalistas; reduciéndolo a una religión materialista para la que el nuevo Dios sería «el pueblo vasco» y el terrorismo uno de sus sacramentos. De tal modo, nada más lógico que transitar de un carlismo decimonónico al nacionalismo moderno y secularizado.
Tales teorías han alcanzado mucha popularidad, tanto a nivel científico como de comentaristas más o menos versados; también a niveles de discusión de bar. No en vano esta tesis proporciona una explicación simple a mutaciones socio políticas harto complejas; tranquilizando conciencias mediante tan básicas recetas y apaciguando ánimos en busca de propuestas rápidas. Pero, al margen de lo apaciguador que se presenta, ¿realmente es así?
Ciertamente ha habido casos de carlistas que transitaron del tradicionalismo al nacionalismo; incluso a ETA. De hecho, el primer núcleo guipuzcoano del PNV procedía del integrismo. El Partido Integrista fue fundado en 1888 por Ramón Nocedal, escindiéndose del tradicionalista-carlista, por entender que el pretendiente Carlos de Barbón y Austria-Este contemporizaba con el liberalismo. Proponían la unión indefectible del Trono y el Altar desde un profundo antiliberalismo. En sus excesos llegarían a rezar por «la conversión del Papa», a saber León XIII y alguno de sus sucesores, por sospechar que pudieran estar alejándose del Magisterio Tradicional. Todos los periódicos carlistas de Vascongadas y Navarra optaron por la escisión que, hasta 1931 no se reintegraría en la Comunión Tradicionalista.
El formidable investigador navarro Patxi Mendiburu rememoraba, en su siempre interesante blog Desolvidar, el caso del aventurero Carlos Catalán Sánchez, quien desde los Grupos de Acción Carlista -nacidos en un carlismo en descomposición, a finales del franquismo, que algunos pretendieron «actualizar», al ritmo de las luchas de liberación del Tercer Mundo y el progresismo clerical, e imitando, un poco, a la mismísima ETA- terminó enrolándose en dicha banda. Fue, con todo, un caso aislado y, si bien recaló en ETA un tiempo, se desmarcaría después para reaparecer como guardaespaldas de Carlos Garaicoechea y protagonizar, ulterionnente, fascinantes aventuras transnacionales con el Arte de fondo...
Tradicionalismo-carlista y nacionalismo vasco compartían, ciertamente, algunos puntos; pero también, profundas diferencias antropológicas, teológicas y políticas.
El tradicionalismo-carlista siempre propugnó una forma de continuidad político-nacional de «las Españas», con una sólida base teológica católico-tomista, en el marco de los movimientos contrarrevolucionarios de los siglos XIX y XX. En coherencia, jamás quiso destruir Espafia, tal y como pretendió el nacionalismo vasco desde el minuto cero de su misma concepción.
El foralismo carlista siempre fue sincero y arraigado; por el contrario el del PNV fue coyuntural y victimista, a modo de coartada ideológica de su independentismo genético.
El carlismo siempre fue, por encima de todo, católico, incluso en sus ulteriores desvaríos socialistas y autogestionarios. Por el contrario, el nacionalismo vasco, aunque nació católico-integrista y etnicista, se despegaría de tales aspectos progresivamente. Durante unas décadas, el catolicismo jeltzale se sobreentendía, siendo el puente de conexión para algunos pactos entre carlistas y nacionalistas en el primer tercio del siglo XX; así como ciertas apelaciones distorsionadas, e incluso antagónicas, a los Fueros. Pero, casi de manera simultánea, el laicismo aconfesional de Acción Nacionalista Vasca, en la Segunda República, terminaría calando finalmente en los ambientes jeltzaies. Empero, el PNV siempre se mantuvo -Oportunamente- al albur de las corrientes teológicas predominantes en el Vaticano; dada su estrecha vinculación clerical. De ahí que apostara durante unas décadas por las fórmulas políticas de la Democracia Cristiana, que finalmente abandonaría; encuadrándose hoy en el Partido Demócrata Europeo junto a los social-liberales franceses e italianos de François Bayrou y Francesco Rutelli.
El PNV siempre ha sido nacionalista antes que católico; de hecho, hoy, con su programa desacomplejadamente LGTB, incluso como pionero del mismo, se encuentra totalmente despegado de la mentalidad católica tradicional. Respecto a la otra rama del nacionalismo, la de los herederos de ETA, no es necesario insistir mucho:apenas queda un reducto de viejos católicos progresistas en vías de extinción relacionados con diversas instancias de la conocida como «Iglesia de base»: algunas Comunidades Cristianas Populares, los últimos miembros de Herria 2000 Eliza y de la Coordinadora de Sacerdotes de Euskal Herria, etc.
Para el nacionalismo vasco, la religión católica es secundaria, cuando no del todo prescindible. Incluso para los más radicales, particularmente los más integrados en la izquierda abertzale, se trata de un residuo romano-español -¡peligro extranjero!- a eliminar finalmente.
El tradicionalismo-carlista siempre ha luchado por la continuidad de las Españas desde los cauces de la articulación foral, la representatividad corporativa y la confesionalidad del Estado. Si el carlismo fue el genuino pueblo español de la contrarrevolución católica, el nacionalismo se alineó decididamente con la revolución de la modernidad; por medio de su determinante adhesión al «principio de las nacionalidades».
Si recordamos nuestra historia más reciente, observaremos que el nacionalismo no ha tratado precisamente con generosidad a los carlistas. Aunque considerados tantas veces como supuestos compañeros de viaje por su catolicismo y habla vasca, muchos de ellos fueron masacrados sin piedad en la guerra civil de 1936-1939. Fue el caso de los 105 carlistas asesinados en los asaltos de las prisiones vizcaÍllas, del 4 de enero de 1937, bajo la autoridad del Gobierno Vasco. En Guipúzcoa también fueron muy numerosos los carlistas asesinados por anarquistas, comunistas y socialistas; ante la parálisis de los nacionalistas. Fue el caso, entre otros, de los carlistas de Tolosa, allí fusilados poco antes de la llegada de los contingentes navarros. Pero también de los encarcelados y trasladados a San Sebastián e incluso a Bilbao. Sumarían no menos de cuarenta; entre ellos los dos conceja les tolosanos y los diecisiete cargos orgánicos locales y comarcales de la Comunión Tradicionalista. Recordemos iguahnente al que fuera brillante parlamentario tradicionalista Víctor Pradera, fusilado junto a su hijo Javier, apresado al realizar gestiones para liberar a su padre; en el cementerio de Polloe el 6 de septiembre de 1936.
Pero la saña contra los carlistas pervivió durante décadas, retomándola ETA al asesinar, con especial meticulosidad y empeño, a numerosas personas de convicciones tradicionalistas, al menos en una parte sustancial de sus vidas:
Carlos Arguimberri Elorriaga, Víctor Legorburu Ibarreche, Esteban Beldarraín Madariaga, José Javier Jaúregui Bemaola, Elías Elexpe Astandoa, José lvlaría Arrizabalaga Arcocha, Dionisia Imaz Gorostiaga-Goiza, Jesús María Colomo Rodríguez, Luis María Uriarte Alzaa, Jesús Ulayar Liciaga, Albelio Toca Echeverría, Juan lvlaría de Araluce Villar, Román Baglietto Martinez, Jesús Alcacer Jiménez, José Larrañaga Arenas, Gregario Ordóñez Fenollar, José Ignacio Iruretagoyena Larrañaga, José Javier Múgica Astibia, Ignacio Uría Mendizábal, Genaro García O'Neill, y los militares simpatizantes con la Santa Causa Joaquín Imaz Martínez, Jesús María Velasco Zuazola, José Luis Prieto García, Carlos Díaz Arcocha y Juan Atarés Peña.
Por otra parte, el apelativo de «carlista» era y sigue siendo hoy, para los nacionalistas vascos, un verdadero insulto, equivalente a «primitivo», a «colaboracionista español», a «españolazo» finalmente.
El carlismo siempre puso por delante a Dios en sus ideales. El nacionalismo panvasquista, por su parte, lo sustituyó por el pueblo o la nación vasca. Su Dios inicial ya era particular, supremacista y etnicista; por lo tanto, nada católico, al menos con la perspectiva actual.
Transitar del carlismo al nacionalismo panvasquista implica atravesar varias líneas rojas: la de la interpretación tradicional católica de la entera vida y sociedad, la de la unidad española, la de la concepción hispánica.., la de la modernidad indiferente, oportunista, agnóstica o atea. Un itinerario dificilísimo, por doloroso, si lo es desde la sinceridad, e ideológicamente inviable por antitético.
Sociológicameme, bien puede afirmarse que el carlismo se extinguió, salvo un pufiado de heroicas familias y militantes que lo mantienen en su baluarte de la actual Comunión Tradicionaiista Carlista y de la Secretaría Política de Don Sixto Enrique de Borbón. Así, hoy, encontraremos a sus hijos carnales en cualquier lugar y bandería; dependiendo su respectiva toma de decisión política según el temperamento personal, las circunstancias familiares y los particulares intereses en juego.
En Navarra, por ejemplo, hubo viejos carlistas o hijos de carlistas (que sin serlo, le reconocen indudables virtudes morales y políticas, además de formar parte inseparable, conflictiva para unos, entrañable para otros, de la historia de Navarra y Espafia) en prácticamente todos los paridos del espectro político. Jaime Ignacio del Burgo, quien nunca militó en el carlismo pero de raíces carlistas de las que nunca renegó, es una estrella fundamental en la historia reciente de Navarra; militando en UCD, en UPN y finalmente en el PPN. Pero carlistas los hubo también en el PSOE. Fue el caso de Federico Tajadura, quien llegara a alinearse en su tendencia más purista de Izquierda Socialista. También los encontramos en el denominado «nacionalismo moderado». Así, el historiador de larga trayectoria Gregorio Monreal, originario del muy carlista valle de Yerri. Militante carlista de juventud lo fue Juan Cruz Alli, quien alcanzaría en su día la presidencia del Gobiemo de Navarra de la mano de UPN, liderando después su escisión Convergencia de Demócratas de Navarra, hasta arribar hoy a orillas acaso napartarras.
El célebre, y todavía hoy recordado en Tafalla, Florencio Aoiz Ozcáriz alias el Templau, heroico voluntario requeté durante la última guerra civil española y posterionnente Comendador de la carlista Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, dificilmente comprendería la mentalidad y obras de su nieto, Florencio Aoiz Monreal, figura decisiva y portavoz de Herri Batasuna en algunos de sus afios más trascendentales . Tampoco el requeté sublevado en 1936 en Azkoitia contra la II República, Felipe Higinio Arzalluz Eizmendi, aprobaría las andanzas y decisiones de su hijo, el siempre controvertido Xabier Arzalluz.
Hoy día, desde la superficialidad y unos recursos más o menos dialécticos, cualquier postura personal, deriva ideológica o cambio político puede explicarse o justificarse. En la posmodemidad en la que nos desenvolvemos, somos tributarios de creencias que afinnan que «lo que está arriba está abajo», «el bien necesita al mal», la necesidad de «cabalgar las propias contradicciones», etc.; y todo parece discutible o defendible. Es en este contexto, de fluidez mental anti-dogmática y relativista, donde pueden situarse esos intentos justificativos de un supuesto tránsito natural del carlismo al nacionalismo, o de la existencia de unas analogías acaso sustanciales entre ambos que todo lo explicarían. Nada más alejado -todo lo anterior- de la historia de las mentalidades, pero sobre todo del rigor doctrinal y existencial de nuestros antepasados.
3.- EL FORALISMO, ¿COARTADA DEL PANVASQUISMO?
Debemos realizar una primera aclaración. Si bien se emplea genéricamente el término "foralismo" para referirse a la doctrina política que aspira a la recuperación, mantenimiento y desarrollo de los antiguos fueros propios de los diversos territorios espafioles, no todos los historiadores y ensayistas -no digamos ya los políticos- han entendido lo mismo. También ha contribuido a generar no escasa confusión al respecto el hecho de que el foralismo haya sido reivindicado, en mayor o menor medida, por liberales, republicanos, tradicionalistas-carlistas, católico-integristas y nacionalistas vascos.
El término fueros ha evolucionado a lo largo de la historia. En sus orígenes medievales, «fuero» era una ley o carta otorgada a un lugar determinado y a sus habitantes. Muy posteriormente, alcanzaría el significado actual que, entre otros, Julio Aróstegui le atribuye: «la legislación primitiva de una parte de la monarquía hispana y que se aplicaba a los reinos de Aragón y Navarra, al Señorío de Vizcaya y a las Hermandades de Álava y Guipúzco».
En el caso de los fueros o libertades de los Reinos de la Corona de Aragón, fueron suprimidos a raíz de la Guerra de Sucesión y sus Decretos de Nueva Planta promulgados entre 1707 y 1716.
Ya instalados en el siglo XlX, los fueron eran, para los tradicionalistas-carlistas, un último reducto del Antiguo Régimen -en su expresión española, de la Cristiandad-, asediado por la Revolución; si bien tratarían de conciliarlo con las nuevas corrientes papales que darían lugar a la llamada Doctrina Social de la Iglesia. No obstarite, para los liberales moderados vascos y navarros, los fueros eran libertades públicas y privadas, descentralización administrativa y bienestar económico; también para algunos republicarios.
Por otra parte, algunos autores entienden que foralismo y fuerismo serían conceptos no del todo coincidentes. Conforme el criterio de Javier Femández Sebastián, aunque se utilicen como sinónimos, foralismo y fuerismo (así como foralistas y fueristas), denotar cada uno de ellos matices diferenciadores. Foralismo señalaría un movimiento global, algo indefinido y difuso. Fuerismo se remitiría a aquellas corrientes políticas defensoras de las instituciones privativas vascas a lo largo del siglo XIX. Nosotros no entraremos en tal discusión, por considerarla propia de eruditos y bizantinismo que poco aclara; y menos en la actualidad.
Prescindiendo de debates y reseñas especializadas, debemos situarnos al término de la Primera Guerra Carlista para comprender la suerte experimentada por los fueros vascos y navarros.
El Convenio o Abrazo de Vergara de 31 de agosto de 1839 entre el general carlista Maroto y el isabelino Espartero puso término a la contienda civil.
En el caso de Navarra, perdió su condición de Reino. Y por Ley de 25 de octubre de 1839, de confirmación y modificación de los Fueros de las Provincias Vascongadas y de Navarra, en su artículo lº se «confirman los Fueros de las provincias Vascongadas y de Navarra sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía». Ya entonces, algunos diputados vascos se plantearon la exigencia de una restauración del régimen foral; demanda que se ha venido manteniendo desde entonces en situaciones políticas muy diversas y por actores de intenciones incluso antagónicas. Años más tarde, en el caso de Navarra, surgiría una Asociación Euskara, ya en la octava década del siglo, que reclamaba un regreso al régimen anterior de 1839 y que, por parte de algunos de sus teóricos, consideraría ilegítima la incorporación de Navarra a la Corona de Castilla; todo ello en profunda controversia mantenida con los tradicionalistas navarros. Esos planteamientos, en buena medida, serían retomados por el nacionalismo vasco posterior.
Prosiguiendo con Navarra, la ley de 1839 enlazó con la denominada Ley Paccionada de 1841, por la que se instauró el Régimen Foral de Navarra, con una amplia autonomía; en gran medida fruto de la voluntad política y pragmatismo de los liberales navarros. En sus 26 artículos se regulaba el gobierno político y militar, la administración de justicia, los ayuntamientos, montes y la Hacienda.
La última guerra carlista acarreó la abolición de los fueros vascos mediante la Ley de 21 de julio de 1876, manteniéndose únicamente una pequeña parte de los mismos, en forma de «Conciertos Económicos», por los que se regulaban las relaciones en el ámbito tributario y de la financiación de servicios públicos.
Esta ley aboilitoria de 1876 generó una verdadera conmoción en Vascongadas, que afectó tanto a liberales como a republicanos y tradicionalistas-carlistas. Fruto de este moúmiento fue el periódico La Paz, editado en Madrid por fueristas vascos y navarros, presentado de la siguiente manera: «Este periódico no tiene color político ni pertenece a partido ninguno. Su exclusiva misión es defender los Fueros de las Provincias Vascongadas y Navarra»;. Un fuerismo, por tanto, apartidista; si bien consciente de la conformación de una identidad colectiva susceptibles de múltiples interpretaciones. Es más, llegaron a existir partidos políticos estrictamente foralistas, caso del Partido Fuerista (prácticamente extinguido en 1886, siendo desplazado en buena medida por el tradicionalismo, al menos en Navarra), la Liga Foral Alavesa (1905), la Hermandad Alavesa (1930), etc.
Entrevista con Fernando José Vaquero Oroquieta, licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra y criminólogo por la Universidad del País Vasco. Coautor de La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas (2006), y autor de varios libros, entre ellos La ruta del odio. 100 respuestas claves sobre el terrorismo (2010) o De Navarra a Nafarroa, La otra conquista (2019). Su último libro, Biografía no autorizada del PNV (2022), es la primera parte de una trilogía centrada en las agresiones del nacionalismo vasco contra Navarra.
El PNV tiene una larga historia. ¿Cómo ha planteado el libro?
Lo he planteado como una serie de estelas fundamentales dentro de un mosaico muy amplio, porque la historia del PNV tiene casi 129 años y ha experimentado unos cambios tácticos e ideológicos muy profundos. Nació como un partido católico integrista a finales del siglo XIX; en las primeras décadas del XX abrazó el movimiento cooperativista del catolicismo social de origen francés y belga; en la Segunda República se distancia rápidamente de tradicionalistas y carlistas; terminada la Segunda Guerra Mundial impulsa la democracia cristiana y se integra en la Internacional de Centro; y actualmente está en el Partido Demócrata Europeo donde hay partidos social liberales, progresistas y nacionalistas. El PNV cambia en muchos aspectos, pero nunca abandona su nacionalismo, tejido en mitos pseudohistóricos que cultiva a través de historiadores y entidades, y a través del odio contra España, que es la idea que vertebra toda la historia del PNV hasta nuestros días.
EL BUENISMO DEL RÉGIMEN DEL 78 LLEVÓ A PENSAR QUE TODOS LOS PARTIDOS ERAN EQUIVALENTES Y RIVALES, Y NO ES CIERTO, PORQUE LOS PARTIDOS INDEPENDENTISTAS QUIEREN DESTRUIR ESPAÑA. YA NO SON MEROS RIVALES, SON ENEMIGOS POLÍTICOS
No puedo realizar un estudio académico porque serían varios volúmenes, por lo que presento 25 catas de realidad en los que trato todo tipo de temas: desde el simbolismo, como el lauburu, la ikurriña o las falsificaciones arqueológicas de Iruña-Veleia, a la evolución táctica del PNV en la Guerra Civil o la Segunda Guerra Mundial, su papel en la transición, su relación con ETA y sus numerosos casos de corrupción. Unos casos que no salen demasiado en los medios de comunicación. De hecho, hace unos días el Tribunal Supremo ratificaba la condena de prisión a tres líderes del PNV en Álava porque tenían montada una gran red clientelar con empresarios vascos y catalanes.
Lo cierto que no se oye apenas nada de esos casos y que el PNV se presenta como un partido “limpio”, e incluso como un “partido de Estado”.
El PNV es un partido que sabe hacer propaganda. Parten del supremacismo, de la idea de que el pueblo vasco, y en consecuencia el PNV que es su oráculo, mantendría unas virtudes morales públicas excepcionales y por encima del resto de los partidos. Ese es el mensaje que venden: que en Euskadi se vive mejor que en el resto de España; que la manera vasca de hacer las cosas es más seria, profesional y honrada. Sin embargo, la realidad es que hay una docena de casos de corrupción abiertos y siguen apareciendo nuevos casos.
Respecto al “partido de Estado”, el PNV ha logrado convertirse en interlocutor prioritario, primero con UCD, después con el PSOE y luego con el PP. Se ha presentado como un interlocutor capaz de controlar a la bestia, ETA, pero eso se ha convertido en un chantaje para arrancar más y más competencias al Estado central con vistas a la construcción de un Estado Vasco de hecho que, en un futuro, pueda separarse de España de forma pactada. Esa es su estrategia en la actualidad: más competencias, debilitar la presencia del Estado, eliminar todo lo español en la educación, la administración, etc…
Citaba el supremacismo del PNV, un partido que presume de sus “valores democráticos”, pero que no reniega de su fundador, Sabino Arana, y su racismo.
La sede central del PNV está en Bilbao, en la casa de Sabino Arana, que es el sancta sanctorum del nacionalismo vasco. Además, en los estatutos actuales del PNV, en su artículo primero, se establece que el pensamiento de Sabino Arana y su principio de “Dios y Leyes Viejas” son los inspiradores del nacionalismo vasco. No han renegado nunca de los principios supremacistas, integristas y muy clericales de su fundador.
Muy clericales, pero en la Guerra Civil se unen al bando de los que queman iglesias.
En la Segunda República el PNV está aliado inicialmente con el Carlismo, pero pasa a una posición centrista en las elecciones del 33 y del 36, y finalmente opta por las políticas del Frente Popular y apoyar a Manuel Azaña. También participa en la creación de la autonomía vasca del 36-37 que termina con el pacto de Santoña, en el que el PNV es derrotado política y militarmente y pasa a la clandestinidad en España. Al estallar la guerra, el PNV de Guipúzcoa y Vizcaya emiten un comunicado de apoyo al bando republicano, pero el PNV de Álava y Navarra, en zona nacional, apoya a los militares por entender que es un movimiento de orden y respetuoso con las tradiciones autóctonas. Salvo contadas excepciones, sus miembros se unieron al Requeté. La persecución religiosa les generó unas contradicciones enormes porque muchos militantes y dirigentes del PNV tienen familiares carlistas o religiosos que son masacrados por los comunistas, socialistas y anarquistas en los asaltos de los barcos prisión, en la cárcel de Bilbao en enero de 1937 o en las matanzas de Tolosa.
Otro asunto controvertido es la relación del PNV con la Alemania Nazi.
La Guerra Mundial provoca una crisis al nacionalismo vasco, y líderes de segunda fila del PNV en la Francia ocupada por los alemanes mantienen numerosos contactos políticos con autoridades de la Wehrmacht y de las SS. El fruto de esos contactos es el documental alemán de 1944 “En tierra de vascos”, popularizado en un documental más largo titulado “Una esvástica sobre el Bidasoa” y emitido por televisión española. Y por otro lado, lo que quedaba del Servicio Vasco de Inteligencia, organizado por el lehendakari José María Aguirre en 1936, se puso al servicio de los servicios secretos estadounidenses durante toda la guerra y también posteriormente, espiando a los miembros de los paridos comunistas en Hispanoamérica. El papel del PNV en la guerra genera unos conflictos morales que se han intentado blanquear u ocultar años después.
También existió una propuesta del gobierno vasco para convertir Vascongadas en un protectorado británico.
Así es. Cuando Sabino Arana, en sus últimos meses de vida, idea la Liga de Vascos Españolistas, un partido regionalista con el propósito de minar la unión nacional española, siempre busca la protección de su gran “aliado” que es Gran Bretaña. Siempre han mirado al norte por una cuestión estratégica evidente, porque Inglaterra ha sido la gran enemiga del imperio español. Recordemos también que Sabino acaba en la cárcel por felicitar a Estados Unidos por arrebatar Cuba, Filipinas y Puerto Rico a España en 1898. Todo lo que debilita a España es bueno para el PNV.
De hecho, Arana toma como modelo la bandera británica para la ikurriña. Esta bandera es partidista y representa al nacionalismo vasco, ¿cómo es posible que se haya convertido en una bandera oficial del Estado?
Porque la ikurriña fue la bandera oficial del gobierno vasco en la autonomía del 36-37, y en ese gobierno estaban también Izquierda Republicana, el Partido Comunista de Euskadi, el Partido Socialista y la CNT. Es decir, la bandera tiene un origen histórico que sirve al PNV para imponerla en 1978. Incluso ETA, cuando nace en 1954 con el nombre de EKIN, señala el gobierno vasco y el ejercito gudari como hitos legitimadores de su lucha. En el 76-77 la derecha vasca, Alianza Popular, quiso proponer otras banderas históricas porque entendía que la ikurriña era una bandera de partido. Se quedó sola y, a causa de esta pretensión, varios de sus militantes fueron asesinados por ETA.
Se puede resumir la relación del PNV y ETA con aquella frase de Xavier Arzalluz de sacudir el árbol para que caigan las nueces.
“Y luego nos las repartimos”. Esta segunda parte de la frase se suele omitir y lo cierto es que ETA es incomprensible sin el PNV. ETA nace en el PNV aunque implica un elemento de ruptura generacional y renovación ideológica más radical, y se nutre de muchos de sus militantes. De hecho, sucesivas oleadas de miembros de juventudes del PNV se unieron a ETA, siendo la más importante la de 1972, cuando medio millar de activistas se integran en la banda terrorista precisamente en un momento de debilidad causada por la acción policial. Esos contactos se mantienen en el exilio y los líderes del PNV organizan estructuras de acogida en Venezuela y Francia, especialmente los grupos liderados por el exconsejero del gobierno vasco Telesforo Monzón, que terminaría siendo parlamentario de Herri Batasuna.
CON EL EUSKERA Y CON LA IDEOLOGÍA PROGRESISTA PRETENDEN DAR COHESIÓN A UNA SOCIEDAD QUE HA ENVEJECIDO RÁPIDAMENTE Y QUE SE NUTRE DE EXTRANJEROS. DE LOS 14.257 NIÑOS NACIDOS EN EUSKADI EN 2021, UN 37% ERAN DE MADRE EXTRANJERA
Con el tiempo las diferencias ideológicas se han agravado y se han convertido en rivales políticos con proyectos distintos pero un mismo objetivo común: una Euskadi independiente. Y el PNV ha crecido, ha consolidado y mantenido el poder en el País Vasco gracias al chantaje y a la presión permanente del terrorismo.
El chantaje del PNV al Estado se debe a la sobrerrepresentación que, gracias al sistema electoral, tiene en el Parlamento. Una reforma electoral, ¿sería el modo de acabar con este chantaje?
Sí, una de las principales técnicas del llamado realismo político es reconocer a los enemigos. El buenismo del régimen del 78 llevó a pensar que todos los partidos eran equivalentes y rivales, y no es cierto, porque los partidos independentistas quieren destruir España. Ya no son meros rivales, son enemigos políticos. Y una vez reconoces eso, ya puedes tomar las decisiones políticas pertinentes: cambiar la ley electoral, recuperar las competencias educativas, apuntalar la presencia estatal en estos territorios y combatir el relato que han inventado. Es una batalla política, mediática y cultural.
Muchos siguen considerando al PNV como un partido de derechas, pero vota y apoya casi todas las propuestas de la agenda progresista.
El PNV fue de los primeros partidos españoles que integró en su programa electoral la agenda LGTBQ+. Y de hecho, acaban de aprobar un programa, que es la adaptación de la Agenda 2030 al ideario del PNV, en el que se refleja la eco-inclusividad, números paritarios en todos los cargos y administraciones publicas, un feminismo radical al que se ha relacionado con el mito de la brujería… Es un entreguismo absoluto. Su problema es que con el euskera y con esta ideología progresista pretenden dar cohesión a una sociedad que ha envejecido rápidamente y que se nutre de extranjeros. De los 14.257 niños nacidos en Euskadi en 2021, un 37% eran de madre extranjera. Al perder fuerza el elemento católico, la sociedad vasca se esta desestructurando mucho más y empieza a haber pequeños guetos, comunidades musulmanas y problemas sociales que antes no habían existido. Así que está nueva contradicción, ese abrazo al progresismo, puede llevar a la desaparición, en un sentido amplio, de ese elemento etnicista tan importante para el PNV.
Hasta ahora, el bipartidismo ha pactado una y otra vez con el PNV. ¿Podemos decir que la aparición de VOX es el primer problema serio para el nacionalismo vasco?
Efectivamente, así es, porque por primera vez se les señala como lo que son, un partido enemigo de España.
Conferencia "PNV, ETA e izquierda aberzale: el odio a España y a lo español"
VER+:
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Juan Carlos (Yanka)