Sangre y arena es una novela de Vicente Blasco Ibáñez publicada en 1908 e inspirada parcialmente en la vida del torero sevillano Manuel García Cuesta El Espartero, muerto por una cogida en la plaza de toros de Madrid en 1894.
El Espartero
Manuel García Cuesta (Sevilla, 18 de enero de 1865 - Madrid, 27 de mayo de 1894), más conocido como El Espartero, fue un torero español que resultó muerto a los 29 años tras una cornada infligida cuando entraba a matar, por el toro «Perdigón» de la ganadería de Miura en la Plaza de Toros de Madrid.
Su verdadero nombre fue Manuel García Cuesta, el apodo El Espartero procede de la actividad profesional de su padre, que poseía una espartería en la Plaza de la Alfalfa de Sevilla.
Tomó la alternativa en la Plaza de toros de Sevilla el 13 de septiembre de 1885 de manos de Antonio Carmona, conocido como «El Gordito». Pronto se convirtió en uno de los toreros más populares de su tiempo y sobre él se contaban mil anécdotas, como las célebres frases que se le atribuyen: «Más cornás da el hambre» que pronunció cuando un banderillero le advirtió sobre las dificultades de un animal y «Que alegría tenía aquel toro, en menos de cinco minutos me tiró más de cincuenta cornás», mientras dialogaba con el cirujano que le atendía de una gravísima cornada.
Tenía fama de generoso, muchos comentaban que su bolsa se llenaba rápidamente y enseguida se vaciaba de nuevo por sus donativos. Uno de sus pases más característicos era citar al toro de lejos con la muleta plegada en alto, para luego desplegarla a medida que el animal avanzaba. Muchos años después otro torero sevillano, Pepe Luis Vázquez lo ejecutó de la misma manera, según las explicaciones que recibió de su abuelo que había pertenecido a su cuadrilla.
Tras su muerte, el cadáver embalsamado fue trasladado de Madrid a Sevilla, donde lo esperaban junto a su viuda Celsa Fonfrede más de seis mil personas, el gremio de cocheros acordó trasladar gratuitamente al público al Cementerio de San Fernando de Sevilla donde se celebró el entierro. El paso del cortejo fúnebre fue presenciado por una gran multitud y 20.000 personas, la mayoría mujeres, pasaron ante el cuerpo del diestro en la capilla fúnebre. En su tumba, se representa simbólicamente la muerte con una columna rota por la mitad.
Varios escritores se han servido de la vida de El Espartero para sus narraciones, como Vicente Blasco Ibáñez en su novela Sangre y Arena, Fernando Villalón, que le dedicó un poema, y el periodista y escritor Fernando Martínez, que relata su vida en la novela "La tarde más larga", publicada por Editorial Almuzara.
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«Los toritos de Miura
ya no le tienen miedo a nada,
que se ha muerto El Espartero,
el que mejor los mataba...»
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COPLAS
I
Giralda, madre de artistas,
molde de fundir toreros,
dile al giraldillo tuyo
que se vista un traje negro.
Malhaya sea Perdigón,
el torillo traicionero.
Negras gualdrapas llevaban
los ochos caballos negros;
negros son sus atalajes
y negros son sus plumeros.
De negro los mayorales
y en la fusta un lazo negro.
II
Mocitas las de la Alfalfa;
mocitos los pintureros;
negros pañuelos de talle
y una cinta en el sombrero.
Dos viudas con claveles
negros, en el negro pelo.
Negra faja y corbatín
negro, con un lazo negro,
sobre el oro de la manga,
la chupa de los toreros.
Ocho caballos llevaba
el coche del Espartero.
III
La corrida del domingo
no se encierrra sin mi jaca.
Mi jaca la marismeña,
que por piernas tiene alas.
Venta vieja de Eritaña
la cola de mi caballo
dos toros negros peinaban...
IV
A la una canta el gallo,
a las dos la cotubía
a las tres el ruiseñor
y a las cuatro ya es de día.
V
Besando la carretera
hay una ventita blanca
y una mocita que cosa
a la sombra de una parra.
VI
Braman los toros negros en su feraz orilla
y los potros retozan. Un jinete vaquero
pelea con la garrocha y su moruna silla
¿Será un abencerraje o un moro guerrillero
que no quiso entregarse al conquistar Sevilla?
VII
Con los estribos muy cortos
y las cinchas apretadas,
a todo el palo las picas,
las crines en la barba,
tres mil tendidos,
apenas la arena rayan.
VIII
Con sus dos perras podencas
y su hurona en el cestillo,
su cuzca de siete cuartas,
su cuerpo y su capotillo,
sus ceñidores de paño
el furtivo cazador
caza por Sierra de Armijo.
IX
De veludillo de oro
la calzona, verde faja,
chaquetilla de caireles
y medias anaranjadas.
sobre el charol del zapato,
dos mariposas de plata.
X
Dame la jaca alazana
y el trabuco de mia abuelo;
el que tiene guardamonte,
filigranado de acero.
XI
Echa vino, montañés,
que lo paga Luis De Vargas,
el que a los pobres socorre
y a los ricos avasalla.
XII
En el espejo del agua
yo reparo en los andares
salerosos de mi jaca
XIII
En las salineras del Puerto
se encarga a los salineros
las garrochas de majagua
que gastan los mozos buenos….
XIV
¡Islas del Guadalquivir!
¡Donde se fueron los moros
que no se quisieron ir!
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