miércoles, 2 de febrero de 2022

CONSAGRACIÓN Y OFRENDA DEL MUNDO QUE PASA Y DEL REINO OUE VIENE 🕂

 

CONSAGRACIÓN Y OFRENDA DEL MUNDO 
QUE PASA Y DEL REINO OUE VIENE *
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A los pies de la Cruz que simboliza todas las cruces de la tierra, y que nos trae la memoria de Tu inmenso amor y de Tu muerte por la reden­ción de todos los hombres, hoy, con humildad y agradecimiento infinitos, nosotros ponemos en tu presencia la memoria de todo lo que ha sido y será, de todo cuanto en el tiempo de la historia contemplas como obra tuya y de los hombres.

Desde este punto del tiempo que Tú abarcas con una sola mirada, nosotros te ofrecemos las edades pasadas y futuras. Quisiéramos que esta ofrenda fuera elevada, junto a nosotros, por cada uno de los corazones humanos para que cada hombre realice un gesto de gratitud, de amor y de reconocimiento por la creación que pusiste en sus manos, por la existencia que le entregaste, por la vida eterna que le prometiste. Que cada tiempo y generación pasados, en cada una de sus civilizaciones y razas, llegue a Ti con su grandeza y su miseria, con su santidad y pecado, con su nobleza y fragilidad, como un homenaje de gozo o de pesar por sus obras y sus vaciedades.

Tú nos has advertido: ,,no pasará esta generación sin que todas estas cosas se cumplan" (Mt 24, 34). Porque "pasa la figura de este mundo" (1 Cor 7,31), y "los hombres verán venir al Hijo del Hombre en una nube, con gran poder y majestad" (Mc 13, 27; Lc 31,27).

Nosotros 'no sabemos ni el día ni la hora' (Mt 25, 13), pero antes de que se cumpla Tu palabra que anuncia la disolución del mundo presente (cf Mt 24,32-36; Mc 13, 30; Lc 21,32), nosotros, pequeño grupo de tus hijos, junto al que en estos momentos quisiéramos reunir todas las generaciones y todos los pueblos de la tierra, elevamos hoy el clamor, silencioso o potente, de los corazones y de los labios de toda la multitud de los hom­bres, aunque muchos de ellos estén alejados de Ti. Antes de que des cumplimiento a Tus palabras, nosotros queremos consagrarte y ofrecerte esta obra de tu amor que es el mundo que pasa y la realidad que viene.

Este mundo que Tú nos has regalado. Con toda su magnificencia y belleza, con todo el amor y sabiduría de las obras depositadas por Ti en la naturaleza y en cada una de sus criaturas, y con todos los dones de que nos has colmado a cada uno de nosotros, así como el gozo y también el dolor que has sembrado en nuestros corazones. En Tu presencia ponemos todos los bienes con que has sostenido nuestras necesidades humanas y todos los dones con que has alimentado nuestra alma, nuestro espíritu y nuestra inteligencia.  Hasta Ti sube nuestro reconocimiento por haber colmado nuestro mundo de Tu poder, de Tu gracia y de Tu gloria. 

Tú has multiplicado sobre nosotros Tus misericordias, has merecido para nosotros el perdón y la vida eterna, y nos has sentado a la mesa de Tu Cuerpo y de Tu Sangre. Por todo ello Te damos gracias, mientras que desde lo más profundo de nuestros corazones Te suplicamos el perdón y la indulgencia sobre todos nuestros pecados y delitos, los de toda la humanidad en todos los tiempos. Y junto a ellos, Te presentamos también todo el amor y la santidad que los hombres Te han profesado, y Te los ofrecemos en compensación del que muchos otros Te hemos negado, de las ofensas, indiferencias y rechazos de que Te hemos hecho objeto. 

Especialmente nos sentimos agradecidos por la obra de la Redención, por medio de la cual nos permitiste recuperar la gracia y la vida divina y eterna para las que fuimos creados. Y experimentamos un especial sentimiento de gratitud porque en María nos diste el ejemplar perfecto de la criatura que respondió ínte­gramente a Tu voluntad. Su Fiat nos devolvió la imagen divina que habías diseñado para nosotros, y en virtud del mismo realizaste el designio de la encarnación y de la salvación. Por eso, en Ella proclamamos a la Madre del Redentor y a la Mediadora de la Salvación, a la vez que la reconocemos portadora del que viene a restaurar la humanidad nueva. ¡Salve, Madre de Dios y Madre nuestra!

Esta es la tierra manchada por tantas culpas pero también santificada por Tu presencia y la de Tu Santa Madre, por la acción de Tu Iglesia y la de todos los santos y justos de todos los tiempos. Pero "si creció el pecado más abundante fue la gracia" (Rm 5 21). Por eso, acogiéndonos a Tu promesa, nosotros esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habite la justicia (2 Pe 3, 18). Aguardamos un Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará nuestra condición humilde según el modelo de su condición gloriosa, con esa energía que posee para sometérselo todo (Flp 3, 20-21). Y así nosotros que somos imágenes del hombre terrestre, seremos también figura del hombre celestial (1 Cor 15, 49).

Desde ahora abrimos nuestro corazón a la alegría de ese mundo nuevo donde Tú lo serás todo para todos, donde por fin se cumplirá Tu promesa y nuestro sueño: "Venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mt 6, 10).

Esta es la expectación con que hoy venimos ante Ti, la esperanza de quienes escuchamos la voz que nos grita: "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios. En el desierto preparadle un camino al Se­ñor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios... 
Mirad: el Señor Dios llega con fuerza,su brazo manda. 
Mirad: le acompaña su salario, su recompensa lo precede" (Is 40, 1-11).

Contigo viene un nuevo cielo y una nueva tierra, en los que habitará un hombre nuevo, el hombre rejuve­necido en la justicia en que Tú nos formaste inicialmente y que nosotros deformamos, pero que ahora quieres restablecer para nosotros y para toda la tierra "según el plan que Dios había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: restaurar en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra" (Ef 1, 10). Entonces "Él transformará nuestra condición humilde según el modelo de su condición gloriosa" (Fil 3, 20).

En esta hora de tu expectativa, en la que escuchamos: "ahora todo lo hago nuevo", en la que nos anun­cias que "Dios hará su morada con los hombres y habitará con ellos y ellos serán su pueblo" (Ap 21, 3-5; cf Jer 30,22), "mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo", nosotros imploramos: "que a cuantos aguardamos la manifestación del Señor Jesús Él nos mantenga firmes ante Él hasta el fin" (1 Cor, 1, 7-8) y "nos encuentre velando en oración y cantando su alabanza" (Col,4,2).

Como un clamor unánime, que ponemos en el espíritu de todos los hombres, aun de aquellos que te ignoran o rechazan, nosotros elevamos hacia Ti el anhelo de tu retorno: "portones, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas, va a entrar el Rey de la Gloria. Él es el Señor, Dios de los Ejércitos, Él es el Rey de la Gloria".

Esta Consagración fue redactada 
por Don Anselmo Álvarez, 
Abad de Santa Cruz del Valle de los Caídos.

MEMORIA HISTÓRICA


Kamado Tanjiro no uta (cover) - 竈門炭治郎のうた

La Canción de Tanjirou Kamado

Al cerrar mis ojos empiezo a recordar
La voz que me guió en ese momento
Ya no puedo volver, ya no puedo regresar
Ahora solo veo una gran oscuridad

Ya no puedo volver, ya no puedo regresar
Ahora solo veo una gran oscuridad
Un sonido suave que te hace llorar
No importa lo frustrante que sea
Adelante, adelante, sigue adelante
Corta esa desesperación
Incluso si pierdes, incluso su fallas
Tienes que seguir viviendo
No importa lo cuán derrotado estés
Hay algo que debes proteger

Incluso si fallas
Tienes que seguir viviendo
No importa lo cuán derrotado estés
Hay algo que debes proteger

Este es el camino que elegiste
Prepárate para enfrentar el destino
Cubierto de lodo y con heridas en tus pies
Tienes que ser capaz de observar ese fino hilo delgado
Un sonido suave que te hace llorar
No importa lo frustrante que sea
Adelante, adelante, una vez más
Corta esa desesperación
Incluso si duele, incluso si sufres
No tienes más opción que levantarte
No importa lo cuán derrotado estés
Hay algo que debes proteger
Hay algo que debes proteger

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