Entre los años 1945 y 1959 se aparece nuestra Madre a Ida Peerdemann en Ámsterdam (Holanda).
Se presenta como “Señora de Todos los Pueblos” y habla de un nuevo dogma mariano: María corredentora, mediadora y abogada de todas las gracias.
Pide mucha oración, penitencia y conversión.
Las apariciones tuvieron lugar en su propia casa y fue testigo su director espiritual, el dominico Padre Frehe.
La primera aparición fue el 25 de marzo de 1945.
María le mostró el rosario y le invitó a rezarlo sin descanso.
Fueron 56 apariciones, en la última de ellas el 31-5-1959, la Virgen le mostró el globo terrestre.
En el que se presentaban numerosos rostros humanos de todas las razas.
La aparición concluyó con una visión de la hostia consagrada que irradiaba una gran luz, mientras una voz decía:
“El que me come y bebe, consigue la vida eterna”.
La vidente tenía experiencias de milagros eucarísticos, cuando comulgaba.
El obispo de Haarlem autorizó el culto a La Señora de Todos los Pueblos el 31 de mayo de 1996.
Y el 31 de mayo del 2002 el Obispo J.M. Punt calificó las apariciones de sobrenaturales:
“…he consultado algunos teólogos y psicólogos con relación a los resultados de investigaciones y a las preguntas y objeciones que suscitaban.
Sus consejos apuntan a que no existen impedimentos fundamentales de carácter teológico o psicológico para declarar el origen sobrenatural de las apariciones.
Además, he pedido el consejo de varios colegas obispos, en cuyas diócesis existe una fuerte devoción a María como Señora y Madre de todos los Pueblos, en cuanto a los frutos y el desarrollo de la misma.
Observando así todos estos consejos, testimonios y acontecimientos, y bajo profunda oración y reflexión teológica, he llegado a la conclusión de que las apariciones de Ámsterdam son de origen sobrenatural”.
En el curso de estas revelaciones Nuestra Señora mencionó que ella deseaba ser conocida como “La Señora de Todos los Pueblos”. Ella pidió que se hiciera un dibujo de acuerdo a sus indicaciones (algo similar a la popular imagen en la medalla milagrosa) y que esta se distribuyera junto con una oración que ella le dictó a la visionaria.
Después de la definición dogmática de la Asunción por el Papa Pío XII el 1 de Noviembre de 1950, Nuestra Señora le dijo a Ida que esta definición tenía que preceder “último y mas grande dogma”: el de María Corredentora, Mediadora y Abogada, para los cuales la pintura y la oración iban a preparar el camino.
Nuestra Señora de todos los Pueblos abre entonces la vía al triple y último dogma mariano. La Señora de todos los Pueblos promete que este dogma traerá la verdadera paz al mundo.
El término “Corredentora” jamás pretende disminuir la preponderancia y la universalidad de la obra de mediación de Cristo, sino que se refiere a ella y también muestra la fuerza.
El término “Corredentora” tiene una larga tradición en la Iglesia. Se puede encontrar en los escritos de los Padres de la Iglesia, de santos y de papas. Edith Stein, Maximiliano Kolbe, Padre Pío, Madre Teresa y sor Lucía de Fátima lo han defendido fuertemente en los tiempos actuales. Juan Pablo II ha usado el término varias veces.
Los obispos holandeses resaltan que sólo Cristo es el Mediador entre Dios y el hombre (ver 1Tim 2,5). Todo lo que María da proviene de Él. Sin embargo Ella es también Corredentora porque fue de ayuda en la obra de redención y participó en ésta (ver Lc 1,38).
Mons. J.M. Punt lo expresó de la siguiente manera: “Esencialmente, cada ser humano está llamado a cooperar en la redención a través de Jesucristo, para completar –como escribe San Pablo- en nuestro cuerpo lo que le falta a su sufrimiento. Todas nuestras oraciones, sufrimientos y obras se vuelven redentoras en la medida en la cual el ser humano está unido a Cristo, en la fe y en la vida” (ver Salvifici Doloris No. 25, Papa Juan Pablo II). María tiene un puesto único en todo esto: su maternidad Divina la une en modo supremo con Él, desde el momento de su nacimiento hasta su muerte y más allá.
Concebida sin pecado, fue creada en la plenitud y la libertad original, así como Dios lo quería para el género humano. Por esto pudo responder en libre sumisión al amor y a la obra de redención de Dios en nombre de la humanidad. Como “Socia del Redentor”, estaba predestinada a seguir la misma vía de Cristo, perseverando hasta la cruz. (ver Jn 19,26-27).
Este papel de corredención y mediación de María no es una invención humana, es un plan de Dios, deseado por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Proclamando este dogma en un modo solemne, la Iglesia daría su libre consentimiento a la redención y glorificaría a Dios mismo reconociendo su plan de salvación.
Esta proclamación solemne haría posible a María revelar plenamente la preeminencia de sus títulos y de su maternidad universal y de conceder “gracia, redención y paz” a la humanidad y al mundo. Es la vía hacia una nueva “Caná”, que da a María la posibilidad de tocar el Corazón del Hijo y realizar una efusión única del Espíritu Santo en nuestros dramáticos tiempos. Es la puerta de la nueva evangelización y del verdadero ecumenismo en el Tercer Milenio.
Los primeros cuatro dogmas marianos se centran en la vida de María y en su Asunción al cielo. El quinto dogma quiere formular ahora su papel universal en el plan redentivo de Dios. “Pues una vez recibida en los cielos”, dice el Concilio Vaticano, “no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación”. (Ver Lumen Gentium No. 62).
Fue tan solo después de que los cuatro dogmas acerca de la persona de María [que ella es (1) Madre de Dios y (2) Siempre Virgen; que ella fue (3) Inmaculadamente Concebida y (4) Asunta al Cielo] fueran solemnemente propuestos por la autoridad magisterial de la Iglesia, que la escena estaría preparada para un dogma relativo a la función o rol de María en el trabajo de la salvación bajo el triple nombramiento de Corredentora, Mediadora y Abogada.
De acuerdo a estas revelaciones recibidas por Ida Peerdeman, la misma Virgen de manera efectiva afirmó que “el último y mas grande Dogma Mariano” ya es parte de la doctrina patrimonial de la Iglesia. Debe ser sacado a la luz y aclarado todavía mas por el trabajo de los teólogos y apropiado por toda la Iglesia.
Nuestra Señora también indicó que habría una lucha en este aspecto, pero ella nunca sugirió que el dogma sería definido en base a una revelación privada, aunque sea muy digna de crédito. Esto está totalmente de acuerdo con la sabiduría milenaria de la Iglesia. Por ejemplo, en su magistral encíclica sobre el Sagrado Corazón de Jesús, Haurietis Aquas, el Papa Pío XII se esforzó en resaltar que la doctrina de la Iglesia sobre el Sagrado Corazón de Jesús no se origina a partir de las revelaciones a Santa Margarita Maria Alacoque, aun si estas hayan aportado el mayor ímpetu para la devoción en tiempos modernos. En lugar de eso, el Papa Pío XII con firmeza declaró que la doctrina y devoción de la Iglesia están basadas en las fuentes fundamentales de revelación: las Escrituras y la Tradición.
Los títulos de Corredentora, Mediadora y Abogada nos permiten visualizar el rol de María en nuestra salvación de una manera lógica y coherente: Es precisamente debido a la participación especial e íntima de Nuestra Señora en el trabajo de la redención (como Corredentora) que ella puede ser la distribuidora (Mediadora) de todas las gracias y la gran intercesora (Abogada) para sus hijos después del mismo Jesús (cf. Heb. 7:25; 1Jn 2:1) y el Espíritu Santo (cf. Jn 14:16, 26; 15:26; 16:7).
La Señora llegó hasta el Sacrificio de la Cruz. El Hijo dijo a su Madre: “Mujer, he ahí a tu hijo”. De modo que el cambio tuvo lugar en el Sacrificio de la Cruz. El Señor y Creador eligió entre todas las mujeres a Miriam, o María, para ser la Madre de su Divino Hijo. A partir del Sacrificio de la Cruz Ella se convirtió en “la Señora”, Corredentora y Abogada. Ésto fue anunciado por el Hijo en el momento de su regreso al Padre. Por éso yo traigo estas nuevas palabras en este tiempo y digo: Yo soy la Señora de todos los Pueblos, que un día era María. Di ésto a vuestros teólogos. Estas palabras tienen para los teólogos este significado” (6.04.1952)
Nuestra Señora de Todos los Pueblos
Hay en Japón un convento muy pobre donde viven de la manera más cristianamente posible, cinco religiosas de un Instituto secular. Ellas disponen de una capilla con la presencia constante del Santísimo Sacramento. Cerca del tabernáculo tienen una estatua de la Santa Virgen, de pie sobre el globo terrestre y arrimada a la Cruz, réplica de la Virgen aparecida en Ámsterdam reconocida como: Nuestra Señora de Todos los Pueblos.
Sor Inés Sasagawa
Katsuko Inés Sasagawa nacida en 1931, a los 19 años fue operada de una apendicitis, durante la anestesia una inyección le provocó una parálisis. Su padre, un hombre de la nobleza, no quiso atacar a los médicos. Él decía, confió Inés: « El médico tratando de curar a mi hija, se equivocó sin quererlo, yo no tomaré ninguna venganza. »
Una enfermera católica le hizo conocer entonces a Cristo. La conversión de Inés se produjo en medio de la paz, en diálogo con un monje budista, respetuoso de su consciencia.
En 1956, su estado de salud se empeora, Inés entra en coma. Las hermanas de Nagasaki le envían un poco del agua de Lourdes a la clínica de Myoko. Apenas se toma un poco de agua, cobra conocimiento: sus miembros rígidos recuperan la movilidad. Tenía entonces veinticinco años, y era una abnegada catequista en la iglesia de Myoko-Kogen. Luego se queda sorda, termina sus tareas de catequista y entra donde las Siervas de la Eucaristía de Yuzawad, hermanas contemplativas, cuya comunidad había sido fundada por Monseñor Jean Shojiro Ito, obispo de Nigata.
Sangre y lágrimas sobre la estatua, los mensajes
El jueves 5 de julio de 1956 en la tarde, ella comenzó a rezar y de pronto se vio en la palma de la mano izquierda una herida en forma de cruz, de dos centímetros de ancho y tres de largo. Aparentemente era sólo un arañazo, pero la sensación de picor profundo, como el de una aguja, le impidió dormir. A las tres de la mañana, de súbito, escucha una voz, era la de su ángel de la guarda:
« No temas! No reces solamente por tus pecados, haz reparación por los de todos los hombres. El mundo actual hiere al Santísimo Corazón de Nuestro Señor con su ingratitud e injurias. La herida de María es mucho más profunda que la tuya. Y ahora vayamos juntos a la capilla»
Inés continúa su oración ante la estatua: una réplica de la Virgen aparecida en Amsterdan, Nuestra Señora de Todos los Pueblos.
La voz se calló, el ángel desapareció. La contemplación fue larga ; el reloj marcaba las cinco de la mañana (primer viernes del mes). Las hermanas llegaron a la capilla. Inés no se atrevía a ver de cerca las manos de la imagen, le pidió a una de sus compañeras, la hermana K, que lo hiciera. La hermana vio y se prosternó ante ella muy conmovida. Inés se acerca y ve en las manos de la Virgen una herida semejante a la suya, de la cual también brotaba sangre.
El sábado 13 de octubre de 1973, después del rosario y la oración de laudes, ella recibió un mensaje:
«Del cielo caerá fuego y desaparecerá gran parte de la humanidad [...]. Las armas que os quedan son el rosario y el signo [de la cruz] que el Hijo de Dios os ha dejado»
Los mensajes estuvieron, a veces, acompañados de la visión de una luz inmensa y del olor de un perfume inefable...
El 4 de enero de 1975, primer sábado del mes, al final de un retiro unas veinte hermanas esperaban a Monseñor Shojiro It. Hacia las nueve de la mañana, la hermana sacristana se sorprende: la base de la estatua estaba mojada, la noche anterior había vuelto a llorar. En total lloró 101 veces, el día y la hora los habían notado el capellán Tasuya y los testigos, unos 2000, que se encontraban ocasionalmente en el lugar.
El obispo del lugar reconoce los hechos
Monseñor Shojiro Ito, antes de presentar su renuncia por razones de edad, obtuvo finalmente del cardinal Ratzinger la autorización de proclamar la autenticidad de los hechos el 22 de abril de 1984 (para la Pascua):
«Estos hechos, establecidos después de once años de estudio, son innegables [...]. Por lo que yo autorizo la veneración de Nuestra Señora de Akita»
La Hermana Inés, la vidente, fue curada de su sordera en dos etapas (el 13 de octubre de 1974 y 30 de mayo de 1982), y desde el mes de agosto de 1981 se encuentra paralizada, viviendo dentro de una paz profunda.
SEÑOR JESUCRISTO,
HIJO DEL PADRE,
MANDA AHORA TU ESPÍRITU SOBRE LA TIERRA.
HAZ QUE EL ESPÍRITU SANTO HABITE
EN EL CORAZÓN DE TODOS LOS PUEBLOS,
PARA QUE SEAN PRESERVADOS
DE LA CORRUPCIÓN, DE LAS CALAMIDADES
Y DE LA GUERRA.
QUE LA SEÑORA DE TODOS LOS PUEBLOS,
QUE UN DÍA ERA MARÍA,
SEA NUESTRA ABOGADA.
AMÉN.
MARÍA, CORREDENTORA
Llevo un tiempo meditando (en el rosario y en adoración ante el Santísimo) sobre este futuro dogma, aún no proclamado, pero sentido en el corazón de muchos fieles desde hace siglos: “María corredentora, abogada y medianera”. Como muchos sabrán, la propia Virgen calificó ese dogma en sus apariciones en Amsterdam como el mayor de todos. Profetizó también que la Iglesia encontraría mucha resistencia interna para su proclamación.
Con este artículo quiero compartir, hermanos en la fe, las cosas que he sacado en claro sobre la corredención de María, en la que creo firmemente.
El 25 de marzo de 1945 comenzaron las apariciones de la Santísima Virgen a Ida Peerdeman. Se trata de una apariciones aprobadas por la Iglesia, por mano del obispo de Haarlem-Amsterdam (José María de Punt), el 31 de mayo de 2002. Las apariciones se iniciaron exactamente 600 años después del famoso milagro eucarístico de Amsterdam.
Entre otros mensajes importantísimos nuestra Madre le pide a la Iglesia que proclame el quinto y último dogma mariano: “María corredentora, medianera y abogada”.
La propia Virgen le indicó a Ida que en esta imagen que ponemos abajo está resumido el dogma: y, efectivamente, vemos a María reinando bajo la cruz sobre la Tierra, una Tierra donde ya no aparece la serpiente infernal. Arriba se lee: “María, Madre de todos los pueblos”, que alude a la maternidad sobre todos los hombres, el encargo que recibió de Cristo al pie de la cruz, justo antes de su muerte.

Por cierto, recordemos que una imagen de la Virgen de Amsterdam fue la que lacrimó varias en Akita (Japón), 1973-1975, en otras apariciones de la Virgen, especialmente apocalípticas, también aprobadas por el obispo de Niigata, Mons. John Ito. Sus lágrimas nos llaman a la conversión urgente, ante el terrible futuro próximo que se cierne sobre el mundo y, especialmente, sobre la Iglesia.

La Virgen dijo también en Garabandal (1961-1965) que el día del milagro allí profetizado (que seguiría al Aviso y previo al Castigo) coincidiría con un evento feliz para la Iglesia, que no se da sino cada cierto tiempo. Muy posiblemente ese acontecimiento feliz sea la proclamación del quinto dogma mariano. De hecho, Conchita, a una pregunta que se le hizo en el año de 1974 sobre el tema, ella contestó lo siguiente:
“Es un hecho singular en la Iglesia que ocurre en contadas ocasiones y que nunca ha sucedido en mi vida. No es nada nuevo ni extraordinario, sencillamente es algo raro, como la definición de un dogma, algo que afectará a toda la Iglesia. Ocurrirá el mismo día que el Milagro, pero no como consecuencia de éste, sino por pura coincidencia.”
En el Aviso la Virgen en Garabandal le dijo a las niñas que veremos nuestra alma tal y como Dios la ve. Será una especie de juicio en pequeño, un anticipo de nuestro juicio particular, y, a la vez, una nueva rociada de Espíritu Santo sobre el mundo, de modo que, al igual que los apóstoles temerosos recibieron el E. S. en el Cenáculo y eso les permitió perder el miedo a los judíos y salir a evangelizar, cuando los apóstoles de los últimos tiempos vean confirmada su fe en el Aviso, recibirán la fortaleza para predicar en los tiempos del Anticristo, que se habrá enseñoreado de la Iglesia. Y es por eso por lo que la oración que la Virgen pidió en Amsterdam que se difundiera en este fin de los tiempos habla de la Venida del Espíritu Santo. Ese Espíritu Santo que también ha de transformar el mundo en nuevos Cielos y nueva Tierra:
«“Que un día era María” no significa de ningún modo que ya no debemos llamar “María” a la Sta. Virgen, como repetimos tantas veces cuando rezamos el rosario. Significa más bien que queremos conocer a María no solo por su nombre, sino también por su vocación como Madre espiritual y para que nuestra relación con Ella llegue a ser como la de un niño» (Padre Paul María Sigi). Es decir, en este fin de los tiempos, María quiere recordarnos su papel como Madre de todos, incidiendo de nuevo en aquel encargo que Cristo le dio bajo la Cruz, en estos tiempos difíciles que se nos vienen encima, de apostasía y gran tribulación, en que necesitaremos de su protección para no caer en la desesperanza ni en la herejía, que se difundirá por toda la Iglesia, menos por su resto fiel.
Expongo, a continuación, algunos pensamientos que creo pueden servir para apoyar la futura proclamación del dogma de María corredentora:
«1º. La interpretación correcta de la corredención mariana
Corredimir es un verbo que implica una dualidad: Cristo es el Redentor, pero hay Otra que es co-rredentora. Esta co-rredención no implica unos mismos méritos de ambos sino una participación conjunta en la labor de la redención del género humano. De hecho, el que redime es Cristo, y la que corredime María. Porque Dios quiso que su Hijo naciera de Mujer y no que apareciera en el mundo a la edad adulta y de manera milagrosa en mitad del Éter, porque para poder redimir al hombre era necesario que el Salvador se encarnara en una Mujer para así, naciendo y muriendo como hombre y resucitando luego poder elevar la naturaleza humana caída por el pecado original a su estado prístino. Dicho de otra forma: la encarnación era imprescindible para que Cristo pudiera redimir al hombre y, por eso, María era necesaria en ese plan. El papel de María, pues, en la obra salvadora de su Hijo, fue querido por el Cielo. Y vamos a intentar clarificarlo».
La Iglesia ha preferido hablar de que María es “colaboradora de la redención” en lugar de corredentora. Ya san Agustín atribuye a la Virgen la calificación de «colaboradora» en la Redención (cf. De Sancta Virginitate, 6; PL 40, 399), título que subraya la acción conjunta y subordinada de María a Cristo redentor. El CVII tuvo muy presente esta doctrina y la hizo suya, subrayando la contribución de la Virgen santísima no solo al nacimiento del Redentor, sino también a la vida de su Cuerpo místico a lo largo de los siglos: en la Iglesia, María «colaboró» y «colabora» (cfr. Lumen gentium, 53 y 63) en la obra de la salvación. Refiriéndose al misterio de la Anunciación, el Concilio declara que la Virgen de Nazaret, «abrazando la voluntad salvadora de Dios…, se entregó totalmente a sí misma, como esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo. Con él y en dependencia de él, se puso, por la gracia de Dios todopoderoso, al servicio del misterio de la Redención» (ib., 56).
«A mi juicio, la clave está en interpretar la corredención de María como una labor de inferior rango, evidentemente, que la de su Hijo pero con una importancia superior a la de una mera colaboradora, expresión ésta que puede llamar al equívoco porque un colaborador no es alguien imprescindible sino intercambiable por otro colabordador o simplemente prescindible. Y es por eso por lo que creo que su labor de corredención se entiende mejor si hablamos de María como “colaboradora necesaria”. Sí, es cierto que Dios lo puede todo, pero, tras el pecado original, requería de una Mujer, inmaculada, que le diera su carne y su sangre. Así, desde el momento en que Dios decide que Cristo ha de venir al mundo para salvar al hombre, precisa de una doncella virgen (algo que ya insinía en el Protoevangelio) y su papel se hace, pues, necesario, no contingente, sino imprescindible. Y en ese sentido Ella corredime, porque entre la voluntad salvadora de Dios Padre y la salvación definitiva por Cristo interpuso Dios la libertad de María para aceptar o rechazar dicho plan. Es algo que sorprende, pues todo un Dios, que no cabe en el Universo, se la juega todo a una a que una pequeña y santa doncella acepte Su voluntad. Porque si Dios necesita de nosotros mismos para salvarnos, también necesitó de María para redimir al hombre. Al ser la única mujer inmaculada de la historia, pensada por Dios desde antes de la creación del mundo, era o ella o nadie. Y por eso María no es una mujer más, sino la Mujer, con mayúsculas. Porque Dios ha hecho obras grandes en Ella y en alguien tan pequeña y humilde quiso Dios que se suspendiera por un instante la inmarcesible grandeza de la promesa hecha a Abraham sobre la Venida del Salvador, desde que el Arcángel Gabriel se le aparece y le anuncia hasta que Ella pronunció su «sí quiero»».
Su participación, al ser única, era de un grado superior al de una mera colaboradora o cooperadora. Así lo intuyó el más mariano de los papas recientes, Juan Pablo II, cuando dijo:
“El término «cooperadora» aplicado a María cobra, sin embargo, un significado específico. La cooperación de los cristianos en la salvación se realiza después del acontecimiento del Calvario, cuyos frutos se comprometen a difundir mediante la oración y el sacrificio. Por el contrario, la participación de María se realizó durante el acontecimiento mismo y en calidad de madre; por tanto, se extiende a la totalidad de la obra salvífica de Cristo. Solamente ella fue asociada de ese modo al sacrificio redentor, que mereció la salvación de todos los hombres. En unión con Cristo y subordinada a él, cooperó para obtener la gracia de la salvación a toda la humanidad.
El particular papel de cooperadora que desempeñó la Virgen tiene como fundamento su maternidad divina. Engendrando a Aquel que estaba destinado a realizar la redención del hombre, alimentándolo, presentándolo en el templo y sufriendo con él, mientras moría en la cruz, «cooperó de manera totalmente singular en la obra del Salvador» (Lumen gentium, 61). Aunque la llamada de Dios a cooperar en la obra de la salvación se dirige a todo ser humano, la participación de la Madre del Salvador en la redención de la humanidad representa un hecho único e irrepetible”. (La Virgen María, cooperadora en la obra de la Redención. Catequesis de Juan Pablo II el miércoles 9 de abril de 1997).
2º. El “sí” de María, condición necesaria para la Redención
Siendo esto así, la aceptación por María ante el arcángel Gabriel de la Encarnación de Cristo es una condición necesaria para su concepción y nacimiento. Como vemos, no es que los méritos de María sean equiparables o compartibles con Cristo, sino que su participación es de otro orden, espiritual e ineludible, como un prius o requisito sine qua non para que Cristo pudiese redimir al mundo.
Al traer a Cristo al mundo, María es un instrumento único de su misericordia, pero también de su justicia, pues, como le dijo Siméon, “He aquí que este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y como signo de contradicción –y a ti misma una espada te atravesará el alma-, para que se revelen los pensamientos de muchos corazones” (Lc. 2,34-35).
Al traer a Cristo, María trae la Cruz al mundo, que debe ser el centro. En uno de sus mensajes en Amsterdam, Ella dijo: “No yo, sino la Cruz.” (16.12.1949).
3º. María es Reina
Como Reina, es reina de la Iglesia, de los Ángeles, de los Patriarcas, de los Profetas, de los Apóstoles, de los Mártires, de los Confesores, de las Vírgenes, de todos los Santos, del Santísimo Rosario, de la familia y de la paz. Pero no es reina porque sea esposa del Rey, Cristo, sino porque es Madre del Rey. Porque siempre el Rey es Hijo de una Reina. Aquí, su reinado le viene por ser Madre del Rey (el Hijo), por ser Hija de Rey (el Padre) y por ser Esposa de Rey (el Espíritu Santo).
Así lo confirma el Salmo 45, versículos 7-12:
“Tu trono es de Dios para siempre jamás; un cetro de equidad, el cetro de tu reino; tú amas la justicia y odias la impiedad. Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros; mirra y áloe y casia son todos tus vestidos. Desde palacios de marfil laúdes te recrean. Hijas de reyes hay entre tus preferidas; a tu diestra una Reina, con el oro de Ofir. Escucha, hija, mira y pon atento oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el Rey se prendará de tu belleza. El es tu Señor, ¡póstrate ante él!”.
Que María esté a la derecha de Cristo en el Cielo (no los hijos del Trueno, como quería la madre de los Boanerges) expresa claramente su papel central en la salvación del orbe.
4ª. María es la nueva Eva, la Mujer nueva
Y que Eva fue la causa del tropiezo de Adán, antecediéndole en la caída y siendo necesaria para que él pecase. Pues, de igual modo, también María es condición previa para que naciera el Salvador, la salud de los hombres (Jeoshua), antecediéndole en el tiempo. Si Eva fue condición necesaria para el pecado de Adán, María fue condición necesaria para la salvación del mundo por Cristo.
5ª. Corazón de Jesús, Corazón de María
Que la salvación del mundo fue obra de los dos Sagrados Corazones lo tenemos confirmado por la Sagrada Escritura en el bellísimo episodio de la presentación en el Templo, cuando San José y María presentan dos palomas o pichones como sacrificio al sacerdote del Templo, para su purificación y presentación del niño. Esas dos palomas, hermanos, ¿no eran acaso Jesús y María, que habrían de inmolarse para la salvación de los hombres, uno de forma real y la otra de forma mística?
La prescripción de esa ofrenda según se cuenta en Levítico (Lv. 5, 7; Lv. 12, 8; Lv. 14, 22; Lv. 15, 14-15; Lv. 15, 28) era para las parejas humildes que no podían ofrecer una res. Y se dice que una paloma era para holocausto (Cristo) y la otra para la expiación del pecado (María, que con su “sí” expió el pecado de Eva, con los sufrimientos enormes padecidos durante toda su vida).
6º. María murió místicamente en el Calvario
Que María murió místicamente junto a su Hijo en el Calvario se lo predijo el anciano Simeón a María también en la presentación. Allí él le dijo que “una espada te atravesará el pecho”. Ésa es una descripción no metafórica sino real: María fue igualmente “ejecutada”, o, mejor dicho, autoinmolada, como Cristo (“Nadie Me la quita, sino que Yo la doy de Mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo”, Jn. 10, 18), y por amor a los hombres, como Cristo. Solo que en su caso no sobre la cruz sino bajo ella, en una escala inferior, claro, como una nueva Eva bajo el árbol del conocimiento del Bien y del Mal. Cristo murió realmente, y, a la vez, su Madre lo hizo místicamente, traspasándole el corazón la misma espada de la muerte de su Hijo, al igual que una misma bala mata a dos soldados que están uno detrás del otro, como lo están sus Sagrados Corazones.
Así, al sufrimiento del Hijo se sumó el sufrimiento de la Madre, siendo como son idénticos ambos Corazones, ya que Cristo lo recibió por entero de su Madre, al igual que su carne y su sangre, y María de Dios. El Corazón de Jesús es el de María, y el de María, el de Jesús. Y esa comunión inseparable de voluntades y de sufrimientos no puede romperse por la muerte, sino que uno acompañó al otro, espiritualmente, en el padecimiento y la muerte, y más allá…. en la resurrección. La profecía de Simeón se cumplió literalmente. Y por eso la Iglesia, sabia, une las fechas del Sagrado Corazón y del Inmaculado Corazón de María, 8 de junio y 9 de junio.
“Y es imposible que en este ejercicio el alma no se encuentre con la dolorosísima Madre María, y no se una a la misma compasión y a los mismos afectos incomprensibles de la Dolorosa Madre de Dios. ¡Será un vivir con Jesús sufriente y con María doliente, y un cosechar todos los inmensos eternos bienes para sí y para todos!” (San Aníbal de Francia).
Imaginemos el dolor de María cuando tuvo que refugiarse en una cueva para traer a su Hijo al mundo; cuando buscaban a su Hijo para matarle y tuvo que salir de su tierra a una tierra extraña, afrontando un futuro incierto y de privaciones; imaginemos su amargura de madre cuando Herodes ordenó la muerte de muchos niños de la comarca alrededor por causa de su hijo, muchos seguramente hijos de amigas y parientes; cuando se le perdió su Hijo, el Hijo de Dios; cuando murió su esposo en la tierra, dejándola viuda en una época en que la viudedad suponía un auténtico daño para la mujer… ¡y qué decir de los sufrimientos de la pasión…!
7º. María corredimió durante toda su vida
Y es que María no solo le donó el cuerpo a su Hijo, sino que le amamantó, alimentó y cuidó hasta su muerte. Y le acompañó durante toda su vida pública, siguiéndole junto con otras mujeres y discípulos, ayudándole en la intendencia. Recordemos cómo visitaba a su Hijo en su peregrinar por Galilea, junto con sus parientes (Lc. 8, 21). María, pues, crió a Cristo para que Él pudiera salir a predicar y a ofrecerse como hostia inmolada por los hombres. En esto, Ella se comporta también como corredentora. De un modo parecido, San José, padre nutricio de Cristo, actuó toda su vida como cooperador de la obra redentora.
8º. Pero, sobre todo, en la Pasión
Y, sobre todo, le acompañó durante toda la Pasión. Al ser Inmaculada, al no existir en Ella obstáculo alguno a su amor, la Virgen tenía una capacidad infinita para sufrir, porque su Corazón, su alma y su Espíritu eran puros. Y en las visiones de la Pasión de la beata Ana Katalina Emmerich o de María Valtorta se cuenta cómo María le pidió al Padre la gracia de poder morir con su Hijo en el Calvario. Y cómo Ella le acompañó en cada episodio de su via crucis, recogiendo su Santísima Sangre tras la flagelación, siguiendo la Cruz a los hombros de Jesús, aliviando a su Hijo en sus caídas, estando bajo la Cruz las seis horas de su agonía… Ella sufrió el mismo martirio que su Hijo, cada uno de los latigazos, escupitajos, bofetadas, golpes, injurias, calumnias, etc. que sufrió su Hijo, como un acto reflejo, en su propio cuerpo. Dios no le ahorró nada, sufriendo también Ella su propio martirio- solo que en forma espiritual – cumpliendo en sí misma de manera perfecta lo que vio hacer a su Hijo. Como perfecta discípula de Cristo, hizo lo que Él nos pidió a todos (“¡Haced lo que Él os diga!”). Como dijimos arriba, con su enorme sufrimiento, María expió el pecado de Eva… y Cristo, el de todos.
9º. El encargo de Cristo a María bajo la Cruz, momento supremo de la corredención
El momento culminante de la corredención mariana lo ubicamos en las palabras de Cristo, a punto de expirar: “Madre, ahí tienes a tu hijo”. Nótese que Ella recibió el encargo de tutelar y proteger a los hombres antes de la muerte de Cristo. Es decir, participó de la muerte de su Hijo siendo ya Madre de los hombres, de manera que su sufrimiento final y máximo no quedó en balde sino que, precioso, se sumó al de su Hijo para ofrecer a todos la salvación. ¡Todo está cumplido! Tenía que ser así: porque Adán y Eva cayeron juntos en el pecado original y Cristo y María, juntos, de consuno, abren a los hombres las puertas del Paraíso.
10ª. María, sacerdotisa
En la misa revivimos y actualizamos el sacrificio único de Cristo en el Calvario. Como nos enseñó el padre Pío, en cada misa, el sacerdote oficia la ceremonia de la inmolación del Señor por la salvación de los hombres. María, en cierta medida, ofició este sacrificio como sacerdote, ofreciendo a su Hijo a la humanidad, asistiendo a su crucifixión, agonía y muerte como lo hacen en cada misa los sacerdotes: coram Deum, por cierto. Y cuando José de Arimatea y Nicodemo lo descienden a los brazos de su Madre Ella le comulga, le recibe ya sacrificado. Este papel de María como sacerdotisa lo vemos apuntado también en la Encíclica «Ad Diem Illum Laetissimum», de 2 de febrero de 1904, de San Pío X, SOBRE LA DEVOCIÓN A LA SMA. VIRGEN, cuando dice, en el apartado titulado “María corredentora”:
“A todo esto hay que añadir, en alabanzas de la santísima Madre de Dios, no solamente el haber proporcionado, al Dios Unigénito que iba a nacer con miembros humanos, la materia de su carne con la que se lograría una hostia admirable para la salvación de los hombres; sino también el papel de custodiar y alimentar esa hostia e incluso, en el momento oportuno, colocarla ante el ara”.
Recordemos que “sacerdos” (sacerdote) significa “el que ofrece lo sagrado”, algo que María hizo durante toda su vida y, especialmente, al pie de la Cruz. En esto participa íntimamente también de la corredención, ofreciéndole al Padre la sangre purísima de su Hijo, con la que habríamos de lavarnos del pecado original.
11º. María, corredentora también tras la muerte de Cristo
María Santísima no solo corredimió antes de la muerte de su Hijo, sino también, especialmente, tras ella. Porque desde su muerte el viernes santo hasta su resurrección del domingo fue Ella la única representante de Iglesia, la que albergó en su pecho la esperanza de la resurrección y permaneció serena y orante, esperándola. Fue Ella la que reunió a los apóstoles, asustados y descreídos, en el Cenáculo, inspirándoles la esperanza de la resurrección. Y fue Ella quien llamó a su Divino Esposo, el Espíritu Santo, sobre el Sagrado Colegio apostólico, para que pudieran salir a evangelizar el mundo.
Recordemos uno de los mensajes de la Virgen en Amsterdam:
“Y la Señora permaneció junto a sus apóstoles hasta que vino el Espíritu Santo. De la misma manera, la Señora puede venir donde sus apóstoles y pueblos de todo el mundo, para traerles de nuevo el Espíritu Santo… Cuando el dogma, el último dogma de la historia mariana, sea proclamado, entonces la Señora de todos los Pueblos dará la Paz, la verdadera Paz al mundo” (31.05.1954).
12º. San Juan, prefiguración de la humanidad corredimida por María
Esa protección la ejerció también con San Juan, el único apóstol que no huyó y que permaneció junto a la Cruz, modelo y metáfora del resto fiel que ha de quedar en la Iglesia cuando se difunda por doquier, dentro de poco (ay) la gran apostasía. Justo por estar con Ella, San Juan no tuvo miedo, y justo por estar con Ella los romanos y los judíos no se atrevieron a tocarle.
13º. María, la oveja sin mancha
Si Cristo es el Cordero sin mancha, su Madre debía ser igualmente oveja sin mancha. Y lo es, Inmaculada. Porque si María no hubiese sido creada inmaculada, desde el primer instante de su concepción, Cristo no habría podido encarnarse en este mundo.
14º. María, Madre de la Iglesia
Adán se encontraba solo y Dios le dio a una compañera. En ese sentido, Eva prefiguraba lo que sería la Iglesia para los hombres. Eva sale del costado de Adán, como la Iglesia sale del costado de Cristo. Y era María quien se encontraba bajo las alas del Cordero de Dios cuando Longinos abrió su Corazón. María es, así, recreada como Madre de la Iglesia, puesto que ya era Madre de Cristo y de los hombres.
15º. María, corredentora en la batalla final contra el Dragón
Pero la Virgen aún ha de jugar igualmente un papel esencial en la corredención, cuando, muy pronto, Ella traiga de nuevo a su Hijo al mundo, en gloria y majestad, en su Parusía, al igual que lo trajo en su día en pobreza y humildad.
Y será Ella quien con los consagrados a su Inmaculado Corazón le pise la cabeza al Dragón. Será Ella la que protegerá a ese resto de la herejía y la apostasía (ese río de agua sucia de la nueva era de Aquarius) que el Dragón lleva años vertiendo sobre la Tierra y la Iglesia. Y será Ella el nuevo Moisés que guiará a ese resto fiel por el desierto durante los 3,5 años de gran tribulación que ya se nos viene encima, en la que el Anticristo perseguirá a muerte a la Mujer vestida de Sol.
16º. La última devoción que Dios dejó al mundo para su salvación: el Inmaculado Corazón de María
Aparte del Rosario, la última devoción que Dios dio al mundo para su salvación (como dijo la Virgen en Fátima) es la devoción de los cinco primeros sábados de mes y la consagración al Inmaculado Corazón de María. En esto vemos, como dijo Sor Lucía, que está próximo el fin de los tiempos, por ser ésa la “última devoción”, el último recurso divino para la salvación y redención del mundo.
¿Y por qué ésa en particular y no otra, como la santa faz o la santa sangre, o la devoción a las cinco llagas, u otras muchas? Lo he meditado mucho, y creo que es porque María es también piedra de tropiezo para los que no están en la auténtica fe, pues es rechazada por muchos católicos tibios, por muchos protestantes, por muchos sabios e intelectuales y teólogos envenenados por el racionalismo y el análisis crítico de la Biblia. La humildad, la sencillez y la pureza de María solo son apreciadas por los que, por la gracia de Dios, mantienen un corazón de niño, sin el cual nadie verá a Dios. Y porque María será un obstáculo irremovible para los que, en la Iglesia católica, la única verdadera, están promoviendo un falso ecumenismo, con una falsa misa y una licuefacción de los dogmas.
Acabamos este artículo, de nuevo, con las inspiradísimas palabras de San Pío X en “Ad diem illum Laetissimum”:
“Con estos presupuestos, volvemos a nuestro propósito: ¿a quién le parecerá que no tenemos derecho a afirmar que María, que desde la casa de Nazaret hasta el lugar de la Calavera estuvo acompañando a Jesús, que conoció los secretos de su corazón como nadie y que administra los tesoros de sus méritos con derecho, por así decir, materno, es el mayor y el más seguro apoyo para conocer y amar a Cristo? Esto es comprobable por la dolorosa situación de quienes, engañados por el demonio o por doctrinas falsas, pretenden poder prescindir de la intercesión de la Virgen. ¡Desgraciados infelices! Traman prescindir de la Virgen para honrar a Cristo: e ignoran que no es posible encontrar al niño sino con María, su Madre”.
Hermanos: es certísimo que la devoción a la Virgen nos acerca más a la santidad, porque Ella, indefectiblemente, nos lleva a su Hijo. A Jesús por María. Ella no es el centro, pero está en el centro (padre Joseph Kentenich).
¡Viva María Santísima, corredentora!
¡Oh Gloriosa Domina!
Oh gloriosa Señora, elevada sobre las estrellas, que en vuestro seno santificado habéis criado providencialmente a vuestro Creador. Lo que nos quitó la triste Eva, Vos lo devolvéis por vuestra santa fecundidad; Vos sois el camino que hace entrar en el cielo a los que lloran. Vos sois la puerta del gran Rey, la brillante entrada de la luz. Pueblos redimidos, cantad a la Vida dada por la Virgen. Gloria a Vos, Señor, que habéis nacido de la Virgen, así como al Padre y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
(San Venancio Fortunato)
Sevilla, a 2 de febrero de 2018
Fiesta de la Presentación del Niño en el Templo
Día del primer dolor de la Virgen y del anuncio de su corredención: la aflicción que causó a su tierno Corazón la profecía del anciano Simeón.
En el año 1972 Jesús se apareció a Madeleine Aumont en Francia. Pidiendo a la Iglesia Católica construir en Dozulé, Normandía, la Cruz Gloriosa gigante. El edificio mas alto del mundo, para preservar al mundo de la catástrofe total. La Cruz es luminosa y alta como el Gólgota, de 738 metros con brazos de 123 metros.
“La Cruz Gloriosa tiene que ser comparada con la ciudad de Jerusalén por su dimensión vertical” (11a aparición.).
“La Cruz Gloriosa es el anuncio del próximo Regreso en la Gloria de Jesús Resucitado” (16a aparición).
Junto a la Cruz, Jesús pidió erigir el Santuario de la Reconciliación.
A través Madeleine Aumont Jesús anuncia Su Regreso Pendiente a la Iglesia Católica y al mundo e invita a la conversión.
JESÚS promete el 28-3-1975, a su instrumento, en DOZULÉ (Francia) que: todo hogar que rece diariamente esta oración con confianza, será protegido contra todo cataclismo, y derramará en los corazones SU DIVINA MISERICORDIA.
ORACIÓN DIARIA
JESÚS de NAZARET triunfó de la MUERTE
SU REINO es ETERNO
Viene a vencer el mundo y el tiempo
Piedad, DIOS mío, por aquellos que TE blasfeman,
perdónales, ellos no saben lo que hacen.
Piedad, DIOS mío, por el escándalo del mundo, líbrales
del espíritu de Satanás.
Piedad, DIOS mío, por aquellos que huyen de TI, dales el
gusto e la Santa EUCARISTÍA.
Piedad, DIOS mío, por aquellos que vayan a arrepentirse al
pie de la CRUZ GLORIOSA, que allí hallen PAZ y
ALEGRÍA en DIOS nuestro SALVADOR.
Piedad, DIOS mío, para que llegue TU REINO, pero
sálvales, están a tiempo todavía… porque el tiempo está
próximo, y he aquí que YO VENGO. Amén.
¡VEN, SEÑOR, JESÚS!
MARAN ATHÁ
(Rezar 1 Padre Nuestro y 10 Ave María)
Jaculatoria:
¡SEÑOR, derrama sobre el mundo entero los
tesoros de TU INFINITA MISERlCORDlA!
(Permitida su difusión. Pablo VI en A.A.S., 58.-1966. 1186)
LA CRUZ GLORIOSA
En los años comprendidos entre 1972 a 1982, acontecimientos extraordinarios se verificaron en un pequeño pueblo de Normandía, en Dozulé, Francia. Por petición de la Iglesia se propone hacer una minuciosa indagación de estos mensajes excepcionales dictados por Jesús a una madre de familia, a pesar de que las autoridades locales han intentado esconder la verdad. Sin embargo, Jean Stiegler, obedeciendo al consejero personal de Papa, se ocupa por hacer conocer aquello que los hombres deben saber de la voz oficial de la Iglesia. Esta obra apasionante y llena de esperanza es fruto de diez años de investigación.
¡La Medalla de la Inmaculada Concepción —popularmente conocida como la Medalla Milagrosa— fue diseñada según las indicaciones de la misma Santísima Virgen! Por eso no es de extrañar que obtenga tan extraordinarias gracias para aquellos que la llevan puesta y rezan por la intercesión y el socorro de María.
La historia comienza la noche entre el 18 y 19 de julio de 1830. Un niño (tal vez su ángel de la guarda), despertó a la Hermana (ahora santa) Catalina Labouré, una novicia en la comunidad de las Hijas de la Caridad en París, y le pidió que fuera a la capilla. Allí, Catalina se reunió con la Virgen María y conversó con ella por varias horas. Durante la conversación María le dijo: “Mi niña, te voy a encomendar una misión”.
María le dio esta misión en una visión mientras meditaba la noche del 27 de noviembre de 1830. Catalina vio a María parada en lo que parecía ser la mitad de un globo y sosteniendo una esfera dorada en sus manos como si estuviera ofreciéndola al cielo. Nuestra Señora le explicó que la esfera representaba a todo el mundo, pero especialmente a Francia. Los tiempos eran difíciles en Francia, especialmente para los pobres que estaban desempleados, y para los refugiados de las diversas guerras de ese tiempo. Francia fue el primer país en experimentar muchos de estos problemas, los cuales finalmente alcanzaron otras partes del mundo e incluso siguen presentes hoy día. De los anillos en los dedos de María, mientras sostenía la esfera, salían muchos rayos de luz. María explicó que los rayos simbolizan las gracias que ella obtiene para aquellos que las pidan. Sin embargo, algunas de las joyas en los anillos estaban apagadas. María explicó que los rayos y las gracias estaban disponibles, pero nadie las había pedido.
En la tercera aparición, la visión cambió para mostrar a Nuestra Señora parada sobre un globo con sus brazos extendidos y con los rayos de luz todavía saliendo de sus dedos. Dando forma a la figura había una inscripción: “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.
El significado de la parte frontal de la Medalla Milagrosa
María está de pie sobre un globo, aplastando la cabeza de una serpiente bajo sus pies. Se para sobre el globo, como la Reina del cielo y de la tierra. Sus pies aplastan la serpiente para proclamar que Satanás y todos sus partidarios no tiene poder frente a ella. El año 1830 que aparece en la Medalla Milagrosa es el año en que la Santísima Virgen dio el diseño de la Medalla a santa Catalina Labouré. La referencia a María concebida sin pecado manifiesta el dogma de la Inmaculada Concepción de María —a no confundirse con el nacimiento virginal de Jesús y que se refiere a María sin pecado, “llena de gracia” y “bendita entre todas las mujeres” (Lucas 1:28)— que fue proclamado 24 años más tarde, en 1854.
El significado del reverso de la Medalla Milagrosa
La visión de Catalina continuó y pudo ver el diseño al reverso de la medalla. Doce estrellas rodean una “M” grande de la que surge una cruz. Debajo hay dos corazones con llamas surgiendo de ellos. Un corazón está rodeado de espinas y el otro perforado por una espada.
Las doce estrellas se refieren a los Apóstoles, que representan la Iglesia entera en torno a María. También nos recuerdan la visión de san Juan, escritor del Apocalipsis (12:1), donde “un gran signo apareció en el cielo, una mujer vestida con el sol, y la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas”. La cruz simboliza a Cristo y nuestra redención, con la barra bajo la cruz simbolizando la tierra. La “M” representa a María, y su inicial entrelazada con la cruz demuestra la estrecha participación de María con Jesús y en nuestro mundo. En esto vemos el papel de María en nuestra salvación y su función como madre de la Iglesia. Los dos corazones representan el amor de Jesús y de María para nosotros (ver también Lucas 2:35).
El mensaje de María a Catalina
Entonces María dijo a Catalina: “Haz acuñar una medalla según este modelo. Quienes la lleven puesta recibirán grandes gracias, especialmente si la llevan alrededor del cuello”. Catalina le explicó a su confesor cada una de las apariciones con detalle. Ella no reveló que había recibido el diseño de la Medalla hasta un poco antes de su muerte, 47 años después.
Con la aprobación de la Iglesia, las primeras Medallas fueron creadas en 1832 y distribuidas en París. Casi inmediatamente, las bendiciones que María había prometido empezaron a derramarse sobre aquellos que llevaban puesta su medalla. La devoción se propagó como fuego. Milagros de gracias, salud, paz y prosperidad siguieron. Dentro de poco, la gente comenzó a llamarla “la Medalla Milagrosa”. En 1836 se emprendió una investigación canónica en París declarando las apariciones auténticas.
No existe superstición, ni magia, en relación con la Medalla Milagrosa. La Medalla Milagrosa no es un “amuleto de buena suerte”. Más bien, es un gran testimonio de fe y confianza en el poder de la oración. Sus milagros más grandes son de paciencia, de perdón, de arrepentimiento y de fe. Dios usa una medalla, no como un sacramento, sino como un agente, un instrumento que trae consigo gracias maravillosas. “Las cosas débiles de esta tierra Dios las ha escogido para confundir a los fuertes”.
Cuando la Santísima Virgen dio el diseño de la medalla a santa Catalina Labouré, le dijo: “Ahora deben dársela a todo el mundo y a cada persona”. La Asociación de la Medalla Milagrosa en Perryville, Misuri, lleva a cabo la petición de Nuestra Señora de muchas maneras, incluyendo la de ofrecerle a usted una Medalla Milagrosa gratis.
¡Oh, Virgen Madre de Dios, María Inmaculada!,
nosotros te ofrecemos y consagramos,
bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa,
nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestra alma
y todos nuestros bienes espirituales y temporales.
Haz que esta Medalla sea para cada uno de nosotros
una señal cierta de tu afecto y un recuerdo imperecedero
de nuestros deberes hacia ti.
Y que al llevar tu Medalla nos guíe siempre
tu amable protección y nos conserve
en la gracia de tu divino Hijo.
¡Oh, poderosísima Virgen, Madre de nuestro Salvador!,
consérvanos unidos a ti
en todos los momentos de nuestra vida.
Alcánzanos a todos nosotros, tus hijos,
la gracia de una buena muerte,
a fin de que, juntos contigo,
podamos gozar un día de la celeste beatitud.
Amén.
Oh María sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti.
CORREDENTORA
“Corredimir” no es “redimir con” como si fuese “redimir junto al Redentor”, pues el único que redime es Cristo. El título “corredentor” quiere expresar una colaboración que haya sido directamente necesaria para que se dé la redención. Sin María no habría podido hacerse hombre ni morir por nosotros.
Santa Teresa de Calcuta declaró, «Si no hay María, no hay Jesús».
Como don de la Corredentora por participar con el Redentor en la redención de la familia humana, María también se convierte en Mediadora y Abogada de sus hijos en el orden de la gracia. El título de Corredentora aparece bajo el pontificado del Papa San Pío X. A su vez, el Papa San Juan Pablo II fue proveedor de una gran cantidad de enseñanzas de la participación Mariana en la Redención.
MEDIADORA
Este título fue establecido a los pies de la Cruz del Salvador, y así María distribuye todas las gracias de la Redención. El Espíritu Santo desea distribuir las gracias solo por la Medianera, su amadísima Esposa.
El Concilio Vaticano II enseña:
“Y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio Divino, se mantuvo erguida, sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado; y, finalmente, fue dada por el mismo Cristo Jesús agonizante en la cruz como madre al discípulo con estas palabras: «Mujer, he ahí a tu hijo» (cf. Jn 19,26-27).
Se refiere a la Madre de Jesús como “co-crucificada” y que Ella “co-muere” espiritualmente con Jesús en el Calvario.
ABOGADA
María, en su oficio de Abogada del Pueblo de Dios, lleva ante Él las necesidades en las súplicas de la humanidad, particularmente en tiempos de peligro y dificultades.
Ella fue coronada como Reina de Cielo y Tierra después de su gloriosa Asunción al cielo e inicia su función de Abogada intercediendo ante el trono celestial de Su Hijo.
El Dogma aún no está proclamado de María Corredentora pero siempre ha sido creencia de la Iglesia Catolica. Un movimiento surgió para ello en 1920 por el Cardenal Désiré-Joseph Mercier con el apoyo del entonces padre Maximiliano Kolbe (hoy santo). En 1990 el Dr. Mark I. Miravalle inició el Movimiento Vox Populi por el Quinto Dogma Mariano y escribio el Libro que les estamos recomedando leer.
Durante los años 1945-1959, Nuestra Madre se apareció a Ida Peerdeman en Amsterdam como la Señora de todos los pueblos.
En estas apariciones, María realiza dos peticiones importantes: la primera es la extensión al mundo entero de la oración por la paz de la Señora de todos los Pueblos, la segunda es la proclamación del 5º Dogma Mariano.
LO QUE HAN DICHO LOS PAPAS
Pío IX
En la bula Ineffabilis Deus, que proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción en 1854, el Papa Pío IX escribe: “Por lo cual, así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó triunfante en la cruz, así la Santísima Virgen, unida a Él con apretadísimo e indisoluble vínculo, hostigando con Él y por Él eternamente a la venenosa serpiente, y triunfando plenamente sobre este enemigo, trituró su cabeza con su pie inmaculado”. La idea y su realidad están claramente expresadas, aunque no aparezca la palabra corredentora.
León XIII
Varios textos del Papa León XIII también expresan esta doctrina. En la encíclica Supremi apostolatus officio (1883): “En efecto, la Virgen, exenta de la mancha original, escogida para ser la Madre de Dios, y asociada por lo mismo a la obra de la salvación del género humano, goza cerca de su Hijo de un favor y poder tan grande, como nunca han podido ni podrán obtenerlo ni los hombres ni los Ángeles”.
En la encíclica sobre el rosario, Jucunda semper (1894), el mismo Papa enseña: “Junto a la Cruz de Jesús, estaba María, su Madre, que, movida de inmenso amor hacia nosotros para acogernos como hijos, ofreció voluntariamente a su Hijo a la justicia divina, muriendo en su corazón con Él, traspasada por una espada de dolor”.
En la constitución apostólica Ubi primum (1898), sobre la cofradía del Rosario: “Tan pronto como, por secreto plan de la divina Providencia, fuimos elevados a la suprema cátedra de Pedro (…) espontáneamente se nos fue el pensamiento a la gran Madre de Dios y su asociación en la reparación del género humano“.
Finalmente, en la encíclica Adjutricem populi (1895), León XIII proporciona la expresión más completa de esta corredención, al asociarla con la Mediación Universal de María: “Porque desde allí, de acuerdo con los designios de Dios, Ella comenzó a velar sobre la Iglesia, a asistirnos y protegernos como una Madre, de modo que después de haber sido cooperadora de la Redención humana, también se convirtió, por el inmenso poder que le fue otorgado, en la dispensadora de la gracia que fluye de esta Redención para siempre“.
San Pío X
Este santo Papa también evocó la doctrina de la corredención en su famosa encíclica Ad diem illum (1904), para el cincuentenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción: “Y por esta comunión de voluntad y de dolores entre María y Cristo, es que María ‘mereció convertirse con toda legitimidad en reparadora del orbe perdido’ (De Excellentia Virginis Mariæ, c. IX), y, por tanto, en dispensadora de todos los bienes que Jesús nos ganó con su muerte y con su sangre. El Santo Papa a su vez destacó el vínculo entre la corredención y la mediación universal.
Durante el pontificado de este glorioso Papa, un decreto del Santo Oficio del 26 de junio de 1913 elogió “la costumbre de agregar al nombre de Jesús, el de su Madre, nuestra corredentora, la bendita Virgen María”. El 22 de enero de 1914, esta misma congregación concedió una indulgencia por la recitación de la oración en la que María es llamada “corredentora de la raza humana”.
En Conclusion, más que nunca todo católico debería leer este libro. La Santísima Virgen María es la Corredentora. Ya basta de la influencia protestante en nuestra Iglesia Católica y los ataques a nuestra Madre.
PRÓLOGO
«A lo largo de los siglos la Iglesia ha reflexionado en la cooperación de María en la obra de la salvación, profundizando el análisis de su asociación al sacrificio redentor de Cristo. Ya san Agustín atribuye a la Virgen la calificación de «colaboradora» en la redención (cf. De Sancta Virginitate, 6; PL 40,399), título que subraya la acción conjunta y subordinada de María a Cristo Redentor». Con estas palabras se expresaba san Juan Pablo II en una cate- quesis en 1997. En ellas refleja con claridad cuál ha sido la visión de la Iglesia en esta colaboración de la Madre de Dios en la obra de la salvación de los hombres. Es este también el tema sobre el que versa este estudio que aho- ra tengo el honor de prologar. Estamos ante un trabajo bien hecho, bien documentado y argumentado, y en un estilo para ser accesible a cualquier lector, aunque no me cabe duda de que el tema despertará la opinión de algunos que no compartan lo que se expone en esta obra.
Como bien se dice en la introducción de la obra, citando la «Instrucción sobre la vocación eclesial del teólogo», el pueblo de Dios ejerce su función profética en el mundo despertando y reavivando la fe –las verdades de la fe no son algo muerto, sino portadoras de vida– que se nos revela por la acción del Espíritu Santo que, como nos prometió el Señor, nos conduce a la verdad plena. Las verdades de la fe se han ido explicitando a lo largo de la historia gracias a la reflexión que, guiada por el mismo Espíritu, da respuesta a aquellos que piden cuenta de ella (cf. 1 P 3,1) (Instrucción Donum Vitae, 5). Para esto el teólogo tiene la «función especial de lograr, en comunión con el Magisterio, una comprensión cada vez más profunda de la Palabra de Dios contenida en la Escritura inspirada y transmitida por la tradición viva de la Iglesia» (ibid, 6).
Desde este horizonte, nuestro autor se sumerge en el camino que supone la reflexión sobre la redención; interesante el primer capítulo sobre el acontecimiento mismo de la redención, partiendo del significado del término, tantas veces asimilado con el de salvación en el lenguaje corriente. Sin embargo, es el segundo capítulo, dedicado a la contribución de María a la redención en la Biblia, el «corazón del libro», como lo llama el propio autor.
Se trata de un repaso por toda la mariología de la Escritura, desde el llamado «Protoevangelio» hasta el cumplimiento de la promesa en Jesucristo. María unida a su Hijo, presente en todo el Evangelio, está, por eso también, unida al destino del único Redentor, y no solo como sujeto paciente, sino de modo activo. No se deja sin explorar el tema de la colaboración de la Virgen en la salvación de los hombres vista desde la teología, deteniéndose –de un modo muy interesante y sugerente– no solo en la expresión verbal, sino también en la artística.
El resto de este tratado, pues estamos ante un verdadero tratado, está dedicado al llamado «Quinto dogma», que ya sabemos es un tema que ocupa la reflexión, la espiritualidad, y hasta las fibras más profundas del corazón de Agustín Giménez, sacerdote de la diócesis de Getafe y autor de esta obra. Interesante es la historia del Quinto dogma, a la que reserva un amplio capítulo del libro, incluida la postura del papa Francisco, pues algunos pueden preguntarse: ¿cómo se escribe un libro así después de las palabras del Papa sobre María en la redención?
Nuestro autor no obvia el tema; por el contrario, hace un análisis de las tres inter- venciones del papa Francisco acerca de la corredención de María, en las que no aparece como dispuesto a declarar un nuevo dogma mariano. El autor, que sí es favorable a la proclamación de dicho dogma, intenta mostrar sus propios argumentos, siempre desde el respeto y la adhesión al Magisterio de la Iglesia. Quizás sea de los asuntos más discutidos y discutibles de esta obra, pero quisiera sacar de este debate una lectura que fluye a lo largo de todas estas páginas, y que aporta una visión positiva; me refiero a la relación de la colaboración de María en la obra de la redención con el hecho de la Maternidad.
En cualquier caso, el lector se encontrará con una obra espléndida sobre la Virgen María, y una reflexión profunda sobre uno de los aspectos importantes, y siempre debatidos, del tratado de mariología. Creo que estamos ante una buena aportación a la teología. No quisiera terminar este prólogo sin hacer una alusión al título mismo de la obra: María, mi Madre. Es lo suficientemente expresivo como para indicar desde dónde están escritas estas páginas; sin duda, desde el corazón de un hijo. En ellas hay mucha ilusión, mucho tiempo invertido, una larga y profunda reflexión desde la Escritura, la Tradición, el Magisterio y la reflexión teológica a lo largo de la historia. Y serán, sin duda, para bien de aquellos que las lean.
Quiero agradecer el esfuerzo y el cariño que D. Agustín ha puesto en este libro, y agradecer también al Foro Mariano Diocesano todo el trabajo y la dedicación para acrecentar el amor a la Virgen en nuestra diócesis y fuera de ella, siempre con la clara conciencia que el amor y la devoción a María son un cauce imprescindible de evangelización. Con María siempre llegamos a Jesús. Ella es la Estrella que ilumina la obra de la evangelización a la que estamos llamados, y para la que existe la Iglesia. Solo espero que los que leáis esta obra terminéis amando más a María, Madre de Dios y Madre nuestra.
+ Ginés García Beltrán Obispo de Getafe
El orden de las verdades católicas
y sus preámbulos.
Edición provisional
234. La Iglesia ha cantado en la liturgia del rito romano, el día de la Asunción: «Alégrate, Virgen María, tu sola has destruido todas las herejías en el universo», lo cual no es una mera efusión devocional, sino una profunda verdad. Si se profesan correctamente las verdades de fe que la Iglesia cree de la Virgen María, tal como he- mos expuesto en el párrafo anterior, resulta evidente que se mantie- ne una cristología correcta (con la consiguiente confesión trinitaria ortodoxa) y una antropología correcta, incluyendo las enseñanzas acerca del pecado original, la gracia y el destino último del hombre.
235. Por otra parte la Virgen María es la primera discípula de Cristo, y de un modo especial, ya que el Hijo entró en el mundo mediante María, y ella realizó la primera colaboración a la salvación como redimida de una manera eminente, y con un papel del todo singular. Su maternidad divina, al servicio de la cual están su Virginidad perpetua y su Concepción Inmaculada, y cuya consecuencia es la Asunción en cuerpo y alma, es la mayor colaboración que haya podido prestar una criatura al Creador, en el marco de la mediación subordinada. Por todo esto se debe considerar tanto Madre como modelo de la Iglesia.
236. La petición de muchos de que se defina como quinto dogma mariano esa mediación especial de la Virgen María se apoya, y con razón, en la colaboración singular de la Virgen en el plan de salvación. Tal colaboración incluye su sí, es decir, su completa entrega al plan de Dios, que se desenvuelve en su maternidad divina, por ello el dar su carne para el Verbo ha sido precedido por la entrega más completa. Tal entrega continuó toda su vida, y adquirió una fuerza especial al pie de la Cruz. Los discípulos seguirán después a Cristo, pero la Virgen Santísima ha colaborado con Dios para que la salvación y ese seguimiento sea posible. Entre los santos sólo san José, que ha sido el padre legal de Cristo y el custodio del Redentor tiene una misión comparable, aunque, obviamente inferior a la de la Virgen Madre de Dios.
"La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres [...] brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia" (LG 60). "Ninguna creatura puede ser puesta nunca en el mismo orden con el Verbo encarnado y Redentor. Pero, así como en el sacerdocio de Cristo participan de diversas maneras tanto los ministros como el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en las criaturas de distintas maneras, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa de la única fuente" (LG 62).
VER+:
"Y aquí voy hablar en cuanto a esta participación activa:
Voy a remarcar el orden de la intención. Es muy importante esto. María es corredentora en el orden de la intención desde el primer instante. Cuando le dice al ángel, a Dios a través del ángel, Fiat mihi secundum verbum tuum, hágase en mí según tu voluntad. Esto es fundamental. ¿Por qué? Porque este Fiat, el hágase, el hágase según tu voluntad, expresa una intención, de la intención divina, la asume como propia, ¿de acuerdo? Es muy importante, esto no es pasivo, ¿de acuerdo? La Virgen no es cooperadora en la salvación simplemente porque fue madre biológica de Jesucristo. Es eso. Y algo más. La cooperación de la Virgen no solo fue física, dijo, también fue moral. Fue próxima y no remota, fue directa y no indirecta. No solo fue material, sino que también fue formal. ¿De acuerdo?
La obra de la redención la hace Cristo, pero su su cooperación no es solo física o biológica, también es moral, porque sabe que implica el fiat que le da a Dios. Hágase en mí según tu voluntad.
Asume la intención salvífera o redentora de Dios, la asume como propia y ese sí al ángel, ese fiat tiene un carácter moral, ¿de acuerdo? Es una cooperación próxima, es directa, no es solo material, sino que es formal. Así hay que entender desde el primer instante en la encarnación, la cooperación de María.
Sí, de esta manera, eh, no solo pasivamente. No solo pasivamente.
(...)
Hay otro ejemplo, éste teológico, ¿qué es la comparación entre Adán y Eva?
¿Sabéis que San Pablo compara a Adán con Cristo, no? que lo llama el nuevo Adán, ¿no? Entonces, pues si por un hombre vino al pecado del mundo, pues por el nuevo hombre, el nuevo Adán, pues ha venido a la redención. Luego santos padres como San Justino, San Ireneo, ¿no?, pues hacen la comparación, aprovechan esta comparación de San Pablo para hablar de de la mujer Eva y de la mujer María, si por una nos vino la perdición, por otra nos ha venido la salvación. De hecho, el término, el título Nueva Eva está vinculado necesariamente al de Corredentora. Y si hay que desechar el término corredentora, también pueden desechar el término nueva Eva.
Bueno, digo porque en Eva se da esto. ¿Quién induce a pecar a Adán? Eva. Tiene una cooperación moral. No solo física, es próxima, es directa, no solo es material, también es formal.
Pues lo mismo la Virgen en la redención, coopera con el nuevo Adán. La nueva Eva coopera con el nuevo Adán, de forma física, moral, próxima, directa, material y formal".
María Reina 2 - MAURICIO OZAETA -
¿Qué nos pide Ntra. Señora de todos los pueblos?






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Juan Carlos (Yanka)