jueves, 12 de abril de 2018

BUSCAR Y HALLAR A DIOS EN TODAS LAS COSAS

"Buscar y hallar a Dios en todas las cosas" 

(extracto)
P. Josep Maria Rambla, SJ
Lo que da unidad a la vida, lo que da calidad a la vida no es ni la oración ni la teología, sino la caridad, el amor verdadero. La caridad es lo que da calidad a mi oración, la caridad es lo que da calidad a mi trabajo. Lo que importa es que toda mi vida, que todas las cosas que hago sean expresión de esta caridad, que estén marcadas con esta intención que es la búsqueda del Reino.
Se trata de convertir toda mi existencia en experiencia de Dios: la vida comunitaria, de familia, de apostolado, la actividad intelectual, la actividad social, este mundo tan denostado de la actividad sociopolítica, en una palabra, toda la existencia, eso puede ser experiencia de Dios. Nuestra vida de cada día es la gran oportunidad para la educación del corazón; mediante nuestra cotidianidad podemos conseguir que nuestro corazón se abra cada vez más a la dinámica del Señor que habita en nosotros.

"Hallar a Dios en todas las cosas" es precisamente un camino para vivir la vida como experiencia de Dios, es una experiencia de unificación porque todas las cosas van unificándose en esta vivencia del encuentro con Dios. Pero al mismo tiempo es también una experiencia afectiva, porque es un encuentro cálido con el Señor. Hallar a Dios no es pensar en Dios, es una experiencia afectiva de encuentro, de plenitud del corazón.

El problema verdadero para la Iglesia y para nosotros cristianos no está en subsistir o no, sino en conservar la significación. Es decir, si realmente somos y seremos significativos para la sociedad y para el mundo del futuro. Para vivir de modo significativo y no de inercia, a impulsos sólo de la costumbre y de la buena voluntad, sino de manera plenamente honda y personal - es decir, como "místico"- en el mundo actual, San Ignacio de Loyola nos ofrece una buena propuesta: "hallar a Dios en todas las cosas".

¡Cuánto suscita en nosotros la frase de San Ignacio de Loyola: "buscar y hallar a Dios en todas las cosas..."!

Buscar y hallar son dos términos que, en una primera aproximación, parecen muy separados uno del otro. "Buscar": siempre primero y al comienzo de un proceso. "Hallar": siempre después y al final de un recorrido. Como si fueran dos polos alejados de un mismo camino que imaginamos largo, duro y difícil de transitar.

San Ignacio coloca ambos términos en la primera anotación: “...buscar y hallar la voluntad divina...”, al explicar el sentido de los ejercicios espirituales. Por otra parte San Agustín, en las Confesiones, dedica todo un capítulo a la búsqueda de Dios[1]. También en la Palabra de Dios, el Señor ha manifestado claramente que hay que buscar primero su Reino y su justicia (Mt 6, 33).

Pero si existe una distancia enorme entre nuestros caminos y los de Dios, entre nuestros pensamientos y los suyos (Isaías 55, 9), parece ser que, en una mirada más profunda, no existe tanta distancia entre los dos términos aludidos: “buscar” y “hallar”. 

¿Acaso no son dos verbos que en el Verbo están unidos? Nuestro Señor Jesucristo los ensambló en forma inseparable mediante una afirmación: 

"Porque les aseguro que el que busca encuentra… buscad y hallaréis" (Lc. 11,9-10). 

Buscar y hallar, espacial y temporalmente separados en el hombre, parecen ser, en Dios, simultáneos. Dos caras de una misma moneda. A Dios se lo halla mientras se lo busca y nos invita a buscarlo mientras de deja encontrar...

Se trata de un verdadero desafío: buscar y hallar el rostro de Dios en medio de las pruebas, del sufrimiento, del dolor. En este punto se requiere adoptar una actitud valiosa (valor de actitud) que el Dr. Viktor E. Frankl identificó como la más elevada del hombre[3]. Cuando estamos frente a una enfermedad irreversible, ante una situación desagradable que no podemos evitar, ante la pérdida de un ser querido, sólo nos queda tomar una posición, responder, frente al hecho inevitable y doloroso. Si creo que puedo no responder, me engaño, respondo de todos modos frente a lo inexorable de la situación que me interpela. Sí, porque a veces creemos que somos nosotros los que tenemos una pregunta que hacerle a la vida y esperamos una respuesta. Pero la vida nos sorprende preguntándonos ella y ahora somos nosotros los que tenemos que responder.
No es menos cierto que, muchas veces, no es Dios quien calla, somos nosotros los que estamos sordos a su grito y ciegos para descubrirlo en lo pequeño y sencillo. Recordemos al maestro Ignacio de Loyola, cuando, observando aquella florcita, musitó: "-si, calla, calla, ya sé que me hablas de Dios". No le pidamos a Dios más maravillas sino más capacidad para maravillarnos (P. Menapace).

BUSCADME Y VIVIRÉIS - MARCOS VIDAL



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