¿Cómo educar a nuestros hijos
en una sociedad sin ilusión?
El profesor Stefano Abbate propone una serie de actitudes para orientar a las familias cristianas en la educación de los niños y adolescentes
«Vivimos una época de profunda desilusión y cinismo», reflexiona el profesor Stefano Abbate, de la Universidad Abat Oliba CEU. En una charla dirigida a educadores y padres de familia cristianos, Abbate analizó el contexto al que se enfrentan las familias hoy en día –marcado, apuntaba, por la liquidez, el desarraigo y la dispersión– y ofreció una docena de reflexiones prácticas que pueden servir como guía para la educación de los hijos.
- Pasar tiempo con nuestros hijos «No hablo de eso que llaman 'tiempo de calidad', sino a estar físicamente al lado de nuestros hijos: que perciban la presencia de su padre y de su madre, el contacto con la realidad. Es importante que vean nuestro matrimonio, y también que nos acompañen en el trato con nuestros amigos, para que vean cómo debería ser una amistad: desinteresada, leal. Los discursos están bien, pero la moral se transmite en el trato ordinario»
- Cuidar la disciplina «Estamos en un contexto de amiguismo genitorial –padres que se ven como amigos de sus hijos– y esto es tremendamente des-educativo. Es importante tener trato con nuestros hijos, y hacer cosas juntos, pero sin caer en un compañerismo barato: sin ser rígido o duro, es cierto que para educar hace falta una distancia. Hace falta que los hijos reconozcan la autoridad, que sepan cuándo algo es una orden, cuando algo es un regaño… y, al mismo tiempo, es fundamental que cuando hagan algo mal se lo digamos, pero luego les perdonemos: que sepan que el amor que les tenemos es incondicional»
- La educación no es una burbuja «Aislarnos es un error muy grave: la educación se realiza en comunidad. No podemos educar solos, y tampoco es sano: es importante tener matrimonios amigos, familias amigas, con buen criterio, que nos quieran y que eduquen a nuestros hijos con nosotros: a veces, nuestro hijo va a acudir a ellos en lugar de a nosotros».
- Tener presentes las raíces de la familia «La familia es una comunidad entre el Cielo y la tierra: como cristianos, trabajamos en un horizonte que no termina en este momento histórico. Por eso, es bueno hacer a nuestros hijos partícipes de que no vienen de la nada y de que las cosas no aparecen por osmosis. Una forma de hacerlo es tener en casa fotos de nuestros antepasados, que cristalizan en el tiempo una realidad. El amor que nos precede nos remite de forma natural a Dios».
- Un sano rechazo a la mediocridad «Es bueno que nuestros hijos tengan un sano rechazo por la mediocridad y la estandarización, por superar patrones aprendidos. Tenemos que darles a entender que son únicos, que no son objetos intercambiables. Hay que decírselo: 'Nuestra familia no sería lo mismo sin ti'»
- Limitar el acceso a la tecnología «Sean los videojuegos –que disipan la energía en una tarea inútil o proponen patrones violentos–, las redes sociales –que simulan la amistad– o el móvil, recomiendo a los padres hacer un planteamiento serio acerca de la tecnología. Lo que entra por las imágenes tiene un impacto muy potente en el hombre. En este sentido, cada año que aplacemos el acceso al móvil es un gran éxito, y es importante hacer piña para que ellos vean que también tienen amigos sin móvil, que no son los raros».
- Disfrutar del contacto con la naturaleza «La tecnología encierra a nuestros hijos en el mundo virtual; la naturaleza les pone frente a una realidad que les precede. Sea en un campamento, en el bosque o en la playa, la contemplación de la naturaleza permite percibir un orden previo, un lazo misterioso entre nosotros y las cosas. No tengamos miedo de que nuestros hijos descubran el mundo a través de esta contemplación».
- Recuperar la virtud del pudor «¿Cómo fomentar un uso sano del cuerpo? El pudor, que es una virtud muy olvidada, manifiesta una sana vergüenza por la desnudez. Hemos de hacer entender a nuestros hijos –sobre todo las niñas– que la mirada con la que queremos que sean vistas es nuestra mirada, una mirada de padres, que las respeta y las quiere por lo que son, y no la mirada de la sociedad, que fomenta el cuerpo expuesto y el deseo».
- Templanza y magnanimidad «Otras dos virtudes. La templanza es comprender que los deseos y los apetitos tienen un orden, y que las mejores cosas se hacen esperar. Hemos de educar a nuestros hijos para que entiendan que lo bueno se hace esperar, que no hace falta atragantarse y tenerlo todo ya. La magnanimidad, por otro lado, es darles a entender que tienen una gran misión, una vocación, y que han de ser valientes. Que han de estar a la altura de su misión».
- Leer buenos libros «Homero, Dostoievsky… es importante fomentar la formación humanística y filosófica, inculcarles el gusto por lo inmortal, por lo bello. Los niños deben sentir la tensión de ser llamados a grandes cosas, necesitan héroes como Ulises o Frodo… pero solo leerán si nosotros también leemos. Una buena práctica es leer libros con ellos: no solo trabajaremos la lectoescritura, que está muy bien, sino que podemos ahondar en lo que nos dice el libro».
- Dar testimonio de afectividad «El patrón por el cual los hijos eligen a sus parejas es el que han visto en casa. Sea por rechazo o por analogía, lo que hemos visto en nuestros padres nos marca profundamente. Así, el amor que queremos que tengan es el amor que tenemos por ellos, y el amor que tenemos entre nosotros como matrimonio».
- Guardar la importancia de lo sagrado «Jesucristo se enojó solo una vez: cuando entraron los mercaderes en el templo. Tenemos que dar a nuestros hijos la conciencia de que lo sagrado es una barrera contra lo mundano, contra lo mercantil, contra lo utilitario. Lo podemos hacer fomentando su vida espiritual, rezando con ellos… también nuestro Señor quiso aprender a rezar por boca de sus padres, ¡y Él era Dios!».
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