viernes, 20 de noviembre de 2020

LIBRO "EL PAPA FRANCISCO Y EL CAPITALISMO": UN DIÁLOGO NECESARIO

UN DIÁLOGO NECESARIO
AXEL KAISER

«Las relaciones políticas de Francisco 
se inclinan hacía la izquierda, no porque sea marxista, 
sino porque representa las heridas de la sociedad». 
Silvano Tomasi, Arzobispo.
Con una mirada divergente pero constructiva, este ensayo —escrito por un cristiano no católico como se reconoce el propio Axel Kaiser— pretende contribuir al diálogo, en materia económica y social, entre el Papa Francisco, los miembros de la Iglesia y el mundo laico. A través de escritos, entrevistas y opiniones del Sumo Pontífice sobre estos temas puntuales, el autor va aclarando confusiones, sustentado en evidencia empírica y razonamientos económicos fundados.
Prólogo

Es conocida la posición del teólogo alemán Hermann Josef Wallraff, quien describió la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) como una «estructura (Gefüge) orgánica de proposiciones abíertas»1. Con ello quería afirmar que la enseñanza social católica plantea los principios morales básicos del orden social, sin la pretensión de ofrecer un modelo de sociedad ideal. Es por esta razón que aquella se configura como un marco amplío de referencia, dentro del cual pueden hallar cabida prima facie visiones sociales, políticas y económicas distintas, y hasta cíerto punto, opuestas entre sí. Esto no significa, sin embargo, que todas estas posiciones, en términos generales compatibles con la DSI, tengan con referencia a ella ,el mismo valor. Pueden presentar, por ejemplo, diferentes grados de consistencia con sus principios fundamentales, estar más o menos ideológicamente condicionadas, y su base empírica puede ser más o menos sólida. Pero precisamente la DSI, entendida como una disciplina científica de naturaleza teológica, provee estándares objetivos que hacen posible el diálogo y debate racional entre los distintos enfoques teóricos, y que son capaces de guiar la tarea comunitaria del discernimiento prudencial orientado inmediatamente a la praxis. 

La enseñanza social de los diferentes pontífices no podría estar exenta de los criterios de rigor científico que se fija a sí misma, particularmente en lo que se refiere a juicios históricos y orientaciones prácticas. Más aún, sí, como se sigue de la definición de Wallraff, la DSI no propone un modelo alternativo de sociedad (o «Tercera Vía»), las expresiones pontificias que sí lo hagan deberán considerarse como «opiniones» que con más razón pueden y deben ser sometidas a la crítica racional. En este sentido, el ejercicio que emprende Axel Kaiser en esta pequeña obra no solo es legítimo, sino obligatorio. 

¿Hasta qué punto las afirmaciones del actual pontífice en el campo económico pueden ser corroboradas por los datos empíricos? ¿Cuál es la solidez de sus presupuestosteóricos? ¿Qué continuidades y discontinuidades presenta con respecto al magisterio precedente? ¿Qué presupuestos ideológicos pueden incidir en sus tomas de posición? 
No estoy en condiciones de abrir un juicio autorizado sobre los aspectos específicamente económicos de la obra, aunque tiendo a coincidir con el autor en términos generales. Pero estoy convencido de que solo encarando con coraje y respeto esta tarea crítica es posible salvaguardar la unidad orgánica de la DSI como cuerpo de doctrina y evitar que la misma termine convirtiéndose en un rótulo vacío cuyo contenido cambia con cada nuevo pontífice. Este trabajo es un buen ejemplo de este esfuerzo, y plantea interrogantes que merecen ser tenidas en cuenta.
Gustavo Irrazábal,
Sacerdote argentino, 
vicario de la parroquia 
Madre Admirable de Buenos Aires*.
1 de noviembre de 2017.

Introducción

Este libro pretende construir un puente de diálogo entre el Papa Francisco y los fieles de la Iglesia católica que lo siguen en su visión económica y social. Busca acoger el llamado que el mismo Francisco ha hecho en Laudato si' a conversar con economistas y con otras disciplinas para encontrar caminos fructíferos de encuentro social y progreso humano. No es, por lo tanto, una crítica al Papa como tal, sino un análisis de cierta visión en torno a asuntos económicos y políticos que el Papa ha presentado en numerosos escritos y comentarios. Aunque complejo, un intercambio de ideas de este tipo es a todas luces necesario no solo entre el mundo laico y el católico, sino también entre los mismos católicos, pues muchos tienen en asuntos de este tipo posiciones muy diferentes a las del Papa Francisco. 

Hay que decir, antes de realizar el análisis consecuente, que si bien académicos católicos connotados han publicado estudios mostrando que Francisco ha ido más lejos que sus predecesores inmediatos en condenar al capitalismo -Paulo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVl-2, otros papas mucho antes que Francisco también mostraron gran hostilidad con el liberalismo y el mercado. León XIII y especialmente Pío XI inauguraron una tradición de recelo frente al mercado y el liberalismo -aunque defendiendo la propiedad privada y condenando al socialismo marxista- que sería enmendada por Juan Pablo II y Benedicto XVI3. En efecto, en Centesimus annus y Caritas in veritates, como veremos en el epílogo de este ensayo, Juan Pablo II y Benedicto XVI, respectivamente, ofrecieron una visión sobre el mercado con cuyo espíritu podría concordar cualquier liberal clásico. En Laudato si' y Evangelii gaudium, Francisco hace un quiebre radical con esa línea más favorable al mercado, regresando a la postura más critica que conoce la historia de la Doctrina Social de la Iglesia llevándola incluso al extremo de comparar la lógica de quienes defienden la «mano invisible del mercado » -que no es otra cosa que el sistema de precios para asignar recursos- con la de aquellos que defienden la esclavitud y la explotación sexual infantil4.

A pesar de que Francisco condene fuertemente el capitalismo y el liberalismo económico, sin condenar el socialismo como lo hicieron León XII y Pío XI, pocos pueden dudar de que es un hombre al cual le preocupan seriamente los pobres y quienes más sufren en este mundo. Su vida es el mejor ejemplo de una persona que ha hecho de la vocación por la pobreza el eje central de su existencia, al punto de que a ratos parece sufrir tanto como aquellos a quienes busca ayudar. Ha de ser difícil, cuando la miseria se ve con ojos de pastor, no sentir que el mundo es un lugar tremendamente injusto en el cual hay falta de solidaridad, abuso y desprecio de unos a otros. Francisco, el nombre que elige Jorge Bergoglio honrando la figura de San Francisco de Asís, ha tenido el mérito de poner a los pobres en el centro del debate y de advertirnos sobre nuestra tendencia a no verlos, producto de una adoración irrefrenable al bienestar material, la que ciertamente existe, aunque tal vez en un grado distinto al que cree el Papa. 

Nos advierte, también correctamente, me parece, que el olvido de quien sufre lleva a una deshumanización de la sociedad en la cual se hace imposible el espíritu cristiano. Del mérito de todo lo anterior no se sigue, sin embargo, que el Papa Francisco no yerre profundamente en parte del diagnóstico que lo anima en su lucha por los pobres, dando la razón a posturas que, lejos de ayudarlos, terminan condenándolos a permanecer en situaciones de miseria. Como ha observado el teólogo católico y cercano a Juan Pablo II, Michael Novak, parece ser que Francisco no tiene una buena teoría acerca de cómo superar la pobreza5. Es aquí donde muchos católicos difieren del Papa, y con razón, pues no tienen la obligación de seguirlo en cuestiones económicas y políticas. Este breve ensayo, escrito por un cristiano no católico, busca interpretar el sentir de muchas personas, incluido ese gran grupo de católicos que ven con preocupación cómo Francisco ha tomado caminos retóricos y políticos que distan de ser imparciales y fértiles. Dada su inmensa popularidad y la gran influencia de la Iglesia católica, especialmente en América Latina, las palabras de Francisco no son irrelevantes para nadie. 

Cuando el gran intelectual venezolano Carlos Rangel afirmó que «la Iglesia católica tiene más responsabilidad que ningún otro factor en lo que es y en lo que no es la América Latina», no exageraba6. Tampoco se equivocaba al notar que parte importante de la Iglesia católica latinoamericana en el pasado mostraba una afinidad estrecha con doctrinas antiliberales. Según Rangel, en tiempos de la guerra fría la Iglesia descubrió que «en el socialismo marxista tiene [...] un aliado táctico precioso en la propagación del mensaje según el cual los mayores enemigos de la salvación del hombre son los mercaderes, y la tarea más urgente, echarlos del templo»7. La famosa «teología de la liberación», avalada por la Unión Soviética y que combinaba elementos cristianos y marxistas, fue la máxima expresión de lo que describe Rangel.

Si bien los tiempos han cambiado, en América Latina ideologías como el socialismo, además de una cultura propensa al populismo, siguen presentes haciendo enorme daño a los más pobres. La voz del Papa Francisco, hay que insistir, es, en ese contexto, extremadamente importante. Miles o tal vez millones de personas siguen su opinión ajustando sus creencias a lo que este formula en discursos, encíclicas, entrevistas y otros. No es sano para nuestras sociedades ni del todo justo para la Iglesia católica, me parece, que se instale la percepción de que Francisco, con sus palabras sobre el capitalismo y con sus gestos políticos, se acerca a corrientes de izquierda populista. Lamentablemente, eso es lo que ha ido ocurriendo. La revista Newsweek, por ejemplo, se preguntaba en su portada del 13 de diciembre de
2013 si el Papa Francisco es o no un socialista8. En 2016, analizando su visión sobre el capitalismo, la revista Der Spíegel en Alemania afirmaba que «nunca ha habido un Papa más de izquierda que este», agregando que en ocasiones utilizaba el lenguaje de un «revolucionario de izquierda»9. El mismo año, The Wall Street Journal pu blicaba un artículo titulado «How Pope Francis became the global leader of the left» (Cómo el Papa Francisco se convirtió en el líder global de la izquierda)10.

El artículo revisaba no solo algunos de los comentarios progresistas de Francisco, sino las reacciones a ellos de líderes socialistas, como el ex precandidato presidencial de Estados Unidos Bernie Sanders, que se declaraba un «fan» del Papa y de su visión. También sostenía que el Papa y el Vaticano han apoyado movimientos cargados de ideología, tales como Black Lives Matter y otros grupos proponentes de mayores salarios mínimos, así como organizaciones de trabajadores que se consideran explotadas. En parte, la razón para ello tiene que ver, como recuerda el mismo artículo del Wall Street Journal, con el hecho de que el Papa es argentino y creció en una familia que apoyaba la figura del general Juan Domingo Perón, máximo representante del populismo latinoamericano de primera ola. Más adelante veremos con mayor detención de qué manera la visión peronista se manifiesta en la visión económica y social de Francisco. 

Por ahora corresponde llamar la atención sobre el hecho de que el Papa actual ha marcado una clara diferencia de grado con sus predecesores inmediatos en materia de crítica al sistema de mercado, y para muchos se ha mostrado también inusualmente amable con regímenes de izquierda populista en América Latina. Lo anterior, hay que repetir, no significa que no tenga mucha razón en varias de las cosas que dice. Por supuesto no se equivoca al advertirnos contra el mal del materialismo, la confusión de la riqueza con la felicidad y del éxito con el sentido más profundo de la vida. Todo ello representa una filosofía válida y necesaria que busca reconectarnos con nuestra esencia espiritual, en vez de perseguir ilusiones de felicidad que muchas veces se desintegran tan pronto las alcanzamos. Sin perjuicio de lo anterior, es necesario invitar al Papa Francisco a considerar una posición más balanceada en torno al capitalismo, tal como la tuvieron sus predecesores Benedicto XVI y Juan Pablo II. 

En esa línea, este breve ensayo pretende aclarar algunas de las confusiones económicas en las que ha caído el Papa y que afectan negativamente a quienes todos nos debemos: los más pobres. Dado lo relevante del asunto, en este trabajo he optado por no editar ni parafrasear las opiniones del Papa Francisco, reproduciéndolas íntegramente para después comentarlas y contrastarlas con evidencia empírica y razonamientos económicos fundados. Así el lector podrá formarse su propia opinión independientemente de lo que diga el análisis posterior. 
También he recogido íntegramente variadas reacciones a los dichos de Francisco, para que el lector vea cómo han sido tomadas muchas de sus declaraciones y opiniones por la prensa de Occidente, por intelectuales e incluso por sacerdotes. 
Quisiera recordar que la Iglesia católica es sin duda una de las instituciones más influyentes de la historia occidental y que ha hecho uso de la razón como ninguna otra similar para explicar su fe. 
Esa vocación racional es hoy decisiva para encontrar claridad sobre aquellas instituciones e ideas que ayudan especialmente a los más pobres a superar su condición. A ellos solo la verdad en materia económica los hará realmente libres de la tragedia que significa vivir en la miseria, que tan relacionada está con doctrinas como el socialismo y con diversas manifestaciones del populismo.
1 Cf. Hermann Josef Wallraff, Katholische Soziallehre: Leitídeen der Entwicklung? Eigenart, Wege, Grenzen,Bachem, Colonia, 1975, pp. 26 y ss.
2 Sobre este punto ver:Andrew Yuengert, «Pope Francis, His Predecesors and the Market», The Independent Review, vol. 21, nº 3 (Pope Francis and Eoonomics), (invierno 2017). 
3 A. M. C. Waterman, «Pope Francis and the Enviromental Crisis», TheIndependent Review, vol. 21, nº 3 (Pope Francis and Eoonomics), (invierno 2017).
4 Francisco, Laudato si', 123. 24 de mayo de 2015.
5 Michael Novak, «Foreword»1 en Robert M. Whaples (ed.), Pope Francis and the Caring Society, Independent Institute, Oaldand, 2017, p. xxiv.
6 Carlos Rarngel, Del buen salvaje al buen revolucionario, Monte Ávila Editores, Caracas, 1982, p. 227. 
7 Ibíd., pp.262-263.
Para consultar el reportaje, véase: Cristina Odone, «Is the Pope a Socialist?», Newsweek, 13de diciembre de 2013. 
9 Hans-Jürgen Schlamp,«Der Herz-Jesu-Sozialist», Der Spiegel,29 de mayo de 2016.
10 Francis Rocca, «How Pope Francis Became the Leader of the Global Left», The Wall Street Joumal, 22 de diciembre de 2016.


UNA CARTA AL PAPA FRANCISCO
Padre Alberto Cutié

Su Santidad:

Por mucho tiempo pertenecí a la misma rama de su ejército. Aunque ahora soy parte de una rama más pequeña y menos influyente, ciertamente seguimos en el mismo ejército del Señor y con el mismo deseo de ver que el Reino de Dios se haga presente “aquí en la tierra, como en el cielo”.
También soy parte de un grupo cultural único y con una experiencia peculiar. Aunque muchos no hemos nacido en Cuba, por accidentes de la historia, en muchas partes del mundo nos dicen, “esos cubanos de Miami”. Y tienen razón, llevamos la cubanía en la sangre.

Damos gracias a Dios por su visita a Cuba, pero al escuchar las opiniones de cubanoamericanos como yo, tengo solo tres preguntas que casi todos nos hacemos a diario, pero que se quedan sin contestar:

¿Por qué usted y otros líderes religiosos condenan tan fuertemente el capitalismo, y nos ofrecen una lista de todos los desastres que surgen como resultado del mismo, pero nunca vemos una condena igualmente fuerte del comunismo ateo, que tanto daño sigue haciendo en el mundo? Esa desigualdad a la hora de condenar nos parece injusta.

Si realmente nos interesa tanto ayudar a los pobres, ¿por qué ignoramos a los que sufren la gran pobreza de la falta de libertad y que, solo por expresar su desesperación y por reclamar que se respeten los más básicos derechos humanos, son detenidos, hostigados y golpeados? Todos los días llegan jóvenes cubanos a nuestras costas –y un sinfín nunca llega– buscando esa libertad.

¿Es más importante tener relaciones diplomáticas con un país que no tiene elecciones libres hace más de 50 años, que maltrata a su pueblo, que tiene un historial bien documentado de oprimir y robar a la misma iglesia, que buscar la justicia, el bien común y la libertad de todos los cubanos? Considero que la iglesia de Cristo tiene que estar más vinculada y preocupada por el pueblo y no tan cercana al opresor. La excusa que se presenta es que esta es una “visita pastoral” y no “política”, pero ese argumento ya no es válido, porque hemos visto muchísimos ejemplos en los cuales la Santa Sede y su cuerpo diplomático se involucran extensamente en situaciones políticas. ¿Por qué en el caso de Cuba esto se trata de forma diferente?

Ya sé. La gran mayoría de las personas que leen estas preguntas dicen que “esos cubanos de Miami” no entendemos aquello. He llegado a la conclusión que tienen razón. La verdad es que no entendemos.

No entiendo, ni creo que pueda empezar a entender, por qué un hombre de Dios se puede reunir con los opresores, pero no con los oprimidos; por qué a las instituciones religiosas se les ha olvidado que el cristianismo nació de los mártires, no de quienes se quedaron callados antes las injusticias. Tampoco entiendo cómo no podemos aprender de la historia, cuando durante la Segunda Guerra Mundial, la gran mayoría de los cristianos nos quedamos callados ante el asesinato de más de seis millones de seres humanos –mayormente hermanos judíos– que fueron víctimas de otro dictador asesino. Son hechos de la historia que no podemos ignorar.

Santidad, qué le vaya bien en su viaje, pero “estos cubanos de Miami” seguimos sin entender.
VER+:



Acaba de publicarse una nueva Carta Encíclica titulada Fratelli tutti para seguir con la fórmula empleada por San Francisco de Asís a la feligresía. Consta de ocho capítulos divididos en 287 apartados impresos en ciento veintidós páginas según la edición original.
Dejando de lado generalidades y lugares comunes, el eje central de este mensaje pastoral consiste en un consejo referido a la propiedad privada al efecto de lo que el Pontífice estima es el camino para lograr el bienestar espiritual y material de todos los seres humanos. Pues yerra y se aleja grandemente del blanco ya que sus consejos indefectiblemente conducen a la miseria, muy especialmente de los más vulnerables. Descuento que esas no son sus intenciones pero ese es el resultado cada vez que se adoptan recetas como las sugeridas en el documento en cuestión
En su línea argumental, el Papa subraya “el destino común de los bienes creados” en cuyo contexto aplaude lo dicho por Juan Crisóstomo en cuanto a que “no compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros bienes que tenemos, sino suyos”. En la misma dirección subraya “la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra, el derecho de todos a su uso”.
Esto es tanto como afirmar que la propiedad privada no debiera existir puesto que significa el uso y la disposición de lo propio. Es equivalente al conocido comentario sobre la mujer semi-embarazada: es un contrasentido, está o no está. En nuestro caso o se respeta aquel derecho o se lo conculca.
Como es sabido, Marx y Engels en El manifiesto comunista de 1848 concluyen que “pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad privada”. Tal vez este es el motivo por el cual el actual Papa a raíz de una pregunta sobre los que lo acusan de tener ideas comunistas, en una entrevista al periódico italiano La Repubblica el 11 de noviembre de 2016, respondió que “Son los comunistas los que piensan como los cristianos”.

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