miércoles, 20 de julio de 2022

LIBRO "DADME LIBERTAD" por LA PIONERA LIBERTARIA ROSE WILDER LANE 🗽



Pese a no tratarse de la más conocida de sus obras, Rose Wilder Lane afianzó intelectualmente su pensamiento político y económico con Dadme libertad, un escrito no por breve menos apasionante. Con un estilo ameno y utilizando como testimonio su evolución del comunismo al liberalismo libertario, la autora nos acerca a través de su didáctico lenguaje al choque ideológico entre el Viejo Continente —en pleno auge de los totalitarismos— con la América de su tiempo.
"Dadme libertad", adelantándose a pensadores tan sustanciales como Ayn Rand, denuncia con valentía la desidia y el colaboracionismo de muchos empresarios con el estatismo. Escrito en 1936 y ampliado en 1944, este opúsculo profundamente racional y con un notable valor pedagógico merece ser considerado uno de los grandes clásicos de la filosofía de la libertad en la primera mitad del siglo XX.

PRÓLOGO
JUAN PINA

"Dadme libertad" es el apasionado título de este breve ensayo de la pionera Rose Wilder Lane. Lo fue en el sentido literal de la palabra, al menos durante los primeros años de su vida, como hija y nieta de aquellos estadounidenses que recorrie ron largas distancias a bordo de sus carromatos para poblar las nuevas tierras situadas al Oeste, siempre hacia el Oeste de las trece colonias originales. Lane fue hija de Laura Ingalls. Se preguntará el lector, al menos el de cierta edad, dónde ha oído antes ese nombre. Si rebusca en la memoria de su infancia, tal vez recuerde una vieja serie de televisión: La casa de la pradera. La actriz Melissa Gilbert interpretaba el papel de Laura Ingalls, y Michael Landon hacía de su padre, Charles Ingalls, es decir, el abuelo de Lane en la vida real. Laura Ingalls escribió libros infantiles que contaban la historia de su familia y de otros pioneros, y en esos libros —parece que muy editados y mejorados por su hija Rose— se basaría vagamente la serie de televisión de 1974. 

En su libro Libertarians on the Prairie, Christine Woodside cuenta los entresijos de los verdaderos Ingalls, su forma de vida sencilla y sus sólidos valores, y revela la conexión entre la experiencia vital de aquellos pioneros norteamericanos —tan distantes de toda autoridad estatal— y su rudimentario protolibertarismo. Ese legado habría de influir, una generación más tarde, en la visión social y política de Lane y de otros pensadores de su tiempo.

Lane fue, por tanto, doblemente pionera: fue una de las últimas pioneras del Oeste norteamericano y una de las primeras del libertarismo político actual. Lógicamente, es esta última la faceta que nos interesa, la de precursora de ese movimiento que irá tomando forma durante la segunda mitad del siglo XX, que tendrá un hito clave en 1971 —la fundación del Partido Libertario estadounidense, tres años después de su muerte—, y que está alcanzando por fin, en este primer cuarto del siglo XXI, el nivel de relevancia intelectual que inevitablemente antecede al efecto social y político directo. 

Ya desde los años cuarenta, Lane fue una de las impulsoras originales de todo ese movimiento pro-Libertad al que ella solía referirse —por ejemplo, en este libro— como «individualismo» o incluso, no sin cierta exageración, «anarquía del individualismo» (el término «libertarismo», con su significado actual, se iría extendiendo más adelante). Su empeño ideológico y político coincide en el tiempo con los de otros precursores destacados de esta corriente de pensamiento, como Isabel Paterson o Albert Jay Nock. Este último afirmó que los libros de Paterson y Lane eran de lo poco «inteligible» que se había escrito en los Estados Unidos sobre el pensamiento individualista. La obra más conocida de Lane, "The Discovery of Freedom": Man’s Struggle Against Authority, es un ejemplo de la claridad expositiva que también caracteriza a "Dadme libertad". 

Sin embargo, hay otra gran autora estadounidense cuya probable influencia mutua con Rose Wilder Lane merecería un estudio aparte: Ayn Rand. Pese a los caminos divergentes que habrían de tomar el objetivismo y el libertarismo —en un desencuentro que hoy, a la vista del camino de servidumbre que ha emprendido la humanidad, sería probablemente mucho menor—, Rand comparte con Lane, y también con Paterson, intuiciones que se verán reflejadas en la obra de las tres autoras. El año 1943, en plena conflagración mundial, vio la publicación de "El manantial" de Rand, "The God of the Machine", de Paterson, y "The Discovery of Freedom", de Lane. Será sobre todo en "La rebelión de Atlas" (1957) donde podrán descubrirse posibles influencias de Lane, dos décadas mayor que Rand, o, sencillamente, elementos que ya estaban presentes en la obra de la autora de Dakota del Sur, incluyendo la primera versión de este "Dadme libertad", publicada en 1936 y su posterior revisión y ampliación. 

Lane es una mujer de acción que siente tristeza y desagrado ante el conformismo de los estadounidenses con la deriva estatista de su país. En "Dadme libertad" relata una anécdota real: asistió a una mesa redonda de empresarios en Des Moines (Iowa) y, desde el público, les criticó a todos por su desesperante pasividad ante el avance del estatismo, que ellos mismos acababan de criticar. «¿Habéis comprendido cabalmente que vuestro propio patrimonio, vuestra libertad y hasta vuestras vidas están en peligro, y no hacéis nada?», les espetó. Los empresarios le dijeron que sí, que, en efecto, no pensaban hacer nada, y Lane escribe «era una pesadilla», porque por todas partes se topaba con el mismo lamento y la misma desidia. En otros pasajes de este ensayo, y principalmente en algunos de los incorporados a sus páginas finales, diez años después de la edición inicial, Lane promueve una reacción civil para forzar una reforma radical, cuando no sugiere la abierta desobediencia. Su apasionada exposición recuerda, salvando las distancias, a la motivación de la huelga de personas productivas —la «gente de la mente»— que Ayn Rand nos ofrecerá en "La rebelión de Atlas". 

La autora de "Dadme libertad" no tiene empacho en calificar el sistema político y económico estadounidense derivado del New Deal como un Estado policial —ella misma sufrió alguna desagradable visita del FBI por su pronunciado antiestatismo—, o como un régimen nacional-socialista, levantando ampollas en plena confrontación con la Alemania nazi, pues tuvo los arrestos de incorporar precisamente esos pasajes en la edición ampliada que se publicó hacia el final de la guerra mundial. En efecto, Lane señala y denuncia dos grandes males importados de Europa y ajenos al espíritu estadounidense: el nacionalismo y el socialismo. Acusa a ambas corrientes de combinarse contra el no-sistema individualista que había sido la clave del éxito de los Estados Unidos, y que había permitido a su país despegar frente al resto del mundo. 

Aristotélica como Rand, Lane identifica todo un árbol genealógico de las ideas estatistas que va de Platón a Hegel, y que influirá obviamente en Marx y en todo el movimiento socialista, pero que también tiene una proyección directa y nefasta en el Segundo Reich. En varios pasajes, la autora señala a la Alemania unificada en torno al nacionalismo de raíz prusiana como origen del nuevo estatismo europeo. Del ejemplo práctico y de la teoría estatal de esa Alemania —Lane critica particularmente la Sozialpolitik del canciller Bismarck— surgirán tanto regímenes comunistas como fascistas en Europa, y a Lane le horroriza que tantos conciudadanos suyos abracen esas ideas, dando al traste con el gobierno limitado y con el orden económico espontáneo. 

Y, en sentido contrario, identifica precisamente en ese orden económico descoordinado, surgido y permanentemente modificado por la acción de millones de agentes, el factor esencial de la prosperidad, señalando la superior eficiencia del capitalismo incluso como igualador social involuntario, frente a toda forma de planificación central. Ya en la primera versión del texto, en los años treinta, Lane se adelanta incluso a las ideas que Friedrich von Hayek expondrá en "Camino de servidumbre" o en "La fatal arrogancia", al señalar, con sus propias y sencillas palabras, que es un enorme error situar a «un hombre o un pequeño grupo de hombres» al frente de toda la economía porque es imposible que dispongan de la información necesaria para acertar y porque, por el camino, será inevitable que establezcan una dictadura o, en su expresión, un auténtico Estado policial. 

Lane critica agriamente la usurpación de poder de los ciudadanos por parte de los estados de la Unión, pero también de las atribuciones de esos estados por parte del gobierno federal, alertando de la peligrosa expansión de este a expensas del autogobierno de aquéllos. Es decir, como todos los libertarios posteriores en ese país y en el mundo, Lane es partidaria de la máxima descentralización y fragmentación territorial del poder político. 

Aunque no lo explica en el libro, el título del mismo resulta obvio para los lectores de su país, pues forma parte de la famosa frase «dadme libertad o dadme muerte», que pronunció Patrick Henry, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, en la Segunda Convención de Virginia (1775). A lo largo de la obra, Lane evocará en otras ocasiones hechos o frases de la época fundacional del país, de la que se siente orgullosa, pero no por nacionalismo sino por apreciar el carácter diferencial y único del proceso político y económico iniciado en aquellas trece colonias inglesas. Explica cómo el «experimento» estadounidense es un oasis de superior libertad que resulta realmente único frente al resto de la Historia y frente al resto del planeta, y cuyos efectos están a la vista. Le horroriza, por tanto, que el experimento pueda verse aplastado por el auge de nuevas formas de estatismo importadas de Europa. 

Así pues, llama a sus conciudadanos a la acción. Ella, que de joven había estado a punto de afiliarse al Partido Comunista, comprende que lo realmente revolucionario es ese experimento, y que esa auténtica revolución individualista, capitalista, debe prevalecer. Pide a los estadounidenses que se organicen para resistirse al estatismo y, en sus últimos años, es cada vez más activa en el movimiento que acabará desembocando en el Partido Libertario.

Por entonces, Lane, que había conocido una pobreza realmente dura en su infancia, tiene ya una sólida posición económica, alcanzada con muchos años de esfuerzo personal en diversos sectores y, sobre todo, como escritora de ficción, de biografías y de columnas en los periódicos. Divorciada y sin descendencia —su único hijo había nacido muerto en 1909— emplea parte de su fortuna en becar a jóvenes brillantes de varios países, ya que ella misma tenía clavada la espina de no haber podido cursar estudios superiores por motivos económicos. Entre las personas a las que ayuda se encuentra el abogado Roger MacBride, que será, tras la muerte de Lane, uno de los primeros políticos en abrazar el libertarismo, y que en 1976 será el segundo candidato del incipiente Partido Libertario a la Casa Blanca. 
"Dadme libertad" sorprende por su vigencia y reconfirma el camino de los libertarios que no se conforman con las torres de marfil y que, como la autora, aprecian y valoran el frente académico pero entienden imprescindible actuar también en el de la sociedad civil y, por lo tanto, en el de la política. 
Cuando acaba de cumplirse medio siglo después de su muerte, acaecida el 30 de octubre de 1968, Rose Wilder Lane, apenas conocida en el mundo de habla hispana, merece mayor notoriedad y reconocimiento. Merece ocupar un lugar de honor como pionera del libertarismo.


VER+:

Ayn Rand, Rose Wilder Lane e Isabel Paterson fueron identificadas por Jim Powell como esenciales para el movimiento libertario moderno.

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