lunes, 3 de diciembre de 2012

LAS NUEVE COLUMNAS O VIRTUDES DEL SER PERSONA DE BIEN: EL HONOR



 
La verdad es madre de la justicia y del valor,
según la mitología clásica.

 
 
La estimación vale más que la celebridad;
la consideración más que la fama,
y el honor más que la gloria.
Autor desconocido

 
 
El honor es aquello que prohíbe
las acciones que la ley tolera.
Séneca


 
El honor es la conciencia externa,
y la conciencia, el honor interno.
Arthur Schopenhauer


 
En un espíritu corrompido
no cabe el honor.
Tácito







 
De las virtudes humanas, es indiscutible que el primer lugar lo debería ocupar precisamente EL HONOR.



EL HONOR es el sentimiento de la dignidad personal por el cual el hombre se propone merecer la satisfacción de su propia conciencia y hacerse acreedor a la estimación y al respeto de los demás.
EL HONOR por lo tanto, es el juez severo que, sin formar parte de nuestra Judicatura, vigila constantemente nuestros actos sin tolerar debilidades de ninguna especie y que sujeta nuestra vida a una norma invariable de conducta.

Nos debería llevar EL HONOR, a detestar los medios vergonzosos ó inconfesables de que se valen algunos  profesionales  para lograr un fin, también vergonzoso ó inconfesable, debiendo inspirar siempre nuestros actos, tal virtud, hacia los impulsos más nobles y generosos.
Si bien es cierto que EL HONOR es una virtud humana y por lo tanto el ideal es que exista en todos los hombres, deberíamos considerarla como la virtud suprema del individuo.
Es tan indispensable este sentimiento de EL HONOR , que sin él no puede concebirse un buen ciudadano...

Cumplir con nuestras obligaciones no es lo mismo que cumplir con nuestro deber. El cumplir con una obligación es una cuestión de responsabilidad. Cumplir con un deber es una cuestión de honor. Las personas responsables cumplen con sus obligaciones; las personas de honor cumplen con su deber.
La diferencia es enorme, aunque no lo parezca a simple vista. Una obligación es algo que le debemos a los demás. El deber nos lo debemos a nosotros mismos. La obligación puede exigirse y muchas veces tiene contrapartida o contraprestación. El deber es lo que se espera de uno más allá de si hay – o no – una contrapartida o contraprestación. Es lo que uno hace “porque sí”. Porque uno es como es, y es lo que es. O lo que se abstiene de hacer porque una persona de honor no hace esas cosas. La norma del deber es nuestra propia conciencia. La norma de la obligación son las leyes, los usos, las costumbres y los compromisos asumidos.
Por ello es que Séneca decía que “el honor es aquello que prohíbe las acciones que la ley tolera”. Porque el sentido del deber es mucho más amplio y mucho más imperativo que la obligación. Y no sólo en el sentido restrictivo en el que la frase de Séneca lo formula sino en el mucho más importante de exigir positivamente determinada actitud o determinado comportamiento. Para el honor, es generalmente mucho más importante lo que el deber comanda que lo que prohíbe.
Para el médico, tratar de curar al enfermo es un deber. Hacerlo a conciencia según sus mejores conocimientos y tomando todos los recaudos adecuados es una obligación. Pero también es su deber ver en el paciente a un ser humano que sufre y no sólo una oportunidad para cobrar honorarios por consultas inútiles. No obstante, mantener el secreto profesional es su obligación.
De cualquier modo, el honor reside siempre en aquello de lo cual nos sentimos orgullosos o de lo cual creemos que nos podemos sentir orgullosos. No para restregárselo bajo la nariz a todo el mundo haciendo una ostentación tan innecesaria como improcedente de nuestro orgullo. Es simplemente aquello que constitutivamente nos pertenece y nos satisface; nos describe y nos place como nos describe; nos representa y encontramos adecuado que nos represente.
Nuestro honor está en lo que auténticamente somos. Define cómo deseamos vernos a nosotros mismos y como deseamos ser percibidos, reconocidos, respetados y tratados por los demás, al mismo tiempo en que define también cómo deseamos percibir a los demás para reconocerlos, respetarlos y tratarlos dignamente.
El honor es lo que convierte a las mujeres en damas y a los hombres en caballeros.
Y esas categorías, digan lo que digan, no dependen de las modas.
Son condiciones que jamás pasarán de moda.



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