sábado, 30 de julio de 2016

LA CENTRALIDAD DE DIOS EN LA VIDA DEL HOMBRE ENTUSIASTA Y EL CIENTICENTRISMO: UN HOMBRE PREGUNTA



La centralidad de Dios 
en la vida del hombre.
Todo hombre necesita de Dios 
o puede ser feliz sin Él


Soy hombre: duro poco
y es enorme la noche.

Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.


"HERMANDAD"
OCTAVIO PAZ



Como ser pensante, la persona ha tratado de buscar y entender el significado profundo de la vida, ya que en él espera satisfacer su deseo de plenitud y, por tanto, alcanzar la auténtica felicidad. En esa búsqueda se plantea una serie de interrogantes: 

¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿por qué existe la enfermedad, el dolor, la muerte?... 
Son preguntas que, en un momento u otro de la vida, todos nos hacemos, sobre todo en situaciones extremas de soledad o acosados por la muerte de un familiar o un amigo, en el dolor, en la enfermedad, en el desengaño…; entonces, estos interrogantes nos inquietan con más fuerza y buscamos respuestas con más ardor. 

Buscamos el “sentido de la vida”. 
¿Qué quiere decir la palabra “sentido”? 
Tiene dos acepciones, y nos pueden ayudar a comprender mejor el problema que nos estamos planteando: 
  • “Sentido” es, en primer lugar, significado, y así solemos preguntar qué sentido tiene tal texto o tal palabra. Del mismo modo queremos conocer la significación de los acontecimientos de la vida. Continuamente nos preguntamos por el porqué y el para qué de lo que ocurre y de lo que nos ocurre, rebelándonos contra el absurdo y el “sinsentido”. 
  • “Sentido” es también, en segundo lugar, dirección. Es la pregunta “hacia dónde”. Y también esta segunda acepción la aplicamos a la vida cuando deseamos saber cuál será nuestro final, hacia dónde nos dirigimos, no sólo en esta vida, sino en un posible más allá. 
Sin embargo, la vida no nos muestra su sentido inmediatamente. La vida está constituida de actos aparentemente aislados, pero la totalidad de la vida y el sentido de esa totalidad se nos escapa. Por eso es la misma vida la que ha de ser interpretada. Cada vida personal es un enigma por descubrir. Nuestro esfuerzo ha de ser leer en la vida para descubrir su sentido. Y cuando este sentido se descubre, la vida se transforma radicalmente. Todo adquiere valor y significado. La mirada que se dirige al mundo ve una realidad renovada, y es, sobre todo, la propia existencia la que se vive con gozo y plenitud. 

La cuestión del sentido de la vida está íntimamente ligada a la felicidad de las personas. Ser feliz consiste en vivir una vida con sentido. A lo largo de toda nuestra vida vamos eligiendo y tomando decisiones siempre en busca de mayores niveles de felicidad. Todo ese cúmulo de decisiones y opciones que, a veces sin darnos cuenta, vamos tomando, van construyendo lo que somos. 

Nuestra felicidad depende de nuestras elecciones y de nuestras opciones. A través de ellas construimos día a día el “sentido de nuestra vida”. La felicidad humana consiste en responder con profundidad (con nuestra propia vida, nuestro ser, nuestro conocer y nuestro actuar) a estas preguntas sobre el sentido de la vida. Si se encuentra respuesta a estos interrogantes esenciales, la vida se llena de sentido, la persona se realiza y descubre el sentido de su existencia.

"La capacidad de entusiasmo 
es signo de salud espiritual". 
Gregorio Marañón
    "El peor fracaso es la pérdida del entusiasmo".
    H. W. Arnold
“Nunca se ha logrado nada sin entusiasmo.” 
Emerson

"Es preciso elevarse con las alas del entusiasmo. 
Si se razona, no se volará jamás".  
Anatole France

"No desfallezcas en esta grande obra que inicias llena de fe y de entusiasmo, y si alguna vez necesitáis la ayuda de un hombre joven de largas barbas, pronunciad mi nombre, y correré presuroso a ocupar mi puesto con el ardor, la fe y la esperanza de los primeros años". 
Leandro Alem

El entusiasmo es la exaltación del ánimo que se produce por algo que cautiva o que es admirado. El término procede del latín tardío "enthusiasmus", aunque su origen más remoto se encuentra en la lengua griega. Para los griegos, "enthousiasmós" significaba “tener un dios dentro de sí”, ‘rapto divino’ o ‘posesión divina’


El entusiasmo no es una cualidad que se construye o que se desarrolla.
Es un estado de fe, de afirmación de sí mismo.
La persona entusiasta es aquella que cree en su capacidad de transformar las cosas, cree en si misma, cree en los demás, cree en la fuerza que tiene para transformar el mundo y su propia realidad. Está impulsada a actuar en el mundo, a transformarlo, movida por la fuerza y la certeza en sus acciones.

El entusiasmo es lo que da una nueva visión de la vida.
Entusiasmo es distinto del optimismo. Mucha gente confunde el optimismo con el entusiasmo. Optimismo significa creer que algo favorable va a ocurrir, inclusive anhelar que ello ocurra, es ver el lado positivo de las cosas, es una postura amable ante los hechos que ocurren.

En cambio el entusiasmo es acción y transformación, es la reconciliación entre uno mismo y los hechos, las cosas. Solo hay una manera de ser entusiasta, actuando entusiástamente.
Si tuviéramos que esperar tener las condiciones ideales primero para luego entusiasmarnos, jamás nos entusiasmaríamos por algo, pues siempre tendríamos razones para no entusiasmarnos.

No son "las cosas que van bien" lo que trae entusiasmo, es el entusiasmo que nos hace hacer bien las cosas.
Hay personas que se quedan esperando que las condiciones mejoren, que llegue el éxito, que mejore su trabajo, que mejore su relación de pareja o de familia para luego entusiasmarse... la verdad es que jamás se entusiasmarán por algo.

Si creemos que es imposible entusiasmarnos por las condiciones actuales en las que nos tocó vivir, lo más probable será que jamás saldremos de esa situación.
Es necesario creer en uno mismo, en la capacidad de hacer, de transformarse y transformar la realidad que nos rodea.
Dejar de un lado toda la negatividad, dejar de un lado todo el escepticismo, dejar de ser incrédulo y ser entusiasta con la vida, con quienes nos rodean y con uno mismo.


Una mirada al desarrollo científico con un poco de perspectiva histórica nos deja asombrados de la rapidez con que las máquinas se trasladan a los museos. Bastantes afirmaciones de las revistas científicas actuales probablemente sean motivo de hilaridad o de asombro para las generaciones futuras, quizá dentro de no tanto tiempo.

La historia de las ciencias nos advierte, con terca insistencia, de un hecho irrefutable: pocas teorías científicas logran mantenerse siquiera unos pocos siglos; muchas veces, tan solo unos años; y en algunas ocasiones, todavía menos. La mayoría de las afirmaciones de la ciencia van siendo sustituidas, una tras otra, poco a poco, por otras explicaciones más complejas y contrastadas de esa misma realidad. Eran hipótesis que fueron consideradas como ciertas durante una serie de años, o de siglos, y que un día quedan superadas. A veces, son englobadas dentro de teorías más completas, de las que la antigua hipótesis es un corolario o un simple caso particular. Otras, quedan obsoletas y desaparecen por completo del ámbito científico. La postura propia de la ciencia experimental ha de ser, por tanto, extremadamente cauta en sus afirmaciones.

No basta con la razón —ha escrito Luis Racionero— para que una sociedad sea justa, solidaria y equilibrada. Para que haya equilibrio en la persona y en la sociedad, se necesita atender, junto con la razón, a la voluntad y a la sensibilidad. La persona y la sociedad deben proponerse buscar lo bueno, lo verdadero y lo bello; y eso supone hablar de voluntad, inteligencia y sentimientos; y a su vez de la ética, la ciencia y el arte. Cuando se idolatra un método de la inteligencia, como es la razón, sin encumbrar a su altura la ética y la estética, se desequilibra al individuo y la sociedad. Ese ha sido el fracaso de la Ilustración.

...Lo que no puede hacerse es trabajar por el progreso humano amputando al hombre de su dimensión espiritual, dejándole reprimido en toda la energía psíquica que se dirige a vivencias espirituales. El hombre sin dimensión espiritual es el hombre disminuido de nuestra época, que no puede encontrar sentido a la existencia. Existe en el ser humano lo que Juan Ramón Jiménez llamó el 'inmortal anhelo', un sitio en nuestra mente para lo espiritual y trascendente».

Lo que se está intentando es volver a entender qué es el espíritu y cuál es su papel en la existencia humana. Se trata de cambiar la desesperación de Macbeth, para quien la vida es “un drama de sonido y furia, escrito por un loco, que no significa nada”, por la actitud inquisitiva de Hamlet: “Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, de las que puede soñar tu filosofía”.

Fracasó por creer que de la razón se deriva automáticamente la ética, lo cual se ha demostrado falso al contrastarse con la realidad. La razón no puede ser salvada por la razón. Eso sería ilusorio. Esos crímenes han demostrado lo que puede llegar a hacer el hombre. Y hemos visto cómo la razón no ha impedido nada.

Los ilustrados creían que mostrando al hombre lo razonable, este lo adoptaría, y la razón sería suficiente para organizar la sociedad. Pero no ha sido así. No basta con proclamar lo razonable para que los hombres lo practiquen.
El comportamiento humano está lleno de sombras y de matices ajenos a la razón, que campan por sus respetos moviendo resortes de la voluntad y el corazón. Es salvar el honor de la razón —aseguraba Jean-Marie Lustiger— reconocer los peligros que encierra. La razón está en los hombres concretos, y está por tanto sujeta a errores. Puede ofuscarse, puede llegar al extravío, incluso a la perversión. Concebir la razón como la gran soberana, independiente del bien que debe buscar el hombre, es quizá como ponerse en manos de un ordenador: es un instrumento muy capaz, procesa gran cantidad de datos que toma del exterior, todo su desarrollo es perfectamente lógico, pero alguien tiene que asegurar que está bien programado. La verdadera fe es una guía insustituible, pues es evidente la razón puede extraviarse.

No quiero con esto menospreciar la razón, sino todo lo contrario. La razón es una de las más nobles capacidades que distinguen a la especie humana, y nos alegra ver sus triunfos, y las conquistas de la ciencia, y su lucha por construir un mundo mejor. Pero conviene recordar siempre la limitación humana, así como el orden natural impuesto por Dios, que permite al hombre preservar su dignidad y evitar muchos errores.
La historia está llena de cadáveres ideológicos, y a nadie le extraña encontrarlos perfectamente alineados cuando vuelve la vista atrás para aprender de la historia. Y entre ellos, salpicados a lo largo de los siglos, puede verse a toda una legión de profetas que han ido asegurando —sobre todo en los últimos doscientos años— la pronta y definitiva desaparición de la religión y de la Iglesia.

Sin embargo, la historia muestra que son precisamente los que con tanta pasión hacen esas condenas y esas profecías quienes desaparecen uno tras otro, mientras la Iglesia continúa adelante después de dos mil años, y la religiosidad sigue siendo una constante en todas las civilizaciones de todos los tiempos.

La Iglesia, que ha presenciado catástrofes que barrieron imperios enteros, atestigua con su mera subsistencia la fuerza que late en ella. "Los pueblos pasan —observaba Napoléon—, los tronos y las dinastías se derrumban, pero la Iglesia permanece." Algo que hace sospechar que el hecho religioso forma parte de la naturaleza del hombre, y que la Iglesia está alentada por un espíritu que no es de origen humano.
¿Qué es el espíritu?



-¿Sabes que el mar aquí es muy importante? Donde más..

-¿El mar aquí?

-Por eso, es donde mas se piensa en él. Las cosas no son importantes porque existan, son importantes si se piensa en ellas, como tu hijo, que no está, pero piensas en él cada día a que si? Por eso existe, porque piensas en él.-
Mi madre lo dice siempre, que existimos porque alguien piensa en nosotros y no al revés. Dice que lo dijo no se quien, pero yo creo que se lo inventa ella, se lo inventa todo según le convenga.
(silencio) 

-Yo en realidad…no creo mucho en Dios, ni soy muy religiosa, ni nada, mi madre si lo es. Yo no. Lo único…que si he pensado y creo que …bueno…lo peor no …lo peor no seria que no hubiera nada después de la muerte, ...lo peor sería que hubiera otra vida…que fuera como esta.



UN HOMBRE PREGUNTA…

¿Dónde está Dios? Se ve, o no se ve.
Si te tienen que decir donde está Dios, Dios se marcha.
De nada vale que te diga que vive en tu garganta.
Que Dios está en las flores y en los granos, 
en los pájaros y en las llagas,
en lo feo, en lo triste, en el aire, en el agua;
Dios está en el mar y a veces en el templo,
Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa
en la madre que pare y en la garrapata,
en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca.
Dios está en la mina y en la plaza,
es verdad que está en todas partes, pero hay que verle,
sin preguntar que dónde está como si fuera mineral o planta.
Quédate en silencio,
mírate la cara.
el misterio de que veas y sientas,
¿no basta?
Pasa un niño cantando,
tú le amas,
ahí está Dios.
Le tienes en la lengua cuando cantas
en la voz cuando blasfemas,
y cuando preguntas que dónde está,
esa curiosidad es Dios, que camina por tu sangre amarga,
en los ojos le tienes cuando ríes,
en las venas cuando amas,
ahí está Dios, en ti,
pero tienes que verle tú,
de nada vale quién te le señale,
quién te diga que está en la ermita, de nada,
has de sentirle tú,
trepando, arañando, limpiando,
las paredes de tu casa:
de nada vale que te diga 
que está en las manos de todo el que trabaja,
que se va de las manos del guerrero,
aunque éste comulgue, 
practique cualquier religión, dogma o rama;
huye de las manos del que reza y no ama,
del que va a misa y no enciende a los pobres 
velas de esperanza;
suele estar en el suburbio a altas horas de la madrugada,
en el hospital, y en la casa enrejada.

Dios está en eso tan sin nombre
que te sucede cuando algo te encanta,
pero de nada vale que te diga 
que Dios está en cada ser que pasa.

Si te angustia ese hombre que compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquéllos, y te empeñas en nada,
si sin por qué una angustia se te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata.

(Gloria Fuertes, 
de Antología, incluida en Obras completas, 
editorial Cátedra, 1984)


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