El griego contiene un artículo definido. (ἀπὸ τοῦ πονηροῦ ὅτι σοῦ). La traducción debería ser «líbranos del maligno»
Con el fin de saber a quién oramos y no suplicarle con los labios sino con el espíritu en la petición: «no nos lleves a la tentación, sino líbranos del malo» es preciso no preterir su explicación. ¿Qué significan, hermanos, estas palabras? Me parece que el Señor designa «el malo» de muy diversas maneras, según la diversidad de las malas acciones: diablo, beelzebul, mammón, príncipe este mundo, homicida, malo, padre de la mentira, y otros semejantes.
Quizá uno de sus nombres es también: tentación, lo que se confirma por la yuxtaposición de las dos peticiones; tras afirmar:
«no nos lleves a la tentación», añadió: «mas líbranos del malo», como si los dos nombres designasen una misma cosa. Pues si quien no entró en la tentación está fuera del malo, quien entró en la tentación está necesariamente dentro del malo. Por tanto, «el malo» y la tentación designan una misma cosa. ¿A qué nos exhorta, pues, la enseñanza de esta súplica? A separarnos de las cosas, miradas según este mundo, como en otra parte dice a los discípulos: «todo el mundo está sometido al malo». Quien quiere estar fuera del malo, debe necesariamente separarse del mundo.
Pues la tentación no alcanza al alma sino mediante el cebo de la preocupación por estas cosas mundanas. [...] Puesto que «el mundo está sometido al malo» y las ocasiones de la tentación surgen de las preocupaciones mundanas, quien realmente suplica «ser librado del malo» pide justamente ser alejado de las tentaciones. [...] Digamos, pues, también nosotros a Dios: «no nos lleves a la tentación»—es decir: a los malos de este mundo—, «más líbranos del malo», que domina este mundo [...].
Llama aquí el Señor malo al diablo, mandándonos, por una parte, que le declaremos guerra sin cuartel, pero dándonos, por otra parte, a entender, que no es tal por naturaleza. La maldad, en efecto, no procede de la naturaleza, sino de la libre voluntad. Mas el diablo se llama malo por excelencia, a causa de su extremada maldad. Ningún agravio le hemos hecho nosotros y, sin embargo, nos hace una guerra implacable. Por eso no dijo el Señor:
«líbranos de los malos», sino «líbranos del malo». Con ello nos enseña a no guardar resquemor contra nuestro prójimo, por el mal que de su parte sufrimos. Contra el diablo hemos de volver todo nuestro odio, como culpable que es de todos los males.
«No nos dejes caer en la tentación» expresa una finura espiritual. No podemos pedirle al Padre que nos ahorre todas las tentaciones: Cristo fue tentado y nosotros estamos sometidos igualmente a esta prueba. Lo que pedimos es la ayuda del Padre para tener la fuerza de resistir a la seducción del mal: «no caer en la tentación».
Esta petición nos recuerda nuestra fragilidad, que tiene necesidad de ayuda. Jesús hizo comprender a sus discípulos que la oración era necesaria para no ser víctimas de la tentación: «Velad y orad, para que podáis hacer frente a la prueba» (Mt 26,41), es decir, para no sucumbir en la tentación.
La protección que se pide frente a la tentación se precisa a continuación, en una última petición: «Líbranos del maligno». Esta traducción es preferible a la tradición que se admite habitualmente: «Líbranos del mal». Se trata realmente del demonio, un terrible tentador. El Maestro quiso que sus discípulos tomaran conciencia del peligro que constituye este adversario para ellos. Por ello, el Maestro nos previene, denunciándolo, para que lo descubramos. Lo llama «mentiroso por naturaleza y padre de la mentira» (Jn. 8,44). Se trata de una paternidad en el mal, opuesta a la paternidad del Padre celestial; se manifiesta en el comportamiento de aquellos que se oponen al mensaje del evangelio, «Tenéis por padre al diablo» (Jn 8,48), dice Cristo a los que le persiguen con su enemistad.
Así se explica que la oración que había comenzado por «Padre» termine con la evocación del «Maligno», que pretende rivalizar con la paternidad del Padre extraviando a los hombres por el camino del mal. Sin embargo, es el Padre el que obtiene la victoria. Jesús alude aquí a la victoria que iba a alcanzar sobre el príncipe de este mundo (Jn 12,31) y a la que los mismos discípulos habían alcanzado sobre Satanás en su misión apostólica (Lc 10,18).
Los cristianos están invitados a pedir la ayuda del Padre en esta victoria. Están comprometidos en un combate en el que la «paternidad benéfica y salvadora del Padre» se impone sobre la «paternidad de la mentira y la hostilidad del Maligno».
EL DEMONIO TE OFRECE TODO, PERO ¿POR CUÁNTO TIEMPO?
... Y LÍBRANOS DEL MALIGNO ... by Yanka
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