martes, 7 de septiembre de 2021

⛬ CENTROS DE PROGRESO V: CIUDAD DE BENÍN, MAINZ, AMSTERDAM, PARÍS Y EDIMBURGO


Centros de Progreso, 
Chelsea Follett destaca la importancia de la Ciudad de Benín como un Centro de Progreso debido a su impresionante red de muros, los cuales protegieron a la ciudad de ataques durante siglos.
Hoy marca la treceava parte en una serie de artículos publicados por HumanProgress.org denominada Centros del Progreso. ¿Dónde sucede el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Estos artículos proveerán una breve introducción a los centros que fueron el lugar de grandes avances en la cultura, la economía, la política, la tecnología, etc.

Nuestro catorceavo Centro de Progreso es la Ciudad de Benín, cuyos muros alguna vez fueron posiblemente la estructura más grande alguna vez construida por los hombres en el planeta. La red de muros de la Ciudad de Benín era colectivamente cuatro veces más larga que la Gran Muralla China y consumía alrededor de cien veces más materiales para se construida que la Gran Pirámide de Giza en Egipto, según
algunos cálculos. La Ciudad de Benín era la capital del Imperio de Benín (1180-1897 EC), que estaba entre los estados más desarrollados en África Sub-Sahariana antes del periodo colonial europeo. La Ciudad de Benín también era conocida por sus obras de arte en bronce y un alto grado de orden público en sus mejores días. La prosperidad requiere de seguridad física ante la violencia y de la protección de la propiedad del robo o la conquista, y la escala sin precedente de los muros de la Ciudad de Benín constituían un logro significativo en seguridad.
Mientras que los Muros de la Ciudad de Benín eventualmente cayeron debido a un ataque militar, la estructura sin precedente exitosamente protegió las vidas y la propiedad de aquellos que vivían dentro de la ciudad durante siglos.

Hoy, la Ciudad de Benín es la capital y la ciudad más poblado del estado de Edo en el sur de Nigeria, alrededor de 200 millas al este del centro económico y cultural de Lagos. La Ciudad de Benín no debe confundirse con el país de Benín, vecino de Nigeria hacia Occidente. Un importante centro urbano en la costa Oeste de África, la Ciudad de Benín es el hogar de más de 12 millones de personas. Las industrias locales importantes incluyen el caucho y la producción de petróleo. La Ciudad de Benín es conocida por sus festivales, cultura de vestidos elaborados y por ser el sitio del palacio real de una de las monarquías más antiguas del mundo—aunque hoy, la monarquía es en gran medida ceremonial. El actual Oba, o gobernador tradicional, del pueblo local, fue coronado en 2016 y es considerado el Oda No. 40 de Benín. Su palacio ha sido designado un Sitio Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

El Imperio de Benín, también algunas veces conocido como el Reino de Edo, surgió en algún momento alrededor del siglo 10 EC cuando el pueblo Edo se asentó por primera vez en el bosque lluvioso en África Occidental. El año tradicional para el inicio del imperio se considera que es 1180 EC. Para el siglo 15 EC, el Imperio de Benín era un poder regional establecido.
El imperio de volvió más rico mediante la conquista de territorios vecinos y mediante el comercio boyante con los europeos —inicialmente los portugueses y luego los británicos. La palabra “Benín” proviene de unos comerciantes portugueses que escucharon mal una palabra en el lenguaje africano-occidental Yoruba en el siglo 15 o 16 EC. La historia cuenta que durante una disputa de sucesión real, las presiones políticas condujeron a un (rey) Oda a renunciar a su cargo. Cuando el Oba renunció a su título, estando frustrado, públicamente denominó al reino al que el estaba entregando como la tierra de “Ibinu”, significando irritación o furia. En la forma de “Benín”, el nombre se quedó.

La capital del Imperio de Benín era la Ciudad de Benín. Si pudiese visitar la ciudad en su era de oro, en el siglo 17, usted vería a una ciudad tan ordenada que el robo era prácticamente impensable dentro de sus muros. Lourenco Pinto, el capitán de mar portugués en un barco de misiones, escribió en 1691 EC, “La Gran Benín [Ciudad de Benín], donde el rey vive, es más grande que Lisboa. Todas las calles siguen tan lejos hasta donde puede llevar la vista. Las casas son grandes, especialmente aquella del rey, que está lujosamente decorada y tiene columnas finas. La ciudad es rica y productiva. Está tan bien gobernada que el robo es desconocido, y las personas viven con tal seguridad que no tienen puertas para entrar a sus casas”.
La seguridad de la ciudad le permitió a los residentes ser altamente productivos. Pinto también escribió, “Los artesanos tienen sus lugares cuidadosamente asignados en los cuadrados que están divididos de tal manera que en un cuadrado conté en total ciento veinte talleres de orfebres, todos trabajando de manera continua”.
Aunque Pinto escribió “orfebres”, lo que vio eran casi seguramente trabajadores de bronce. La ciudad producía miles de placas y esculturas de bronce usando una técnica llamada fundición a la cera perdida. Las obras de artes históricas de la ciudad son ampliamente consideradas entre los mejores gravados usando esa técnica. Algunos de los bronces mostraban hazañas militares del periodo del siglo 16, cuando el Imperio de Benín se expandió rápidamente. Otros mostraban el comercio, la diplomacia, y la historia dinástica. Sin embargo, gran parte de las obras de arte eran simplemente retratos de la nobleza de Benín ataviada en elaboradas vestimentas ceremoniales.

La gente de la Ciudad de Benín también producía una gran cantidad de textiles, que jugaron un papel significativo en el comercio con los comerciantes europeos. Otros bienes de comercio producidos localmente incluían la pimienta, el aceite de palma, el marfil tallado, y las cuentas elaboradas de conchas de cauri y otros materiales. La gente de la Ciudad de Benín también vendían esclavos —muchas veces a los africanos vecinos capturados en las batallas— a los europeos. Dado que, angustiosamente, como casi todas las sociedades antiguas, el reino de Benín practicaba la esclavitud.
A pesar de sus logros de seguridad para defenderse en contra de las amenazas externas, una personas moderna no desearía vivir en la antigua Ciudad de Benín. Las personas de la Ciudad de Benín practicaban el ritual del sacrificio humano con varios justificativos, incluyendo el de honrar al dios del hierro y pedirle a los dioses un comercio rentable. Para fines del siglo 18 EC, tres o cuatro sacrificios humanos se daban al año en la boca del río de la Ciudad de Benín, se cree que para asegurar un buen comercio con los comerciantes europeos.

Entre las importaciones más importantes de la ciudad se encontraban los lingotes de latón y cobre de los europeos. El Imperio de Benín no producía suficiente metal localmente para cubrir la demanda de las prolíficas industrias de la Ciudad de Benín de grabados y esculturas. Muchas de las aclamadas obras de arte de bronce de la ciudad no hubiesen sido posibles sin los beneficios del comercio con el extranjero. Los portugueses muchas veces vendieron bronce y cobre a la gente de la Ciudad de Benín en la forma de brazaletes de bronce denominados “manillas”. Para el siglo 16 EC, las manillas y otros objetos de metal (como las ollas y sartenes) eran una moneda de comercio común utilizada por los europeos en África Occidental.
Conforme el comercio se volvió más sofisticado, las primeras fábricas o centros de producción local de productos como los textiles surgieron alrededor del principal río de la Ciudad de Benín. Siempre preocupado de la seguridad, el reino de Benín forjó varias alianzas para prevenir el robo por parte de piratas de los productos del comercio.

Dada la importancia del comercio para el éxito de la Ciudad de Benín, es adecuado que una de las figuras más queridas de la ciudad era una mujer de mercado. Su estatua ahora tiene un lugar destacado en la Ciudad de Benín. Emotan era una comerciante del siglo 15 EC quien, según la tradición oral, vendió sus productos en el punto donde ahora se encuentra su estatua. Ella fundó el primer centro de cuidados infantiles en la Ciudad de Benín, abriendo una enfermería para los niños de las familias que atendían el mercado de la Ciudad de Benín. Alguna vez le advirtió a un príncipe de Benín de un complot en contra de su vida y lo ayudó a recuperar el trono de su hermano. El nuevo rey luego la recompensó con una alta posición que tenía la responsabilidad de velar por la seguridad del mercado. Emotan es ahora admirada y endiosada como la “conciencia de la justicia”.
La riqueza de la ciudad creció gracias a sus pujantes mercados y al comercio internacional, también gracias el exitoso imperialismo de Benín. Conforme la ciudad se enriqueció, esa riqueza mejoró su infraestructura y la vida de muchas personas. “Las casas son construidas al lado de calles bien ordenadas, una al lado de la otra” señaló el escritor holandés del siglo 17 Olfert Dapper. “Escalones adornados con frontones y escalones y tejados elaborados de palmas u hojas de banano, u hojas de otros árboles…son…usualmente anchas con amplias galerías adentro, especialmente en el caso de las casas de la nobleza, y divididas en muchos cuartos que están separados por paredes hechas de barro rojo, muy bien levantadas”.

Dapper también notó que los residentes mantenían esas paredes “tan brillantes y lisas lavando y estregando tanto como se lo puede hacer con cualquier pared en Holanda con tiza, y estas quedan como un espejo. Los pisos altos están hechos del mismo tipo de barro. Además, cada casa tiene un pozo para la oferta de agua fresca”.
La Ciudad de Benín también estuvo notablemente entre los primeros centros urbanos en tener algo parecido al alumbrado público. Había grandes lámparas de metal que quemaban aceite de palma, a varios metros de altura, ubicadas alrededor de la ciudad.
La corte del rey era cuadrada y se encontraba a la derecha del ingreso de la ciudad, por la puerta principal. Un muro como aquel que rodeaba a la ciudad, rodeaba la corte. La corte contenía varios palacios, casas y departamentos para los cortesanos y se jactaba de hermosas galerías largas y cuadradas. Estas galerías “eran tan grandes como el Intercambio en Amsterdam”, según Dapper. La galería más grande contenía muchos de los famosos tallados de bronce de la ciudad. Las escenas talladas en las placas de bronce se encontraban respaldadas por pilares de madera alrededor de la galería.

Sin embargo, la red de muros de Benín hubiese sido la imagen más impactante. La dotación de carbono de los restos de los muros sugieren que el pueblo de Edo construyeron gradualmente los muros de la ciudad a lo largo de varios años. Gran parte de la construcción probablemente ocurrió entre 800 y 1500 EC.
“La red de muros de Benín”, escribió el autor y periodista inglés Fred Pearce, “se extiende en su conjunto por 16.000 kilómetros, en un mosaico de más de 500 límites de asentamientos interconectados. Estos cubren 6.500 kilómetros cuadrados y fueron todos excavados por el pueblo Edo. En total, estos son cuatro veces la Gran Muralla China, y consumieron 100 veces más material que la Gran Pirámide de Cheops. Estas requirieron aproximadamente 150 millones de horas de excavación para ser construidas, y son tal vez el fenómeno arqueológico más largo en el planeta”.

Los muros se extendían, en otras palabras, por alrededor de 10.000 millas y cubrían alrededor de 2.500 millas cuadradas. Ese número de millas cuadradas es comparable al área urbana de Los Ángeles-Riverside en California hoy. Desde que Pearce escribió esas palabras, la longitud oficial de la Gran Muralla de China, definida de tal manera que incluía varios muros limítrofes distintos construidos durante todas las dinastías de la historia china, ha sido actualizada hasta comprender alrededor de 13.000 millas. Sin embargo, esa cifra, calculada por la Administración Estatal de Patrimonio Cultural de China, ha sido denominada “engañosa”. Esta incluye muchos muros aislados y desconectados que defendían varios límites estatales dentro de China, no solo el famoso muro fronterizo del norte de China. Las estimaciones de la longitud del muro fronterizo del norte varían desde 1.500 hasta 5.000 millas, dependiendo exactamente de qué secciones del muro son contadas. De cualquier manera, los muros de la Ciudad de Benín ciertamente eran más largos que el famoso muro fronterizo del norte de China.
En ciertos lugares, las torres de los muros de la Ciudad de Benín alcanzaban los siete pisos de altura. Los muros también tenían casas de guardias, zanjas, fosas, y guarniciones para los guardias. Luego de cuidar la ciudad por siglos, los Muros de Benín cayeron ante las tropas británicas en 1897 durante una “expedición punitiva” motivada por la venganza británica debido a un anterior ataque militar por parte del Imperio de Benín. Sin embargo, las disputas comerciales también motivaron el ataque. Muchas de las obras de arte fueron capturadas en la batalla y están hoy mostradas en el Museo Británico y varios otros museos.
Luego de que cayeran sus muros, la Ciudad de Benín —y el Imperio de Benín— se volvió parte del Imperio Británico. La Ciudad de Benín luego se volvió parte de Nigeria en 1960.

Las protecciones en contra de aquellos que robarían o saquearían muchas veces han resultado indispensables para asegurar los derechos de propiedad. Mientras que los muros de la Ciudad de Benín eventualmente cayeron, durante siglos, la característica de una seguridad sin precedente protegió a la ciudad. Los seres humanos han creado muros y otras estructuras protectoras desde que dejaron de ser nómadas y optaron por los asentamientos agrícolas permanentes. Muchas de las comunidades estacionadas más antiguas adoptaron la forma de ciudades amuralladas —como nuestros primero Centro del Progreso, la Jericó de la era Neolítica. Sin embargo, los Muros de la Ciudad de Benín sobrepasaron a todos los demás por su mera envergadura. Por el significativo logro de seguridad gracias a sus muros que rompieron récords y se mantuvieron en pie por cientos de años, la Ciudad de Benín es nuestro catorceavo Centro de Progreso.

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 21 de octubre de 2021.

Centros de Progreso, 
Chelsea Follett destaca la importancia de la ciudad de Mainz, ciudad cuya inestabilidad desató la diáspora que difundió alrededor de Europa la imprenta de tipo móvil.
Hoy presentamos la edición No. 15 de una serie de artículos publicados por HumanProgress.org llamada Centros de Progreso. ¿Dónde sucede el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Nuestra columna proveerá una breve introducción a los centros urbanos que fueron los sitios de importantes avances en la cultura, la economía, la política, la tecnología, etc.

Nuestro quinceavo Centro de Progreso es Mainz, el lugar de nacimiento del hombre que inventó la imprenta de tipo móvil, Johannes Gutenberg (aproximadamente 1399-1468) y la base urbana desde la cual ese invención se esparció alrededor de Europa. Mientras que puede que él técnicamente haya inventado la imprenta en Estrasburgo, Gutenberg pronto regresó a Mainz, y fue en esta ciudad en la que le enseñó a muchos otros el arte del grabado. La turbulencia política de la ciudad pronto provocó el éxodo masivo de los aprendices de Gutenberg. Las personas que realizaban impresiones se esparcieron desde Mainz a distintos lugares alrededor de Europa, donde diseminaron todavía más el conocimiento acerca de la imprenta. La diáspora de expertos en imprenta de Mainz ayudó a aumentar la velocidad con la que otras partes de Europa adoptaron la imprenta.
Hoy, Mainz es la capital y la ciudad más grande de Renania-Palatinado, un estado en el oeste de Alemania. La ciudad es conocida por su producción de vinos y sus hermosas casas reconstruidas con entramados de madera, y sus plazas de mercado con arquitectura medieval. También es un lugar donde todavía se celebra el carnaval: cada febrero, durante el miércoles de cenizas y el martes de ramos, la ciudad está llena de desfiles y música. Situada en el banco del Río Rhin, Mainz también es el hogar de una hermosa catedral que data desde 975 EC, así como también del Museo Gutenberg. El museo, dedicado a la historia de la imprenta, fue fundado en 1900 EC y contiene dos Biblias originales del siglo 15 elaboradas por Gutenberg. Las industrias de la ciudad son variadas e incluyen productos químicos y farmacéuticos, electrónicos, instrumentos de precisión, maquinaria, objetos de vidrio, e instrumentos musicales. Adecuadamente, considerando su historia, Mainz también sigue siendo un importante centro de comunicaciones, con casas editoriales así como también muchos estudios de radio y televisión. La ciudad también honra a su residente más famoso con un festival en su honor cada verano, llamado Johannisnacht.

Los romanos fundaron Mainz en el sitio de un asentamiento celta pre-existente en el primer siglo AEC, estableciéndola como un fuerte militar en la frontera norte de su imperio. Ellos nombraron el fuerte Moguntiacum, en honor a la deidad celta local Mogo o Mogons, probablemente un dios de batalla. El nombre en latín Moguntiacum eventualmente evolucionó hasta convertirse en el nombre alemán de Mainz que tiene hasta el día de hoy la ciudad. Los romanos introdujeron la producción de vino en el área, cosa que sigue siendo una industria local importante. Los conquistadores romanos también introdujeron el sistema de escritura latino —un sistema de escritura con un alfabeto limitado que, como veremos, probablemente fortaleció el eventual éxito de la imprenta. Mainz también sirvió como la capital provincial del territorio que los romanos llamaban Germania Superior.

Mainz también llegó a obtener el protagonismo político en el siglo 9 EC cuando empezó a servir como la capital del Electorado de Mainz dentro del Sacro Imperio Romano. El Sacro Imperio Romano era una institución política que, durante siglos, unió a distingos territorios constituyentes o reinos en Europa central y occidental en algo más parecido a una confederación antes que a un verdadero imperio. Los principados constituyentes tenían sus propias normas y gozaban de una relativa independencia. La Enciclopedia Brittannica denomina al Sacro Imperio Romano, “junto con el papado, la institución más importante de Europa occidental” durante la edad media. El Electorado de Mainz es ampliamente considerado como uno de los estados más prestigiosos e influyentes dentro del Sacro Imperio Romano. Mainz fue la sede del Elector-Arzobispo de Mainz, Primado de Alemania (El Primado de Alemania era un título histórico concebido al arzobispo más poderoso en las áreas que hablaban alemán dentro de Europa). Este arzobispo actuaba como un canciller del Imperio, y era segundo solo ante el Emperador Sacro Romano.
En otras palabras, para cuando nació Gutenberg en un hogar ubicado en una esquina de Christofsstraße en Mainz, a fines del siglo 14 EC —el lugar es ahora conmemorado con una placa— la ciudad ya era un centro de importancia política bien establecido. Pero la ciudad era profundamente inestable, sacudida por disputas internas y por la turbulencia económica.

Las tensiones entre los patricios o nobleza de la ciudad y la rápidamente creciente clase de comerciantes era palpable alrededor de Mainz. En 1332, para calmar una breve guerra civil, el Arzobispo de Mainz concedió a los gremios que representaban a los comerciantes y artesanos representación igual a aquella que tenía la nobleza vieja en el consejo de la ciudad. Pero para principios de 1400s, Mainz era el hogar de más comerciantes y miembros de gremios que patricios, y el conflicto entre los grupos nuevamente se volvió frecuente. En 1411, se dio una rebelión de comerciantes protestando por un impuesto especial y los privilegios de aduanas reservados para la nobleza. Los amotinados en protesta prendieron fuego a las casas de varios patricios. Temiendo por sus vidas, 117 patricios huyeron de Mainz en medio de los disturbios, incluyendo la familia del joven Gutenberg. La familia pronto volvió a Mainz, pero la ciudad solo sufrió más problemas. Periódicamente huyendo de Mainz era un tema recurrente en la vida de Gutenberg y muchos otros residentes de Mainz.

El grado de inestabilidad dentro de la ciudad eran tan perturbador que contribuyó a la escasez de bienes de primera necesidad. En 1413, los alimentos escasearon en toda la ciudad. Conforme los habitantes de la ciudad se morían de hambre, surgieron motines masivos protestando por el hambre, resultando en mucha violencia y destrucción de propiedad. Los motines provocaron que la familia Gutenberg, y muchas otras, huyan una vez más de Mainz.
Gutenberg volvió a Mainz, siempre atraído de vuelta a su hogar a pesar de sus problemas. Cuando apenas era un adulto, Gutenberg se dio cuenta de que no encajaba precisamente en cualquiera de las dos facciones en combate de la ciudad. Muchas personas lo odiaban por su status de patricio, el cual Gutenberg había heredado de su padre. Aún así, la ciudad no le concedió privilegios especiales reservados para la mayoría de los patricios porque su madre era una plebeya de nacimiento. Entendiendo su posición precaria e intentando salvaguardar su futuro económico, Gutenberg se dedicó al oficio de la metalistería.

Para 1428, la ciudad de Mainz se tambaleaba al borde de la bancarrota y la disputa de poder entre los patricios y los miembros de los gremios entró en una nueva fase en la cual los gremios se tomaron el poder. Conforme la ciudad sufría por la violencia interna, los prejuicios tribales, y una economía en colapso, muchas personas comprensiblemente huyeron de Mainz. Gutenberg probablemente era uno de ellos, y en cualquier caso, estaba viviendo en Estrasburgo en 1434.
En Estrasburgo, Gutenberg trascendió al tribalismo de la era y estratégicamente se hizo amigo tanto de los patricios como de los miembros de los gremios, aunque no se unió al gremio de la metalistería. Valiéndose de sus conexiones con los funcionarios locales, Gutenberg exitosamente presionó a una autoridad visitantes de Mainz para que le pague una deuda que la ciudad de Mainz le debía a su familia y probablemente usó el capital para impulsar su negocio de de metalistería.También hay evidencia de que Gutenberg brevemente se involucró en el destacado comercio regional de vino. Fue mientras vivió en Estrasburgo que Gutenberg probablemente desarrolló la imprenta de metal de tipo movible.

Debemos señalar que los chinos inventaron la imprenta con bloques de madera muchos siglos atrás. Un inventor de Hangzhou, nuestro doceavo Centro de Progreso, incluso diseñó el tipo movible desde tan temprano como el siglo 11 EC. Sin embargo, varios factores impidieron que la imprenta de tipo movible vea el nivel de adopción amplia en China que la tecnología logró en Europa. Esos factores van desde la importancia cultural que muchos chinos le daban a la caligrafía manual hasta el mero número de caracteres del sistema de escritura chino. Hay miles de caracteres chinos distintos. En cambio, el alemán utiliza un alfabeto limitado de 26 letras, haciendo que la impresión del lenguaje sea más práctica.
En 1448, Gutenberg volvió a su tierra en Mainz. Como Alexander Hammond escribió en su perfil acerca de Gutenberg, “Gracias a un préstamo de su cuñado, Arnold Gelthus, fue capaz de construir una imprenta operativa en 1450”. Inicialmente, Gutenberg promovía su innovación como una manera de permitir que los monjes reproduzcan textos religiosos a un paso mucho más acelerado. Él mantenía dos imprentas: una para la biblia y otra para los textos comerciales. Para 1455, imprimió las primeras 180 copias de la “Biblia de Gutenberg”. La imprenta demostró ser un éxito inicial, permitiendo que Gutenberg contrate aprendices y disemine localmente el conocimiento acerca de cómo realizar impresiones. Desafortunadamente, una demanda por parte de un inversor lo dejó casi en la bancarrota.

La ciudad de Mainz continuó deteriorándose en un círculo vicioso, conforme un periodo de declive económico culminaba en una guerra entre los dos arzobispos rivales. La Contienda Diocesana de Mainz, también conocida como la Guerra Baden-Palatina, sucedió entre 1461 y 1462. Los combatientes pelearon por el trono del Electorado de Mainz. Luego de una elección reñida para convertirse en el nuevo Arzobispo de Mainz, tanto Diether de Isenburg (el ganador por un pequeño margen) y Adolph de Nassau se declararon el arzobispo legítimo. Con la ayuda de sus respectivos aliados políticos, Diether y Adolph se fueron a la guerra. Diether había hecho enemigos tanto del papa como del Emperador Sacro Romano Federico III, y estos dos por lo tanto respaldaron a Adolph. Muchas personas en la ciudad de Mainz, incluyendo el consejo de la ciudad, continuaron respaldando a Diether, quien se negó a abandonar la ciudad o su trono de arzobispo.

Adolph y sus tropas saquearon la ciudad y, eventualmente, Adolph prevaleció tomando el poder. En 1465, el Arzobispo Adolph reconoció las contribuciones de Gutenberg al progreso humano concediéndole una posición en su corte y un estipendio anual importante, permitiendo que Gutenberg viva el resto de su vida con una relativa paz y comodidad en Mainz, donde está enterrado.
Si pudiese visitar Mainz durante el saqueo de la ciudad, hubiese presenciado una escena de una terrorífica violencia y destrucción. También hubiese visto el éxodo de los habitantes de la ciudad huyendo. Algunas de estas personas portaban conocimientos que cambiarían la historia.

Casi todos los Centros de Progreso destacados hasta ahora han contribuido al progreso durante eras de relativa paz y prosperidad, pero en Mainz, ese no fue el caso. En cambio, la inestabilidad de la ciudad se convirtió en el factor catalizador del cambio. La turbulencia económica y política de la ciudad condujo a muchos artesanos al exilio, incluyendo a los aprendices de imprenta de Gutenberg, esparciendo así el conocimiento del arte de la imprenta alrededor del continente europeo con una velocidad increíble.
Según algunos cálculos, para la década de 1470, apenas una década después, cada ciudad europea principal tenía empresas de imprenta, y para los 1500s, alrededor de cuatro millones de libros habían sido impresos y vendidos. La capacidad de reproducir la palabra escrita tan rápidamente trajo consigo la difusión de ideas nuevas. Desde la Reformación Protestante hasta la Ilustración y el surgimiento de nuevas formas de gobierno, varias transformaciones sociales masivas se dieron en gran medida debido a las posibilidades presentadas por la palabra impresa.

“Cada vez que el costo de la prensa cae rápidamente, se permite que más personas se expresen, y se obtiene una mayor diversidad de voces”, según el historiador estadounidense Bill Kovarik, explicando que esto impacta en la distribución de poder en la sociedad y desata cambios sociales. Hoy, la revolución digital ha reducido todavía más el costo de diseminar ideas y conocimiento, continuando la revolución en comunicaciones que empezó con la tienda de imprenta de Gutenberg en Mainz.
Plagada por la violencia y los problemas económicos, Mainz durante el siglo 15 era un sitio improbable de progreso. Pero la invención que se esparció con una velocidad increíble debido a la diáspora de personas dedicadas a la imprenta fue determinante para el futuro del progreso humano. La imprenta finalmente ayudó a erosionar el poder de los gremios y de la nobleza, las mismas facciones en guerra que causaron tantos problemas en Mainz. Al democratizar la difusión de información, la imprenta permitió la proliferación de todo desde texto científicos y médicos hasta tratados filosóficos y políticos. Por estas razones, Mainz, la ciudad responsable por la adopción rápida en Europa de la imprenta, es nuestro quinceavo Centro de Progreso.

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 5 de noviembre de 2020.

Centros de Progreso, 
Chelsea Follett destaca la importancia de la Amsterdam de la Era de Oro Holandesa, por su apertura al comercio, su tolerancia religiosa, y sus innovaciones financieras y de negocios.
Hoy presentamos la edición No. 16 de una serie de artículos publicados por HumanProgress.org llamada Centros de Progreso. ¿Dónde sucede el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Nuestra columna proveerá una breve introducción a los centros urbanos que fueron los sitios de importantes avances en la cultura, la economía, la política, la tecnología, etc.

Nuestro dieciseisavo Centro de Progreso es Amsterdam entre la fundación de la república en 1581 y la invasión militar francesa en 1672. Durante la Era de Oro Holandesa, Amsterdam fue un centro temprano de globalización, siendo el ejemplo de la apertura a las ideas, personas y productos foráneos. En el siglo 17, los holandeses abrieron una red global de comercio con al Oriente Lejano y constituyeron una porción cada vez mayor del comercio mundial. La ciudad también era notablemente tolerante cuando se trataba de las libertades religiosas e intelectuales. Los filósofos controversiales y los refugiados religiosos ambos encontraron un lugar seguro en la ciudad. Amsterdam sirvió como la central de la primera corporación multinacional del mundo, la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, que fue fundada en 1602. Amsterdam puede llevarse el crédito por ser el hogar de la primera bolsa de valores, que ha funcionado de manera continua desde principios del siglo 17, y que es comúnmente considerada como el mercado de títulos y valores realmente más antiguo del mundo.

Conforme el comercio y las finanzas enriquecieron a la ciudad, Amsterdam también se volvió una líder global en ciencias y arte.
Hoy, la ciudad portuaria de Amsterdam sirve como la capital de Países Bajos, pero no es el sitio del gobierno del país, que se encuentra en La Haya. También es la ciudad más poblada de Países Bajos. La ciudad es conocida como “La Venecia del Norte” debido a sus múltiples canales que datan desde el siglo 17 y que han sido reconocidos por la UNESCO como un Sitio Patrimonio de la Humanidad. Las murallas de la ciudad fueron construidas entre 1883 y 1920, conocidas como la Línea de Defensa de Amsterdam, comprenden otro Sitio Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
La ciudad es famosa por su vida nocturna y muchos sitios históricos y museos como el Museo de Van Gogh. El palacio real de Holanda también está en Amsterdam, aunque la actual familia real no usa el palacio como su residencia principal. La ciudad sigue siendo el centro comercial de Países Bajos así como también uno de los principales centros financieros de Europa. Amsterdam también es una de las ciudades más multiculturales del mundo, con al menos 177 nacionalidades distintas representadas entre sus residentes. Ese grado extraordinario de multiculturalidad es parte del tejido antiguo de la ciudad.

Amsterdam toma su nombre de los orígenes de la ciudad como una aldea de pescadores que surgió en el siglo 12 en una zona plana y baja cerca de una represa en el río Amstel. Partes de Amsterdam están debajo del nivel del mar, sobre tierra que los holandeses recuperaron exitosamente de los lagos, los manglares y el Mar del Norte. Como el escritor sueco Joakim Book lo expresó, “Durante siglos, las personas que vivían a lo largo de las costas atlánticas han escarbado y colocado diques en ciertas zonas cuando la marea subía, gradualmente secando los manglares salados y expandiendo la tierra…Hoy más de un tercio del territorio de este próspero país del norte de Europa se encuentra debajo del nivel del mar…los holandeses tienen uno los sistemas anti-inundación más sofisticados de cualquier parte del mundo”. Incluso hoy, los holandeses se encuentran entre los mejores ingenieros hidráulicos del mundo, y la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles colocó a los sistemas de protección de agua del país en su lista de las Siete Maravillas del Mundo Moderno.
Históricamente, Amsterdam no solo era el centro del ingenio, pero de la tolerancia y la apertura. Durante las guerras religiosas de Europa, Amsterdam fue el refugio de los protestantes de vario tipo, incluyendo los hugonotes franceses. La ciudad se enorgullecía de concederle libertad de conciencia (geweten) a todos sus residentes, lo cual era consistente con las creencias de la facción calvinista que dominaba la ciudad. La tolerancia de la ciudad no satisfacía los estándares modernos, por supuesto.

Las señales públicas del catolicismo eran ilegales, y las Iglesias Católicas debían satisfacer criterios sumamente restrictivos y permanecer escondidos de la vista pública. Pero, en una era en que la intolerancia religiosa podía ser letal, e incluso en la que distintas denominaciones Protestantes muchas veces se oponían ferozmente entre sí, Amsterdam adoptó una estrategia de relativa apertura. Los habitantes de Amsterdam le daban la bienvenida y buscaban a los extranjeros bien calificados y ricos de diversos credos, viendo a los intelectuales y comerciantes bien conectados a nivel internacional como miembros valiosos de la sociedad. Ellos hicieron eso en momentos en los que muchos otros países europeos estaban volviéndose más aislados e intolerantes de otras religiones.
Amsterdam se convirtió en una boyante metrópolis conforme la población se duplicó hasta llegar a alrededor de 50.000 entre 1570 y 1600. Para el año 1600, un tercio de los residentes de Amsterdam habían nacido en el extranjero.
Amsterdam también era el centro de la comunidad judío-holandesa. La revuelta en contra de los españoles que condujo a la fundación de la República Holandesa y desató la Era de Oro del país también condujo a un flujo entrante de judíos ibéricos en busca de una mayor libertad religiosa.

Amsterdam pronto le dio la bienvenida a los refugiados judíos de la Guerra de Treinta Años (1618-1648) y de la Guerra Cosaca-Polaca (1648-57). Hasta este día, uno de los apodos de la ciudad es “Mokum”, una palabra en yiddish que significa “lugar” o “refugio seguro” (siglos después, durante la Segunda Guerra Mundial, Anne Frank y su familia célebremente se escondieron de la persecución de los Nazis en una casa de canal en Amsterdam que fue construida en el siglo 17). La tolerancia de Amsterdam ayudó a la ciudad a crecer. Para la década de 1660, casi al final de la Época de Oro Holandesa, la población de la ciudad superó las 200.000 personas. Esa es aproximadamente la misma población de Madison, Wiconsin hoy (Para poner esto en perspectiva, la ciudad más grande en ese entonces era probablemente Constantinopla o Pekín, ambas con más de 700.000 personas).
Amsterdam fue central a la Era de Oro Holandesa, cuando los países bajos pasaron de ser una nación pequeña y oscura en el Mar del Norte a ser uno de los países más influyentes del mundo. De hecho, Amsterdam ha sido denominada la “capital de la Edad de Oro”. Por lo tanto se puede decir que el surgimiento de los Países Bajos se derivó de una expansión económica rápida y continua centrada en Amsterdam.

Entre las principales exportaciones holandesas se encontraban el queso y el pescado del Mar del Norte, como el arenque. En 1602, varias empresas holandesas que competían entre sí unieron fuerzas para conformar la primera corporación multinacional del mundo, con sede en Amsterdam. La Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales facilitó el comercio con la India Mogol durante su periodo de pre-industrialización. La empresa importaba productos como textiles y sedas, proveía las embarcaciones, y se diversificó hacia otras actividades comerciales. Por su complejidad, ha sido llamada como una precursora de los conglomerados. La Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales también ha sido llamada la precursora de la corporación moderna. La mega-corporación era tanto una empleadora trans-continental como una pionera de la inversión extranjera directa. La formación de la empresa fue probablemente un episodio clave en el amanecer del capitalismo moderno. Debe notarse que la empresa estuvo, espantosamente, también relacionada con el comercio holandés de esclavos y el expansionismo colonial. La esclavitud todavía era común en muchas sociedades de la época, y los colonizadores holandeses no eran la excepción.

La apertura al comercio de Amsterdam se extendió más allá de los productos y servicios tradicionales; los habitantes de Amsterdam también intercambiaban acciones. Es cierto que Brujas fue el lugar de la primera bolsa de valores, donde los itinerantes banqueros italianos comercializaban títulos y valores en el hotel de la familia Van der Buerse (lugar del cual se derivó la palabra bourse) a principios del siglo 15.
Sin embargo, la mayoría de los académicos están de acuerdo en torno a que Amsterdam se puede llevar el crédito por ser el lugar de la primera bolsa de valores en el sentido moderno. La Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales estableció la Bolsa de Valores de Amsterdam en 1602, y la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales no solo se convirtió en la primera corporación moderna, sino también la primera corporación en el mundo que estuvo registrada en una bolsa de valores.

El comercio a larga distancia por barco era una empresa riesgosa, viajando los productos desde Asia hacia Europa y corriendo estos el riesgo de ser perdidos en naufragios o por el robo de piratas. La bolsa de valores permitía a la empresa esparcir los riesgos (así como también los dividendos) del comercio internacional entre un grupo amplio de inversores. Cuando el viaje acababa en un naufragio, ninguna entidad individual tenía que asumir el costo total de la perdida. Cuando una expedición era exitosa, muchos inversores se beneficiaban. Los accionistas pronto obtuvieron la capacidad de transferir sus acciones a terceras partes, y para mediados del siglo 17, la floreciente bolsa de valores inspiró la formación de “clubes de comercialización” alrededor de Amsterdam. Esos clubes se reunían en las cafeterías u hoteles alrededor de la ciudad para discutir las transacciones y cultivaron una creciente comunidad de comercializadores. Los Países Bajos fueron también, desafortunadamente, el hogar de la gran burbuja financiera especulativa, cuando el precio contractual del bulbo de tulipán se disparó en el mercado a futuros hasta llegar a niveles sin precedente antes de colapsar en 1637.

El historiador francés Fernand Braudel cuestionó la visión ampliamente difundida de que Amsterdam fue el lugar de la “primera bolsa de valores moderna”, pero concedió que la bolsa de valores de Amsterdam tuvo una importancia histórica: “Lo que era nuevo en Amsterdam era el volumen, la fluidez del mercado y la publicidad que recibió, y la libertad especulativa de las transacciones”. En pocas palabras, la cantidad de actividad comercial que se dio en la Bolsa de Valores de Amsterdam no tenía precedentes.
Amsterdam se volvió cada vez más próspera, gracias a su papel como un centro financiero y como un jugador clave en el comercio internacional. Conforme la República Holandesa se volvió uno de los países más ricos del mundo, los holandeses destinaron cada vez más fondos a la ciencia y las artes. Durante esa época, los holandeses inventaron la microbiología, descubrieron la luna Titán de Saturno e inventaron el reloj de péndulo. La Era de Oro Holandesa también produjo algunos de los pintores más amados en la historia como Rembrandt (1606-1669), quien trabajó en Amsterdam, y Vermeer (1632-1675), quien vivió en Delft pero recibió financiamiento artístico de residentes de Amsterdam, incluyendo al comerciante de sedas y colector de arte Hendrick Sorgh (1666-1720).

La conocida tolerancia de Amsterdam atrajo pensadores de vanguardia como el filósofo francés René Descartes (1596-1650) y el inglés considerado “padre del liberalismo”, John Locke (1632-1704), para que se refugiaran momentáneamente allí. La atmósfera de la ciudad también le dio a los residentes nativos como el filósofo Baruch Spinoza (1632-1677) la libertad intelectual para explorar sus ideas. Amsterdam estaba dispuesta a imprimir muchos libros controversiales que otras ciudades europeas no podían, alentando a varios intelectuales en el extranjero —como el filósofo político inglés Thomas Hobbes (1588-1679)— a coordinar esfuerzos para que sus libros fuesen impresos en dicha ciudad holandesa.

La Era de Oro Holandesa llegó a un final abrupto en 1672, que es comúnmente llamado el “Año desastre”, cuando irrumpió la guerra Franco-Holandesa. Las tropas francesas y sus aliados causaron una gran destrucción en Países Bajos. Los holandeses solo lograron detener el avance de Luis XVI inundando intencionalmente su país. Los holandeses habían desarrollado un ingenioso sistema de defensa llamado la Línea de Agua Holandesa. La Línea de Agua Holandesa podía inundar rápidamente la nación y transformar a Países Bajos en algo muy parecido a una serie de islas. Los holandeses usaban su inundación intencional como una táctica militar desde la Guerra Holandesa de la Independencia (1568-1648), pero la Línea de Agua Holandesa llevó este concepto a otro nivel. Los holandeses deliberadamente inundaron su país con una capa de agua que era lo suficientemente profunda como para impedir que unas fuerzas armadas invasoras pueden avanzar a pie, pero con insuficiente profundidad como para que puedan atravesar las embarcaciones. La inundación detuvo totalmente los movimientos a lo largo de Países Bajos y detuvo la invasión francesa.

Quizás ninguna ciudad ejemplifica de mejor manera los beneficios de la apertura social y de la globalización temprana como la Amsterdam de la Era de Oro Holandesa. Al darle la bienvenida a las personas, productos, e ideas extranjeras, lo que empezó como una pequeña aldea de pescadores se convirtió en la próspera capital global de la filosofía, la ciencia, y el arte. El comercio de largo alcance, las nuevas estructuras corporativas, las innovaciones en finanzas y la ingeniería, y la aceptación de los refugiados intelectuales y religiosos, todos ayudaron a hacer de Amsterdam exitosa. Por sus múltiples logros innovadores y por la subyacente apertura que ayudó a hacerlos posibles, Amsterdam del siglo 17 merece ser nuestro dieciseisavo Centro del Progreso.

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 23 de agosto de 2021.

Centros de Progreso, 
Chelsea Follett destaca la importancia de Paris como la base geográfica de la Ilustración Francesa.
Hoy presentamos la edición No. 17 de una serie de artículos publicados por HumanProgress.org llamada Centros de Progreso. ¿Dónde sucede el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Nuestra columna proveerá una breve introducción a los centros urbanos que fueron los sitios de importantes avances en la cultura, la economía, la política, la tecnología, etc.

Nuestro décimo séptimo Centro de Progreso es Paris, algunas veces llamada el “escenario central” o el “hogar” de la Ilustración. Los salones y cafeterías de Paris en el siglo 18 aportaron un lugar para las conversaciones intelectuales en las que los philosophes dieron nacimiento a la llamada Era de la Ilustración. La Ilustración era un movimiento que promovía los valores de la razón, el conocimiento basado en la evidencia, la exploración libre, la libertad individual, el humanismo, el gobierno limitado, y la separación de la iglesia y el estado. Mientras que una comunidad intelectual de larga distancia, conocida como la República de las Letras (Respublica literaria), fomentó la comunicación entre intelectuales a través de las fronteras y océanos, Paris sin embargo sirvió como un centro geográfico importante de la vida intelectual. Conforme Paris se convirtió en la capital global de la filosofía, conocida por sus intelectuales que cuestionaban las creencias tradicionales, se ganó el podo de “la Ciudad de la Luz” (“la Ville Lumière”). Es innegable que los pensadores de la ciudad y el mas amplio movimiento de la Ilustración alteraron la historia. Algunos académicos como el psicólogo de la Universidad de Harvard Steven Pinker le atribuyen a los valores de la Ilustración gran parte del progreso científico y moral que la humanidad ha logrado desde ese entonces.

Hoy, Paris sigue siendo la capital de Francia y su ciudad más poblada, con más de dos millones de residentes. La ciudad continúa sirviendo como un centro importante de diplomacia, comercio, alta moda, cocina, ciencias, y las artes, como lo ha hecho desde al menos el siglo 17. Paris es uno de los principales destinos turísticos del mundo, conocida por sus hitos arquitectónicos, museos, restaurantes, y su encantadora atmósfera. Por su reputación romántica, uno de los apodos de la ciudad es “la Ciudad del Amor”. Paris es por lo tanto un destino popular para realizar bodas y pasar la luna de miel. La mística que Paris sostiene sobre el imaginario público es difícil de describir, pero las palabras del físico teórico ganador del Premio Nobel Walter Kohn tal vez resumen de mejor forma el aspecto de la ciudad que nos concierne: “Paris de alguna forma se presta a las nuevas ideas conceptuales… Hay una cierta magia en esa ciudad”.

El sitio donde ahora se encuentra Paris ha sido habitado desde alrededor de 7600 AEC. Los museos de la ciudad contienen artefactos arqueológicos que datan desde la Edad de Piedra hasta el Imperio Romano, aunque esos no son periodos de la historia comúnmente asociados con Paris. Lo que empezó como un pequeño asentamiento a lo largo de los bancos del Río Sena, creció rápidamente en población e importancia política. Paris obtiene su nombre de una tribu celta de la Era de Hierro, los Parisii, quienes fortalecieron el área alrededor de 225 AEC. En 52 AEC, los romanos conquistaron el sitio y lo llamaron Lutetia Parisiorum, Pantano de los Parisii. Para el tercer siglo EC, las tribus germánicas locales retaron el gobierno romano de la ciudad. Para fines del quinto siglo EC, Paris cayó bajo el control total de los Francos, una confederación de tribus germánicas. En 508 EC, los Francos hicieron de Paris su capital. En 843 EC, el reino de Francia se dividió, con el Este de Francia convirtiéndose en el estado antecesor de Alemania y el Oeste de Francia convirtiéndose en la versión más temprano del Reino de Francia. Conforme la influencia política de Francia se expandía a lo largo de los siglos, Paris se volvió un importante centro económico y cultural.
En el siglo 18, el centro del debate intelectual de vanguardia se desplazó desde las universidades hacia las cafeterías y salones, donde los pensadores controversiales podían encontrar respaldo financiero. La adopción del café en Europa sustituyó el consumo continuo en el continente de alcohol, un depresivo, con cafeína, un estimulante, y las cafeterías se convirtieron centros de debate de política y filosofía. Las mujeres jugaron un papel importante, aunque desigual, en la Ilustración. Las mujeres ricas o bien conectadas conocidas como las salonnières —como Marie Thérèse Rodet Geoffrin (1699-1777), que algunas veces es llamada la inventora del salón de la Ilustración— fueron anfitrionas de las reuniones intelectuales exclusivas de la era. Incluso a las mujeres de clase alta en ese entonces se les negaba oportunidades educativas formales, pero los salones sirvieron como una manera socialmente aceptada de que las mujeres se involucren en la vida intelectual. Otras salonnières importantes incluyeron a Jeanne Julie Eléonore de Lespinasse (1732-1776) y Suzanne Necker (1739-1794), la esposa suiza del ministro de finanzas del Rey Luis XVI.

En los salones de la era de la Ilustración, los nobles y otros financistas ricos se mezclaban con artistas, escritores, y filósofos que buscaban el patrocinio y oportunidades para discutir y diseminar su trabajo. Las reuniones le dieron a filósofos controversiales, a los que se les hubiera negado la libertad intelectual de explorar sus ideas en la academia, la libertad para desarrollar agua críticas a las normas e instituciones existentes. Entre los pensadores influyentes parisinos y basados en Paris del periodo se encuentran el Barón de Montesquieu (1689-1755); François-Marie Arouet, mejor conocido por su nombre de pluma Voltaire (1694-1778); el expatriado ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778); y el escritor Denis Diderot (1713-1784).
Mientras que los salones eran famosos por las conversaciones sofisticadas y los debates intensos, fue la escritura de cartas lo que le dio a las ideas de los philosophes un amplio alcance. Una comunidad de intelectuales que abarcaba gran parte del mundo occidental —conocido como la República de las Letras— cada vez más se involucró en el intercambio de ideas que empezó en los salones de Paris. Por lo tanto, el movimiento de la Ilustración basado en Paris ayudó a estimular experimentos radicales de pensamiento similares en otras partes (como la Ilustración Escocesa que es el objeto de nuestro próximo Centro de Progreso).

Gracias en parte al financiamiento y la retroalimentación provista por los clientes de los salones, los philosophes de Paris pusieron muchas de sus ideas en papel. En 1748, Montesquieu publicó El espíritu de las leyes, obra que defendía la separación de los poderes del estado. Él sostenía que ninguna rama o parte del gobierno debería tener demasiado poder en relación a cualquier otra, lo cual en ese entonces fue una propuesta innovadora.
En 1751, Diderot ayudó a crear la Encyclopédie, entre las primeras enciclopedias modernas para propósitos generales. Durante más de 27 años, sirvió como su editor principal y ayudó a producir 28 volúmenes distintos de la Encyclopédie. Esta serie controversial de libros fue prohibida tanto por la Iglesia Católica como por el gobierno francés, así que él tuvo que esconderse para completar los últimos volúmenes. La producción de la Encyclopédie ha sido llamada el logro intelectual transcendental de la Ilustración Francesa.

En 1759, Voltaire publicó su obra más conocida, Candide, una novela sarcástica que fue ampliamente prohibida por sus críticas de las instituciones religiosas y políticas. Mientras que era parisino de nacimiento, Voltaire pasó relativamente poco tiempo en París debido a frecuentes exilios provocados por la ira de las autoridades francesas. El tiempo de Voltaire escondido en Londres, por ejemplo, le permitió traducir los trabajos del filósofo político y “padre del liberalismo” John Locke, así como también los trabajos del matemático y físico inglés Isaac Newton.
En 1762, Rousseau publicó El contrato social, obra que argumentaba, entre otras cosas, que las leyes deberían reflejar “la voluntad del pueblo” y que los monarcas no deben tener el “derecho divino” a gobernar. Esta obra también fue censurada. Sus ideas demostraron ser influyentes entre los líderes de la Revolución Francesa una generación después (1789-99). Dicho esto, algunos académicos consideran que Rousseau fue una figura contraria a la Ilustración debido a su escepticismo frente a la moderna sociedad comercial y a una visión sumamente romántica de la existencia primitiva.

La Ilustración floreció en el siglo 18 en Paris en gran medida debido a los esfuerzos y la generosidad de individuos privados. Hubo muchos intentos por parte de las autoridades de ahogar las nuevas ideas que cuestionaban el orden existente. El gobierno francés muchas veces censuró o prohibió las obras y exilió a los intelectuales. Pero el financiamiento privado, canalizado hacia pensadores innovadores mediante los salones, permitió que las nuevas ideas asienten raíces y prosperen.

Otros desarrollos culturales también estaban dándose en Paris en ese entonces. La ciudad es el lugar de nacimiento de la alta cocina y los restaurantes sofisticados. Durante la década de 1760 y 1770, los primeros restaurantes modernos surgieron en Francia. En 1782, el chef de pastelería del futuro Louis XVIII, Antoine Beauvilliers (1754-1817) abrió el primer establecimiento de alta cocina en Paris. Conforme la monarquía se debilitó y más chefs de la corte abandonaron su posición para abrir nuevos restaurantes, los nuevos ricos ayudaron a mantener los nuevos establecimientos y financiar el desarrollo de las artes culinarias. La cocina francesa sigue siendo un logro cultural importante que continúa siendo una fuente de orgullo para los parisinos.
Durante el siglo 18, Paris también fue un centro para la música y la ópera, la pintura (particularmente dentro de los movimientos artísticos barroco, rocallo y neoclásico) y la moda (conforme la ciudad lo había sido gracias a las vestimentas elaboradas de la corte del Rey Sol). Pero fueron las nuevas ideas de la Ilustración las que definieron a la ciudad en esa era y últimamente transformaron al mundo. Los ideales de la Ilustración ayudaron a producir la Revolución Francesa, la cual causó un terrible derrame de sangre y caos, pero también mostró que era posible repensar instituciones que datan de siglos atrás.

En otras palabras, al proveer un punto de base para la Ilustración y la amplia República de las Letras, Paris ayudó a esparcir nuevas ideas que últimamente darían paso a nuevas formas de gobierno. Los ideales de la Ilustración del republicanismo, la separación de poderes estatales, la separación de iglesia y estado, y el respeto por las libertades civiles, ayudaron a animar las revoluciones francesa y americana. El énfasis de la Ilustración en la razón y la evidencia ayudaron a sentar las bases para las innovaciones que cambiaron las vidas de todos tanto en la ciencia como en la tecnología. La Ilustración, de algunas maneras, ayudó a construir el camino hacia la posterior Revolución Industrial, un punto de inflexión que creó una riqueza sin precedente y eventualmente aumentó la calidad de vida hasta niveles anteriormente inconcebibles.
Gracias a las nuevas tecnologías, el apodo de la ciudad, la Ciudad de la Luz, desarrolló un doble significado, conforme Paris se volvió una de las primeras ciudades en instalar luces de gas a lo largo de sus avenidas y monumentos en el siglo 19. Entre 1853 y 1870, Paris instaló alrededor de 15.000 luces de gas en las calles. El siglo 19 también vio los logros artísticos parisinos alcanzar nuevas alturas con la construcción de maravillas arquitectónicas como la icónica Torre Eiffel y la producción de obras maestras del movimiento impresionista y post-impresionista. Hubo demasiados pintores innovadores franceses en la era como para nombrarlos todos. Aún así, algunos de los mas influyentes incluyen a Monet, Paul Cézanne, Edgar Degas, Édouard Manet, Pierre-Auguste Renoir, Georges-Pierre Seurat, Henri Rousseau, y Vincent Van Gogh. Esa era también vio la literatura francesa alcanzar nuevas alturas con escritores bien conocidos como Victor Hugo, Honoré de Balzac, y Alexandre Dumas.

Hoy, Paris continúa siendo conocida alrededor del mundo como el centro de la alta cultura. Sin embargo, ya no tiene la misma reputación que tuvo en el siglo 18 como la capital intelectual del mundo.
Mediante un florecimiento del financiamiento privado de ideas nuevas, incluyendo las controversiales, Paris del siglo 18 se convirtió en la cuna de la Ilustración y la base geográfica de la República de las Letras de amplio alcance. La ciudad ha realizado muchas otras contribuciones notables, particularmente en las áreas de la alta cultura, incluyendo la pintura, la música, el diseño de moda, y las artes culinarias. Pero las principales contribuciones de la ciudad al progreso humano fueron las ideas que alteraron al mundo que surgieron entre los pensadores parisinos en la era de la Ilustración. Paris por lo tanto merece ser nuestro decimoséptimo Centro de Progreso.

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 1 de septiembre de 2021.

Centros de Progreso, 
Chelsea Follett resalta la importancia de Edimburgo, ciudad que fue el corazón de la Ilustración Escocesa.
Hoy presentamos la edición No. 18 de una serie de artículos publicados por HumanProgress.org llamada Centros de Progreso. ¿Dónde sucede el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Nuestra columna proveerá una breve introducción a los centros urbanos que fueron los sitios de importantes avances en la cultura, la economía, la política, la tecnología, etc.

Nuestro Centro de Progreso No. 18 es Edimburgo. La ciudad estuvo en el corazón de la Ilustración Escocesa —un periodo vital en la historia intelectual que va desde el siglo 18 hasta principios del siglo 19. Los pensadores de la Ilustración Escocesa realizaron grandes avances en economía, matemáticas, arquitectura, medicina, poesía, química, teatro, ingeniería, arte de retrato y geología.
Hoy, Edimburgo sigue siendo el centro intelectual y cultural de Escocia, así como también su capital. El nombre de la ciudad proviene de una vieja palabra celta, Eidyn, que es el nombre del área y burgh, que significa fortaleza. Una ciudad montañosa en la costa este de Escocia, Edimburgo es el lugar de un famoso castillo que data desde al menos el siglo 12. El castillo de Edimburgo es la atracción turística más visitada de Escocia, recibiendo más de 2 millones de visitantes solo en 2019. En la ciudad también se encuentra la Universidad de Edimburgo, una de las universidades más prestigiosas de Escocia. Los apodos de Edimburgo incluyen Auld Reekie (Vieja Humeante) por las chimeneas humeantes del barrio viejo. La ciudad también es llamada algunas veces Auld Greekie, o la “Atenas del Norte”, por el papel de la ciudad como un centro para la filosofía. El barrio viejo medieval de Edimburgo y el barrio nuevo neoclásico en conjunto conforman un solo sitio Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO.

La evidencia arqueológica sugiere que el área donde Edimburgo se encuentra ahora ha sido habitada desde al menos 8.500 AEC. Las personas de las tribus celtas fueron los principales habitantes. A lo largo de los siglos, el área fue gobernada por varios pueblos, incluyendo los celtas bretones que hablaban galés. Edimburgo cayó bajo el dominio escocés alrededor de 960 EC, cuando el Rey Indulf el Agresor tomó control del asentamiento. Edimburgo se convirtió la capital escocesa en 1437, reemplazando a Scone.
Escocia en el siglo 18 acababa de atravesar décadas de turbulencia política y económica. La disrupción fue provocada por el derrocamiento de la Casa de los Stuart por parte de la Casa de los Orange, las rebeliones jacobitas, el fracasado y costoso esquema de Darien, la hambruna, y la Unión de Escocia e Inglaterra en 1707. Aún así Escocia, particularmente Edimburgo, se embarcarían en un emocionante viaje nuevo.
Si podría visitar Edimburgo durante la Ilustración Escocesa, encontraría una ciudad fría, compacta y amurallada de grandes calles de piedra.
El autor escocés James Buchan ha descrito la ciudad de esa época como “Inconveniente, sucia, anticuada, alcohólica, combativa y pobre”. Pero a través de la neblina, se podía ver la luz cálida en las ventanas de los edificios de las universidades, los hogares que recibían a las sociedades y clubes de lectura, y en las tabernas que servían morcilla escocesa y whisky a clientes que discutían filosofía. La ciudad estaba viva con la energía de nuevas ideas y el espíritu de la exploración científica. Mientras que Edimburgo era entonces una ciudad de apenas 40.000 residentes, estaba llena de mentes grandiosas abordando grandes preguntas.

Ayudó que la cultura religiosa de la ciudad le diera la bienvenida a las nuevas ideas. La Iglesia Presbiteriana dominante acababa de realizar una exitosa campaña de alfabetización. Escocia, entonces uno de los países más pobres de Europa, gozaba tal vez de la tasa de alfabetización más alta del mundo. La facción gobernante dentro de la Iglesia Presbiteriana estaba constituida de clérigos moderados y con mente abierta. Esos moderados forjaron lazos cercanos con muchas de las figuras clave de la Ilustración y alentaron su trabajo. También había una facción más conservadora dentro de la Iglesia Presbiteriana que despreció el trabajo de los académicos de la Ilustración e incluso trató de excomulgar al filósofo David Hume (1711-1776) por hereje. La mejor conectada facción moderada dentro de la Iglesia protegió a Hume de la excomulgación. El Reverendo Presbítero moderado William Robertson (1721-1793) se convirtió en el rector de la Universidad de Edimburgo y fundó una de las sociedades intelectuales más destacadas de la Ilustración Escocesa en 1750. La Sociedad Selecta de Edimburgo de Robertson contaba entre sus miembros a luminarias como Hume, el filósofo e historiador Adam Ferguson (1723-1816) y el economista Adam Smith (1723-1790).

De manera muy similar a los salones parisinos de la Ilustración Francesa, las numerosas sociedades de lectura y los clubes intelectuales de hombres que surgieron alrededor de Edimburgo hicieron posible el éxito de la sociedad. A diferencia de París, donde las mujeres muchas veces hacían de anfitrionas en los salones, las normas sexistas culturales excluían a las mujeres de las reuniones intelectuales en Edimburgo, con excepciones raras como aquella de la poetiza y miembro de la alta sociedad Alison Cockburn (1712-1794). Una mujer moderna no desearía vivir en la Edimburgo del siglo 18, pero los hombres de esa época encontraron a estos clubes como algo sin precio. El escritor francés Voltaire dijo en 1762 que “hoy es de Escocia que nosotros [los europeos] obtenemos las normas de gustos en todas las artes, desde la poesía épica hasta la jardinería”.
Escocia dejó su marca en el mundo literario, produciendo figuras como el inigualable poeta Robert Burns (1759-1796) y el novelista Sir Walter Scott (1771-1832). Escocia también fue pionera fue pionera en los nuevos gustos de paisajismo, arquitectura y diseño interior. Eso fue gracias en gran medida al arquitecto Robert Adam (1728-1792), criado y educado en Edimburgo. Junto con su hermano James (1730-94), desarrolló un nuevo acercamiento a la arquitectura conocido como el “estilo Adam”, el cual influyó muchas residencias durante el siglo 18 en Inglaterra, Escocia, Rusia y EE.UU. después de su independencia, donde evolucionó hasta convertirse en el llamado “estilo federal”. Escocia también lideró el camino hacia el arte de retratos, gracias a los pintores que marcaron tendencia como Allan Ramsay (1713-1784) y Sir Henry Raeburn (1756-1823).

Mientras que la Ilustración Escocesa produjo muchas contribuciones a las artes y humanidades, también dio paso a trabajos pioneros en las ciencias. Thomas Jefferson, en 1789, escribió, “Hasta donde concierne la ciencia, ningún lugar en el mundo puede pretender competir con Edimburgo”. El geólogo de Edimburgo James Hutton (1726-1797) replanteó su campo desarrollando muchos de los principios fundamentales de su disciplina. El químico y físico Joseph Black (1728-1799), quien estudió en la Universidad de Edimburgo, descubrió el dióxido de carbono, el magnesio, y los importantes conceptos termodinámicas del calor latente y específico.
El médico William Cullen (1710-1790) ayudó a hacer de la Escuela de Medicina de Edimburgo el principal centro de educación médica para el mundo angloparlante. Allí ayudó a entrenar muchos científicos notables, incluyendo a Black y al anatomista Alexander Monro Secondus (1733-1817). Este último fue la primera persona en detallar el sistema linfático del ser humano. Sir James Young Simpson (1811-1870), admitido a la Universidad de Edimburgo con tan solo 14 años, llegó a desarrollar la anestesia de cloroformo. Esa invención mejoró significativamente la experiencia de la cirugía para los pacientes. También salvó a la Reina Victoria y muchas otras mujeres del sufrimiento innecesario durante el parto.

La Ilustración Escocesa también avanzó la matemática y la ingeniería. El matemático y profesor de la Universidad de Edimburgo Colin Maclaurin (1698-1746), un niño prodigio que entró a la universidad a los 11 años, hizo contribuciones notables a los campos de geometría y álgebra. El ingeniero civil Thomas Telford (1757-1834), quién trabajó por un tiempo en Edimburgo, fue tan prolífico que se ganó el apodo del Coloso de los Caminos (en alusión a una de las Siete Maravillas del mundo antiguo, el Coloso de Rhodes). El ingeniero e inventor escocés James Watt (1736-1819) mejoró de manera importante el diseño del motor a vapor y ayudó así a suscitar la Revolución Industrial.
El autor estadounidense Eric Weiner ha argumentado que la clave del éxito súbito e inesperado de Edimburgo fue la funcionalidad escocesa. La Enciclopedia Británica, que fue fundada en Edimburgo en 1768 y por lo tanto era un invención de la Ilustración Escocesa, también afirma que detrás de los diversos logros de la ciudad estaban notables desarrollo en la filosofía escocesa, todos tenían una inclinación práctica. Esos desarrollos fueron el escepticismo hacia la llamada escuela racionalista de pensamiento (la que sostenía que todas las verdades podían ser deducidas mediante el uso de la razón por sí sola), un enfoque en los métodos empíricos de exploración científica, el surgimiento de una filosofía de “sentido común” e intentos de desarrollar una ciencia de la naturaleza humana.

La popularización del empirismo estaba entre las mayores contribuciones de la Ilustración Escocesa al progreso humano. Relacionado con esto, “el realismo de sentido común”, avanzado por pensadores como Ferguson, enfatizó las observaciones del mundo real en lugar de las teorías abstractas y sostenía que el hombre no preparado y común era igual a un intelectual en cuestiones de sentido común básico. El realismo del sentido común influyó en el pensamiento de los Padres Fundadores de EE.UU. Thomas Jefferson y John Adams, entre otros. El Tratado sobre la naturaleza humana de Hume (1739), uno de los trabajos filosóficos más influyentes en la historia, estuvo entre los textos fundacionales de la ciencia cognitiva.
El deseo de comprender el comportamiento humano dio paso no solo a la ciencia cognitiva, sino también a la economía. Adam Smith es ampliamente considerado como el fundador de la economía moderna. Su La riqueza de las naciones (1776) estuvo entre los primeros trabajos que se inmiscuyó en cuestiones como la división del trabajo y los beneficios de las economías de libre comercio (en oposición al mercantilismo y el proteccionismo). El trabajo no solo influyó la política económica poco después de su publicación, sino que también ayudó a definir los términos del debate económico durante siglos. Cada pensador económico importante desde Smith, incluyendo aquellos que están firmemente en desacuerdo con él, como Karl Marx, no obstante citan al escocés y lucharon con sus ideas.

Al crear el campo de la economía, Smith ayudó a la humanidad a pensar acerca de las políticas que promueven la prosperidad. Esas políticas, incluyendo la libertad económica que Smith promovía, desde ese entonces han ayudado a mejorar la calidad de vida hasta llevarla a niveles que serían inconcebibles para Smith y sus contemporáneos (explore la evidencia usted mismo).
Edimburgo fue un Centro de Progreso improbable. Una zona pequeña, mal mantenida y poco amigable floreció luego de un siglo de inestabilidad para tomar al mundo por sorpresa. La amplia alfabetización, la mente abierta, los debates intensos en las reuniones intelectuales, y una inclinación práctica contribuyeron a los éxitos de la ciudad. Edimburgo era esencialmente una pequeña ciudad universitaria que apuntó mucho más allá de su peso en los logros humanos. El Padre Fundador estadounidense Benjamin Franklin notó que “la Universidad de Edimburgo poseía de una serie de hombres realmente grandiosos…más que cualquier otro grupo de hombres que alguna vez haya aparecido en cualquier época o país”. Por sus innumerables logros, y particularmente por darle a la humanidad el empirismo y la economía, la Edimburgo en la era de la Ilustración Escocesa es con justa razón nuestro decimoséptimo Centro de Progreso.

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 17 de diciembre de 2020.

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