viernes, 23 de abril de 2021

LIBRO "CÓMO IR A MISA Y NO PERDER LA FE"



NICOLA BUX Y VITTORIO MESSORI

La Misa es pese a todo una gran desconocida, incluso para muchos católicos practicantes. Hace cuarenta años, san Juan Pablo II observaba: “Se nota a veces una comprensión muy limitada del Misterio Eucarístico. Privado de su valor sacrificial, se vive como si no tuviera otro mayor significado y valor que el de un encuentro convival fraterno. ¿Cómo no manifestar un profundo dolor por todo esto? La Eucaristía es un don demasiado grande como para admitir ambigüedades y reducciones”. Este libro explica en un tono divulgativo pero riguroso, no sólo qué es la Misa y su historia, sino también cómo deben los creyentes acudir a ella y qué no es lícito hacer o dejar de hacer en su celebración.
Veinticinco de los 288 apartados de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium están consagrados a las homilías, un signo de la importancia que el Papa Francisco concede a la predicación en misa. De hecho, el 10 de febrero la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos presentó un Directorio Homilético de 150 páginas, que había sido solicitado por el sínodo de 2008, dedicado al a Palabra de Dios, como orientación a los sacerdotes para aprovechar mejor los sermones en beneficio de los fieles.
Para Bux, la reforma de Benedicto XVI busca superar "la idea de que la liturgia pueda ser fabricada", restituir "el rito, el sacramento, en lo sagrado" y restablecer "el derecho de Dios a ser adorado como desea". Entre otras cosas para conseguir esos efectos, en 2007 el hoy Papa emérito liberalizó con el motu proprio Summorum Pontificum la misa tradicional, vigente durante siglos en la Iglesia hasta la reforma postconciliar.
Pero Nicola Bux no plantea sus propuestas sólo para ese rito, sino también para "la forma ordinaria postconciliar si se celebra según las normas establecidas": "Hoy es más necesario aún entender cómo ir a misa, porque cuando se va -y resulta increíble decirlo- ¡se corre el riesgo de perder la fe!". Y eso es porque "la Liturgia cristiana sufre una violencia sutil en nuestro tiempo: sus ritos y símbolos son desacralizados o sustituidos por gestos profanos. Imitando a las ideologías ya en ruinas, se recurre a símbolos hechos por la mano del hombre".
No se trata, pues, sólo de un título audaz y provocador, sino de un peligro real. Para conjurarlo, Bux profundiza a lo largo del libro en lo que es y no es la misa y va proponiendo algunas ideas concretas. He aquí una selección de ellas.

Diez ideas para "reavivar la fe" a través de la misa

1. Homilía.- "La homilía sirve para contrastar el poder mundano que, en todos los tiempos, con modos y grados diferentes, intenta matar la fe a través de la disolución de la moral. Deberá ser siempre extremadamente fiel a la moral, no simplemente respetando los preceptos de ésta, sino intuyendo también lo que pueda ser de mayor provecho para las almas con el fin de tener una relación auténtica con el Señor".

2. La forma de consagrar.- "La Consagración es el momento solemne en el que se manifiesta la continuidad perenne de la Eucaristía. Por eso en la misa el sacerdote, personificando a Cristo, repite religiosamente todos los gestos, cuenta lo que ocurrió en la Última Cena, con características, significado e incidencia diferentes a la parte narrativa que precede": "Cambiando tono y posición, pronuncia lentamente las palabras de la consagración".

3. Ir a comulgar.- "La procesión debe ser lenta para permitir el acto de reverencia personal, inclinación profunda o genuflexión, al cuerpo del Señor. Mientras se administra la Comunión, permanecemos de rodillas en señal de adoración; nos podemos sentar una vez que el sacramento es repuesto de nuevo en el tabernáculo".

4. ¿Se puede de rodillas?- Según la Congregación para el Culto Divino, "la práctica de arrodillarse para recibir la comunión tiene de su parte una tradición de siglos e indica un signo de adoración. El hecho de que el fiel esté de rodillas no constituye motivo para negarle la comunión. El sacerdote que la niega comete un abuso pastoral".

5. Los fragmentos.- "De la gran reverencia hacia el Sacramento viene la precaución de la utilización del platillo o del purificatorio, como los bizantinos, en la distribución de la Comunión, para evitar que la sagrada Hostia, o algún fragmento de la misma, caiga. Jesús está realmente presente también en los fragmentos de la Hostia".

6. Cuidado con la creatividad.- Del mismo modo que el sacerdote "no dice cosas de su coleto, no inventa una doctrina propia, del mismo modo no puede hacer o inventar Liturgias, porque engañaría y llevaría a la idolatría. Cuando rezo o celebro la Misa, tengo que acordarme de que repito las palabras de Otro, soy colaborador de una obra que me precede y me supera".

7. Canciones.- "Hemos asistido a la desaparición del repertorio musical en favor de canciones derivadas de la cultura secular, incompatibles claramente con el Evangelio. Se cede a la música ligera -tal vez con la ilusión de atraer a los jóvenes-, en la que prevalecen el ritmo, la zalamería de las palabras, incluso la utopía y la horizontalidad mundanas".

8. Confesionarios durante la misa.- "Hay que garantizar, sobre todo, la reserva. Muchos fieles admiten que no se confiesan porque ya no están protegidos por la discreción de la rejilla. Además, la experiencia demuestra que al quitar los confesionarios de la vista de los fieles en la nave, donde estaban situados en las iglesias tradicionales, disminuye la idea de confesarse".

9. ¿Dónde está el Santísimo?- "En el postconcilio, del demonio parece haberse ensañado con el Tabernáculo -como es obvio-, desarrollando un conflicto que no parece acabarse: en muchas iglesias el Tabernáculo es colocado en lugares de poca importancia o separados, que no son fáciles de encontrar, o se antepone a él la sede del celebrante que, de esta manera, le da la espalda, algo verdaderamente grave. Así los fieles, al entrar en la iglesia, no se dan cuenta de la presencia del Santísimo Sacramento y no se detienen en adoración".

10. Sin devoción no hay participación.- "La desaparición de los gestos de adoración, el final del silencio en la iglesia y la exhibición de los llamados actores han llevado a los fieles a ser simples espectadores y la Liturgia ha decaído hasta ser un espectáculo en el que se exhiben sacerdotes y ministros, nada que ver con lo que ocurría antes del Concilio, con el agravante de que, si antes los fieles contemplaban en silencio el misterio, ahora lo observan divertidos o aburridos. Sin devoción no hay participación plena. En la Liturgia hay que participar con los cinco sentidos y hay que dejarse cautivar por algo que viene de lo más profundo y de la eternidad. No se trata de una conferencia en la que tienes que entenderlo todo. Comprender la realidad de la Liturgia no es lo mismo que comprender las palabras".

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