Eusebio Chini (Padre Kino),
precursor de la Baja California
El misionero jesuita explorador que fundó Arizona
y defendió a los indígenas
Un hombre de virtudes heroicas que fundó más de veinte misiones, introdujo la ganadería y modernos métodos de cultivo y bautizó a miles de indígenas en Sonora y Arizona.
El Padre jesuita Kino fue un hombre de enormes (y muy diversas) cualidades: explorador, cartógrafo, astrónomo, matemático, agricultor, ganadero, organizador social y robusto defensor de los derechos de los naturales, especialmente de los pimas, nativos de la Pimería Alta, un vasto desierto que comprende el norte de Sonora y el suroeste de Arizona.
Su historia ha sido llevada al cine en varias versiones. La primera, en 1977, “Misión de Gloria”, dirigida por Ken Kennedy y protagonizada por Richard Egan (en el papel del Padre Kino) y Ricardo Montalbán, entre otros. Más adelante, se han filmado “Kino: la Leyenda del Padre Negro” (1993), del director mexicano Felipe Cazals, y en 2017, “¡Viva Kino!», de Lia Giovanazzi Beltrami.
Nació en Italia, pero desarrolló toda su actividad profesional y personal bajo la bandera del Imperio español en América. Eusebio Chini, conocido como Kino, natural de Segno (Savona), era Catedrático de Matemáticas, pero lo dejó todo para convertirse en jesuita y, hábitos mediante, convertirse en misionero en América.
Su labor en esa porción de la Nueva España, no solo consistió en evangelizar e introducir elementos de la civilización en la Pimería Alta, sino que enseñó a los pimas y a otras tribus a defenderse de los belicosos apaches y de los voraces explotadores: obtuvo una Cédula Real para que los naturales que él bautizara no pudieran ser usados como esclavos en las minas.
Los orígenes y la aventura
A los veinte años, Kino entró a formar parte de la Compañía de Jesús en Trento. De ahí pasó a estudiar ciencias y matemáticas a Hall, cerca de Innsbruck (Austria) y al terminar sus estudios, el Duque de Baviera le extendió una invitación para que enseñara en la Universidad de Ingolstadt (Alemania). Pero él quería ser misionero. Y fue sorteado para ir a la Nueva España.
Hubiera parecido que su viaje no se iba a realizar. En junio de 1678 se embarcó en Génova hacia Cádiz con 18 compañeros jesuitas, para abordar la flota que saldría en verano hacia tierras americanas. Pero la tempestad los envió a Ceuta. Cuando llegaron a Cádiz, el 13 de julio, la flota ya había zarpado. Pasaron dos años y medio para que pudiera realizar el viaje.
En Cádiz aprendió español, lo cual le iba a servir en tierras mexicanas, y escribió el opúsculo “Exposición astronómica del cometa, que el año de 1680: por los meses de noviembre, y diciembre, y este año de 1681, por los meses de enero y febrero, se ha visto en todo el mundo, y le ha observado en la ciudad de Cádiz” (publicado en México en 1681, por la imprenta de F. Rodríguez Lupercio).
Primero, Baja California, luego la Pimería Alta
Cuando, en 1683, la expedición al mando del Almirante Isidro de Atondo y Antillón, desembarcó en el puerto de La Paz, en la península de Baja California, el Padre Kino, quien lo acompañaba, inició su incesante exploración de esas tierras. Ahí conoció a los indígenas y logró entrever el por qué de su hostilidad a los españoles: eran tratados no como seres humanos.
En Baja California apenas si se pudo establecer la Misión de San Bruno, pero más tarde, quiso volver a la península (que entonces se creía, como lo había afirmado el pirata inglés sir Francis Drake, que era una isla, cosa que corrigió luego el propio Padre Kino al mostrar que estaba unida por un brazuelo a territorio mexicano) y terminó cabalgando hacia la Pimería Alta donde comenzó sus trabajos apostólicos.
Siempre a caballo, el Padre Kino estuvo en esa región que hoy ocupan Sonora y Arizona desde 1687 hasta su muerte, en 1711. Fundó más de veinte misiones, introdujo la ganadería y modernos métodos de cultivo, bautizó a miles de indígenas, les ayudó a vivir en paz entre sí y a defenderse de los apaches. También los defiende frente a mineros y hacendados que los querían manipular a su antojo.
Amor a Dios y al conocimiento
Fue un habilísimo diplomático y como cosmógrafo real de Carlos II, realizó observaciones astronómicas relevantes. Como gran parte de los misioneros españoles de los siglos XVI, XVII y XVIII (cuya historia espera ser contada) no sólo aprendió las lenguas nativas, sino que enseñó a leer y escribir a los propios indígenas, preservando su lenguaje y aprendiendo español.
Toda su aventura en esta que fue su tierra de adopción la narró en el libro “Favores Celestiales” en donde deja en claro que le movieron dos grandes pasiones en su vida: la inquietud intelectual, científica, características del jesuita ilustrado, y el trabajo para mayor gloria de Dios, característico del jesuita seguidor de San Ignacio.
Quizá por ello, otro jesuita quiera que llegue a los altares pronto.
Cuenta Borja Cardelús que Kino fue destinado a Baja California, que entonces se creía una isla. Sin embargo, la dureza de la geografía llevó a las autoridades a considerar que no merecía la pena mantener allí misiones, pues a duras penas podían mantenerse en aquel pedazo de tierra casi yermo en mitad del agua.
Se trasladó entonces Kino a Pimeira, entre los ríos Colorado y Gila, dentro de lo que hoy es Arizona. Allí se empleó a fondo en la fundación de misiones, entablando buenas relaciones con los indígenas locales, a quienes visitaba con una mula llena de regalos defendiendo su máxima de que “es más fácil enseñar a un indio bien alimentado que a uno hambriento”.
En su expansión misionera, Kino formó a indígenas en oficios necesarios para el desarrollo de las misiones -carpinteros, herreros, pintores…- y solicitó a México el envío de ganado, semillas y todo lo necesario para convertir a estos nuevos centros en autosuficientes y estables. Introdujo así en Arizona el ganado, el trigo, los árboles frutales, pero también la arquitectura y música occidentales, al tiempo que convirtió a la postre a los indígenas, antes nómadas y guerreros, en tribus estables y pacíficas.
Pese a centrarse en la región de Pimeira, hasta el punto de que hoy día se le considera el padre de Arizona, Eusebio Chini no olvidó su primer destino en América: Baja California. Continuó dándole vueltas a cómo abastecer a los nativos de lo que entonces se consideraba una isla, hasta que un día se dio cuenta de que lejos de ínsula, se encontraba ante una península. La clave fueron unas conchas azules que encontró en Arizona y que ya había visto en Baja California.
Para confirmar su teoría subió a un cerro y desde ahí comprobó que la Baja y la Alta California estaban unidas por una larga lengua de tierra. Es decir, que enviar ganado a los nativos de Baja California no era tan costoso al no ser necesario hacerlo por barco, sino que bastaría hacerlo por tierra. Kino, que más allá de evangelizador era un gran científico, demostró así que las misiones de Baja California eran viables.
En estos días será impreso con casi 900 páginas, el libro de Kino en California, de Carlos Lazcano Sahagún. Su obra número 45.
El domingo 9 de agosto el Arzobispo de Trento, compartió la alegría del reconocimiento del misionero Eusebio Francisco Kino (1645) como Venerable. El 10 de Agosto Kino cumplió 375 años de natalicio.
Sus innegables pasos
Charles W. Polzer jesuita de san Diego, Ca., como otros eminentes historiadores anduvieron tras las huellas del padre a Caballo, el Apóstol de los Pimas, como le llama Herbert Bolton, historiador (metodista, no católico), y en especial el jesuita Ernest J. Burrus, a quien debemos tantas investigaciones de principios del siglo XX, en especial la Cartografía del Padre Kino.
Aunque en Tijuana hay uno de los monumentos más grandes del Jesuita Eusebio Kino en el mundo, pareciera que Carlos Lazcano fulminará con su investigación los dichos de muchos políticos que se han aventado sus domingueras sobre el misionero trentino, como aquella de que “yo sepa, Kino nunca estuvo en California (península)”; una barbaridad salvaje, al fin políticos; ni el mínimo afán por refutarles sus deslices; son políticos, qué se le va a hacer. Paciencia.
En honor a su memoria
Entre los pendientes del Instituto de Cultura de Sonora, reeditar la autobiografía del Padre Kino, Favores Celestiales, sería un gran acierto. Uno va a la Casa de la Cultura de Hermosillo o a la Sociedad Sonorense y ya no hay esta obra básica del jesuita. Circula por ahí la reimpresión de la Vida del Padre Francisco Xavier Saeta, redactada por Kino en 1696. De las obras de Kino que no se han editado "La Observación del Cometa de 1680". "La Ibero Santa Fe", imprimió las "Cartas a la Procura de Misiones", documentos originales firmados por Kino y recuperadas de los basureros de la Ciudad de México, gracias al interés del jesuita de Tegucigalpa, Carlos Ignacio Pérez Alonso.
Evangelizando Las Californias
Carlos Lazcano describe en su obra tras largos años de exploración, lectura, charlas, investigaciones hemerográficas, en bibliotecas, observaciones como recorrer desde Ensenada a Cabo San Lucas, el Camino Real Misionero.
En Favores Celestiales uno descubre como Kino convence a Juan María Salvatierra, jesuita visitador de misiones, a retomar el auxilio a los queridos californios de la Península. La primer Misión californiana como sostiene Lazcano es el presidio misión de San Bruno, dirigida no por los soldados sino por los misioneros, toda vez que habían logrado de la Corona Española, hacerse cargo de los gastos a través del memorable Fondo Pío de las Californias que don Porfirio Díaz hubo de liquidar con intereses a la Iglesia Católica de California; no quería pero la Corte Internacional de La Haya le aplicó todo el peso de la Ley toda vez que el inefable Santana había dispuesto fraudulentamente de aquel fondo piadoso para fundar y sostener la obra de los jesuitas califórnicos, tras su expulsión de todos los reinos de España (vea usted la película La Misión, Paraguay). Santana pues le pegó prácticamente a “Roberto” con los bienes que donaban para las misiones jesuíticas.
El 6 de Octubre de 1683 el Capitán Atondo y Antillón, en compañía de soldados y misioneros como Kino, fundaron San Bruno cerca de Loreto, hoy abandonado –retén militar- y que la gente llama San Brunito, donde estuvo la primer misión de California (Península). Los trabajos se suspendieron en 1685, y fueron retomados el 25 de Octubre de 1697, fundación de la Misión de Nuestra Señora de Loreto por el entrañable jesuita milanés Juan María Salvatierra. Quien había estado años con los Tarahumaras de Chihuahua.
Kino en California ya está prácticamente por publicarse. Y como decía el buen padre Polzer, esto es una serendipia, todo se ha conjugado. Diríamos que Dios ha dispuesto todo providencialmente para la causa de beatificación del Padre Kino, por cierto iniciada en los 1950’s por el primer inolvidable Arzobispo de Sonora, Juan Navarrete y Guerrero, también en proceso de beatificación.
En el marco de la inminente beatificación del Padre Kino, sería un éxito editorial y un acto de justicia cultural editar las obras completas del fundador del Estado de Arizona. Esto podría incluir, Favores Celestiales, Sangre Misionera en Sonora (Vida del P. Saeta), la Observación del Cometa de 1680, y las Cartas a la Procura de Misiones.
El Padre Kino construyó misiones en Sonora y Arizona, introdujo la ganadería y los métodos de cultivo modernos; exploró una región vastísima, comprobó que la Baja California es una península y no una isla como pensaban algunos en esa época, bautizó a millares de nativos (gentiles), desbarató intrigas, obtuvo privilegios para sus queridos indios, predicó el evangelio, fue un diplomático prudente, realizó observaciones astronómicas (había sido nombrado cosmógrafo real), aprendió las lenguas nativas, enseñó a leer y a escribir a miles de personas; amansó espíritus, tierras y caballos, y también supo hallar tiempo para escribir. En su libro Favores celestiales narra las aventuras y desventuras de su vida desde 1687 hasta 1706, cinco años antes de su muerte.
En su prolífica vida de misionero el Padre Kino fundó:
La Misión de Nuestra Señora de los Dolores (1687) (Sonora, México)
La Misión de Nuestra Señora de los Remedios (1699) (Sonora, México)
La Misión de Nuestra Señora del Pilar y Santiago de Cocóspera (Sonora, México)
La Misión de San Ignacio de Cabórica (Sonora, México)
La Misión de San Pedro y San Pablo de Tubutama (Sonora, México)
La Misión de La Purísima Concepción de Nuestra Señora de Caborca (Sonora, México)
La Misión de San Diego del Pitiquí. Pitiquito (Sonora, México)
La Misión de San Cayetano de Tumacácori (Arizona, Estados Unidos)
Las Misiones del Alto Santa Cruz. Pequeñas misiones repartidas entre Sonora y Arizona
Las Visitas del Río Altar (Sonora, México)
La Misión de San Xavier del Bac (Arizona, Estados Unidos)
Y muchas pequeñas misiones llamadas Visitas, que se encuentran a ambos lados de la actual frontera entre EE. UU. y México.
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