lunes, 20 de junio de 2022

LIBRO "ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO" por S.†.G. QUE NO OS ENGAÑEN, ESTÁ TODO ORQUESTADO

"ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO"

Congrégame al pueblo para que Yo 
le haga oír mis palabras,
para que aprenda a temerme 
todos los días de su vida
sobre la tierra y las enseñen a sus hijos.
(Deuteronomio 4, 10 b)

¿Sabes lo que está por venir? ¿Sabes lo que está por llegar? Habrá dos facciones de la Iglesia; dos facciones enfrentadas discutiendo quién es la verdadera.
Tú permanece mirándome a Mí. Tú fíjate en Mí. La tentación será mirarlas a ellas. No lo hagas, permanece en Mí. Ellas os eclipsarán, no juguéis a su juego. Que hagan lo que crean que deben hacer, pero tú no entres ahí. Tú solo fíjate en Mí y no en ellos. Porque es ahí, en esa trampa, donde entrará la confusión.
La verdad no está en el debate, ni en lo que digan. La verdad está en Mí y tú la conoces.
No mires debates de quién tiene razón y quién no la tiene.
No te turbe eso, no te enganche eso. Mírame solo a Mí cuando eso llegue.
No es de Dios el debate. No es de Dios el enfrentamiento. No es de Dios eso. No entres en debates, no los escuches. Ahí no estoy Yo, ahí no estaré Yo.
Es y será la trampa y no quiero que tú entres en ella.
Esa debe ser una época de oración y recogimiento. No te centres en lo que pasa, no busques ahí. Cuando llegue, que ya se aproxima, solo, solo mírame a Mí. Tu confianza puesta en Mí.
No te digo que ignores lo que sucederá. Te digo que no te centres en ello. Que no entres en ello, porque ahí no estaré Yo, ni la solución a nada.
Oración, oración, oración de corazón, de confianza, en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Absoluta confianza, para que se llene de Amor tu corazón como lo ha hecho hoy.
Yo Soy el Dios. Fíjate solo en Mí cuando los terremotos lleguen. No te fijes en los terremotos. No te fijes en las tormentas. No te fijes en nada, solo en Mí y así en Mí permanecéis.
No caigas en la tentación. Yo Soy un Padre Bueno que instruye y advierte.
No. No, no, no. No hay que ponerse en un bando, ni en el otro. No hay bandos. No hay razones. No estoy Yo ahí.
Solo permanece con tu mirada fija en Mí. Presente en Mí y que nada te aparte de esa mirada. No a ellos. No a ellos, no, a Mí.
No habrá buenos ni malos. Bandos buenos con sus razones y malos con sus razones. No hay bondad, ni maldad. No hay nada si no estoy Yo. Y Yo no estaré ahí, quédate con eso.
Soy Yo quien da la potestad. Yo. Ellos no pueden adquirirla por sus méritos, sus palabrerías, sus debates. No, que no engañen y no se engañen. (Entendí que habría un bando heterodoxo y sin potestad, y un bando que se le opondría, defendiendo sus razones, sí, pero al cual Dios no había dado la potestad.
Esto es muy importante, es requisito que Dios dé la potestad. Por eso no estará Él en ninguno de esos bandos, ni serán Suyos).
Está todo orquestado, todo. Ese debate no será Mío.
Yo, Yo, Yo. Solo en Mí permanece, amada, que te quiero a mi lado.
No. No, no, no. Que no importe lo que te digan, ni sus posiciones, ni sus argumentos (ahora se refiere a gente varia, familiares, sacerdotes, instituciones…
Quien sea). Tú, en esos momentos, permanece contemplándome a Mí.
En la oración lo encontrarás todo.
Cuando te digan, “la solución está aquí o está allá”, no hagas caso.
Cuando te digan, “Dios está ahí o está allá”, no lo escuches.
Cuando te digan, “ahí está la solución, ahí está Dios”, acuérdate, recuerda, que Yo te dije, amada, que ahí no estaré ni estaría, y que solo en Mí, mirando a tu Dios, todo lo encontrarás.
Permanece en oración y no escuches a nadie. No entres en la trampa.
Todo está en Mis manos. Todo está bajo mi poder. Hija, no temas. No pasará nada que Yo no permita.
Confía y ama a tu Dios. Mira a tu Dios, contémplalo y me hallarás, porque ahí estaré.
Te dije que no te abandonaría y no lo haré. No lo haré. Ven a Mí, amada.
Ven, que te contemplo con mi Amor. En Mí lo encontrarás todo.
Que no importe lo que opinen. Si quieres, dilo, si lo ves oportuno. Advierte, pero luego, que no te importe su reacción. No te fijes en ella (en la reacción), solo en Mí.
En Mí, en Mí, encontrarás las respuestas. En Mí, el camino. En Mí, todo.
Todo, sí, todo.
No, no entres ahí, el que quiere ver, que vea (no quiere que debata para convencer con pruebas, etcétera; dice que esto es otra trampa).
Ahí, Él no está (ahora me habla de Sí Mismo en tercera persona).
Dirán que está, pero no está, ni estará. No estará allí y no estará allá.
Dirán, “Dios está aquí”, no hagas caso, y te darán razones, pero tú no hagas caso y acuérdate de lo que yo te he dicho, porque no estaré.
Te dirán: “Dios también está allá”, y tampoco te lo creas, porque ahí no me hallarás.
Cuando oigas “Dios está aquí o está allá”, recuerda, amada, de encontrarme dentro de tu corazón, en oración, porque Yo siempre estaré contigo.
Ahora sí, descansa.
Yo te bendigo, en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡FE!
Tras decir “¡FE!”, acto seguido, me muestra Su Corazón, coronado de espinas, sobre la palma Su mano. Tras preguntarle me dice:
Tanto vale para los bandos, para los profetas, como para las apariciones, como las teorías.
No quiere que busque la respuesta ahí, que no me líe en los razonamientos, que no entre en la escucha de discusiones acerca de la verdad. Esto lo explica ahora en el entendimiento.
¡TRAMPAS!
Quiere que entre en oración, me recoja, y solo a Él lo contemple. Que no escuche nada. Ni siguiera supuestos milagros ni apariciones, nada. Esto me lo explica, de nuevo, en el entendimiento.
Ese ya no será tiempo de Dios. (Tramposos, falsos profetas).
No quiero que los creas, ni que no los creas, solo quiero que me mires a Mí y no te centres en ellos, porque ahí no me hallarás.
Te advierto, niña, pero Yo estaré contigo. Búscame y me encontrarás en mi Palabra siempre.
Amén. (AÑO 2015)

PRESENTACIÓN

El buen cristiano sabe que Dios sigue velando por Su Pueblo, que no deja de hablar, aunque ya lo ha dicho todo en Su Palabra. En los momentos convulsos por los que está pasando la sociedad y la Iglesia, Dios no deja de enviarnos profetas: personas normales que, sin saber ellas por qué, reciben un mensaje para la humanidad. Gracias especiales (gratiae gratis 1 datae) al servicio de la grey, independientemente de la pequeñez o no, de la dignidad o no del transmisor.

En concreto, la transmisora de este mensaje es una persona normal, muy normal, una persona de nuestro mundo, con una preparación religiosa muy muy limitada, lo que sorprende al leer el contenido de buena parte de estas páginas… Ello es un signo para pensar que es Dios quien se manifiesta por medio de estas líneas.

La Iglesia siempre guarda reserva ante toda supuesta revelación privada, pero al mismo tiempo no se cierra a todo aquello que, dentro de la ortodoxia y de las sanas costumbres, pueda ayudar al cuidado pastoral. Además, cuando una supuesta revelación privada viene acompañada de signos “sobrenaturales” y del cumplimiento de las profecías en ella contenidas, se suele decir “acredita profeta”.

Vienen a colación las sabias y prudentes palabras de San Pedro Canisio, teólogo y doctor de la Iglesia: «hay menor peligro en creer lo que con alguna probabilidad nos refieren personas de bien, cosa no reprobada por los doctores, antes que rechazarlo todo con espíritu temerario y de desprecio.» O las del mismo San Pablo cuando nos exhorta en la misma línea: «no despreciéis las profecías, examinadlo todo y quedaos con lo bueno.» (I Tes 5, 19).

Cada cristiano, conforme a la madurez de su fe, en espíritu de profunda oración y humildad, y acatando en último término el juicio definitivo de la Iglesia, debe discernir si este mensaje da luz a su conciencia y paz a su alma, aunque algunos pasajes puedan, en un primer momento, causarle asombro o perplejidad.
En cualquier caso, ninguna revelación privada puede cambiar la Gran Revelación, que es Cristo Crucificado y Resucitado. De hecho, para cualquier revelación privada, incluso para aquellas aprobabas por la autoridad competente de la Iglesia, no existe una obligada adhesión: nunca son dogma de fe. No obstante, como nos enseña el citado número del Catecismo, las revelaciones privadas nos pueden ayudar a encarar los retos actuales y también a aceptar los designios divinos para estos tiempos: quizá tiempos finales. Dios es Dios.


CLAVES TEXTUALES PARA LEER EL LIBRO

Antes de empezar estas páginas, que son sólo una selección de una serie de experiencias acaecidas a lo largo de unos diez años, conviene poner de relieve algunas claves de interpretación para ayudar a su comprensión:

- Por indicación del director espiritual se han quitado los nombres de las personas mencionadas, dejando sólo las iniciales.
- Ella llama “oración” o “mi oración” al conjunto de estas experiencias.
Aunque la Iglesia reconoce estas realidades con una terminología precisa (locuciones, visiones, revelaciones, hierognosis, conocimiento infuso de Teología mística, conocimiento profundo de toda la Teología, etcétera), cabe señalar que la “autora”, debido a su ignorancia respecto a estos fenómenos, siempre se refirió a los mismos como “mi oración”.
- Las razones para usar la letra negrita. El relato está lleno de experiencias de índole “sobrenatural”, en las cuales S.t.G. se reconoce mera espectadora.
Cuando por obediencia tuvo que ir transcribiendo a sus directores espiritual es todo lo que le pasaba, entendió desde el principio que debía señalar con letra negrita todo aquello que no provenía de ella: las supuestas locuciones (voces interiores, de Dios o de santos) o visiones (espirituales) y los entendimientos infusos (comprensiones que superan el propio conocimiento).

- Uso de acotaciones […]. Este texto es una selección que abarca sólo una parte de las experiencias. Esto se debe a que gran parte de estas experiencias son concernientes a la vida familiar y privada de S.t.G. 
Es el director espiritual el que ha determinado qué publicar, para ayuda espiritual de los lectores; aunque sí hay apartados de vida privada. El lector sentirá por ello que hay pasajes inconexos. No se busca un relato seguido, ni es lo importante de estas páginas.

- La diferencia entre “Esposa” y “esposa”. El Señor, de alguna forma, quiere dirigirse a la “autora” a veces con mayúscula y otras con minúscula; y de ese modo ella lo transcribe. Esto porque en el primer caso quiere dirigirse a la Iglesia en su conjunto, y en el segundo caso a ella como persona individual. Cabe destacar que, en ambos casos, todo aquel que lea estos mensajes, podrá sentirse interpelado.
- Sobre el uso de las mayúsculas. Posiblemente sorprenda al lector el frecuente uso de letras mayúsculas durante el texto; en algunos casos de modo ortográficamente incorrecto. Se ha decidido respetar el modo en el que la “autora” las usó en sus manuscritos: al inicio de palabras que atañen al ser o al hacer de Dios y en frases o párrafos que describen una fuerte experiencia o un impacto en el alma.
- El Señor es el dueño de la conversación. Esto significa que es el Señor quien dirige la conversación y quien suscita en la “autora” qué debe preguntar y qué no. Ella no cede a la curiosidad cuando algunas personas le instan a preguntar a Dios sobre temas concretos.

 P. J. E. García y Hno. Sánchez
Prólogo

Estas palabras surgen de la necesidad de invitar a leer con atención esta obra que tenéis en vuestras manos, saboreando su contenido.
Como director espiritual de la autora, 2 he tenido el privilegio de acompañarla a discernir la acción del Espíritu Santo en su vida, sabiendo que es Él el Director de verdad.

Este propósito se ha visto engrandecido, y a la vez dificultado, por dos elementos que han aumentado mi responsabilidad: por un lado, la manifestación explícita de Dios a través de su comunicación continuada, a la vez exigente y entrañable, con la autora; y, por otro, la voluntad inequívoca de la autora de no separarse del querer de Dios, que la ha llevado al miedo a errar y a jugarse su futuro y el de su familia por cumplir la Voluntad Divina. Ello nos muestra su compromiso con el Señor, que no es intelectual, ni afectivo, es vital: ha sufrido y sufre por no distanciarse ni una milésima de Dios, por el que se siente inmensamente amada y al que quiere corresponder; duda constantemente de ella misma y ha puesto todo su futuro, material y espiritual en vivir a Dios y en hacer conocer lo que Él le ha regalado, pero que estamos llamados a vivirlo todos.

El propósito de este libro es compartir las conversaciones, pues no pueden ser calificadas de otra forma, entre Dios y ella. Unas conversaciones que ella no ha buscado, de las que siempre se ha planteado por qué con ella, que ha incluso ha padecido. En ellas, en su forma y en su contenido, los novatos-primerizos y los añejos-callosos pueden descubrir al Dios Amor, que no es empalagoso, ni conceptual, sino Amor apasionado hasta el punto dar la vida de su Hijo en la Cruz. Un Amor que busca únicamente que le amemos y que por eso nos propone entrar en diálogo de enamorados, sumergiéndonos en su Amor.

Eso es lo que encontramos en esta obra: el Amor que busca a la amada y la amada que busca al Amor. Un Amor que busca realizarse en el matrimonio, en la paternidad, en el sacerdocio, en los sacramentos, y por eso quiere explicárselos a la autora, no solo para que ella los entienda, sino para que todos lo entendamos y sobre todo los vivamos.

Por eso este libro es un deber y un derecho 3 de la autora, que hace por obediencia frente a Dios y a la dirección espiritual, pues su contenido no va dirigido solo a ella, sino a todos. El diálogo de amor que encontramos aquí es el que quiere establecer con todos. Incluso cuando el contenido es difícil no desdice el contexto del Amor, de vida, de salvación que es la vivencia de ese Amor para siempre, de Dios para siempre, que quiere que empecemos a experimentar ahora mismo. Los fragmentos duros nos muestran el lamento del Amor dolido, el clamor de quien no es correspondido, sino despreciado, abandonado y, lo que es peor, utilizado.

A la autora no le ha sido fácil aceptar la obligación de compartir sus conversaciones, pero al descubrir la necesidad de que recordemos que el Amor está esperando ser amado, ha compartido su vivencia, no exenta de dolor, de dudas, de angustia, solo calmados por el mismo Amor. Buscando que sea útil en tiempos de confusión, no inventa nada nuevo, no propone nada nuevo, solo quiere llamarnos a volver a sumergirnos en el Dios Amor que se reveló en Jesucristo muerto y resucitado por nosotros, para que vivamos cada uno de sus regalos como Él los creo pensando en nosotros, para que rechacemos recrearlos sin pensar en Él.

Os invito a hacer vuestros estos diálogos, a poneros en el lugar de la autora y participar en primera persona de estas conversaciones con Dios. Cuando habla a su esposa-autora, nos habla a nosotros personalmente; cuando habla a su Esposa-Iglesia, nos habla a nosotros como Cuerpo místico de Cristo. Por tanto, nos está hablando a cada uno de nosotros de su Amor, para que vivamos ese Amor y en ese Amor.
† Padre Antonio F. G.

Llama poderosamente la atención que una de las frases más abisales y desconcertantes de Jesucristo Nuestro Señor la dijera gritando: «¡Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?!»4 Si al misterio de la frase en sí misma, le añadimos el hecho de que la pronuncie un cuerpo completamente exhausto, sin casi respiración ni sangre en sus venas, ese grito tiene que llegar hasta lo más profundo de nuestro ser y convertirse en alimento y orientación de nuestra vida cristiana.

La Iglesia, Esposa y Cuerpo de Cristo, por su total identificación con Él, tiene que repetir y revivir ese grito, y su consecuente desconcierto, hasta lo más profundo de su ser. No tendrá estructura donde agarrarse, ni pasado que la oriente, ni poder que la consuele. Despojada por completo de sí misma y de toda su seguridad, solo le quedará decir con su Esposo y Señor: “Padre, a Tus Manos encomiendo mi espíritu”.5
Este esponsalicio total con su Señor, lo vivirá la Iglesia Santa de una forma especialísima en el Final de los Últimos Tiempos, es decir, en el nuestro. Y lo mismo que el profeta Isaías pudo ser una ayuda, y servir de orientación para la Pasión y Muerte de Jesús, este libro de la “oración”, de la experiencia mística de S.t.G., tanto en su dimensión personal (esposa), como en su dimensión eclesial (Esposa), será una orientación, una luz, una guía de ruta para todos los demás católicos que el Señor ha destinado para que se realice en ellos y se cumpla a través de ellos el triunfo total del Corazón Inmaculado de María y la transformación total de la Iglesia, Esposa de Cristo, en una nueva Iglesia de luz, en una nueva tierra, en una nueva humanidad.

Bendigamos a la Santísima Trinidad por la ayuda tan enorme que este libro va a suponer en estos tiempos de confusión y oscuridad, y agradezcamos a la “autora” su generosidad y valentía al entregarnos con él su tesoro más querido. ¡Ven, Señor Jesús!
† Padre Pedro Jesús Muñoz

Introducción

La batalla de todos los tiempos, desde el día en que nacemos, es sobre todo dentro, en el alma. ¿Y cuál es esa batalla espiritual? La de llegar a cumplir el permitirnos creer ser hijos amados por Dios. En el tiempo que nos queda, la prueba es y será cada vez el poder responder en cada situación, por terrible que sea, con confianza y absoluta fe: “DIOS ME AMA”. Esa es la victoria de la batalla por la fe.

No hay otra batalla y no hay victoria mayor que esa confianza, que esa respuesta. Quieren hacernos creer que Dios no existe y que si existe es un Dios lejano.
Dios existe, pero eso no es lo más importante que tenemos que saber, lo más importante que tenemos que saber es que Él es un DIOS BUENO.
Esa es la maravilla de nuestro Dios, y digo nuestro, porque es Él el único Dios Creador de todos.

NOS AMA A TODOS, SÍ, A TODOS, INFINITAMENTE, DE FORMA REAL y no teórica.
“Alguien” se empeña rabioso en hacernos creer indignos de Dios, de ese Dios maravilloso, Padre Creador. Pero “ese” desde luego no ha sido Dios. Dios
nos dignifica, confiemos en cómo es Él. Conozcámosle. Porque solo Él es Dios y solo Él debe ser nuestro Señor y nuestro Amor. Desde Él aprendemos qué es el VERDADERO AMOR, algo expansivo a toda la Tierra: el Amor de Dios que unifica todo.

Nosotros, pecadores, repletos de defectos y errores diarios, plagados de limitaciones, enfrascados en un mundo tan complicado y tantas veces cruel, podemos pensar, que Dios está lejos, ahí arriba en el Cielo, pero que no nos ama, que es distante, inaccesible. Todavía más lo podemos pensar cuando en nuestra vida hemos cometido actos graves y aún vivimos en ellos. Eso es un engaño del mundo y del demonio, de ahí la razón de estas palabras escritas que Él quiere darnos.
Él es el único perfecto, Él es el único Santo y nos quiere por el simple hecho de que somos sus hijos. Quiere que sus hijos lo sepan y que sobre todo acepten y asuman ser amados por Él. Y que cuando cometemos atrocidades, que muchos las cometemos, yo la primera, y nos sentimos absolutamente indignos de Él, sin solución, tenemos el mejor auxilio y remedio: su Amor.

Este libro va dedicado sobre todo a esos hijos suyos, a los que pueden pensar eso, a los que se sienten indignos, sin remedio, por eso el Señor me escogió, por sentirme la peor, sí, la peor y más indigna; para que sus otros hijos, los tachados, los que creen que no tienen remedio, ante ellos y ante los ojos del mundo, creencia falsa, que es cosa del demonio, sepan que sí la tienen porque Dios los ama más que nadie y que eso es lo único importante. Con Él estamos salvados. Y no hay nadie como Dios, nadie. Que esa verdad triunfe en nosotros.

Que los Sagrados Corazones de Jesús y de María, obedientes en su SÍ a la Voluntad del Padre; que el maravilloso Santo Corazón de Dios Padre triunfe en todos nosotros.

Vivamos cada día, cada momento, con Él. Cojámonos de su mano, no temamos a nada con Él, a nada. Él se da por entero y quiere estar con nosotros en cada momento, siempre. Dios se quiere dar, y quiere estar con nosotros. No nos ha dejado solos y nunca lo hará.

Este libro también va dedicado a sus sacerdotes, a aquellos hijos suyos, que Él mira constantemente, es un reclamo para ellos. Sé que Dios os ama infnitamente y sufre por vosotros. Por favor, no os olvidéis.
Padre, yo te amo y quiero amarte. Gracias por todo, a tus hijos queridos va este libro. En tus manos.
S.†.G.
_____________________

1 Catecismo de la Iglesia Católica, nº 67: «A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas "privadas", algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia.
Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de "mejorar" o "completar" la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada
auténtica de Cristo o de Sus Santos a la Iglesia. La fe cristiana no puede aceptar "revelaciones" que pretenden superar o corregir la Revelación de la que Cristo es la plenitud. Es el caso de ciertas religiones no cristianas y también de ciertas sectas recientes que se fundan en semejantes "revelaciones"».
2 Con la dirección espiritual se ha buscado siempre un apoyo sobrenatural y humano en el camino personal de santidad de cada cristiano, mejorando la vivencia de su fe, aumentando sus virtudes, principalmente las sobrenaturales, pero también las humanas, así como su disponibilidad para cumplir la voluntad de Dios, de acuerdo con la propia vocación divina, y con la correspondiente proyección apostólica. La dirección espiritual en la Iglesia supone en el dirigido tanto la libertad como la docilidad a las inspiraciones que el Espíritu Santo infunde en su alma a través de los consejos, no órdenes, del director espiritual.
3 Código de Derecho Canónico n. 211: “Todos los fieles tienen el deber y el derecho de trabajar para que el mensaje divino de salvación alcance más y más a los hombres de todo tiempo y del orbe entero”.
4 Mt. 27, 46.
5 Lc. 23, 46.
VER+:



QUE NO OS ENGAÑEN, ESTÁ TODO ORQUESTADO

Juan Pablo II Jóvenes, no tengáis miedo de mirarlo a Él

Así en la Tierra como en el... by F Rguez Diiz


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