Siquiatra social José Miguel López
El psiquiatra social José Miguel López, explicó el actual comportamiento del venezolano ante la situación del país y el porqué no reaccionan ante casos como el de Franklin Brito, Oliver Sánchez o ante las muertes de decenas de neonatos, homicidios o violaciones de los derechos humanos.
Los estudios en el área de la neurociencia clínica aplicada, han establecido cómo los seres humanos nos defendemos ante la agresión y esa puede ser una de las explicaciones por las que no hay una reacción masiva de rechazo, ante los hechos de violencia.
Estos aspectos pueden explicar la manera como actúan los ciudadanos, ante la crisis política y social que enfrenta el país.
La realidad disminuida
El cerebro minimiza las realidades fuertes. En una situación de hambre, hace que el individuo se proteja y priorice la consecución de alimentos antes que las injusticias sociales; es decir, predomina lo instintivo.
El caso de Oliver Sánchez es importante y muchas personas se preguntan por qué en Venezuela no se le ha dado relevancia, a pesar de que esa historia es el reflejo de decenas de niños que mueren a diario, incluyendo neonatos, porque no tienen acceso al tratamiento oportuno debido a la escasez de medicamentos e insumos médicos.
Cómo actúan los ciudadanos ante la crisis política y social que enfrenta el país.
Lo que sucede es que, por los momentos, “esas muertes van a ser aspectos secundarios en una realidad donde la prioridad es calmar el hambre”.
Sin embargo, en sociedades como la británica -por ejemplo- el caso ha tenido una superlativa relevancia. La conclusión de especialistas es que “los cerebros de los británicos no tienen que preocuparse por buscar alimento, ni hacen colas, disponen de recursos, entonces al no estar comprometida la supervivencia sobreviene el altruismo y aparece la consciencia del individuo que elucubra sobre las injusticias, los regímenes totalitarios y las ayudas humanitarias”.
Es bueno tener presente que los actos heroicos son señales de despertar y han ocurrido en Venezuela históricamente; por ejemplo, la huelga de hambre de los médicos en Mérida, que dentro de sus límites pudiese ser comparada con el acto heroico del monje budista que se inmoló para protestar contra la guerra de Vietnam.
“Dicho de otra forma, el cerebro humano -y en particular un área llamada lóbulo frontal y corteza prefrontal- dibujan en la mente del individuo un escenario menos catastrófico que el escenario real, lo que cognitivamente se llama minimización; y como el ser humano no actúa de acuerdo a la realidad que lo rodea sino a la realidad que interpreta, sus respuestas son de mansedumbre y sumisión”.
Seguir conductas
Las “neuronas en espejo”, que recientemente se descubrieron y a las que se les atribuyeron funciones de generalización de conductas, podrían explicar la pasividad de los venezolanos ante hechos graves.
“Es decir un ser humano va a hacer algo parecido a lo que haga otro como conducta primaria y que no ponga en peligro su vida”.
Precisamente esas “neuronas en espejo” reflejan las conductas de otros humanos y la tendencia es a seguirlos; de allí la resignación al hacer las colas o la falta de opiniones solidarias, ya que el miedo evita que se produzcan.
Largas colas para la adquisición de alimentos, escasez de medicinas, vejación por parte los organismos públicos y maltrato por los entes coercitivos del Estado, aplacan el derecho de los ciudadanos a protestar.
Otro factor científico que explica la singularidad del comportamiento social venezolano, tiene que ver con la vivencia de un duelo patológico.
De acuerdo a los estudios de la doctora Elizabeth Kubler-Ross, el duelo tiene una serie de etapas: negación, rabia, tristeza, pacto, aceptación y resolución.
Parece ser que colectivamente los duelos son similares a los que pasa a solas un individuo, y hay una gran parte de la población que está en la fase de pacto.
Esta etapa, también conocida como negociación, es el conjunto de herramientas que son aplicadas para justificar la razón del duelo. Es el caso del luto por la muerte de un ser querido; el pacto sería: “tenía que morir porque estaba sufriendo”, “se hizo todo lo que se tenía que hacer”, “se pudo hacer más, pero no había medicinas y no tenemos divisas para llevarlo a que lo trataran en otra parte”.
Es decir, el dolor se negocia para que afecte menos y se alcance la aceptación.
Si lo anterior es traducido al caso venezolano, es posible decir que continuamente hay un elemento de negociación en la población. Por ejemplo, hay grupos que creen en mensajes y se convencen de razones, aunque no tengan argumentación lógica (caso de la guerra económica o de una posible invasión extranjera).
Otros grupos establecen su negociación en base a fenómenos reales, sustanciales y lógicamente argumentados, como son solicitar la renuncia del líder, comprobar la nacionalidad del actual Presidente, convocar a un referendo revocatorio presidencial y denunciar violaciones de derechos humanos, entre otras acciones.
Estos actos llevan a algunos ciudadanos a quedarse en la espera para tomar una acción contundente. Por ejemplo, es común escuchar a las personas decir “voy a esperar el revocatorio a ver si me voy o me quedo en el país”, “voy a ver qué pasa antes de iniciar un negocio” o “cuando salgamos de esto haré la inversión”.
“Ya no siento por ti”
Otro elemento inherente a los mecanismos de defensa del cerebro, está relacionado con la disminución de la sensibilidad afectiva y ello ha sido estudiado en particular en escenarios bélicos.
La solidaridad que se sentía entre venezolanos, se ha diluido en el contexto político y social.
Por ejemplo, los nazis -a partir de las matanzas que realizaron- llegaron a decir que era algo normal eliminar a los judíos, porque eran considerados al igual que una plaga y no sentían que estaban cometiendo ningún crimen (Juicios de Nuremberg).
En ese mismo tono, la cantidad de crueldades a la que la población venezolana tiene acceso, aderezada con un discurso oficial que minimiza y hace ver normal la situación, ocasionan que el individuo no tenga enojo ante hechos como los de Oliver Sánchez o el caso de Franklin Brito -de quien se han escrito libros- producto de un proceso de insensibilidad.
Decenas de niños mueren a diario, incluyendo neonatos, porque no tienen acceso al tratamiento oportuno, debido a la escasez de medicamentos e insumos médicos
La solidaridad que se sentía entre venezolanos se ha diluido en el contexto político y social, lo que ocasiona que las personas expresen pesar sólo por un grupo y por el otro se actúe con indiferencia.
Algo así como “ya no siento por ti y no me importa lo que te pase”, incluso es hasta “bien merecido” o “tú te lo buscaste por…” si te sucede algo.
NOTA DE SALA DE INFORMACIÓN
A este excelente trabajo de Marlene Risk, quisimos añadir un interesante trabajo de Isabel Herrera para El Pitazo.
Ambos trabajos se complementan y ofrecen interesante información de utilidad para nuestros distinguidos lectores, en el marco de esta crisis tan profunda que vive Venezuela.
Existe un juego de subsistencia
Lennys Lurua, psicóloga, especialista en orientación familiar y docente de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central de Venezuela, señaló que no se ha realizado una evaluación por parte del gobierno o de alguna institución privada sobre el impacto de esta situación en la estructura emocional, de integración y de convivencia de la familia venezolana.
“Voy a esperar el revocatorio a ver si me voy o me quedo en el país”, “voy a ver qué pasa antes de iniciar un negocio”, “cuando salgamos de esto haré la inversión”.
“En medio de la crisis, la impulsividad sólo nos lleva actuar y no a pensar. Sin duda, todo lo que estamos viviendo está dejando huella en la estructura familiar de los venezolanos, en su dinámica, en la búsqueda de mecanismos orientados a la socioadaptibilidad.
Los grupos familiares no están bien alimentados, se prioriza quién come y quién no. Existe un juego de subsistencia que violenta, de manera importante, la convivencia”.
Agresividad y agotamiento
Dada la situación de carencia que viven las familias, es habitual vivir situaciones como:
– Una mayor sensación de desorganización en el hogar. No hay tiempo. Hay que hacer colas. Estoy desmotivado, estoy cansado. Cambio de rutina, debo levantarme a las 2 am para hacer la cola; por ejemplo.
– Gritos y molestias, cada vez con mayor frecuencia, y su consolidación como mecanismo estructural para dirimir conflictos en el hogar.
– Los miembros de la familia se muestran más sensibles e irritables de lo habitual.
– Mayores niveles de intolerancia.
– Menos muestras de afecto.
Para la profesora Lurua, la situación que estamos viviendo sirve como caldo de cultivo para la generación de problemas sociales que ya existen en nuestro país, como delincuencia, embarazos no deseados, deserción escolar, indigencia, abandono y maltrato infantil.
Para abordar el problema, recomendó -en primer lugar- reconocer las potencialidades del grupo familiar y rescatar las formas cómo han atendido situaciones difíciles en otros momentos.
En segundo lugar planteó la identificación de redes de apoyo, tales como centros deportivos, iglesias, grupos comunitarios. Para ella, este punto es vital en tanto que permitirá reconocer los recursos emocionales, comunitarios y familiares, para atender el problema.
Por último, sugirió detectar los factores de protección familiar. Es decir, identificar en la familia el miembro más contenedor, el más tolerante, el más resolutivo, y repartir entre ellos roles y funciones para atender esta situación.
Sobrevivencia
Brigett Barrios, licenciada en Trabajo Social, Magister en Seguridad Social y profesora de la Universidad Central de Venezuela, comparó la situación actual del país con experiencias muy parecidas a las vividas por los judíos en la Alemania Nazi y la Unión Soviética de Stalin, donde se vulneraron los ordenamientos jurídicos en términos de los derechos humanos, sociales, civiles y políticos.
En esos países las consecuencias fueron idénticas a las que viven hoy los venezolanos: polarización política y social; largas colas para la adquisición de alimentos, escasez de medicinas, vejación por parte los organismos públicos y maltrato por los entes coercitivos del Estado, para aplacar el derecho de los ciudadanos a protestar.
La docente consideró que en el país “hay menos solidaridad, menos reconocimiento de la otredad, focos de explosión social, focos de peleas por comida, reacciones violentas en las calles, metro y autobuses; en fin, la familia y cada uno de sus componentes se han visto disminuidos a la mínima expresión de la sobrevivencia: la animalidad. Buscar comida, cambiarla, venderla a sobreprecio, conseguirla, y el yo llegué primero, son el manifiesto de una sociedad convulsionada y golpeada entre las necesidades primarias y el cómo suplirlas”.
¿Qué hacer para afrontar la crisis?
La magister en Seguridad Social ofrece algunos consejos para afrontar la crisis:
– Estar consciente de que somos parte de una sociedad que está siendo objeto de injusticia y vulneración, por parte de un gobierno gendarme.
– Tomar en cuenta que no solo es tu familia, somos todos.
– Tratar de suplir y/o cambiar los alimentos, en la medida de lo posible, para sustituir los tradicionales.
– Motivar a cada miembro de la familia a percibir la crisis como una oportunidad para crecer y dar lo mejor de cada uno.
– Participar activamente en la promoción de la estabilidad socioemocional en la familia.
– Participar y reconocer los derechos propios y el derecho de los otros.
Utilizar la paciencia para manejar con asertividad, cada conflicto que se presente en el núcleo familiar.
– Encontrar momentos para fortalecer la unión. Si solo tengo un pan, y es repartido entre todos con amor, la historia será diferente.
– Establecer redes sociales de ayuda. Adaptarse, mas no naturalizar la crisis.
Nacho y los Fantásticos - VALIENTE
VER+:
Conversación entre Asdrubal Aguiar y Rayma
“Una sociedad que constantemente busca al Padre bueno y fuerte, con la expectativa de que ese padre nos de todo aquello a lo que tenemos derecho sin necesidad de hacer un esfuerzo, es una sociedad que se reduce a lo que hoy es Venezuela”.
¿Sin Crecer?
Anclados en el presente. Después de algunas lecturas históricas y de corregirme porque tenía percepciones distintas concluyo que a Venezuela le hizo muchísimo daño el haber roto con su breve historia, esa que Bolívar despreciaba (los trescientos años post conquista española). Haber roto traumáticamente con esa historia y no haberla asumido como una suerte de desafío para reconvertir su historia en algo nuevo. Se produjo una fractura que nos dejó en cero, sin ningún tipo de memoria y todo por la obsesión de un hombre para el que la comunidad que él buscaba libertar no tenía ni las características ni las condiciones ni los créditos suficientes para gozar del bien supremo de la Libertad.
Él nos veía como una suerte de pueblo débil que necesitaba de una especie de mesías que lo redimiera y pasa lo que siempre: cuando muere el mesías, sus seguidores se quedan en la desnudez total, en la orfandad. Porque siguieron al mesías pero no les convirtió la tierra en paraíso. En el caso de Venezuela teníamos, mal que bien, trescientos años de aprendizaje que podían unirnos a una cultura de mucho arraigo y de muchos cambios como era la cultura de la vieja Hispania y en cierta forma nos podría permitir preguntarnos: ¿Qué somos?
Pero lo cierto es que cuando uno ve la historia venezolana desde su brevedad (1830 hasta el presente) tan solo somos: el Escudo, la Bandera y Simón Bolívar. Un país que se reduce de esa manera, el día que esos símbolos simplemente se prostituyen como se tumban las estatuas, queda en la desnudez total. Venezuela es un país huérfano, que tiene venezolanos muy brillantes, venezolanos que han logrado tener éxito, exhibido en el exterior, pero que como colectividad y expresión cultural es la nada.
La orfandad que padecemos en Venezuela nos ha llevado a buscar padres y cuando murió el Mesías (Chávez), a mí me parecía que mucha gente lloraba al padre que nunca lloró en su vida real, lo trasmutaba en ese instante.
Vayamos un poco atrás.
No éramos el país que podíamos ser en el momento en que tiene lugar esa ruptura existencial que significa nuestra independencia. El país no se había mixturado todavía. Este era un país que carecía de lo que tenían otros países en América Latina, con comunidades indígenas muy fuertes. Aquí solo quedaron unos pocos caribes que huyeron ante la adversidad del hábitat. Cuando llegan los esclavos, el proceso de mestizaje con la migración española tardó años. Cuando apenas estaba avanzando, aparece un señor con pretensiones liberadoras, con características mesiánicas que pretende ser el libertador de la nada. En el fondo, había una guerra fratricida entre dos bandos, tanto en la colonia como en la metrópolis. Los que se llamaban criollos no eran sino hijos de españoles o españoles avecindados en unas tierras absolutamente abandonadas, sin mestizaje, enfrentados bajo una suerte de mito que se fue forjando en ese tiempo y que en el fondo toca un tema que los venezolanos no hemos asumido en esa historia muy breve que nos ha quedado de 200 años.
En primer lugar, nuestro gran mal tiene nombre y apellido: Simón Bolívar. Más allá de la gratitud que le debamos por su esfuerzo y el reconocimiento que tiene en la historia, es un hombre inteligente, leído, que bebía en las fuentes de la escolástica medieval, y que predicaba una lectura de esas fuentes: en el momento en que el pueblo desvalido le entrega su vida al monarca, no tiene manera de reivindicar su propia potestad, su propia fuerza.
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