Sostiene el doctor Tiburcio Angosto, ex jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital de Vigo, que Don Quijote perdió el juicio no solo por la cantidad de libros de caballerías que leía”, sino también por no encontrar sentido a los “requiebros e intrincadas razones” de aquellas lecturas.
Si el Caballero de la Triste Figura acudiera a su consulta el diagnóstico sería insomnio crónico (Lo que nos hace los políticos a nosotros, en cambio ellos duermen muy bien) y “una actitud psicótica reactiva” que significa la pérdida de la noción de la realidad y le recetaría una combinación de tranquilizantes y “psicoterapia”, es decir, “hablar mucho con él para que descubra y comprenda qué es lo que le provoca ese comportamiento”.
¿Hay algún parecido entre Don Quijote y nuestra dirigencia? Daría algo porque el Dr. Tiburcio psicoanalizara el comportamiento político de los señores Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera desde el 20 de diciembre hasta aquí. Presiento que también les diagnosticaría una “actitud psicótica reactiva”, como al Hidalgo de la Mancha, porque los síntomas indican que en estos cuatro meses perdieron el juicio político y la noción de la realidad económica del país.
Su enajenación deviene no tanto de las lecturas de sus peculiares libros de caballerías –los políticos leen poco–, como de no saber interpretar el veredicto de las urnas. ¿Qué cual era ese dictamen? Los electores les entregamos un Parlamento plural y sin mayoría absoluta para que ellos acordaran la investidura de un presidente que formara Gobierno con el apoyo de una amplia base parlamentaria para garantizar la estabilidad política, reactivar la economía y el empleo, retomar la política exterior, emprender las reformas institucionales pendientes... Es decir, para gobernar al país.
Pero no lo entendieron así. Se obsesionaron con el particularismo de sus intereses personales y partidarios y, como Don Quijote, acabaron por no distinguir lo imaginado por ellos -llegar al Gobierno o tocar poder como sea- del mandato ciudadano que era alcanzar un pacto pensando en los intereses generales de España. Ese pacto amplio e incluyente es “el verdadero cambio” que querían los electores y el que necesitaba un país cansado de sus frivolidades e irresponsabilidad.
Don Quijote recuperó el juicio al final de sus días y volvió a ser Alonso Quijano. Si estos políticos no recuperan el sentido de Estado a partir de ahora deben aprender la lección de Sancho, el fiel escudero que abandonó la Ínsula al convencerse de que no había nacido para gobernarla.
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